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Críticas

Críticas

El cabarezoom: el género performativo digital para la pandemia

por Aplaudir de Pie 29 junio, 2020

En 2014, el último año que se llevó a cabo el censo del Sistema Automatizado de Información Censual del INEGI, la economía creativa mexicana valía más de 15 billones de dólares.[1] Desde marzo 2020, frente a una crisis de salud pública, muchos de estos sectores, a nivel mundial, han sufrido de manera incomprensible. Para la gente que participa en el sector de las artes escénicas y espectáculos, la pandemia provocada por el Coronavirus ha resultado en una inmensa escasez de espacios y recursos para generar ingresos. En el caso de México, y particularmente la Ciudad de México, de los casi 4.3 billones de pesos que representan el total de ingresos oficiales para 2014[2], ante una pandemia sin fin, no podemos configurar el daño irremediable que se ha ocurrido. En el mejor de los casos, lxs artistas que forman parte de compañías nacionales, o por lo menos lxs que tienen apoyo financiero de alguna entidad gubernamental, podrán sobrevivir. Sin embargo, para la mayoría de lxs artistas, esto no es su realidad. Más bien, mucha gente de teatro, danza, ópera, performance, entre otrxs ahora formarán parte de una economía creativa informal dentro de la cuál buscan una manera de seguir produciendo y subsistir.

En general, lo que sigue no es un análisis basado en teorías económicas, las cuales serán fundamentales para profundizar el lugar de las industrias creativas y culturales en México. Es más bien un acercamiento al trabajo digital han presentado Las Ruiz Negrete durante los últimos meses de confinamiento desde un sitio intelectual interdisciplinario. Inspirada por el libro, Politicizing Creative Economy: Activism and A Hunger Called Theatre, en que Dia Da Costa investiga las relaciones tensas entre el teatro, activismo y la economía creativa “oficial” de la India contemporánea, encuadraré las prácticas creativas mexicanas. Explorando, especificamente cómo el trabajo de Las Ruiz Negrete representa una posibilidad para oponerse a la cultura mercantilizada y hegemónica que se percibe en (y que se prolifera por) la gran mayoría de las industrias creativas y culturales oficiales (Da Costa 2). Es preciso notar cómo el argumento de Da Costa y el contenido de las performances de Las Ruiz Negrete hacen eco al concepto de la disidentificación de José Esteban Muñoz. Según Muñoz, desde un lugar liminal, los actos performativos funcionan como estrategias de la sobrevivencia para los cuerpos queer y no-heternormativos. Es otras palabras, desde un posicionamiento entre y fuera de una esfera popular (en este caso, una economía creativa “oficial”) las performances navegan los prejuicios y fobias para llegar a una articulación que pueda despertar la conciencia de lxs demás (Muñoz 4, 6).[3] Entonces, analizo la participación digital de Las Ruiz Negrete en esta economía creativa informal para lo que nos pueda enseñar sobre llevar al escenario los significados políticos múltiples de ser y estar, y específicamente, propongo que la adaptación virtual de The Shakesperean Tour es un ejemplo por excelencia del nuevo tipo de teatro-cabaret que ha nacido por las circunstancias: el cabarezoom.

 

Teatro-cabaret

El género únicamente mexicano que se conoce como teatro-cabaret surgió durante la década de los 80, ocupando ciertos espacios en la Ciudad de México tras eventos devastadores como el colapso económico en 1982 y el temblor que sacudió gran parte de la capital. Basta decir que tiene vínculos fuertes y directos con el teatro de carpa y teatro de revista, pero el teatro-cabaret de los siglos XX y XXI surge como respuesta directa a estos contextos de incertidumbre y crisis.[4]  Los trabajos creativos de Jesusa Rodríguez, Liliana Felipe, Tito Vasconcelos y Astrid Hadad, como primera generación de este tipo de cabaret, reflejan una ansiedad profunda sobre el lugar del teatro y performance en un mundo tan plagado por males socioculturales y políticos. Estas figuras, entonces, explotaron su entrenamiento teatral y genio intelectual para crear algo nuevo mientras se sentía que el cielo se les caía encima. Señala Gastón Alzate que la motivación para emprender este viaje performativo también fue íntimamente ligado a los movimientos de la globalización durante el sexenio de Miguel de la Madrid: “veo el cabaret mexicano como una red simbólica contestataria relacionada con una necesidad social frente a mecanismos de marginación” (“Dramaturgia” 50). Con el cambio de regímenes, y la proliferación de discursos abiertamente misóginos, discriminatorios, homofóbicos, racistas, y más, estxs creadores siguen produciendo hasta hoy en día. Como enfatizó Rodríguez en 1990, pero se hubiera podido pronunciar en 2020: “estamos pasando por una crisis profunda y el cabaret siempre florece en crisis – ¿recuerda a los Nazis y cómo el cabaret se explotó en aquel entonces? En México, vivimos un espectáculo imposible, algo más allá de Ibsen o el absurdo. Vivimos una ficción perversa” (Obejas 8).[5]

En este texto desarrollaré una mirada analítica sobre el teatro-cabaret, como género performativo que todavía es ignorado y discriminado por la academia mexicana (y estadounidense) y las instituciones que controlan las artes escénicas. Su estatus liminal no le permite totalmente entrar al mundo de la economía creativa “oficial”, mucho menos en momentos de incertidumbre como los que tocan vivir ahora. Sin embargo, estar en los márgenes también significa tener la libertad (y la responsabilidad) de producir contenido que desafíe narrativas excluyentes y dañinas. En este punto, es preciso notar que el teatro-cabaret cuenta con una gran variedad de estilos y aproximaciones estéticas, pero según Cecilia Sotres, Reina Chula, “una obra de cabaret siempre tiene presentes dos elementos: humor y crítica social o política” (21). En el caso de Las Ruiz Negrete, como cuerpos disidentes, ya no caben en una definición de ciudadanía generalmente aceptada.[6] Identificarse como seres queer, no-binarixs, homosexuales, entre otras identidades interseccionales, implica que viven diariamente en riesgo de ser acosadxs, atacadxs o asesinadxs simplemente por existir. Asimismo, nunca han podido encontrar refugio en el mundo performativo “oficial” por transgredir tantas normas heteronormativas y patriarcales. Tiene sentido, entonces, que cuando se toparon con teatro-cabaret, se vieron reflejadxs “a través del espejo” (Monsiváis y Bonfil) de los escenarios, especialmente El Vicio, Youkali Cabaret y Foro A Poco No. Ruiz llegó al teatro-cabaret después de haber estudiado actuación en el CUT, mientras Negrete estudió cine en la Universidad de cine de Buenos Aires[7]. Lxs dos se sentían restringidxs por sus disciplinas y por eso, el teatro-cabaret les ofrece posibilidades para desafiar los límites y crear algo híbrido, un lenguaje audiovisual y performativo totalmente nuevo.

Desde el comienzo de la cuarentena en México, Las Ruiz Negrete han producido varias obras, motivadxs por un hambre de cambio social tanto como por un hambre literalmente. Según Da Costa, “durante tiempos que apestan a miedo, muerte e indiferencia, frente a todos los obstáculos, la economía creativa da paso a un cambio de estado” (238)[8], un cambio que promete a regenerar espacios, trabajos, infraestructuras y más. Hasta ahora, no creo que lxs artistxs sientan que la economía creativa haya generado inspiración ni oportunidades, y mucho menos cuando el mensaje de la obra es contestatario. Al contrario, mientras que el teatro-cabaret sigue perdiendo espacios, como la clausura del Youkali Cabaret en 2019, lo que les queda a muchxs durante esta pandemia es buscarse la vida en un sector creativo informal. Y así, han sobresalido Las Ruiz Negrete con sus producciones digitales: The Shakespearean Tour, Un OXXO en la noche,[9] y colaboración en los proyectos Acción+Aislamiento: 15 ejercicios de liberación virtual[10] y Contigo en la distancia: Cabarentena.[11] Ahora bien, algunas de estas producciones tienen una relación con la economía creativa “oficial” dado a un apoyo financiero (u otro), como de la Secretaria de Cultura o la UNAM. Sin embargo, igual como las acciones sin apoyo “oficial”, son modelos para inspirar contenido futuro digital aun después de volver a los teatros.

Fotografía cortesía de: Las Ruiz Negrete

 

 

The Shakespearean Tour

The Shakesperean Tour es una obra que trata sobre tolerancia, la vida diaria de una persona no heteronormada, específicamente no-binaria, y un fervor personal para interpretar a las protagonistas más importantes de Shakespeare. En este unipersonal de Mariano Ruiz, en pleno escenario, nos relata momentos de dolor, traición, miedo, y con un cariño innegable, exprime nuestros prejuicios acerca del género, masculinidad y feminidad que nos han inculcado los padres y una sociedad machista. La obra merece mucho más espacio crítico, pero este ensayo no es para analizar su contenido, sino su producción.[12] Su creación en vivo cuenta con varias escenas grabadas previamente. Por ejemplo, la transformación de Mariano con maquillaje y peluca, entrevistas callejeras sobre la sexualidad, canciones populares revisadas de Lady Gaga, Beyoncé y Ariana Grande, y las famosas escenas de los programas televisivos Lazos de amor, La Rosa de Guadalupe. Como señala esta breve lista, la obra en su totalidad cuenta con un apoyo técnico impecable, por parte de Jorge Negrete, en cuanto a los sonidos, las luces y el uso de la cámara en escena. En general, estas grabaciones audiovisuales funcionan para sostener el argumento de la obra. Más allá de eso, se puede decir que facilitan cambios fluidos entre escenas, sin tener que dejar el escenario vacío y silencioso. Este dominio técnico y sensibilidad para su incorporación al mundo cabaretero ha facilitado su adaptaptación al mundo digital.

Tras la pandemia, se ha presentado The Shakespearean Tour en plataformas digitales[13]. En las dos ocasiones, el trabajo de Las Ruiz Negrete no ha buscado reproducir la obra como fue imaginada para el escenario ni forzarla caber dentro de estos nuevos parámetros. Al contrario, su versión digital es un ejemplo que enriquece las posibilidades para seguir produciendo del teatro-cabaret durante estos momentos difíciles. En ese sentido, la adaptación digital ilumina las posibilidades de adaptación durante estos tiempos inseguros y, sobre todo, sensibiliza sobre el género desde el mundo tecnológico del siglo XXI. Por lo tanto, quiero dedicar espacio a delinear el proceso de preparar una reproducción digital. No es tan simple como conectar la computadora a zoom, compartir la pantalla, usar unos fondos divertidos, ponerse los auriculares y actuar. Eso no es teatro ni mucho menos teatro-cabaret. En el caso de The Shakespearean Tour, versión cabarezoom, cuenta con luces, pantallas verdes, dos cámaras y bocinas para proyectar sonido. Reconozco que conseguir un equipo técnico no es posible para mucha gente por la cuestión económica, y aun cuando es una realidad, tener todo esto, no significa saber usarlo. A la vez, haber incorporado estos recursos tecnológicos a la versión en vivo les permite a Las Ruiz Negrete adaptarse fácilmente a esta nueva realidad, preparadxs para sobrevivir en una economía creativa informal.

 

Sugerencias para cabarezoom en 3 partes

1. Hacer la tecnología parte del show. En otras palabras, en una presentación del cabarezoom no basta con poner una pantalla verde, proyectar el fondo deseado, y cambiar la vista entre interlocutores. La tecnología es una parte innegable a la experiencia en línea y tiene que dominarse cómo incluir contenido grabado previamente con lo que pasa “en vivo”. En The Shakespearean Tour, las escenas grabadas y editadas previamente se pensaban como “acompañamiento” al discurso de Ruiz en el escenario, imágenes que el público veía de distancia. En el cabarezoom, han cobrado otro significado; son una parte imprescindible de la producción virtual y dado a que el público ve muy de cerca este contenido digital, tiene que ser de una calidad impecable (Entrevista). Por ejemplo, el vídeo de Ruiz maquillándose o las entrevistas en la calle, antes se las usaban para dar la bienvenida al público, ahora son el comienzo de la obra. Estos videos, ya son la introducción a la crítica sociopolítica de Ruiz.

Igualmente, Las Ruiz Negrete logran manipular todos los aparatos que tienen a la mano para enriquecer las historias de cada personaje. Por ejemplo, cuando Ruiz interpreta a la Lady MacBeth y su ayudante (a la misma vez), se divide la pantalla en dos para darles a ellas la misma cantidad de espacio virtual. Por un lado, la Lady MacBeth se dirige a su propia cámara, qué esta en una parte de la casa de Ruiz y Negrete, mientras se ve en la otra pantalla el perfil de la ayudante desde lejos, dónde radica otra cámara. Así, cuando se acerca la ayudante a hablar, el espacio de la Lady se queda vacío. Es un chiste que entendemos lxs espectadores inmediatamente porque Ruiz: 1) no cambia de vestuario entre las dos personajes; y 2) le vemos moverse dentro del espacio mismo, corriendo de un lado para el otro.

Al usar dos cámaras y dividir el espacio de esta manera, Ruiz logra sostener un diálogo entre sus dos personajes que agrega un sentido hiperbólico y cómico a la escena. En efecto, mientras la Lady describe su plan para matar a su esposo, tiene el apoyo de un audio en off, que viene de una bocina al lado de la computadora. Entonces, mientras escucha la transición entre lo grabado y la voz diegética en vivo, visualmente apreciamos el lipsyncing de la Lady MacBeth. Obviamente, el público entiende la performatividad del gesto vocal, pero nunca vemos ni a Ruiz ni a Negrete manipular el sonido. Lo que hubiera podido ser una escena forzada, torpe y desastrosa para un mundo virtual, se convirtió en una escena precisa, tal como la totalidad de la obra. Incorporar la tecnología como una herramienta más, representa la creación de un lenguaje digital-teatral que abre camino a repensar su uso en el teatro-cabaret.

Photo Courtesy of: Christina Baker

 

2. Actuar frente a una computadora no significa eliminar o limitar la corporalidad. Por razones obvias, una producción digital jamás será lo mismo que presentar en un escenario. Sin embargo, se debe jugar con y adaptarse a los nuevos límites audio-visuales. Durante The Shakespearean Tour, Ruiz hace precisamente esto. Tras varias rutinas de baile, los momentos de angustia personal, cambios de look, y más, la cuerpa disidente de Ruiz siempre es una parte fundamental de la producción. A veces, le vemos en su totalidad, lejos de la cámara, mientras en otras instancias, vemos una cuerpa fragmentada que enfatiza ciertos movimientos o gestos. Por ejemplo, disfrutamos de los “close-ups” de su cara, que no solo nos relatan emociones, sino también nos obligan a enfrentar nuestrxs prejuicios acerca de la construcción de género. Es decir, el maquillaje de Ruiz, en contraste con su pecho expuesto, como espectadores, nos hace pensar en la posibilidad de colapsar la dualidad impuesta de ser “hombre” o “mujer.” Más allá de sus miradas audaces, sus movimientos enfatizan este estado de vivir entre y fuera de definiciones opresoras.

Cuando interpreta a Julieta, Ruiz recrea un baile que su personaje llevaba meses ensayando para su fiesta de quince años. Acompañada por una imagen proyectada de su fiesta, vemos la cuerpa de la personaje bailar. En general, no logramos ver la cuerpa entera; Ruiz se acerca a la cámara y vemos mayormente su torso moverse, intentando perrearnos la historia de su “sexual awakening.” Sus brazos y manos imitan gestos, como de cuando los senos crecen, su primera menstruación, la eyaculación, entre otros actos, mientras sus caderas nunca dejan de agitarse. No se trata aquí de juzgar el baile de Ruiz, aplicando adjetivos como “bien” o “mal”, porque así se convertirá en un análisis de gustos. Lo que sí importa es cómo, al jugar con la cámara de esta manera, de fragmentar la cuerpa, Ruiz logra hacernos pensar aun más en y desde la disidencia que encarna. A través de Julieta, y su torso no-binario, vemos cómo se disfruta de un acto tan sensible, el de bailar en una fiesta. De esa manera, como espectadores, nos es imposible negarle ni a Julieta ni a Ruiz mismx su humanidad.

Photo courtesy of: Christina Baker

 

3. Incluir a la audiencia y reconocer su presencia virtual. Como es de saber, la participación de la audiencia en el teatro-cabaret es un componente fundamental de la obra en sí. Eso no debe cambiar a pesar de que el género performativo ha tenido que adaptarse a la nueva realidad digital. Para Las Ruiz Negrete, jamás se podrá sacrificar esta conexión porque “la cosa de la realidad de la gente es una manera de vivir, una manera de compartir un momento” (Entrevista). En The Shakesperean Tour, una de las maneras más obvias y fáciles que Las Ruiz Negrete fomentan esta relación es a través de la cámara. Hablar directamente a lxs espectadores, acercándose como si estuviéramos cara a cara, ayuda a romper la distancia física y tecnológica. Ver las emociones en sus expresiones, en sus ojos, hasta las lágrimas de Ruiz cuando cuenta su propia historia de discriminación, capta este esfuerzo para mantener esta relación íntima con el público. Sin embargo, no es suficiente hablar directamente a la cámara, y, por lo tanto, a lxs espectadores, porque esto no es necesariamente participación. Esto es reconocer que hay una audiencia conectada. Para crear participación, Las Ruiz Negrete ha estado muy pendiente de los comentarios de la audiencia. Como una obra que se desarrolla según los deseos de la audiencia misma, se conserva esto a través de encuestas y los chats. Además, es una obra que cuenta con conversaciones con lxs espectadores. Para mostrar que la orientación sexual es una cosa individual y no tiene relación con la identidad de género, siempre involucra a alguien que se identifica como hombre heterosexual y su pareja romántica-afectiva. Al final de la obra, Ruiz finge ganar un óscar por su performance y necesita la ayuda de alguien del público para anunciar el premio. Estos momentos íntimos se impregnan de risas y aplausos. En la versión digital, a través de elegir participantes y compartir pantallas, se logra fortalecer una sensación de estar juntxs, a pesar de la distancia que nos separa. Tal vez, llegan a ser momentos aún más íntimos porque alcanzamos a conocer los hogares del público; a través de sus pantallas, vemos un fragmento de sus vidas y espacios personales. Para cerrar la obra, Las Ruiz Negrete también se toman el tiempo para saludar a su público, por sus nombres e invitan a quienes quiera encender la cámara y su micrófono para ser reconocidxs. Así, al cerrar su cabarezoom con este gesto cariñoso, Las Ruiz Negrete consolida la relación con su público.

Photo Courtesy of: Christina Baker

 

Conclusión:

La primera mitad de 2020 ha superado cualquier situación que se hubiera podido imaginar. La pandemia provocada por el coronavirus, el sismo de 7.5 en Oaxaca el 23 de junio, el asesinato de María Elizabeth Montaño, doctora y mujer transgénero, y un sinfín de otras noticias nos hieren constantemente el alma. El género de teatro-cabaret existe para enfrentar los males sociopolíticos con risas y críticas intrépidas, y es precisamente lo que necesitamos para sobrevivir estos momentos de tanta incertidumbre. A pesar de una falta de apoyo económico “oficial”, encontrarse como parte de una economía creativa informal no significa ser invisible. Al contrario, como vemos en el ejemplo The Shakespearean Tour, desde su lugar liminal, sigue rompiendo barreras. El cabarezoom de Las Ruiz Negrete no está conforme con silenciarse, sino sigue compartiendo un mensaje que desafía una narrativa heteronormativa y patriarcal. A través de plataformas digitales, alza la voz para que otrxs se sienten vistxs y amadxs por quienes son. Sobre todo, es un ejemplo admirable de la resiliencia; siendo transmitido por todo el mundo,  lo ha convertido en su escenario (chiste shakespeareano) y ha hecho del mundo un cabaret.

 

Christina Baker Investigadora, doctora en letras y salsera

 

 

 

[1] La economía creativa refiere a industrias creativas y culturales que se ha hecho cada vez más evidente. Según las Naciones Unidas, esta economía representa “un sector de la economía global que involucra cualquier forma de producción relacionada con la humanidad y su creatividad, que resulta en significados simbólicos; potencialmente contiene la propiedad intelectual de individuos o grupos; y que fomenta la creación de trabajos, ingresos personales, ingresos de exportación”  (Da Costa 11). Cuenta con la participación y producción de sectores como agencias de noticias, artes visuales, diseño, editoriales, educación artística y cultural, fotografía, turismo y patrimonio cultural, publicidad, artes escénicas y espectáculos y más.

[2] https://www.caiinno.org/industrias-creativas/

[3] “Disidentification is meant to be descriptive of the survival strategies the minority subject practices in order to negotiate a phobic majoritarian public sphere that continuously elides or punishes the existence of subjects who do not conform to the phantasm of normative citizenship” (4).

[4] Para más información sobre teatro de revista, véase María y Campos. Para más sobre teatro de carpa, véase Merlín. Para más sobre el desarrollo de cabaret, véase Alzate Teatro, “Dramaturgia”; Gutiérrez.

[5] we’re in such a profound crisis, and cabaret always flourishes in crisis–remember the Nazis, how cabaret boomed then? In Mexico, we’re in an impossible spectacle, beyond Ibsen or the absurd. We’re in a kind of perverse fiction” (Obejas 8).

[6] Véase Baker Queering mexicanidad.

[7] Ruiz ha tomado varios talleres de teatro-cabaret con Cecilia Sotres, Tito Vasconcelos y más. También es integrante de Parafernalia Teatro, con Erica Islas y Ana Laura Ramírez Ramos

[8] “In times that reek of fear, death, and disregard, against all odds the creative economy ushers in a change of mood” (Da Costa 238).

[9] Un OXXO en la noche ganó Mejor Vestuario y Mención Honorífica en el Concurso Nacional de Teatro Casero de Teatro UNAM.

[10] Para el ejercicio donde Negrete participó, véase aquí: https://teatrounam.com.mx/teatro/accion-aislamiento-15-ejercicios-de-liberacion-virtual/; https://youtu.be/KRnSAnwutUc

[11] Para ver ejemplos de sus videos de cabarentena, véase aquí: https://youtu.be/RDgETS9Zc1c; https://www.facebook.com/SecretariaCulturaMx/videos/2242783882683114

[12] Para un análisis detallado de la obra, véase: https://aplaudirdepie.com/the-shakespearean-tour/. Más allá del mundo virtual, se ha presentado The Shakesperean Tour en varios teatros en México, Colombia y los EEUU, desde 2017.

[13] La primera vez, Yaaj México les invitó a ser parte de un evento digital para conmemorar el día internacional contra la homofobia, transfobia y bifobia (IDAHOT) el 17 de mayo 2020. Para ver la transmisión: https://www.facebook.com/yaajmexico/videos/264146491372706. La segunda vez fue una producción propia, en colaboración con El Vicio el 18 de junio 2020. Para ver la descripción de la obra digital transmitida por El Vicio: https://boletopolis.com/es/evento/14312

 

Textos citados

 

Alzate, Gastón. Teatro de Cabaret: Imaginarios Disidentes. Ediciones de GESTOS, 2002.

—.“Dramaturgia, ciudadanía y anti-neoliberalismo: el cabaret mexicano contemporáneo.” Latin American Theatre Review 41.2 (Spring 2008): 49-66.

Baker, Christina. Queering Mexicanidad in Cabaret and Film: Redefining Boundaries of Belonging. University of Wisconsin-Madison, PhD Dissertation, UMI, 2015.

Da Costa, Dia. Politicizing Creative Economy: Activism and A Hunger Called Theatre. U of Illinois P, 2017.

Gutiérrez, Laura G. Performing Mexicanidad: Vendidas y Cabareteras on the Transnational Stage. U of Texas P, 2010.

María y Campos, Armando. El teatro de género chico en la Revolución Mexicana. Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1956.

Merlín, Socorro. Vida y Milagros de las carpas: La carpa en México, 1930-1950. 1st ed. CITRU, 1995.

Muñoz, José Esteban. Disidentifications: Queers of Color and the Performance of Politics. U of Minnesota P, 1999.

Obejas, Achy. “It Hurts to Laugh: Even Performance Artists are Numbered by Mexico’s Crises.” Chicago Tribune 11 April 1996: 8.

Ruiz, Mariano y Jorge Negrete. Entrevista personal. 25 Junio. 2020.

Sotres, Cecilia. Introducción al cabaret (con albur). Paso de Gato, 2016.

 

Críticas

La cría: Apuntes sobre teatro y terror

por Zavel Castro 3 febrero, 2020

Una de las más desfavorables consecuencias de la simplificación del pensamiento teatral, que obedece la subdivisión de este arte principalmente en dos géneros, comedia y tragedia, o, desde la modernidad, comedia y drama, quizás sea la resistencia que oponen cierto tipo de personas a la consideración de posibilidades que escapen a este dualismo. Así, les es difícil concebir hibridaciones, intercambios y rupturas, y con ello se muestran inhabilitados para apreciar la complejidad de las propuestas que desobedecen dogmas que, por cierto, hace mucho tiempo son inoperantes para explicar el fenómeno escénico.

Es impresionante seguir hablando la necesidad de diversificar los géneros a favor del estímulo del pensamiento complejo en el siglo XXI,  que nos permitiría comprender del que no se ha dicho todo porque no se ha comprendido completamente.  Pensar que la naturaleza del arte es versátil, quiere decir que está dispuesta a aceptar nuevos modos de hacer y en consecuencia, nuevas interpretaciones. La teoría del arte contemporáneo ha adoptado esta perspectiva desde hace tiempo con buenos resultados, sin embargo sigue siendo una tarea necesaria para las voces críticas dedicadas al pensamiento escénico, cuestionar las pretensiones del saber que han implantado los estudiosos de los géneros dramáticos para establecer normativas, como si se tratara de saberes exactos, para catalogar si una obra estaba “bien hecha” o “mal hecha”.

Son pocos los profesores y las profesoras con la disposición a actualizar, poniendo en tela de juicio, la Poética de Aristóteles, el Teatro Posdramático de Lehmann o la mayoría de los postulados de Stanislavsky, tres de las biblias incuestionables que estudiantes del fenómeno teatral en cualquiera de sus posibilidades creativas se les obliga a obedecer. Afortunadamente, el pensamiento crítico, opuesto absolutamente a la sumisión, se concede a sí mismo el derecho de poner a los dogmas una fecha de caducidad, dejando en claro que ninguna discusión ha llegado a su término de manera definitiva.

Foto: Darío Castro

El riesgo de pensar a partir de dualismos (“o es una cosa o es otra”) es la producción de obras artificiales, ajenas a naturaleza de la existencia humana, irreductible a una sola manera de hacer, expresar o sentir. Los estudiosos de la psicología, han descubierto que no existen emociones puras, es decir que una persona nunca está absolutamente asustada, triste ni contenta, sino que a menudo se acompañan de otras emociones, así podríamos pensar, por ejemplo, en la excitación de una persona cuando tiene miedo, en la tristeza iracunda y en la alegría culposa. Si las emociones responden a un comportamiento complejo, así tendrían que hacerlo también las creaciones artísticas.

Todo esto nos sirve al momento de pensar en el género de terror en el teatro. El pensamiento reduccionista diría que para producir un estremecimiento de miedo y angustia, las obras deberían articularse de manera exclusiva a partir de mecanismos macabros. Sin embargo, el efecto del terror suele ser provocado por una buena dosis de humor. Las consideraciones simples de las que hablaba (“o esto o lo otro”) difícilmente podrían percibir la compenetración entre humor y terror, incluso se les piensa como efectos contrarios, en cambio se trata de un dualismo productivo en el que las partes tienen características comunes.

Foto: Darío Castro

Tanto el humor como el terror son expresiones de la desmesura, causales de vergüenza según las autoridades morales (no podríamos olvidar la persecución y castigo emprendido por la Iglesia en contra de la risa) y se basan en un instinto de conservación: el terror procura protección y cautela y el humor, la evasión de la certeza de los peligros del mundo. Son reacciones frente a la consciencia de la muerte, por tanto, las ficciones de este estilo son, en el fondo, tranquilizadoras, en la medida en que evitan el desconsuelo ante lo inevitable y la angustia frente a lo incomprensible.

Un claro ejemplo de la efectividad del funcionamiento en conjunto del terror y del humor, es la versión musical de La Cría, dirigida por Tito Vasconcelos. Este espectáculo de cabaret no solamente desatiende al pensamiento reduccionista que sostiene la clasificación teatral en géneros cerrados, sino que además desobedece al textocentrismo que subyuga buena parte de las producciones teatrales que se contentan con traducir escénicamente lo que ha establecido el dramaturgo o la dramaturga: una vez más la obediencia que pretende impugnar  la operación crítica. En lugar de acatar las ordenanzas del texto de Carlos Talancón, especialmente el tono de suspenso y la búsqueda ininterrumpida del efecto terrorífico, que, como cualquier otro ritmo sostenido, suele resultar monótono y predecible[1], Tito diversifica el terror propuesto en el texto mediante la alternancia rítmica de su puesta en escena[2], tomando solamente la anécdota de la dramaturgia, sirviéndose de ella para acercarse a los temas prohibidos como son todos los que pertenecen al terreno de lo numinoso (del mysterium tremendum) con sentido del humor, tal como hicieron algunos maestros del género macabro en su vertiente literaria[3].

Al tomarse en broma lo fantástico y lo monstruoso, Tito Vasconcelos, Brissia Yéber, Víctor de Léon, y Hernán del Riego quien estuvo a cargo de la musicalización, “toman distancia, estableciendo una barrera entre ellos y el peligro” (Llopis 83), con lo cual consiguen suscitar en el público, como consecuencia del planteamiento terrorífico del texto, una risa inusual, ajena a la que produce una comedia convencional. Para lograr este resultado, la obra utiliza, como estímulos supramaximales, la intervención de títeres en distintas modalidades y técnicas (por cierto que la realización de los elementos visuales a cargo de Osvaldo Solsot merece nuestro reconocimiento).  Los títeres, como objetos inanimados que cobran vida frente a nuestros ojos, a menudo producen un efecto de incomodidad o extrañeza en el espectador, que han sido utilizados precisamente como detonadores de risa (pensamos en el teatro Guignol) o espanto  (basta reconocer cuántas películas de terror existen protagonizadas por títeres o  muñecos diabólicos).

Foto: Darío Castro

A partir del funcionamiento conjunto del terror con el humor y del juego entre la presencia y la ausencia de “Bombón”, la criatura más misteriosa y temible de la historia, su evocación/invocación y su figuración, esta versión alcanza a esbozar una posibilidad metafórica de la monstruosidad de nuestros engendros. La superación de la literalidad de la narración, abre camino a una multiplicidad de interpretaciones cuanto más disímiles más enriquecedoras, objetivo que no debemos perder quienes nos dedicamos al análisis ni quienes se concentran en el comentario.

El aparente antagonismo entre humor y terror, queda disipado en un espectáculo que diversifica la cartelera teatral de la Ciudad de México a medida que produce emociones complejas en sus espectadoras y espectadores, no es que le cause terror ni que le cause risa, sino que consigue un estadio intermedio, de difícil escisión, una respuesta contradictoria que reza la máxima de los masoquistas: cuanto más humor, más placer.

Se comprende por qué «Bombón» habita en el cabaret, en el que por definición, debido a su espíritu inconforme y transgresor, todo puede suceder y en el que no caben ni los dogmas ni las clasificaciones simplistas.

Bibliografía

Barba, Eugenio. “The Deep Order Called Turbulence: The Three faces of dramaturgy”, The drama Review 44, 4 (t 168), Winter 2000, pp.56-66

Llopis, Rafael. Historia natural de los cuentos de miedo. Con referencia a géneros fronterizos. Madrid, Ediciones de Escritura Creativa Fuenteaja: 2013.

Shakespeare, William. Trad. Luis Astrana Marin, Obras completas. Madrid: Aguilar: 1947.

 

[1] Para guardarme de un señalamiento sobre la subjetividad de mi percepción sobre la monotonía  propongo el análisis de las estructuras shakespeareanas. Entre otras cosas, la genialidad atribuida al autor inglés, se debe al dominio de la técnica dramática consistente en la variación rítmica, basta observar algunas de sus mejores obras (quizás Hamlet sería el mejor ejemplo) para notar la anteposición de una escena cómica a una escena dramática, el efecto de contraste (la tormenta que sigue a la calma) potencia el efecto del terror una vez que la risa ha bajado las defensas del espectador, así consigue un efecto contundente.

[2] Agradezco especialmente a Ricardo Ruiz Lezama, la claridad en su explicación sobre esta cuestión.

[3] Basta revisar Los Cuentos de la otra vida  y los Cuentos fantásticos de Núñez del Arce y, muy superior a este, las obras de Gustavo Adolfo Bécquer, Leyendas y Cartas desde mi celda. He llegado a estos textos gracias a las referencias del libro de Rafael Llopis.

 

Críticas

La Guerra Fría

por Zavel Castro 7 agosto, 2019

Heráclito intuyó que la existencia, como devenir, funciona a partir de un constante flujo rítmico de negaciones armónicas, es decir que todo ocurre gracias al principio de contradicción que dicta que todo contiene, al mismo tiempo, en sí, su contrario, que todo devenir es simultáneamente todo perecer,  esto quiere decir que la esencia entera de la realidad es una radical inconsistencia que toma forma de polaridad,  en la que cualquier fuerza se desdobla en dos actividades cualitativamente distintas y opuestas, que, sin embargo, tienden a reconciliarse una y otra vez eterna e incansablemente (Nietzsche, 4). Naturalmente, el principio de contradicción rechaza toda tentativa de solidez o permanencia, pues un mundo multiforme y cambiante, en incesante lucha y conciliación solo podría producir desconfianza en la firmeza del suelo y en la idea de subsistencia, pues en verdad, no hay nada que persevere en el ser, nada está exento de destrucción (Nietzsche, 4); si cualquier cosa puede transformarse inmediatamente en su opuesto, no existe nada que permanezca, lo único que vemos son  chispazos y  relámpagos, momentos de luz y tinieblas que lanzan las espadas que se cruzan,  el brillo de la victoria en la guerra de las cualidades contrarias (Nietzsche, 4). Siendo así, la estabilidad sería la verdad más cómoda y al mismo tiempo, la mentira más descarada que podríamos contarnos a nosotros mismos.

Como lo que funciona en lo macro funciona en lo micro y como siempre conviene aterrizar la teoría a la práctica, transformar la abstracción en materia,  podemos observar el ejercicio del principio de contradicción en dos de las expresiones más fascinantes de la complejidad de la vida: el amor y la guerra. Así lo ha hecho Juan Villoro en “La Guerra Fría” obra en la que utiliza ambas creaciones humanas como mutuas metáforas, la una representa a la otra, manifestando a su vez el combate de dualidades que las posibilita.

 

Foto: @DarioCastroPH

 

 

Todo ocurre en un departamento de Berlín, ocupado ilegalmente en los años ochenta del siglo XX. Los tiempos del muro. El mobiliario, como indica la didascalia inicial, está hecho de cosas halladas en la calle. Para las representaciones en el Museo Tamayo, el concepto escenográfico se resolvió insertando la obra como parte de la instalación “Autodestrucción 8” de Abraham Cruz Villegas, esta resolución afortunada logra constituirse en un elemento significante, creando una estética que representa con exactitud los valores poéticos de la obra, coadyuvando a la creación de un universo inacabado y caótico que se articula a partir de su propia contradicción productiva, en tanto que puede leerse como arte archivo o como rastro de un acto performático destructivista.

La pieza de Cruz Villegas dialoga con esta corriente artística en tanto que encaja en el giro conceptual propuesto a finales de la década de los sesenta del siglo  XX y continúa en la actualidad, que considera que toda obra es documenta, tanto la memoria individual del creador como la memoria colectiva (Guash 157), siguiendo esta idea, el recurso de la acumulación sería una manera de depositar una carga afectiva, cultural e histórica tan importante a los objetos que imposibilita su sustitución o deshecho y que conservamos porque guardan en sus recovecos el recuerdo de lo que fuimos, aquello que no queremos olvidar.  Simultáneamente la pieza puede ser pensada como la huella de un intento de devastación, la pieza en su intencional estado ruinoso compartiría los ideales –según esta posibilidad interpretativa- del movimiento iniciado por Gustav Metzger y Rafael Montañez Ortiz, también en los años sesenta para los que la destrucción era el letmotiv de las acciones e instalaciones con las que pretendieron representar el estado de la sociedad moderna que canalizaba su deseo innato de aniquilarse y su fascinación sensacionalista por la violencia con el ejercicio bélico. Así pues, “Autodestrucción 8”, reafirma el principio filosófico de Heráclito manifestando que toda acumulación contiene en sí misma su propia destrucción. En “La Guerra Fría”, este precepto se extiende de la condición material de la obra plástica al vínculo complejo que sostienen entre sí los personajes de la obra.

Como me compartió Villoro en una entrevista, Gato (Mauricio Isaac), Carolina (Mariana Gajá) y Bernardo (Jacobo Lieberman), son criaturas hipersensibles que se aferran a estar juntos como una forma peculiar de supervivencia, que pueden destruirse pero no lo hacen, que tratan al amor como una experiencia límite, cuya impronta de vitalidad, paradójicamente, está ligada a su condición agónica, que les da vida mientras les da muerte. Como los grandes poetas románticos que no hacían declaraciones líricas, sino que bebían arsénico” (Villoro 42).  La obra plantea un triángulo amoroso -aun cuando solo existe vínculo sexual entre Gato y Carolina-,  entre seres que se entregan hasta que el amor les duele. Seres que se entregan porque el amor les duele.  Criaturas abismales: desconocen que hay maneras más sutiles y seguras de querer. De la misma manera se entregan a sus pasiones; la música para Bernardo y para Gato, el teatro y la performance para Carolina somatizan también su entrega extremista,  todo aquello que los hace sentir vivos es un riesgo que siempre están dispuestos a correr, porque su efecto es alucinógeno y adictivo. Bernardo, Gato y Carolina son personajes decadentes, sombras que se desvanecen pero que no terminan por desaparecer: “Su amor es una especie de armisticio” (Villoro 42).

Ciertamente la idea de la correspondencia caótica de las relaciones interpersonales y de los conflictos entre grandes potencias mundiales, que se simbolizan mutuamente como metáforas, se distingue con claridad en la dramaturgia, pero se manifiesta de manera exponencial con la dirección de Mariana Giménez, que no solo ha conseguido corporeizar las contradicciones, sino que ha captado el zeitgeist propuesto creando la atmósfera berlinesa de los años ochenta en su representación sensible,  tangible e intangible, apolínea y dionisíaca, de tal suerte que aun cuando el espectador desconociera los referentes visuales o sonoros, sería capaz de experimentar la tensión que supone estar en el limbo entre la vida y la muerte, el placer y la desolación,  la luz y la oscuridad, la calma que acompaña la tormenta: el amor y la guerra. Todo devenir y todo perecer.

 

 

 

 

Bibliografía

GUASCH, Ana María. Los lugares de la memoria: el arte de archivar y recordar

NIETZSCHE,  Friedrich.  La filosofía en la época trágica de los griegos. Madrid: Valdemar, 2003.

SCHIMMEL, Paul, Campos de acción 1: entre el performance y el objeto, 1949-1979, Alias, 2012.

«Juan Villoro  y el retorno de saturno. Zavel Castro conversa con Juan Villoro», en: VILLORO, Juan, La Guerra Fría y Otras Batallas. Teatro Reunido,  México, Paso de Gato, 2018.

Agradezco a Lucas Torres por las notas para la interpretación de la obra plástica de Cruz Villegas.

 

Críticas

El desierto de las leonas

por Zavel Castro 22 enero, 2019

Forjando patria
Cabría recordar las palabras de don Manuel Gamio a propósito de las mujeres. En su famoso ideario de la Revolución Mexicana dice que hay tres tipos “según las leyes empíricas”: “la mujer sierva, la mujer feminista y la mujer femenina”. Recupero su percepción sin perder de vista que se trata de un punto de vista masculino conservador, como lo eran muchos intelectuales de su época. Poco o nada tendría cabida su opinión en el análisis de un espectáculo de cabaret como lo es El desierto de las leonas, a menos que sus observaciones sean cuestionadas, como me dispongo a hacer y que dichos cuestionamientos sean el punto de partida para comprender la absurda y lamentable contemporaneidad de sus ideas sobre “lo femenino”  y la necesidad de destruir esta tendencia de pensamiento mediante la reflexión contenida en este  espectáculo de La Mafia Cabaret  dirigido por Nora Huerta, siendo la deconstrucción de los modelos de género y la protesta sobre las imposiciones y conductas machistas un motivo recurrente en el trabajo de la compañía.

Conviene recuperar el pensamiento de Gamio porque se origina en el inicio del siglo XIX, misma época que inspiró la construcción imaginaria de esta puesta en escena, inspiración constatable con la simple observación del vestuario y de los mínimos elementos escenográficos, ambos creados por Mauricio Ascencio. Minimalismo que por cierto potencia el discurso sobre el que ahondaré más adelante. [1] Sobre los modelos femeninos que propone el antropólogo y arqueólogo mexicano (la mujer sierva, la mujer feminista y la mujer femenina) digo que efectivamente se encuentran contenidos en los personajes del Desierto…, pero se manifiestan en su oposición pues realmente “La Cacahuata” (Pako Reyes), “Martiniana” (Irakere Lima)  y “Juana Gallo” (Liliana Papalotl) representan mujeres feministas que efectivamente existieron en época revolucionaria, siendo su presencia, sin embargo “esporádica, exótica y su número infitesimal”. [2] Me gustaría pensar que esto ha cambiado, y que, mientras el feminismo en la época de Gamio era “microscópico”, en la actualidad el movimiento ha tomado gran impulso gracias a su exposición mediática y al incansable esfuerzo de los colectivos feministas, siendo la comunidad cabaretera una de sus principalísimas impulsoras.

Sin embargo, por más que nos duela aceptarlo, el feminismo en México, a pesar de haber conquistado muchísimo terreno, aún no ha ganado la batalla. Por eso, trabajos como los de la Mafia Cabaret siguen siendo fundamentales y urgentes. Es necesario divulgar a través de un formato artístico, la necesidad de derrumbar la construcción patriarcal del mundo que ha resultado tan perjudicial e injusto especialmente para las mujeres  y combatir así la herencia social que define  las virtudes capitales del género femenino a partir de la observación de un comportamiento hogareño, tierno, laborioso, honrado y virtuoso en  función de las necesidades del hombre. Al cuestionar y rechazar las imposiciones del “deber ser”, la Cacahuata, Martiniana y Juana Gallo devienen en heroínas cuya única misión es preservar la memoria de todas las mujeres que han sido víctimas del patriarcado por no querer encajar en él, por contradecirlo.  Atraviesan el desierto llevando a cuestas un baúl en donde han guardado las historias de aquellas que no pueden contarlas. Las leonas, como ellas mismas se han llamado sueñan con salir de un pueblo llamado Salsipuedes y  llegar a La Haya, que es, realmente una utopía, así escuchamos describirla a Juana Gallo:

 La Haya lugar al que vas cuando en tu pueblo es más peligroso exigir justicia que asesinar a una mujer, como cuando te sale más barato un litro de coca cola que un litro de agua, o como cuando para una mujer es más fácil ponerse un par de chichis que hacerse un aborto, o como cuando es más fácil encontrar gasolina robada que de la buena, si es que la hay. La Haya, Cacahuata, es un lugar hermoso con jardines colgantes y fuentes de todos los colores, ahí todas las mujeres son libres, tienen derechos y las respetan, ninguna se anda peleando por la atención de ningún hombre, no existen los cánones de belleza, todas se saben capaces y seguras de sí mismas, nunca nadie duda de su inteligencia, no dependen del amor, ni mucho menos del matrimonio para ser felices, ninguna está obligada a ser madre, todas pueden usar el metro o el camión porque nadie eyacula sobre sus cuerpos, y en la calle pueden caminar a cualquier hora, porque no las acosan, ni las violan y en sus casas, sus maridos no las asesinan. [3]

Vale la pena dedicar unas palabras a la construcción de los personajes, si bien las protagonistas coinciden en ser feministas e independientes cada una tiene características particulares que posibilitan la empatía con distintxs tipxs de espectadorxs. La Cacahuata, el personaje más carismático del espectáculo gracias a la interpretación de Pako Reyes, podría ser descrita como una “mujer de placer” o “mujer caída” como la llamaría Gamio, debido a que su trabajo como bailarina y cantante le permitía una vida con más licencias a comparación de las mujeres constreñidas a las labores domésticas y supervisadas por el padre, marido y hermanos, sin que esto signifique que era una mujer.  Cuestión de la que un macho se aprovecha para violentarla verbal, física y emocionalmente, abandonándola después de concebir una hija con ella, Martiniana, que crece para convertirse en una joven intrépida, atlética y audaz. Soltera por convicción y decidida a conquistar su libertad,  interpretada por Irakere Lima, representa a las jóvenes generaciones “deconstruidas”, que continúan la lucha convencidas de los ideales de la causa. Sus razonamientos dejan muy claro por qué es importante señalar las falacias interpretativas que han permitido  que los privilegios sigan siendo exclusivamente masculinos.  Por último, Juana Gallo es evocada como la mujer leyenda, cuya autoridad resultó tan amenazante para los mismos revolucionarios que terminaron por expulsarla de la tropa siendo su marido el principal traidor. Gallo se manifiesta para liderar al grupo aprovechando sus habilidades como estratega y con las armas.  Podría pensarse que juntas tienen todo lo necesario para sobrevivir en un mundo controlado por los hombres y que incluso con ello son capaces de cambiarlo.

Foto: @DarioCastroPH

Foto: @DarioCastroPH

¿Dónde queda Salsipuedes?

 

He dicho que la obra se ambienta en época revolucionaria, esto no quiere decir que se trate de una obra histórica, sino simplemente que ese tiempo sirve adecuadamente como inspiración estética y discursiva, es decir, que construye un universo para jugar con el manejo del tiempo mediante paralelismos y entrecruces anacrónicos, (uno de los elementos recurrentes que nos permiten entender al cabaret) que revelan la lamentable vigencia de la situación, así mismo el  juego de espejos entre la realidad y la ficción, con el que mientras simulan que todo transcurre en un pueblo imaginario llamado Salsipuedes lxs espectadorxs descubren por sí mismxs gracias a la reflexión y autocrítica que suscita la obra que este nombre no es más que una metáfora de cualquier lugar en el que la violencia de género ha impuesto su despiadada, absurda y repudiable ley.

Salsipuedes es un lugar donde es muy desafortunado ser mujer. Un lugar donde las restricciones impuestas castigan cualquier atisbo de libertad de las mujeres, donde sufren un sometimiento atroz del que no pueden escapar, donde no se les permite ser dueñas ni de su propio cuerpo, quienes están condenadas a vivir  bajo custodia de los hombres, donde la violencia hacia ellas se celebra antes que castigarse. La Cacahuata, Juana Gallo y Martiniana andan juntas por el desierto con la ilusión de comenzar una revolución que trastoque el status quo, caminan juntas porque necesitan defenderse de todos los peligros, porque saben que son presa fácil, porque saben que debido al poder de su causa los hombres querrán exterminarlas, de la misma forma en que aniquilan todo lo que les displace.  Conscientes de su vulnerabilidad, las protagonistas manifiestan con su caminata incesante la fortaleza,  decisión y sororidad que se requieren para conseguir un mundo mejor para las mujeres, más digno y más justo.

Injusto por cierto sería no decir algo sobre las canciones de la puesta, escritas por Hernán del Riego (a excepción del corrido “Juana Gallo” compuesta por Lucha Moreno), funcionan de manera brillante para presentar cada personaje y para llevar a un punto climático los momentos claves de la narración, especialmente “Somos Más” el himno con el que cierra el espectáculo; el cierre del Desierto…, quizás sea el mayor acierto de la creación de este espectáculo, pues la decisión de que un espectáculo de cabaret no tenga un final feliz, sino ambiguo, entre la esperanza y el desasosiego, no solo diferencia a La Mafia Cabaret del resto de las compañías jóvenes de cabaret quienes continúan con la herencia cabaretera de antaño que dictaba que los desenlaces debían ser gozosos para que los espectadores se fueran con la sensación de haberse divertido. Lo que he dicho varias veces, a esta compañía lo que le importa es generar consciencia y plantar las semillas de la inconformidad  y de la rebeldía que a medida que se riega, crece hasta lograr cambios significativos en la sociedad.

El Desierto de las Leonas es un espectáculo poético e inquisitivo, que nos inspira a luchar y a gritar  convencidxs que sin duda algún día lo lograremos, llegaremos a La Haya, aún más, la conquistaremos, nos conquistaremos.

desierto (4)

Derrumbando patriarcado

Para finalizar el capítulo que respecta a la mujer mexicana, Gamio se deshace en elogios hacia el tipo que denomina como “mujer femenina”, de ella nos dice que es el tipo supremo porque no es ni completamente servil que según él es el tipo de mujer cuya necesidad de ser sometida y deberse a las labores del hogar puede deberse al amor, al fanatismo, a la necesidad y a la tontería,[4] ni feminista,  que según él debería denominarse masculinismo porque según él eso es lo que hacen las feministas “masculinizarse en hábitos, en ideas, en aspecto, en alma y… hasta físicamente si estuviese a su alcance conseguirlo.”[5]

La mujer femenina, ideal para Gamio acaso sea un punto medio,  y que por tanto, vive a la vez cerca de la tierra y cerca del cielo, en lo natural y en lo artificial, que ha nacido para ser madre y esposa, que es apasionada sin dejar de modelarse al criterio marital del esposo, casta después del matrimonio, su finalidad en la vida es la de ser una buena madre,  fiel observadora de las funciones naturales de su sexo que no las exagera ni  extravía, perfecta por no tener alta instrucción pero en compensación un altísimo grado de sentido común, con el carácter idóneo pues es el mestizaje preciso entre “la gramática parda de las españolas y la astucia indígena”,  más aún perfecta es “su manera de ser feliz” que es la de ser conformista y resignada. [6]

Con justicia podríamos tildar de retrógradxs a todoxs aquellxs que aún comparten el pensamiento de Gamio, porque la tipificación no deja de ser una costumbre sumamente perniciosa para el pensamiento sobre el género y sobre todo porque ahora sabemos que nadie tiene derecho de decirnos cómo ser y cómo comportarnos. Nadie tiene derecho sobre nosotras.  Más que señalar a quienes piensan así hay que comprender que no justificar, que se tratan de ideas profundamente enraizadas y que es nuestro deber combatirlas, tal como lo hace La Mafia Cabaret  y como podemos hacer nosotrxs siguiendo el trabajo de la compañía, discutiendo su propuesta, apoyando  como público y como pensadorxs  su valiosa misión.

 

 

Zavel-ADP

 

[1] Sobre la relación entre el minimalismo espacial como potenciador de discursos en una obra de teatro versus la incontenible necesidad por “llenarlo” y el consecuente debilitamiento ya he reflexionado en Horror vacui: http://aplaudirdepie.com/horror-vacui/

[2] Manuel Gamio, Forjando Patria, Editorial Porrúa, Colección Sepan Cuantos, México , 1982, pág. 120

[3] He tomado un fragmento del libreto que la misma compañía tuvo la amabilidad de compartirme.

[4] Gamio, Forjando Patria, pág. 126

[5] Ibídem, pág. 128

[6] Ibídem, pág. 129

 

Críticas

The Shakespearean Tour

por Ricardo Ruiz Lezama 17 enero, 2019

Una reescritura del imaginario femenino de Shakespeare desde el cabaret mexicano

 

 

Los autores clásicos de literatura dramática siempre han significado un gran reto para ser llevados a escena en cada nuevo presente. Las razones son muchas como la idealización que se hace sobre su figura, deificándolos y haciendo sus palabras intocables como si su escritura se tratara de textos sagrados. En muchos casos esta relación con los autores clásicos da como resultado escenificaciones antropológicas en donde podemos apreciar una especie de puestas en escena fidedignamente históricas pero que no generan interés en el presente, ni vínculo con los espectadores. Directores que toman este tipo de decisiones apelan a la universalidad del Hombre. Como si eso existiera y como si el Hombre no hubiera ido cambiando a lo largo del tiempo como afirmó Erwin Piscator. Decir que la humanidad es la misma es omitir la historia mundial que sigue avanzando y transformando cada vez el concepto de lo que ser humano significa. (Piscator, 1976). Un ejemplo basta para cuestionar la supuesta universalidad del Hombre, en principio ¿a qué hombre se refieren? porque los afrodescendientes son considerados humanos, personas con todos los derechos ciudadanos desde hace ni si quiera más de cien años. Incluso cuando se habla de la universalidad del Hombre podría hacerse un cuestionamiento sobre si en ese concepto están incluidas las mujeres, pues hasta hoy se debate si realmente puede esta palabra seguir englobando a todas las personas del mundo. Creo que esta discusión es política y no lingüística, pero ese no es el punto de este escrito.

La idea de lo que es ser humano cambia constantemente pero aún hay quienes idealizan los textos clásicos argumentando que tal como fueron escritos pueden hablar de la condición humana hoy, que poseen alcances eternos, pero lo pongo en duda, considero que hay que reestructurarlos y discutirlos, de lo contrario podrán ser historias interesantes pero jamás serán teatro, entendiendo este último como un acontecimiento en tiempo presente que nos hace repensar nuestro tiempo y no como meramente la representación de otro tiempo ajeno, lo cual se acercaría más a la experiencia de un museo tradicional.

Por ese motivo mi entusiasmo es mayúsculo cuando los artistas toman a los autores clásicos y construyen discursos propios. Los puristas dirán “¡Eso no es Shakespeare!” Pero ¿qué valor tiene para el teatro hacer las obras una y otra vez de la misma forma que ya fueron hechas tantas veces? Cambiando en muchos casos solamente los vestuarios y las propuestas de escenificación. Eso no es actualizar los clásicos. Y ya tampoco es Shakespeare, porque este autor como teatro ya murió, sus dramaturgias son potencialmente teatro, pero no son teatro. Ni si quiera a Peter Brook se le perdonó cambiar el final de La tempestad, llamándola, Harold Bloom, “atroz versión” en su análisis donde explica que La tempestad  es una de las obras peor interpretadas. (Bloom, 2008). Como si sólo existiera un criterio de interpretación. Habría que recordar que reescribir los mitos es una de las formas de trabajar en el teatro desde tiempos de los griegos y hoy podríamos atrevernos a decir que los textos clásicos, como los de Shakespeare han devenido en mito con el paso de los siglos.

En la Ciudad de México hay una obra que se caracteriza por reconfigurar piezas icónicas de Shakespeare, mediante la reescritura de los personajes femeninos para repensar el concepto de ser hombre y ser mujer en la actualidad atravesándolo con una mirada queer y feminista, a partir de las vivencias personales de su creador y protagonista: The Shakespearean Tour de Mariano Ruiz.

Tomo la visión del concepto queer de David Córdoba García: “Queer es una palabra que en el uso de la lengua inglesa puede referirse tanto a sujetos masculinos como femeninos […] pretende hacer referencia a todo aquello que se aparta de la norma sexual” (Córdoba García, 2005).  La norma sexual es la heteronorma, la dicotomía de género, en cambio lo queer es la disidencia sexual, la multiplicidad de géneros, lo LGBTTTQIA, pero también lo inclasificable.

Mariano Ruiz se identifica como genderless, pero se reconoce como “actora”, en un posicionamiento político sobre la libertad de decidir y un cuestionamiento a la imagen representacional hegemónica del género en el teatro. ¿Para ser actriz tienes que identificarte como mujer, tener aparato reproductor “femenino”? Es fundamental la categoría que crea y utiliza Mariano: actora, no actriz, la cual empieza a emplear cuando reflexiona “sobre no quitar espacios a las actrices” (Mariano Ruiz). Por lo tanto instaura otra posibilidad de representación teatral que sería una persona sin género haciendo papeles considerados femeninos.

Cada quien puede ser lo que quiera ser, esa es la postura de Mariano, pues el género es una construcción social, reflexión comúnmente atribuida a Butler por hablar de la performatividad de género. En The Shakespearean Tour Mariano hace un experimento con un espectador varón  heterosexual, así pide la participación, por lo que deja manifiesto que la representación corresponde a la elección de cada uno, haciendo el acto político y ético de no asumir sino permitir a cada quien definirse, como a su vez Mariano hace en esta puesta en escena. Una vez que se ha propuesto alguien para participar, Mariano le pregunta su porcentaje de heterosexualidad, evidenciando en todo momento la complejidad de las cuestiones de género (Es interesante que en las funciones que vi, ningún hombre dijo 100%, parece que se va popularizando la idea de que la heterosexualidad no es contundente, así como la homosexualidad o asexualidad, se van complejizando y de esta manera se visibilizan más posibilidades de entendernos y relacionarnos).

El experimento consiste en ponerle una prenda de color rosa al espectador para después preguntarle si siente deseos repentinos de maquillarse o si de pronto su atracción hacia los hombres creció. El espectador responde, al menos las funciones que vi, que no y de esta manera lúdica y simple queda expuesta la construcción social del imaginario masculino y femenino. Esta es una de las tesis fundamentales que aborda The Shakespearean Tour, tanto en sus aspectos formales como discursivos.  Mariano, nos comparte en la obra, fue un niño que quería ser actriz y esto le acarreó dificultades al vivir en un mundo en el que lo que no obedece a la norma es, desafortunadamente, objeto de juicio y castigo. Esta puesta en escena es una reivindicación de lo queer, una invitación a relacionarnos con la otredad y aceptarla.

Foto: @DarioCastroPH

Foto: @DarioCastroPH

 

 

The Shakespearean tour también es una obra feminista, entendiendo al feminismo, para fines de este análisis, como una emancipación de la mujer ante las narrativas hegemónicas. Aquí es donde Mariano hace el mayor trabajo de reescritura sobre los textos de Shakespeare que presenta en su unipersonal: Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano, Noche de reyes, A vuestro gusto, Antonio y Cleopatra, y Macbetch. Todas presentadas desde la mirada de los personajes femeninos.

En principio utiliza anacronismos temporales, herramienta fundamental del cabaret mexicano para reflexionar sobre pasado y presente, de tal manera que las versiones que hace de cada obra suceden en un espacio intermedio entre el periodo isabelino y el México actual, siempre conduciendo a una reflexión sobre el presente, haciéndonos recordar que todo lo que estamos mirando nos concierne ahora.

Después, Mariano reestructura los finales de las obras para dejar en evidencia el condicionamiento existente hacia la mujer. En Romeo y Julieta, Julieta decide no matarse por un hombre. Así sucesivamente cada una de las mujeres decide cambiar su historia, reivindicándose como seres capaces de accionar como sea mejor para ellas y no como se supone que tendría que ser, ni si quiera como el bardo quiso. The Shakespearean Tour no es propiamente, o mejor dicho, dogmáticamente, Shakespeare ¡pero qué bueno que no lo es! porque un teatro revolucionario, como lo es el cabaret mexicano y específicamente esta obra que se adscribe a dicho género, no puede seguir alimentando ideas sobre el amor romántico y los estereotipos de género.

Algo destacable en la actuación de Mariano es lo shakespeariano que resulta, en el sentido de ser profano y elevado, de ir de un lugar puramente cómico a hondos momentos de interpretación, lo cual nos conduce poco a poco al final en el que Mariano se muestra ante nosotros vulnerable, despojado de personajes, y su cuerpo conmocionado por el discurso, deviene en cuerpo político, resultando un testimonio vívido y ético de la lucha contra el odio hacia la comunidad LGBTTTQIA.

Pero al final The Shakespearean Tour es mayormente fiesta, con canciones, bailes y luces, por eso Julieta es Ariana Grande, Cleopatra, Britney Spears o Lady Macbeth, Beyoncé, porque Mariano no revictimiza a una comunidad que los medios hegemónicos han querido mostrar como seres que solo existen para sufrir. Queer es más que eso, por eso una parte de quienes manifiestan una sexualidad disidente aman los colores y las lentejuelas, porque, al igual que esta puesta en escena, queer es, pese al mundo que aún tiene mucho que modificarse pues sigue habiendo muchos crímenes de odio -como Mariano nos recuerda durante la función-, queer es una celebración a la diferencia y a la vida.

 

 

Foto: @DaríoCastroPH

BIBLIOGRAFÍA

Bloom, Harold. (2008). Shakespeare: La invención de lo Humano. Colombia: Grupo Editorial Norma, S.A.

Córdoba García, David. (2005). Teoría queer: Reflexiones sobre sexo, sexualidad e identidad. Hacia una politización de la sexualidad. Madrid: Editorial EGALES.

Piscator, Erwin. (1976). Erwin Piscator: Teatro político. España: Editorial Ayuso.

Críticas

Liebeszauber. A través del lente metodológico de los estudios del performance.

por Zavel Castro 12 noviembre, 2018

Liebeszauber es un hecho escénico inspirado en el libro Jerome, Olivier et moi de Miguel Bonneville pero basado en las experiencias reales de Gael Policano Rossi, autor, director e intérprete de la pieza que, bajo la forma de video-diario, narra la historia de un amor no correspondido y que tiene como escenarios virtuales, las plataformas de twitter, facebook, instagram y tumblr, escenarios idóneos para practicar el arte de stalkear.

Esta conferencia performática debe su construcción temática a la reflexión sobre la intimidad en los tiempos del Internet, tema que encuentra su traducción formal en la aplicación de nuevos lenguajes que multiplican las fronteras de la puesta teatral o que, más aún, las desdibujan evidenciando la liminalidad de las prácticas escénicas actuales  que nos cuestionan sobre la naturaleza de la pieza, planteando con ello problemas de catalogación.

Sospecho que los investigadores no nos pondríamos de acuerdo en sí tratarla como una obra de teatro o como un performance y no sabríamos reconocer con claridad qué elementos de la pieza podríamos estudiar bajo las nociones de teatralidad y cuáles otros, en cambio, como performance.

Me parece que la indefinición se debe precisamente a los temas que aborda: la autobiografía, la memoria, la identidad, la autoficción. La exposición del mundo y la vida real del intérprete. Colocando a la intimidad como el centro del hecho escénico, buscando la teatralidad fuera del teatro, volviendo a la intimidad una zona inestable, utilizando la historia personal para vulnerar al intérprete, espectacularizando su fragilidad, mediatizando y especulando con la privacidad. Si bien el trabajo de Gael no plantea ninguna cuestión original (¿habrá algo que nunca se haya hecho?), continua con una conversación interesante.

El tema de la representación de la intimidad a través de la exposición cronológica de la decepción amorosa. Fórmula que nos recuerda especialmente al trabajo de Sophie Calle, con su exposición “Dolor Exquisito” que, como Gael, narra la historia de un romance en cuenta regresiva. Tanto Calle como Policano Rossi, nos enfrentan al problema de la puesta en escena y el “sí mismo”, que tan bien explica Erving Goffman, al mismo tiempo que refieren al “Umbral Mínimo de Ficción” (UMF), la “unidad de medida poética” creada y conceptualizada por Vivi Tellas, que sirve para identificar y señalar los momentos en que la realidad se mimetiza con el teatro (fundamento del biodrama).

Al insertar la realidad en el hecho escénico, Gael cumple simultáneamente una tarea bipolar: ser, en el momento de la representación, al mismo tiempo, actuante y personaje. Escenifica pero también es. Interpreta y no interpreta. Es él mismo en situación escénica sin recurrir previamente a la construcción de un personaje de manera consciente y del cual puede desprenderse al terminar su monólogo. Pero es personaje, en tanto que se evoca a sí mismo en la situación que requiere la escena para transmitir la emoción de la obsesión y el desencanto. Nos presenta al Gael enamorado y al Gael decepcionado, al Gael enloquecido y al Gael despechado. Se evoca a sí mismo.  Se interpreta. Actúa y acciona. Se muestra a sí mismo en el uso cotidiano de las plataformas virtuales, cosa que ya ha hecho antes lejos de la escena, es por tanto una acción restaurada, elemento sustancial del performance según Schechner.

“Estar en internet” a oscuras en su cuarto, por sí mismo carece de un contenido comunicativo deliberado, pero lo lleva a escena, con lo que implica querer ser visto y escuchado (retomo esta distinción de Antonio Prieto Stambaugh). ¿Qué es entonces? Me parece que la teatralidad convencional prefiere obviar la cuestión de que nada es inmutable sino que se encuentra en un eterno devenir (como el río de Heráclito) y que propone personajes que son, que están fijos y que pueden representarse casi de la misma manera función tras función, retomando a Goffman diríamos que “[…] nada real o verdadero puede sucederles a los personajes representados […]” y que, en cambio, el performance juega con la presencia del intérprete siempre en presente, permitiéndole manifestarse tal y como se encuentre al momento de la representación y permite que Gael experimente “algo real y verdadero” frente a los espectadores.

Foto: Coordinación cultura UNAM

Foto: Coordinación cultura UNAM

En este sentido, “Amor Brujo”, tendría algo más de performático que de teatral, sin embargo, al presentarse en un espacio escénico debemos analizarla como práctica escénica, aún cuando la narración refiera una práctica socio-cultural (el romance o simplemente la interacción social a través de internet), cuestión que lo devolvería –nunca de manera absoluta- al terreno del performance. Se encuentra, insisto (o me parece) en una zona intermedia.

La teatralidad de la conferencia de Gael corresponde al espacio en el que se representa tanto como a la cualidad del intérprete que se exhibe para ser mirado. No es absolutamente teatral porque no finge ser otra cosa, ya lo he dicho, es él en una situación o faceta determinada. Mientras que la performatividad del mismo hecho escénico se encuentra, sobre todo, en la inserción de una actividad privada, solitaria o cotidiana, el uso de las redes sociales para interactuar, en un espacio escénico. Cambiando el contexto, cambia el estado de las cosas, cobra un sentido distinto, lo re-significa.

Liebeszauber, me parece un objeto ideal para continuar con la querella terminológica entre el teatro y el performance ¿Qué pasa cuando la realidad se convierte en espectáculo? ¿Qué pasa cuando el espectáculo a pesar de ser convivial representa algo íntimo? ¿Puede ser un hecho escénico al mismo tiempo teatral y performático? Me parece que sí, que algo puede ser realidad y ficción, y que puede al mismo tiempo referir a una práctica cultural o social y siendo meramente una representación estética. Insisto en que las fronteras se han desdibujado y que debemos aprender a analizarlas en conjunto, identificando lo teatral de la pieza (en este caso la forma y la presentación del sí mismo como personaje) y lo performático (la presentación del sí mismo como actuante y la descontextualización de lo real).

Zavel-ADP

Críticas

Quiero volverme supernova

por Zavel Castro 3 noviembre, 2018

La obra está hecha con un interés absolutamente comercial. Esto no tiene nada de malo, quiere decir únicamente que su principal objetivo es vender entradas, hacer que mucha gente la consuma como producto cultural. Esto lo sabemos por el lugar en el que se presenta tanto como por las personalidades involucradas en el proyecto, actores conocidos que por el momento son rentables (me reservo de definirlos como ”famosos” a la luz de la reflexión que desarrollaré más adelante)  y creativos que siempre han tenido la mira y los pies bien puestos en el mundo del espectáculo.

 Sin embargo, algo curioso sucede con este montaje que lo distingue de muchas otras apuestas comerciales y posibilita que la cataloguemos (bajo el esquema de Dubatti) como una obra del tipo “comercial artística”,  me refiero al tema que sustenta la obra a la manera que se aborda y a que los interpretes además de haber probado su éxito en el circuito comercial, son todos, poseedores de un talento innegable. La mera conjunción en un mismo proyecto de Mariana Gajá, Pablo Perroni, Adriana Montes de Oca, Salvador Petrola y Mauricio Ascencio me parece un acierto.

Tengo que manifestar una vez más mi gusto por el trabajo de Ascencio porque no puedo resistirme a admirar una vez más la atmósfera que crea en esta ocasión con su diseño escenográfico y de iluminación de la “casa decadente” en la que todo ocurre (semejante a un “set”, cuestión que vincula una vez más esta puesta con el mundo de los personajes). Mauricio está a cargo también del diseño de vestuario cuestión en la que también destaca.

 

Foto: @DarioCastroPH

                                                                                                                                                                                Foto: @DarioCastroPH

 

Vanitas vanitatum omnia vanitas

La reflexión del montaje dirigido por Alonso Íñiguez gira en torno de la inmediatez y vacuidad de “la fama mediática”, los personajes representan estrellas olvidadas de la televisión, criaturas destinadas a la oscuridad después de haber brillado durante algún tiempo. Imposible no pensar que de alguna forma esta obra actualiza el tema (pictórico y literario) de la vanitas. Los bodegones del siglo XVII velaban entre sus motivos alegóricos, elementos que le recordaban la fugacidad del placer y la  belleza (el tempus fugit), la inutilidad de los placeres y de la riqueza, el sin sentido de la vida y la certeza de la muerte (el menento mori);  barrocos y millenials, acechados por las mismas preocupaciones, manifestándolas de manera distinta.  Ambas manifestaciones artísticas (los bodegones barrocos y Quiero volverme supernova) dejan en el espectador un sabor amargo obligándolo a reparar en su existencia transitoria e insignificante. La vida como un sueño del que solo se despierta con la muerte.

Para desarrollar estos tópicos enfatizando la crueldad de la gloria pasada y la fama pasajera, nadie mejor que Joserra Zúñiga. De ninguna manera estoy diciendo que sepa del tema por experiencia propia, al contrario, creo que se encuentra en uno de sus mejores momentos y que su interés por la escritura dramática cada vez da mejores frutos.  Digo que él es el indicado porque como guionista de televisión reconoce los efectos del impacto que significa la pérdida de seguidores porque seguramente ha convivido con muchas estrellas apagadas, las más desesperadas por recuperar la atención de público y las menos resignadas a su opacidad como personajes secundarios.  Reconozco su familiaridad con el tema por la nitidez con la que ha concebido los caracteres de los personajes tanto así que si bien tienden a la exageración cercana a la caricatura terminan resultando verosímiles por ser divas decadentes que no han sabido hacer nada mejor en la vida que deslumbrar a quienes las rodean con su personalidad extravagante, estrafalaria y grandilocuente.  De tal suerte que, sorprendentemente, considero que los retrata de una manera realista.

Foto: @DarioCastroPH

Foto: @DarioCastroPH

Dramaturgia liminal

Sobre el desempeño de Zúñiga  como escritor de teatro quisiera agregar que se trata de una figura interesante que quizá nos enfrente a la necesidad de estudiarlo una vez que los críticos hayamos convenido en el establecimiento de una nueva zona liminal entre la dramaturgia y el guion. Sobre todo en esta obra me parece que Joserra ha combinado satisfactoriamente ambos oficios y que cada vez es más difícil discernir qué de su texto pertenece al mundo del guionismo y qué al ámbito de la dramaturgia. La obra me parece inspirada en un reality show pero el script se supera, complejiza y profundiza al grado de que se aproxima a ser considerada una bien lograda dramaturgia (el conflicto es claro y significativo y los diálogos son fluidos y contundentes).

Así pues el equipo conformado por Íñiguez, Zúñiga y Ascencio logra un montaje artístico y comercial creando un universo al mismo tiempo real y simbólico que actualiza el tema de la vanitas y en el que es posible mirar con nuestros propios ojos la explosión e implosión de las estrellas. Un mundo que deviene en metáfora de la sociedad del espectáculo de la que somos parte, que consumimos al mismo tiempo que nos consume y en la que todo esfuerzo por trascender es inútil. De nada sirve ser bello, rico o youtuber. En un mundo de apariencias controlado por los medios y las redes sociales, hemos de recordar la sentencia del Eclesiastés que podríamos atribuir como el detonador del pensamiento que dio a luz  Quiero volverme supernova : “Vanidad de vanidades. Todo es vanidad.”

Zavel-ADP

Críticas

El Origen del Mundo

por Zavel Castro 1 julio, 2018

Jorge Volpi es, sin duda alguna, una de las voces críticas más importantes del siglo XXI. Su agudeza intelectual ha quedado manifiesta en un sinfín de escritos, su pluma, inagotable e inconforme, pasa del ensayo a la novela, de la seriedad de una columna de opinión a sus inquietantes ficciones documentales de las que se desprende una interpretación de la realidad con el más alto grado de análisis tanto como pasajes que apelan directamente a lo erótico tanto como a lo romántico. Es un escritor completo. Su ingenio enriquece al mundo. Ha dominado el plano de la narrativa y ha sido y será siempre reconocido por ello.

A poco tiempo de cumplir 50 años, Volpi parece haber multiplicado sus inquietudes, o mejor dicho, volver a sus orígenes. Poca gente sabe que el primer texto largo que escribió fue una obra de teatro en sus años como estudiante de preparatoria, un esbozo de obra dramática que nunca llegó al escenario y que quizá esté guardado en algún cajón. No así su interés por el teatro, que retomó tantos años después, animado por la investigación que llevó a cabo para su novela, Memorial del engaño (2013). Los crímenes financieros, el funcionamiento oculto del sistema monetario, los dilemas políticos y morales tras los negocios, y, sobre todo, los acuerdos de Bretton Woods y el desempeñó como Departamento del Tesoro de Harry Dexter White, detonaron la escritura de El origen del Mundo.

Para Memorial del engaño, Jorge se imaginó a sí mismo como un neoyorquino, mecenas de la ópera (su pasión real más acusada) y como estafador. Para El origen del mundo, se pensó a sí mismo como dramaturgo, dando cuenta de la mascarada en la que se regocijan los intelectuales. Su mayor acierto como escritor de teatro ha sido quizá la elección del tema y la detección del potencial dramático de las discusiones entre John Maynard Keynes y Harry Dexter White figuras históricas fundamentales que definieron el curso de la economía mundial tras la Segunda Guerra Mundial.

Foto: Sergio Carreón Ireta / CNT

Foto: Sergio Carreón Ireta / CNT

La dramaturgia que soporta el montaje dirigido por Mario Espinosa para la Compañía Nacional de Teatro no escatima en información, al contrario, está repleta de datos precisos que narran casi de manera cronológica (alternando el discurso mediante el diálogo de los dos personajes principales) las vicisitudes que dieron lugar al establecimiento del Banco Mundial y la creación del Fondo Monetario Internacional eligiendo al dólar como la divisa de referencia mundial.  Todo ello acompañado del correlato (aquí yace la verdadera tensión dramática) de la problemática relación, dicho de otro modo, la rivalidad entre los dos economistas, que sin embargo retrata como dos hombres sumamente educados y respetuosos capaces de sostener una prolongada conversación sin exaltarse. Guardando las formas. Sin asomo de vulgaridad.  Especialmente el personaje de Dexter White interpretado por  Andrés Weiss, quien encima guarda un sorprendente parecido con el economista.

El tema de la obra es fruto de una minuciosa investigación y organización de Volpi, quién además acertó al anotar el tono en que podría montarse esta discusión: la farsa. Atendiendo a esta indicación, Mario Espinosa creó un ambiente tan espectacular y absurdo como suele ser (visto de cerca) el circo de la alta cultura.  Es así, que vemos a los grandes economistas en un ridículo in crescendo habitando una casa de espejos en el que se intercambian y confunden y en el que nada es lo que parece.

La dirección de Espinosa combina la seriedad del tema tratado con la irracionalidad del humor, vistos sobre todo, con el juego de la interpretación de la Señora White que alternan Octavia Popesku, Éricka de la Llave, y Amanda Schmelz; la transformación de Keynes que deviene en una caricatura de sí mismo comiquísimamente encarnado por David Hevia (actor invitado por la CNT) y la inclusión de un coro que comenta lo que sucede con gestos grandilocuentes, haciendo eco de las reacciones de los espectadores (el mayor acierto de la dirección entre los tantos que posee). Más allá de saber qué pasará con la economía mundial, los espectadores se mantienen atentos a “quién ganará” como si se tratara de una pelea de box. Guiño que ofrece Espinosa al colocar a las figuras históricas precisamente como pugilistas en la introducción a la obra.[1]

En suma, Volpi encontró una imagen generadora lo suficientemente potente que, en buenas manos como son las de Espinosa, ha conseguido materializarse en una obra dinámica y lúcida, a la altura del acontecimiento histórico narrado y del teatro de intachable manufactura.

 

Zavel-ADP

[1] A propósito de la escena introductoria, me atrevo asegurar que no solo es lo que atrae de inmediato la atención del espectador, sino que funciona para dar el tono de toda la obra, agilizándola y enfatizando la rivalidad de las dos grandes mentes insertas en una sociedad de consumo y espectáculo. Con esta resolución, Espinosa da un giro radical respecto a  otras obras del mismo estilo (la discusión entre dos intelectuales) como  La última Sesión de Freud, dirigida por José Caballero.

Críticas

Sin Yolanda que aquí no pasó Nancy. La Prietty Guoman.

por Zavel Castro 18 junio, 2018

 

La verdad es que tenía muchas ganas de conocer a “la Prietty”, el personaje creado por César Enríquez como resultado de su exploración sobre la realidad “trans”. La curiosidad se debía a los buenos comentarios que circularon por doquier y que hicieron a esta obra merecedora de clausurar la Muestra Nacional de Teatro y sobre todo del cariño de la comunidad a la que va dedicada y del resto del público que no deja de asistir a sus funciones en cualquier lugar en el que se presente. Naturalmente, que esta obra se presente en la Zona Rosa, corazón de la comunidad LGBTTTIQ (etcétera), en el teatro NH como parte del ciclo de monólogos “Mujeres Poderosas” organizado por Olivia Ortiz de Pinedo, hizo todavía más tentador mi asistencia al espectáculo.

¿Qué era lo que lo hacía tan especial? ¿Por qué causa tanto revuelo? Al verla entendí que acaso su mayor acierto sea el tratamiento del tema de una manera tan seria, honesta y comprometida y al mismo tiempo divertida. Contraria a la solemnidad con la que el mismo tema ha sido tratado algunas veces, solemnidad que deviene en densidad y que requiere del espectador un esfuerzo intelectual y de concentración que amenaza con dificultar su comodidad y goce inmediato.[1]

La Prietty no solo divierte y entretiene, sino que refleja, especialmente mediante su estética kitsch que coherente con el estilo raya en lo vulgar (escenografía, iluminación, vestuario); retratando así la realidad de la “vida nocturna” de muchas trans. La condición, o mejor dicho decisión vital de estas personas, las relega dentro del mercado laboral, limitándolas a prostituirse o a servir de algún modo en clubes, antros o la calle.

Consciente también de la situación económica de muchas trans, cuya transición total al género femenino exigiría una operación de cambio de sexo que imposible de costear, “La Prietty” muestra una figura hiper femenina que exagera sus rasgos corporales de forma rudimentaria, bruta, como sus medios se lo permiten y su entorno posibilita. La Prietty es una gran representante de la mayoría de las trans mexicanas. Por eso pueden reconocerse en ella y empatizar con el personaje. Porque saben que absolutamente contraria a una caricaturización de ellas lo que César Enriquez intentó con esta obra es comprenderlas, solidarizarse y darle voz a esa minoría fundamental en el panorama identitario de Latinoamérica.

Por solidaridad también es que Enríquez aprovecha su monólogo para denunciar la injusticia en la que viven diariamente y la violencia que muchas veces termina con sus vidas. Hay una escena de la obra que roba el aliento y abre los ojos del público. La escena que rompe con el tono cómico y nos invita reflexionar sobre la discriminación que permite que ciertos abusadores sientan que tienen el derecho de terminar con la vida de una persona a causa de sus preferencias sexuales. Lágrimas y risas. De una emoción a otra. Todo lo que nos hizo sentir la Prietty como una auténtica mujer (muy) poderosa.

Zavel

 

 

[1] Se me ocurre por ejemplo otro de los montajes seleccionados para la Muestra Nacional de Teatro, que sin embargo yo vi como parte del ciclo “Beso. Teatro diverso” en la Teatrería, es Trans. Pieza documental sobre la identidad de género de la compañía de teatro Translímite-Alternativa Escénica, escrita por Bruno Ruiz y dirigida por Luis Rodríguez. Pienso que la “densidad” de la pieza podría  estar relacionada con la concepción del autor sobre el teatro documental y la tradición del género en México, pero esta es materia de otra reflexión.

 

Críticas

La mordida

por Ricardo Ruiz Lezama 1 junio, 2018

Para André Bretón,  México era el país más surrealista del mundo. La anécdota que se cuenta es que mandó a hacer una silla a partir de un boceto suyo, en el cual se veía la silla en perspectiva. El carpintero mexicano al que se le encargó el trabajo la hizo tal como se veía en la imagen, lo que dio por resultado una silla desproporcionada. Dalí coincidió con Bretón pero su aseveración fue más dura asegurando que no regresaría a México porque le parecía insoportable que existiera un país más surrealista que sus pinturas.

¿Qué pasó para que Dalí dijera esto? No lo sé, pero sin duda hay un punto en el que muchas y muchos como mexicanos hemos tenido una sensación similar de querer salir huyendo y no regresar. Y no por el país, tampoco por la gente, pues nuestro país es considerado -y coincido- como uno de los lugares más bellos del mundo, y los mexicanos -también coincido- somos vistos como personas afables y hospitalarias. Lo que es más surrealista en este país es la política, y aunque dudo que Dalí tuviera suficiente acercamiento con esta, estoy seguro que de haberse relacionado con ella no solo hubiera dicho lo que dijo sino que además hubiera salido mentando madres.

¿Por qué digo que es surrealista la política en México? Porque va en contra de toda lógica. Mucha de la gente que rompe las leyes está libre mientras que gente inocente que solo exigía sus derechos está presa -la mayoría de las veces mediante la imputación de cargos casi fantásticos-; uno de los hombres más ricos del mundo es mexicano mientras millones de ciudadanas y ciudadanos de este país tienen una vida marginal y de pobreza extrema… así podría seguir con los ejemplos, pero sería excesivo y extenuante.

Alguna vez, hace años, no recuerdo dónde, leí que existía quien tenía la hipótesis de que el humor negro podría haber nacido en México. Desde que lo leí,  hasta la fecha me sigue pareciendo que podría ser porque la única forma que hemos encontrado para encarar tanto surrealismo político es justamente a risa. “Reír de lo que nos duele para no morir”[1], como afirmaba en un texto, Liliana Papalotll, una de nuestras colaboradoras cabareteras.

El arte teatral ha encontrado en el humor una herramienta para hacer crítica aguda y punzante de nuestra realidad nacional, además de ser un medio para hermanarnos ante la tragedia mediante una sonrisa. En estos momentos se encuentra en cartelera una obra que para Bretón y Dalí sería hypersurrealista, debido a que plasma virtuosamente una de las caras más carentes de comprensión y lógica de nuestro país: la burocracia.

Foto: @DarioCastroPH

Foto: @DarioCastroPH

La mordida, una producción de la Compañía de Teatro Penitenciario, interpretada por sus integrantes que se encuentran en libertad, bajo la dirección de Artús Chavez es una puesta en escena que mediante el uso del humor, a ratos blanco y a ratos negro, retrata el sinsentido que implica realizar trámites en México. Sin duda suena a historia de terror, pues la burocracia en México es profundamente surreal, pero para ser más precisos, podríamos decir incluso que es kafkiana, pues así como en El proceso en donde el protagonista no tiene ni idea de qué está pasando y por qué, así, Agapito, el protagonista de La mordida se ve envuelto en un mundo incomprensible, con unas lógicas ambiguas, y donde no entiende nada: una oficina de gobierno.

Agapito es una persona trabajadora que quiere poner una taquería, pero al llegar a la oficina correspondiente en donde debe conseguir el permiso necesario se encuentra con una serie de personajes que no podrían habérsele ocurrido ni al mismismo Kafka, unos empleados públicos. Durante poco más de una hora acompañaremos a Agapito al absurdo mundo de la burocracia mexicana, para recordar que -como si fuera una especie de ley de Murphy- cuando parece que todo esta en orden, es porque nada lo está.

La mordida nos recuerda lo engorroso de los trámites, pero nos da la oportunidad de por al menos una vez convertir esa angustia que provocan en una carcajada liberadora, utilizando la risa como vía para relacionarnos con un hecho desagradable y poder contemplarlo en perspectiva o para invertir su normalización. En ese gesto radica su valor político, pues nos hace revalorar la realidad desde otra perspectiva y cuestionárnosla.

Sin duda esta puesta en escena deja una vez más en claro que la Compañía de Teatro Penitenciario es uno de los grupos más solidos de la escena capitalina, con una gran capacidad para pasar por distintos géneros, lográndolo de manera asertiva. En La mordida, la mancuerna que hicieron con Artús Chávez, es contundente por lograr un dominio del humor que hace de esta experiencia una celebración al juego.

La mordida es una invitación a perdernos en ese México surrealista y kafkiano a través de una puesta con elementos de cabaret y clown, para reencontrarnos al final de la función con una afirmación y una pregunta siempre pertinentes: eso no es normal, ¿qué puedo hacer para cambiar a México? Cuestiones que siempre, pero fundamentalmente en tiempos electorales son de vital importancia.

 

Foto: @DaríoCastroPH

Foto: @DaríoCastroPH

[1] Reír de lo que nos duele para no morir: una forma de hacer cabaret: http://aplaudirdepie.com/reir-de-lo-que-nos-duele-para-no-morir-una-forma-de-hacer-cabaret

 

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