Aplaudir de Pie
  • Críticas
  • Reflexiones
  • Reseñas
  • Quiénes somos
Aplaudir de Pie
  • Críticas
  • Reflexiones
  • Reseñas
  • Quiénes somos
Category:

Críticas

Críticas

Una investigación pornográfica [El potencial escénico en Despentes]

por Zavel Castro 30 mayo, 2018

Algo debe tener la literatura de Virginie Despentes que hace que su traducción escénica resulte en montajes igual de explosivos que sus letras. Y es que la potencia del discurso feminista de esta autora ha sido la inspiración de dos montajes provocativos y provocadores. “Vivan las feas” de Mariela Asensio en la Argentina de la que ya hemos hablado[1] y “Una investigación pornográfica” de la compañía española “Líate” que se presenta en el Foro Shakespeare de la Ciudad de México. Si bien todo teatro discursivo se ve amenazado por la posibilidad de convertirse en un panfleto sostenido en la narración (como si se tratara simplemente de la lectura dramatizada de un manifiesto), la directora Alba Alonso, quien también se encarga de representar los distintos personajes atravesados por las múltiples ideas que componen versiones distintas de la femineidad, consigue poner en cuerpo la “Teoría King Kong” a través de una sucesión de escenas ágiles que respetan en todo momento el tono cabaretero que nos recuerda a la seducción pop-grunge de la movida española de los años 80.

Un teatro agresivo, sexy pero no coqueto, sensual, más erótico que vulgar y sobre todo atrevido. La propuesta estética confronta al espectador al mostrarnos a una actriz bellísima renegando de la victimización de las mujeres, de la supuesta debilidad del género. En una sociedad machista como lo sigue siendo la nuestra, Alonso habla de lo que no debe hablarse, se burla de la sumisión como la herramienta esencial para sostener la “superioridad” del hombre. Ella a través de los fragmentos reproducidos íntegramente de Despentes, cuestiona de fondo al sistema patriarcal mientras que en la forma sigue siendo una bomba sexual. Una mujer bonita no puede ser enemiga del hombre, debe ser su objeto de deseo. Sin embargo, en “Una investigación Pornográfica” esto es posible. La protagonista constituye una amenaza para los estereotipos de sumisión que mucho gustan a tantos hombres.

Foto: @DarioCastroPH

Foto: @DarioCastroPH

Como las actrices pornográficas excita a los hombres al mismo tiempo que los asustan y es que en el mundo del porno una mujer debe ser tan deseable como deseante, pero la excesiva manifestación de sus deseos la coloca por siempre en un lugar de irrespeto y utilización. Una actriz porno, una mujer dueña de su sexualidad, que en lugar de esconderla la disfruta es un peligro. Se antoja utilizarla pero no poseerla. Divertirse con ella sí. Conquistarla no. Los personajes interpretados por Alonso, son distintas etapas de la vida de Despentes, estaciones vitales que tanto en el libro como en la obra, son aprovechados para cuestionar el universo que supuso la pornificación, esto es –según Neif Yeyha-[2] la relativa <<normalización>> de las imágenes pornográficas y su absorción por la cultura de las masas ¿Cómo funciona el porno en una sociedad altamente hipócrita que se avergüenza de sus cuerpos y niega sus impulsos sexuales? ¿Cuáles son los estereotipos femeninos que devienen de este proceso?

Foto: @DarioCastroPH

Foto: @DarioCastroPH

El sentido del humor del montaje  termina por producir un auténtico convivio en el que los espectadores participan directamente. La comicidad de la propuesta de la compañía Líate, responde también a la acertada combinación de las ideas de Despentes con las del escritor satírico e irremediablemente erótico Pierre Louys. Para la dramaturgia se retoma el Manual de Urbanidad para Jovencitas publicado en 1917. La inclusión de este texto, enfatiza el carácter absurdo de las ideas sobre el pudor, discreción y sutileza con la que una mujer debe conducirse a lo largo de su vida. Lo que se necesita ahora es una mujer sin vergüenza, que no esté dispuesta a degradarse con tal de satisfacer a nadie. Una mujer que acepte prostituirse sin considerarse puta en la acepción más despectiva. Una mujer dueña de sí misma incluyendo su bajo vientre. Una mujer que no tema ni la monogamia ni el sexo multitudinario. Una mujer que disfrute con franqueza el sexo en solitario. Hace falta también un hombre que pueda soportarlo.

“Una investigación pornográfica” es una demostración de la apropiación de un discurso y encarnación del mismo, el texto ha dado lugar a su materialización. Ha quedado claro que mucho es debido al detonante: la escritura de Despentes ¿Qué tienen sus textos que el teatro puede hacer uso de ellos con tan buenos resultados?

Zavel-ADP

[1] “Vivan las feas. Un divertido e inquietante manifiesto performático.” En: http://aplaudirdepie.com/vivan-las-feas-un-divertido-e-inquietante-manifiesto-performatico/

[2] Yehya Naief. Pornografía. Obsesión Sexual y tecnología. México, Tusquets Editores: 2012. 342 pp.

 

Críticas

Piel de mariposa

por Zavel Castro 31 marzo, 2018

Paul Valery sostuvo, con mucha razón, que no hay nada más profundo que la piel. Jimena Eme Vázquez intuyó la verdad contenida en esta frase y se ocupó de desarrollarla a plenitud en  Piel de mariposa,  una obra escrita para dos personajes (y sus ausencias) que invoca al amor en su acepción doliente. Jimena propone el encuentro de un hombre y una mujer que funcionan como alegorías del temperamento melancólico (Elisa) y de la pasión nostálgica (Guillermo); dos personajes que logran un equilibrio dialéctico mediante su complementariedad.

Elisa es una criatura extremadamente frágil debido a su padecimiento crónico: la epidermólisis ampollar, un trastorno genético que provoca ampollas y llagas ante cualquier mínimo roce, y que provoca heridas internas que paulatinamente provocan que algunos órganos dejen de funcionar. La enfermedad de Elisa la vuelve físicamente débil y vulnerable, mientras Guillermo es un hombre fuerte cuya constitución física y temperamento lo vuelven sumamente atractivo. Él resume la fortaleza que comúnmente se vincula con la masculinidad. Ella es tan débil, tan femenina. Sin embargo, la apreciación cambia cuando miramos su interior; descubrimos el carácter de Elisa es inquebrantable mientras Guillermo está hecho pedazos. Personajes contradictorios y fascinantes. Cada cual frágil a su manera.

Afortunadamente, desde el texto, la construcción de los personajes evita la victimización de Elisa por su enfermedad y de Guillermo por su condición psiquiátrica. Eme Vázquez sabe que siempre hay algo desconocido y atemorizante en el otro, algo que no alcanzamos a ver y que la mayoría de las veces ni siquiera intuimos: nunca sabemos quién es el otro. En ese “algo” radica la esencia de cada cual. En la intimidad todos somos monstruos. “Todo ángel es terrible” –diría Nabokov, el gran amante de las mariposas, descubridor de un especímen- Lycaeides sublivens. Más allá de la piel todo producimos vértigo.

Piel de mariposa está cubierta con un velo poético que en escena se descubre mediante el diseño escénico, lumínico y de vestuario de Natalia Sedano, responsable de crear un microuniverso tan fantástico como real, un espacio acogedor que cautiva a los espectadores y propicia la conmoción que genera la historia. A propósito de la trama, me parece que deja pasar la oportunidad de un final climático, erótico y dramático en su máxima expresión, el final de la consecuencia fatal, en pro de una prolongación, un comentario que nos devuelve a otra escena de la obra, un recuerdo de infancia. Lo cierto es que en ese punto encuentra un cierre que lo potencia, pero debilita esa otra enorme y generosa posibilidad.

Quizá la intención de Eme Vázquez haya sido apelar al corazón de los espectadores, estrujándolo lo suficiente como para llegar a rozar su piel, pero tuvo cautela y prefirió no apachurrarlo demasiado al grado de que se lo entregaran porque no sabría qué hacer con él. Una decisión mesurada. Nos trató con cariño y cuidado. {Contención necesaria si se considera que los personajes son de por sí tremendos y que despiertan en el público toda la ternura y coraje de la que es capaz en función de testigos de un amor imposible y de una coincidencia desafortunada que solo el teatro podría embellecer.  Piel de mariposa nos invita a pensar dónde radica la fragilidad y quiénes somos realmente.

Zavel

Críticas

URINETOWN

por Aplaudir de Pie 6 marzo, 2018

El Off Broadway en Nueva York, entre otras razones, surgió como una posibilidad de brindar espacio a propuestas nuevas y/o alternativas. Hasta el día de hoy, funciona como un lugar de resistencia en el que con lógicas distintas a las de las superproducciones, múltiples artistas se han consolidado, mostrando que más allá de los nombres y la maquinaria teatral imponente, el talento puede sobreponerse y generar montajes de calidad extraordinaria.  En este sentido podemos pensar -salvando las diferencias contextuales pero relacionando las similitudes en tanto fenómenos contestatarios- la versión mexicana de la obra Urinetown a cargo de la compañía queretana de teatro “Ícaro”.

El musical dirigido por Miguel Septién, es una proeza admirable dentro de la cartelera de la Ciudad de México donde se presenta actualmente, ya que sin contar con celebridades para “asegurar” la venta de boletos, ni una hiper producción es, sin lugar a dudas, uno de los mejores musicales existentes. Un verdadero hallazgo.

A diferencia de otras obras del mismo género de la cartelera en donde al parecer uno paga simplemente por mirar a algún famoso que en muchos casos muestra una deficiencia en el manejo de la voz y del cuerpo (habilidades que cualquier actor de teatro musical debería dominar) en Urinetown (México) podemos disfrutar de un gran nivel en todos los sentidos, pero fundamentalmente en lo concerniente al canto.

La calidad de las voces de los interpretes es extraordinaria, lo mismo que la ejecución coreográfica y la interpretación actoral. De manera especial destaca la participación de Andrea Biestro en el papel de “Penélope Pennywhise”, Adrián Pola como “Cladwell B. Cladwell”, Eduardo Siqueiros como el “Oficial Lockstock” e Irlanda Jiménez como “Hope Cladwell».

Como podrá adivinarse con lo dicho anteriormente, este trabajo resulta sorprendente no solo por tratarse de una compañía de provincia alcanzando el éxito en la Ciudad de México (y esperamos pronto en muchos otros estados), el talento está presente en toda la compañía. Además de los actores, la dirección musical a cargo de Dano Coutiño, tanto como la adaptación de las canciones y del libreto, bajo la responsabilidad de Yang E. Coutiño y Miguel Septién, son impecables. En suma, una propuesta irreprochable. En este sentido, la programación en el Teatro Milán gracias a la visión de Mariana Garza y Pablo Perroni, resulta uno de los mayores aciertos de la dupla al apostar por sobre todo por el potencial de una compañía mexicana cuyo talento merece toda la exposición posible.

En sí mismo el montaje es relevante, pero no podemos dejar de destacar el contenido de la obra, oscuro, complejo, fuera de toda norma conservadora sobre lo “bello” y “correcto”. Conteniendo una dura crítica hacia el comportamiento de las masas iracundas tanto como a las decisiones del gobierno, la naturaleza de la legislación, la rebeldía y la distribución de recursos.  Cuestionamientos necesarios y pertinentes. Todo en exquisita clave burlona, evitando caer en lugares comunes y rechazando la idea de la necesidad de un final feliz.

Urine Town (México) es un musical off por excelencia, apto para todo público. Disfrutable de principio a fin. Un esfuerzo loable que estuvo a punto de levantarnos a aplaudir de pie.

 

Ricardo Ruiz Lezama & Zavel Castro Editores

Ricardo Ruiz Lezama & Zavel Castro
Editores

 

Críticas

De príncipes, princesas y otros bichos

por Ricardo Ruiz Lezama 29 enero, 2018

De príncipes, princesas y otros bichos es un unipersonal escrito e interpretado por Paola Izquierdo. Desde hace más de doce años esta puesta en escena ha dado funciones constantes a través de todo el país y este año vuelve a presentarse, ahora en el ciclo Mujeres poderosas en el teatro NH.

¿Qué define el tiempo de vida de una obra? ¿Qué hace que pasen los años y un montaje siga siendo pertinente? En este caso la pertinencia es dada por las temáticas que aborda Izquierdo, las cuales, desafortunadamente, no se desgastan; el tiempo pasa y los problemas que la obra trata siguen tan vigentes como hace doce años.

La obra se divide en dos cuadros, cada uno con su propia fábula, pero unidos por la mitología que eligió la actriz y dramaturga para darle forma a su propuesta: los cuentos infantiles. La primera parte trata sobre una princesa que es experta en sapos y está buscando cómo transformar alguno en príncipe azul. Parodiando algunos momentos icónicos de Alicia en el país de las maravillas la princesa se adentrará en una aventura en donde el fin último de su búsqueda será contraer matrimonio, a la manera de aquellas historias clásicas de Disney, como La Sirenita, Aladino o La Cenicienta, entre muchas más.

En la segunda parte, un niño que semeja al Principito de Antoine de Saint-Exupéry se presenta ante los espectadores dispuesto a contar una historia para ganarse la vida. La caracterización tiene algo inquietante porque a diferencia de la primera princesa que se nos mostró -rica y parte de un universo fantástico-  este pequeño príncipe es la representación de un niño de la calle; su vestuario es solo una evocación desvaída  del personaje de Exupery; este Principito no tiene un planeta para él solo, si no que está solo en un planeta lleno de gente indiferente -en el mejor de los casos-; este Principito está en un universo de indiferencia, marginación y abuso para los menores en situación de calle. Está en México.

De esta forma la segunda parte de la obra reconfigura todo lo que vimos. Y lo que en un primer momento parecía un cuento simpático e inocente sobre una princesa experta en sapos se nos muestra ahora como una crítica a las narrativas que condicionan a las mujeres a pensar que necesitan de un hombre para estar completas, además de aquellas imposiciones sobre los cuerpos de estas que hacen que siempre se encuentren insatisfechas con la imagen que les devuelve el espejo. La princesa era un personaje con trastornos alimenticios, entre otros problemas que se mostraban ante nosotros pero que pasamos de largo como muchas veces no nos damos cuenta de personas cercanas que necesitan ayuda. Esta primera princesa funciona como un espejo que con humor refleja la realidad dolorosa de aquellas mujeres que están mal y no lo saben.

Por el otro lado, la segunda parte es otra especie de espejo que muestra lo que no queremos ver, nuestra indiferencia y al otro. Ese otro que muchas veces transformamos en parte de la ciudad, en una especie de monumentos vivos a la desigualdad social, todo con el simple hecho de no mirarlos. Paola nos echa la realidad en la cara en una intención de denuncia al mejor estilo del Cabaret mexicano, con música y humor, pero un humor informado  que invita a la reflexión.

Paola Izquierdo demuestra su habilidad interpretativa al realizar dos personajes completamente diferentes, los cuales tienen corporalidades, voces, edades y hasta humor diferente; mientras que la primera parte se caracteriza por un humor predominantemente físico y relacionado con el carácter del personaje; la segunda parte posee un humor negro con un ligero dejo de amargura.

Al final de la función que asistí recuerdo oír a un espectador decirles a sus acompañantes: “Siento raro. ¿Por qué nos hace reír con cosas tan feas?” Me aventuro a responder que ese humor que a ratos producía angustia se debe a la responsabilidad que asumió Paola de no banalizar las problemáticas que muestra. Usar el humor de forma contestataria -rasgo distintivo del cabaret- es un tono que nos deja claro, no solo la pertinencia de continuar con De príncipes, princesas y otros bichos, sino también la necesidad de Paola Izquierdo de aspirar a cambiar las cosas desde el arte. Ojalá que conforme siga presentándose este unipersonal, cada vez nos parezca más ajeno lo que muestra, pero para como va el mundo lo dudo mucho.

Ricardo

Críticas

El derecho a la privacidad. De John Stuart Mill a Luis Gerardo Méndez

por Zavel Castro 5 noviembre, 2017

Desde el siglo XIX los legalistas estadounidenses debatieron sobre el derecho de la privacidad del individuo. John Stuart Mill encabezaría defensa de la libertad personal por encima de la injerencia del Estado que, sostenido en los principios puritanos que aconsejaban la vigilancia y el castigo de todo aquello considerado incorrecto o inmoral. El pensamiento de Mill, reflejado en su texto Sobre la libertad combatiría a los legalistas morales y sería una pieza fundamental para la abolición de las leyes anti obscenidad que perseguían, entre otras cosas, la posesión de material pornográfico ocurrida hasta la década de los setenta, cuando por fin se consideró que la compra y uso del porno en el ámbito doméstico era un asunto íntimo en el que la intromisión gubernamental no tenía cabida.

Todo parece indicar que los persecutores del vicio han encontrado, un siglo después, a los medios digitales como sus mejores aliados en lo que respecta a la inspección de la información de la vida privada. A través de las pantallas no hay nada parecido a la “información confidencial”, al contrario, los usuarios de teléfonos inteligentes, computadoras con tecnología de punta y navegantes de todo tipo de páginas de interacción social, entregamos cualquier cantidad de información personal para uso gubernamental sin darnos cuenta. Nadie en estos tiempos parece capaz de leer en su totalidad los “términos y condiciones” de muchas aplicaciones y dispositivos en los que literalmente firmamos un permiso para que todo lo que contengan nuestros celulares o computadores sea expuesto y resguardado en un banco de datos infinito a los que además del Estado otro tipo de usuarios y compañías sospechosas tengan acceso.

El debate sobre la libertad y el derecho a la privacidad fue puesto sobre la mesa nuevamente con el caso Edward Snowden, el ex consultor tecnológico, informante y antiguo empleado de la CIA y la NSA que reveló los secretos del espionaje por parte del gobierno contra su propio pueblo. Por cierto que Snowden puede ser considerado como una vertiente extrema del pensamiento de Stuart Mill.

Inspirados en el caso Snowden, James Graham y Josie Rourke concibieron una obra de teatro documental, que, tras probar su éxito en Londres y Nueva York, llega a México en una versión adaptada por María Renee Prudencio bajo la dirección de Francisco Franco y la producción de Tina Galindo y Claudio Carrera, con las actuaciones estelares de Diego Luna y Luis Gerardo Méndez en el papel protagónico.

Foto: Darío Castro

Foto: Darío Castro

 

La súper producción de Ocesa ofrece un montaje dominado por la espectacularidad visual de las proyecciones en las que evidentemente no se han escatimado recursos al momento de incorporar nuevas tecnologías a la escena, con lo cual reafirmo la hipótesis que lancé en otra reflexión que cuestionaba el vínculo entre los recursos económicos y las poéticas teatrales que intentan referir o hacer uso de los medios virtuales.[1] En conclusión sí hace falta una gran inversión para conseguir incorporar estos lenguajes, especialmente de forma contundente.

La impresionante escenografía se transforma durante cada una de las escenas del “viaje” del protagonista que va desde la superficialidad del mundo a través de la pantalla hasta el interior de sí mismo. En este punto cabe decir que el personaje en términos dramáticos es bastante sencillo, poco profundo y sin mayores complejidades. Sin embargo, para su interpretación hace falta un dominio de público y carisma con las que Luis Gerardo Méndez (quien interpretó el papel del “escritor” en la función que vi) cuenta. Mismas habilidades que también distinguen al resto de los actores de la puesta: Alejandro Calva, Ana Karina Guevara, Luis Miguel Lombana, María Penella, Antonio Vega, Amanda Farah, Antón Araiza y Bernardo Benítez. Cada uno de ellos interpreta un personaje “guía”, interpretando el papel de una persona real (casi todos investigadores de la realidad virtual), compartiendo los resultados de sus investigaciones que lo obligan a reparar en el alcance y consecuencias de todo lo que hacemos en la red.

El tránsito que lleva al personaje protagónico de la virtualidad a la realidad, en la que deja de definirse como internauta para devenir de nueva cuenta en persona, revela su mayor temor, compartido con la civilización occidental actual (principalmente los millenials): mostrar vulnerabilidad. El viaje también le permite reflexionar sobre la importancia del silencio y la calma, ese “detenerse a mirar el paisaje”[2]. La obra compara pros y contras de la ficción de las redes sociales, los daños y beneficios de estar todo el tiempo “en línea”. Nunca antes en la historia había tanta información disponible sobre nosotros, sin embargo, nunca antes nos habíamos conocido tan poco. Nunca habíamos tenido tantos amigos y nunca habíamos estado tan solos.

La reflexión en la que aterriza la obra, tanto como el dispositivo escenográfico hace de esta experiencia un suceso digno de atención en la cartelera de la Ciudad de México. El público, al final, quizá tome conciencia del panóptico en el que se encuentra. De su laberinto sin salida.

Zavel

 

 

[1] Teatro y nuevas tecnologías en la Ciudad de México: http://aplaudirdepie.com/teatro-y-nuevas-tecnologias-en-la-ciudad-de-mexico/

[2] ¿Pensar de prisa o escribir con calma? La crítica “off”: http://aplaudirdepie.com/?s=pensar+de+prisa

Críticas

Historia y teatro

por Zavel Castro 29 septiembre, 2017

El teatro puede constituir un punto de partida ideal para hacer una excursión al pasado. Últimamente hemos visto en el teatro mexicano una inclinación por revivir algún periodo histórico a través de la ficción dramática y de la puesta en escena de distintas maneras. Bien sea recreando el pasado tal y como da cuenta de él la historiografía, personificando a los personajes históricos y poniendo atención a que los detalles y todos los elementos de la puesta correspondan a la época que se pretenda representar (desde la escenografía y el vestuario, hasta la forma de hablar de los personajes), tal es el caso de “3 días de Mayo”, ¨Las Touzá”, “La última sesión de Freud”, “Bule Bule”  “Los equilibristas” y “Tandas y Tundas”. Ciertamente, algunas de estas obras insertan “paréntesis”  para comentar el presente y reflejar las similitudes de las circunstancias políticas y sociales de un tiempo y otro, espejeando las condiciones para dar cuenta acaso, de una historia que parece siempre repetirse.

El teatro histórico sostenido en la recreación corre el riesgo de distanciarse del espectador hasta el grado de parecerle ajeno, acartonado y aburrido, como una de esas malas clases de historia que todos sufrimos alguna vez en el colegio que solo se conformaban con dictar fechas y hechos históricos sin cuidar que el relato pudiera ser emocionante. Así como también contiene la posibilidad de transportar al espectador al pasado y hacerlo sentir realmente en otro tiempo, mientras reflexiona sobre su propia realidad cronotópica. Todo depende del equilibrio que se ponga entre el movimiento escénico, la acción y el discurso.

Existe también otra manera de plantear un tema histórico y es la del relato directo del episodio, sin  que se pretenda encarnar necesariamente a los personajes que protagonizaron o participaron del hecho. Con personajes absolutamente inventados, que, sin embargo, por el uso correcto del lenguaje de la época relatada y un conocimiento evidente sobre el tema, pertenezcan al universo de ese pasado inaprehensible. Tal es el caso de “Las Meninas Novohispanas”, un montaje en el puro estilo del cabaret, dirigida por Luis Huitrón. La narración de distintos episodios históricos (tales como la Conquista de México, la vida de Sor Juana Inés de la Cruz, el Segundo Imperio, la Independencia de México, la vida de Porfirio Díaz, la historia de la gastronomía mexicana y, el mito de la Virgen de Guadalupe y la historia de la Navidad, entre muchos otros)  por parte de “María Bárbara”, “la tía Cecilia” y “Alma María Ibarguenguer”,  tres damas aristócratas resulta una comedia extraordinaria que conecta con el público tanto en lo intelectual como en lo emotivo.

Fotografía: Darío Castro

Fotografía: Darío Castro

El éxito irrefrenable de esta obra obedece a distintas razones: por una parte las acertadas interpretaciones fársicas de Huitrón y  Hugo Serrano que utilizan el recurso del travestismo para potenciar el humor -más que para caricaturizar al género femenino-, por otra parte la interacción que generan con el público (muchos de los espectadores son aficionados al trabajo de las Meninas y procuran dar seguimiento a los “episodios”),  tanto como el cuidadoso vestuario a cargo de Mariana Orozco quien ha realizado un minucioso estudio de la indumentaria novohispana para reflejarla en las magníficas piezas que ornamentan los cuerpos de los actores.

Sin lugar a dudas, la pieza fundamental para el éxito de “Las Meninas” como un excelente representante de una de las posibilidades del teatro histórico, es que la dramaturgia  a cargo del también historiador Luis Huitrón  y Hugo Serrano se sostiene en una investigación profunda de la historiografía, de tal suerte, la base argumental sostiene el discurso intelectual del montaje mientras que su traducción eficaz al lenguaje dramático hace de esta un espectáculo sumamente divertido. Toda obra histórica debería conjuntar ambos elementos: entretenimiento y conocimiento, para convertirse, como la obra de Huitrón y Serrano en un digno representante tanto de la hermenéutica como de la escena.

Aunque este consejo podría parecer una obviedad, lo cierto es que los teatristas mexicanos, que se precian de ser “investigadores escénicos” muchas veces se confían en la investigación bibliográfica que realizan guiados solamente de su intuición y de sus buenas intenciones, pero no llegan a dominar las herramientas de la búsqueda y selección de fuentes,  por lo tanto no sería descabellado proponer la presencia de la asistencia en investigación por parte de un especialista en cualquier montaje que pretenda tratar un tema del pasado (aun cuando se trate de un episodio imaginario) además de contar con un equipo creativo capaz de trasformar la información en una pieza dinámica y emocionante. En este sentido, Las Meninas ofrecen una gran lección.

Zavel

 

 

Críticas

El Nahual. La muerte del güerito pistachero

por Zavel Castro 12 septiembre, 2017

Carlos Talancón escribe, dirige e interpreta el monólogo “El Nahual” en el que cuenta la historia de un vendedor de pistaches asesinado por un narcomenudista que permanece en la esfera de los vivos vagando como fantasma, contando su historia tras de la nuca de algún transeúnte descuidado, él sabe que no pueden escucharlo pero lo intentará hasta el fin de los tiempos porque ese es su único consuelo.

“Lo que más nos encabrona a los muertos es no tener posibilidades de venganza” dice el vendedor de pistaches a manera de lamento, incapaz de resignarse se dirige hacia el público para hablarnos de cómo era su vida antes del asesinato y sobre qué pasó tras su muerte. La producción de la obra es intencionalmente precaria, la sencillez de los elementos justifica la poética del montaje: una silla de metal (de esas que reconocemos de los puestos de barbacoa o de reuniones familiares de clase media) colocada sobre una alfombra de primeras planas de periódicos de nota roja (Alarma, La Prensa, El Esto, El Metro). Una violinista (Adriana H. Forcada) en una esquina que con su instrumento comenta y acompaña la narración y la iluminación focalizada directamente sobre el sitio donde el protagonista pasa la mayor parte del tiempo de función (la silla) bastan para introducirnos al mundo de los barrios pobres de la Ciudad de México.

La obra comienza con el vendedor de pistaches conocido en las calles como “el güerito” (nunca sabremos su nombre real) sentado en la silla de metal, levantando las hojas de periódico y leyendo los encabezados en voz alta. Buscando la noticia de su muerte aprovecha para preguntarse ¿Cuál de todas esas notas retrata la muerte más tonta, cuál de ellas la más triste? Sin duda los títulos amarillistas le restan seriedad a las tragedias, es por eso que a los pocos minutos se cansa y prefiere narrar el mismo su historia. Sólo así dejará de sernos anónimo. Sólo así repararemos en que así como existe él hay muchos otros seres grises en los que nunca reparamos. Confiados, salimos a la calle con la seguridad de encontrar en el camino a los vendedores ambulantes que sólo interesan por su utilidad inmediata, no sabemos quiénes son, cuáles son sus sueños, cómo viven o si están enamorados. No nos interesan. Son personajes de paso, mera utilería de la vida cotidiana.

“El güerito” nos cuenta que en vida habitó un lugar conocido como “El hoyo”, alguno de esos barrios construidos al azar que escapan de toda regulación legal. Sin código postal, ni la obligación de pagar predial o algún servicio (en esos sitios todo es improvisado), en el barrio, dice, todo mundo es compadre, comadre o ahijado del vecino, y las cuentas por pagar se cobran por propia mano. No hay más sistema de justicia que la que imparten los delincuentes de los que él sería, como sabemos, víctima por un asunto que no llega a esclarecerse, quizá se trate de una confusión. “

El pistachero parece haber sido buena gente, trabajador, sincero, simpático su mayor carencia se reciente en su nivel educativo (tiene una pésima habilidad lectora y un lenguaje reducido repleto de groserías). Su vida ha sido de lo más ordinaria. Rodeado de pobreza, visible en sus jeans rotos, sus zapatos desgastados y su playera barata que lleva por estampado el escudo de Supermán, nos cuenta sobre sus primeras experiencias de “placer prohibido” en el deshuesadero de automóviles a los que todos los jóvenes iban para tener sus primeros escarceos libidinales, sobre sus aspiraciones de poeta, sobre su enamoramiento de una joven a la que nunca se atrevió a hablarle y, finalmente sobre el episodio de su muerte y cómo comenzaron a decir que era un “nahual”, un ser fantástico culpable de todas las desgracias del barrio.

Como ser maldito la muerte del nahual es entonces celebrada y su entierro consta nada más de aventarlo al basurero envuelto en una cobija. Como alma vagabunda, el pistachero fantasma revelará al público que lo único que conservan los muertos es la capacidad de dar zapes y que lo que más se extraña en la línea intermedia hacia el más allá es el deseo. La narración fluida a cargo de una actuación viva y exacta de Carlos Talancón quien hace las veces del pistachero con interrupciones en las que interpreta a otros personajes (la madrina, los vecinos, “el pipis”, etcétera), deviene en un retrato sobre ese sector social olvidado, omitido, en portavoz de los seres anónimos cuya vida transcurre junto a la nuestra. “El Nahual” repara en la seriedad de la muerte de todas esas personas sin nombre y con rostro desdibujado, es pues un gran trabajo de dignificación de los seres marginados que nos complace recomendar.

Zavel

Críticas

Ópera y teatro

por Zavel Castro 12 septiembre, 2017

Lejanos han quedado los tiempos de la especificidad que imponía barreras entre los quehaceres artísticos y los condicionaba a desarrollarse en un solo sitio. La posmodernidad facilitó la multi y transdiciplina que ahora nos permite entender la liminalidad escénica, el estado de ambigüedad y apertura que permite que las artes no sólo se mezclen (cómo se pensaba que lo haría la ópera como “arte total” uniendo en un mismo escenario artes plásticas, música y teatro), sino que se (con)fundan.

Así pues el bailarín, el actor y el cantante de ópera pueden experimentar en otros territorios sin sentirse incómodos. El territorio del artista escénico ahora está en todas partes. Podemos dar cuenta de ello con las obras que “confunden” ópera con teatro, que integran elementos de un oficio y otro sin estorbarse, más bien, complementándose. Este año hemos visto cómo el cantante de ópera no es más un huésped o un invitado, sino que pertenece perfectamente al escenario teatral con dos obras que dan cuenta del éxito de la mixtura. La primera de ellas fue “Heroínas transgresoras”[1] dirigida por Emmanuel Márquez, interpretada magistralmente por la soprano y actriz Luz Angélica Uribe y la segunda “Ópera Guau. Esta perra vida cantada” escrita y dirigida por Miguel Ángel Alvarado con las actuaciones de la soprano Dolores Menéndez, los tenores Ángel Ruiz, Aldo Estrada y Dagoberto Salas y el barítono Jesús Cozaín.

Ambos montajes, dirigidos a públicos jóvenes, apuestan por incorporar el repertorio de la ópera a tramas dramáticas, con lo que se busca poder desarrollar una historia al mismo tiempo que ofrecen a los espectadores información sobre el género musical que por mucho tiempo se ha malinterpretado como música exclusiva (y excluyente) de las altas esferas culturales. En la posmodernidad todo se ha democratizado, con ello se han diluido muchos prejuicios y se ha facilitado un doble fenómeno (recíproco): la popularización de “lo culto” y la aculturación de “lo popular”. Estos montajes representan grandes resultados de este enriquecedor proceso.

03092017-_MG_8420

Como ya he hablado de “Heroínas transgresoras” me gustaría comentar algunas cosas sobre “Ópera Guau”, en principio, diré que es loable la labor que se proponen y que por cierto, consiguen generando un gran convivio con la audiencia. La interacción con los espectadores es acertada desde el momento en que inicia la representación. Desde que llega, el público accede a dos universos: el de la ópera y el mundo de los perros, y entra en ellos con una facilidad que parece natural a pesar de su aparente lejanía con la música especializada y la fantasía que implica pensar en una historia contada por perros visiblemente interpretados por hombres y mujeres.

La convención se acepta de inmediato y se sigue durante toda la obra. Sin embargo, pese al esfuerzo del público por entrar en ficción y de los actores y cantantes por representar los personajes, la obra podría mejorar en términos estéticos. Vestuario y escenografía quedaron por debajo de la historia y de las interpretaciones de las arias y amenazaban con dar la impresión de que el montaje fuera de menor calidad de la que realmente tiene. Es necesario reparar en la importancia que tiene la cualidad visual de esta obra, ya que una vez que el diseño de imagen pudiera alcanzar el nivel del resto de los elementos intangibles como la dirección, la interpretación musical, las actuaciones, la improvisación, etcétera, podríamos recomendarla sin ninguna especie de reparo. Con una mejor imagen (las ideas de diseño son buenas, no así su ejecución) quizá incluso las lagunas de la dramaturgia (hay por lo menos dos escenas que no se resuelven, que podrían de hecho omitirse) serían menos evidentes, porque como espectadores tendríamos algo estéticamente agradable con el cual deleitar nuestra atención.

A pesar de estos detalles, insisto en la buena recepción que tiene la obra con su público infantil, a quienes saben mantener atentos con lo difícil que es dicha tarea en estos tiempos. Además de captar su atención se aseguran de aportarle conocimiento nuevo, de tal suerte que los niños se van del teatro sabiendo –entre otras cosas- qué es una canción napolitana, qué es un soprano, qué es la ópera, cómo se dividen las voces en este género y qué es el teatro. Aportaciones nada menores para la formación de la  cultura general de un niño.

Con “Heroínas transgresoras” y con “Ópera Guau” no me queda más que celebrar la ampliación de los horizontes de los cantantes de ópera. Se han roto las fronteras. Bienvenidos sean al teatro.

Zavel

 

[1] “Heroínas transgresoras. El romanticismo en escena” en: http://aplaudirdepie.com/heroinas-transgresoras-el-romanticismo-en-escena/

Críticas

Partitura escénica para niños con plumas en la cabeza

por Zavel Castro 29 agosto, 2017

La maternidad, como cualquier otra de nuestras ficciones con las que intentamos significar nuestro devenir, es un concepto que se ha romantizado y se ha llenado de tantos prejuicios que pareciera ser un estado ideal y extraordinario, el punto clave para la realización de cualquier mujer. Los medios de comunicación, apoyados en todo un sistema discursivo que atiende a las teorías científicas, filosóficas, legalistas, en fin todas aquellas que sujetan nuestra ideología, para exaltar lo que según nos dicen es una de las labores más arduas, desinteresadas, generosas y amorosas a las que una mujer pueda entregarse.

Poco se habla del “lado oscuro” de la maternidad, como pueden serlo los motivos pueden llevar a una mujer a pensar en desempeñarse como madre por presiones sociales o, lo que es más grave todavía, para intentar llenar un vacío dando una vida nueva, esperando que su bebé satisfaga todos sus anhelos y le dé sentido a su existencia. Esta razón, por supuesto es la que más pronto se desgasta y la mujer, al descubrir (si consigue hacerlo) que un niño no puede darle todo lo que le hace falta, sino que se trata de alguna carencia o herida más profunda, descarga todas sus frustraciones y su insatisfacción en el pequeño al que se le había atribuido la enorme responsabilidad de hacer feliz a su madre, de complacerla, de ser lo que ella quería. Por el miedo a la soledad, cuando sus hijos las dejen las madres pueden desatar conductas enfermizas (una de las más graves es el Síndrome Münchhausen)[1] que a veces suelen pasar desapercibidas al ser confundidas como “el amor de mamá”, como lo es querer obligar a sus hijos a ser lo que ellas quieren sin importarles lo que realmente son ¡Estoy realmente encantada con que esta reflexión sobre la maternidad haya sido detonada por una obra infantil!

Foto: Darío Castro

Foto: Darío Castro

“Los cuervos no se peinan. Partitura escénica para niños con plumas en la cabeza” escrita por Maribel Carrasco y dirigida por Diego Montero, cabeza de la compañía Córvido Teatro, es un montaje que se aleja del afán de entretener a su público de una manera excesivamente alegre, menospreciando las capacidades intelectuales y necesidades sensitivas de los espectadores. La obra de Carrasco trata a los niños con la seriedad que merecen, comprendiendo que si bien no cuentan con la experiencia de un adulto, no por ello son menos y merecedores de espectáculos tontos.

El público infantil tiene perfectamente la capacidad para entender por empatía la complejidad de la infancia, el vínculo materno y el empezar a conocerse a uno mismo y a quererse por lo que uno es. Es en esta etapa donde se afianza la autoestima y comienza a formarse el ideal de vínculos afectivos que se perseguirá en adelante.  Es importante que los niños comprendan que está perfectamente bien ser cómo son y que no tienen que agradar ni demostrar nada a nadie, ni siquiera a mamá. También tienen que saber que está bien que algún día hagan su propio camino, que tienen que volar “ya sea con sueños o con alas” como dice el personaje de “la mujer del sombrero rojo” interpretado por Diana Becerril.

Becerril y su compañero de escena, Daryl Guadarrama, que personifica al “niño –cuervo / cuervo-niño” se lucen en sus personajes gracias a sus habilidades corporales (su entrenamiento físico es evidente en el manejo del espacio y la agilidad de movimientos), así como a la atinada dirección que ha decidido no contar más que con una banca por escenografía y un vestuario sumamente sencillo en el que destaca una bufanda roja que hace las veces del sombrero rojo, en un juego de intercambio de papeles que hace Becerril. Estas decisiones destacan el cuerpo de los actores en quien recae toda la atención y que no pueden ocultarse tras ningún elemento, son solo ellos, sus cuerpos y sus voces los que darán vida a una historia. El montaje nos recuerda una vez más que hace falta bastante poco, en lo que a producción se refiere para “hacer teatro” y que la conjunción de talentos es más que suficiente.  Una obra para niños, que no deben dejar de ver las madres.

Zavel

 

[1] Tema que trata la Obra “Münchhausen” de Lucía Vilanova: http://aplaudirdepie.com/munchhausen/

Críticas

Calculando la órbita de Villoro

por Zavel Castro 10 agosto, 2017

Según los diccionarios, la palabra “órbita” tiene una doble acepción. Bien puede ser la curva que describe un cuerpo alrededor de otro en el espacio (especialmente un planeta, cometa, satélite, etcétera, como consecuencia de la acción de la fuerza de gravedad) o la cavidad del cráneo en la que se encuentra el ojo. Ambas definiciones se ajustan a nuestra comprensión de la figura de Juan Villoro en su papel como dramaturgo; sin lugar a dudas el estreno de su obra “La desobediencia de Marte” obedece a un nuevo recorrido o curva en su carrera estelar y revela su mirada, las imágenes que colecciona en sus órbitas oculares para significarlas luego con ayuda de algunos otros órganos, su indiscutible inteligencia y su sorpresivo talento para la ficción dramática.

Hablo de sorpresa porque la regla para los intelectuales a la hora de participar en la escritura de una obra de teatro parece ser el exceso de razonamiento, la necesidad de utilizar el espacio escénico para ofrecer una conferencia que exprese sus conocimientos, los datos que han memorizado de manera enciclopédica y por tanto un resultado escénico frío, tan educado como tedioso. Rompiendo con la “regla general” de los intelectuales en el teatro, el texto de Villoro resulta absolutamente eficaz para la representación, el manejo del ritmo, del diálogo, la construcción de los personajes y la progresión dramática, destacan tanto por su valor anecdótico como por el interpretativo y el metafórico. El trabajo de Villoro ha sido bien recibido por el teatro, mereciendo los aplausos función con función por las cualidades de la dramaturgia, más que por la simple reverencia a la firma del autor.

Por supuesto, esta habilidad dramatúrgica tiene mucho que ver con la comprensión del universo del teatro, del que podemos inferir, es un apasionado. No olvidemos que en su haber escénico también se encuentra otra obra alabada por la crítica, “Conferencia sobre la lluvia”. Una prueba más de su amor auténtico por el arte teatral es la paciencia que tuvo para escribir “La desobediencia de Marte” pues tal como él mismo cuenta tardó 35 años en escribirla. Esto último demuestra que no se trata de un advenedizo, de una ocurrencia o capricho sino de dedicación, paciencia y suerte. Parafraseando a Mauricio Kartun diremos que escribir una obra es un trabajo de todos los días, terminarla, una cosa fortuita.

“La desobediencia de Marte” es un texto que da cuenta de dos historias (por lo menos) concentradas en las rivalidades generacionales. Ocurriendo simultáneamente en el ámbito científico y en el teatral, el espectador atestigua la confrontación pasivo-agresiva de dos personalidades separadas por abismos temporales: el padre e hijo que a la vez son actores de la misma obra; un viejo lobo de mar que domina la técnica y que comprende el sistema del espectáculo, habiendo participado durante su larga trayectoria incluso en comerciales y el actor joven y atractivo cuya ingenuidad y “rebeldía” lo lleva a defender “el teatro por el teatro” sin prestar atención a los beneficios materiales o a la fama. Y  la disimulada antipatía entre Tycho Brahe y Johanes Kepler, científicos empírico y teórico respectivamente.

Foto: Darío Castro

Foto: Darío Castro

 

 

En escena, los personajes del Padre-actor y de Brahe son magistralmente interpretados por Joaquín Cosío, mientras que los del hijo-actor y Johanes Kepler por José María de Tavira, que parece haber sentido una conexión inmediata con el carácter de estos, pues se adapta a la perfección a ellos, encarnándolos en todo el sentido de la palabra. El texto insinúa que el personaje del padre-actor-Brahe está inspirado en la figura punto menos que arquetípica del “Rey Lear”, mientras que el hijo-actor en el flamético “Hamlet”. Imaginando que así como su relación, el convivio entre “un hombre experimentado” y “un joven aprendiz”  estará condicionado siempre por un mutuo desprecio y la competencia sin sentido que los obliga a demostrar a cada momento “quién es mejor”.

El desprecio, la admiración, la competencia y la demostración constante también forman parte de la exquisita relación entre el crítico y el autor/director de teatro. Cada uno juzga al otro desde la oscuridad de la butaca o desde las luces del escenario. Ambos se atraen y repelen a un tiempo, luchando entre sí con sus visiones del mundo. Esta reflexión emana también de la dramaturgia, constituyéndose como otra de las lecturas posibles del instinto natural y construcción cultural que obliga a los hombres a defenderse sin haber sido atacados, justificando cualquier embate por la pura presencia del “enemigo” (el otro).

La obra es pues una conquista intelectual  y sensible para el espectador, el crítico, el dramaturgo y los intérpretes (tanto como para el diseñador escénico, Damián Ortega y el ilumnador Víctor Zapatero, que han sabido traducir en términos visuales el universo astronómico y el artificio teatral), dejando satisfechos y complacidos a todos aquellos que participan en este drama que no escatima en estímulos: ternura, suspenso, sorpresa, humor y notas nostálgicas. Una obra que prometía ser una genialidad desde su concepción y que convirtió en un deleite espectacular interplanetario.

Seguiré observando a través de mi telescopio crítico la órbita cada día más fascinante de Juan Villoro. Qué placer que una de sus lunas se encuentre otra vez en la constelación teatral.

Zavel

Newer Posts
Older Posts

TALLERES

  • Taller Virtual de Dramaturgia
  • Taller/montaje internacional de actuación en línea
  • Taller de monólogo teatral
  • Asesoría en dramaturgia
  • Cursos y talleres de dramaturgia
  • Ricardo Ruiz Lezama-Perfil y obras

Síguenos

Twitter Instagram

Entradas recientes

  • Consagrada. El fracaso del éxito.
  • Amanda Labarca. Crítica-crónica* por Maurice Lamm-Häuser
  • 2024
  • A lo largo del perímetro: alternativas para el mejoramiento de las artes escénicas Concurso Nacional para Puesta en Escena
  • La cueva de las orquídeas. Crítica de Said Galván.

Recomendaciones

© APLAUDIR DE PIE 2021 | PATCH NETWORKS