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Aplaudir de Pie

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Aplaudir de Pie

Es un proyecto de crítica y reflexión de hechos escénicos que nace simultáneamente en Bs. As. y en CDMX en 2015, como una plataforma de diálogo entre teatrólogxs, teatristxs, pensadorxs, creadorxs y espectadorxs, para cuestionar, opinar y debatir en torno a los fenómenos escénicos.

Reflexiones

Criterios de programación del Festival de Teatro Universitario

por Aplaudir de Pie 25 febrero, 2018

Sin duda, el FITU es uno de los logros más importantes del Teatro Universitario en nuestro país. Yo misma participé este año en un seminario de la Cátedra Igmar Bergman dentro del marco de este festival, se llamó “Soluciones actorales a las nuevas dramaturgias” impartido por Luz Emilia Aguilar Zinser y Jorge Dubatti. Una de las reflexiones surgidas de este seminario es cuán necesario es democratizar el conocimiento: sí ver mucho, sí leer mucho y sí hacer otro tanto pero, es igual de importante generar material propio para compartir y reflexionar entre quienes de alguna u otra manera participamos del Teatro para que la discusión no sea privilegio de ciertas esferas y en una de esas, las decisiones tampoco lo sean.

En el marco de este festival, el jueves 15 de febrero fui a ver una obra que me produjo la reflexión que quiero compartirles: “Les Sangs”, dirigida por Camila Forteza. Una Producción Canadiense que se presentó en representación de la Escuela Superior de Teatro de la UQAM de Quebec. La obra trata de 5 mujeres que cuentan a través de un diario, cómo se enamoraron perdidamente de un hombre que tenía el “fetiche” de pedirles que escribieran cómo les gustaría que él las matara para luego, matarlas.

Yo creo que, como dice  una de mis maestras “Todo está permitido siempre y cuando no sea de cualquier manera”; un tema, por más delicado que sea puede ser abordado desde muchas aristas, incluso de forma polémica, lo aclaro porque no estoy criticando a la obra o a los programadores por no tener una postura que obedezca a mi gusto personal, sino justo por no tener una postura en lo absoluto, al menos en este caso. Por ahí uno de los personajes hace un rompimiento de la cuarta pared para hablar un poquito sobre la necesidad de la existencia de la violencia en el mundo, pero la verdad es que no llega a ser un planteamiento desde el cuál mirar la obra.

Me pregunto ¿Cuál es el sentido de traer a un país donde ocurren 7 feminicidios diarios, una obra que habla de este tema de una manera tan superficial, que de hecho trivializa por completo al respecto? una obra que al parecer, ni siquiera se da cuenta que está abordando el tema del feminicidio y este no asumir, tampoco es presunción de inocencia porque, aunque sea “sin querer”, hacen una apología al amor romántico como protagonista de los motivos para perpetrar un asesinato, ese amor romántico que entre otros factores es causante de que los asesinos de las mujeres sean en su mayoría la pareja o ex pareja sentimental de la víctima.

Sé que no es una historia que no hayamos visto hasta el cansancio en montones de libros y películas o en libros que después se convierten en películas (de hecho la obra está basada en un libro); pero ¡vaya! esos casos obedecen a criterios meramente económicos más allá de ser polémicos o defender una postura. No sé cómo hayan recibido la obra en Canadá ni si allá esté activada la alerta por violencia de género en 7 estados como aquí. El punto es que alguien del FITU decidió que era buena idea traerla a México, donde el feminicidio es especialmente grave por la alarmante, aterrorizante e indignante frecuencia y grado de impunidad con la que se perpetra día a día.

A mí lo que me parece digno de reflexión y cuestionamiento es ¿por qué, alguien de la UNAM ha decidido traer esta obra y no otra? Vuelvo a la pregunta ¿bajo qué criterios? Y si la respuesta obedece a un simple intercambio académico y dicen “que esa fue la obra que la UQAM decidió mandar” pues pienso que para eso hay –o debería haber- una curaduría clara ¿no? Se supone que para eso se pide una carpeta y un video antes de programar y que toda decisión curatorial también debe obedecer al contexto del país o de la región en que se presenta, no para complacer a nadie pero sí porque de alguna manera se considera que la pieza es pertinente ¿Por qué esto, por qué aquí, por qué para este público, por qué ahora?

Desgraciadamente, ninguna de esta información puede corroborarse ahora, pues “Les sangs” solo se presentó el 15 y 16 de Febrero, aunque es probable que quienes lean esto, conozcan a alguien de entre los aproximadamente 1000 o más espectadores que asistimos a la sala Miguel Covarrubias esos días y así podamos generar diálogo y reflexión que, dicho sea de paso, son parte de los objetivos que, supuestamente propicia el Festival Internacional de Teatro Universitario. En una de esas nos ponemos todos a preguntarnos por los criterios con los que se seleccionan las obras que se presentan en aquellos teatros que tienen la responsabilidad que conlleva estar subvencionados por el gobierno. Reflexión válida quizás tomando como pretexto estos tiempos de cambio y de reformas culturales, pero que es un hábito que deberíamos tener siempre.

 

Mariana Moyers  Actriz.

Mariana Moyers
Actriz.

Reflexiones

Mujeres irreversibles recargadas

por Aplaudir de Pie 25 febrero, 2018

No es un secreto que, el solo hecho de asumirnos como mujeres, o tener características, en menor o mayor medida, femeninas, hace que nuestra vida se vea mermada por cuestiones de violencia de género, y nos sumerge en un remolino de emociones donde, por presión social, miedo a lo externo, y odio propio aprendido, creemos que estamos locas al menos una vez en la vida, y si la violencia es lo suficientemente grave, la enfermedad mental se vuelve inminente e irreversible, a excepción de ciertos individuos, que independientemente de su sexo, vienen de fábrica con una tendencia al desorden mental.

“Mujeres irreversibles recargadas” nos muestra a varias mujeres encerradas en un hospital psiquiátrico, en general con síntomas superficiales de histeria y/o trastorno obsesivo compulsivo, que nos cuentan, mayormente en formato de monólogos, anécdotas o situaciones que vivimos a diario la mayoría de las mujeres, y que normalizamos pero que son dolorosas y/o molestas, como ir a un baño público, tomar un colectivo lleno de gente, estar en un matrimonio que no funciona, recibir piropos en la calle, etc.

La forma de abordar una temática tan delicada es importante para que el montaje no te juegue en contra, y me parece que, en esta ocasión, la crítica que podría haberse planteado, no estuvo presente, y el mensaje terminó siendo el opuesto. Ojalá las situaciones que vivimos las mujeres para terminar encerradas en un psiquiátrico fueran que se acaba el papel cuando vamos al baño de un bar, o que odiamos trabajar en atención al cliente porque siempre llegan otras mujeres a preguntarnos obviedades; pero, al final, eso no fue lo que me pareció preocupante de la obra, aunque tendía a minimizar los problemas y dolores de las protagonistas, haciéndolas pasar por exageradas y “locas”, me causó gracia en algunos momentos y las actrices ponían todo de sí mismas, pero lo que me dolió y entristeció fue el machismo interiorizado en el que se cimentó la obra, nos dice de manera explícita que es mejor tener un marido a que te griten asquerosidades violentas en la calle, y pone a tres hombres travestidos a personificar de manera “graciosa” a mujeres superficiales y nerviosas. No creo que haya sido el objetivo del montaje, pero avala la resignación y la medicación, no hay crítica, salí del teatro con la sensación de que me gritaron en la oreja por hora y media que las mujeres somos así, y que es mejor ayudarnos con medicinita y encierro.

Si bien estoy segura de que ni el montaje, ni ninguno de sus integrantes, tuvo mala intención, la obra tiende a banalizar problemas por los que estamos inmersas en una lucha que tiene una importancia imperante, y estamos intentando con todo nuestro corazón que todas las mujeres y las identidades femeninas entendamos que no estamos locas ni somos histéricas, que hay un sistema que nos orilla a odiarnos a nosotras mismas, que no tenemos la culpa cuando nos violentan, que no es normal, que somos capaces de trabajar para pagarnos nuestras cosas y luchamos por un sueldo justo para no tener que depender de un hombre, que hay que pelear mano a mano y sin soltarnos, para sentirnos seguras y a salvo.

“Mujeres irreversibles recargadas” cuenta con dos músicas, Melina Andrade y Ludmila Buci, que tocan en vivo, y hacen un muy buen trabajo que aporta bastante al montaje. Cuenta con siete actrices y tres actores que dejan todo en el escenario, siendo estos Andrea Boass, Alejandro Chagas, Celeste Di Giovanni, Silvia Dietrich, Marcela Fernández, Nazareno Molina, Sandra Moranchel, Fanny Rodríguez, Miriam Schlotthauer, Juan Manuel Suárez, y la dirección de la autora, Gabyta Fridman, que juega con el género de la farsa de manera interesante.

Manya

Reseñas

El loco y la monja

por Aplaudir de Pie 27 noviembre, 2017

La locura tiene que ver con vivir en una realidad distorsionada por la propia mente del que la padece, lo cual causa sufrimiento, y puede poner en peligro la vida del afectado y la de las personas a su alrededor; bajo esta premisa podría asegurar con mínimo temor a equivocarme, que todos estamos, al menos, medio locos, pero aquéllos que, por circunstancias fisiológicas o empíricas, resultan más afectados por la distorsión, tienden a hacer evidente el problema, y los “especialistas” se ponen manos a la obra para auxiliar a los “pacientes”.

Una forma sensata pero cruel de tratar este padecimiento es el encierro, por practicidad funciona, porque se aisla a los individuos que resultan una amenaza, pero no estoy segura si sea la mejor forma de rehabilitar a alguien que se la está pasando mal con lo que pasa dentro de su cabeza.

“El loco y la monja”, de Stanislaw Ignacy Witkiewicz, dirigida por Magdalena Magrini, nos cuestiona a cada momento sobre quién es el verdadero loco; aprovechando, con sensibilidad e inteligencia, las variadas posibilidades que ofrece el Konex, la obra tiene una introducción que se desarrolla en diferentes espacios, metiendo de a poco al espectador en el universo del hospital psiquiátrico, conociendo a los personajes de antemano, y provocando que la habituación al ambiente lúgubre y oscuro sea cómoda y casi natural. Finalmente, la puesta se desarrolla en una especie de teatro arena, con una jaula en el centro, habitáculo del loco retenido en cuestión, Walpurg, el poeta que perdió la cabeza.

Las acertadas actuaciones de Javier Otero, Jazmín Cancian, José Araujo, Matías Beron, Sandra Arcuby, Santiago Andrés Cabrera Laporta, Catriel Remedi y Rodrigo Medrano, tienden a lo entrañable, y se aplaude el compromiso de los ejecutantes con el proyecto.

La música en vivo, a cargo de Romina Piubel, Luciano Agustín Roa y Nicolás González, acompaña perfectamente el transcurrir de la obra, aporta de manera discreta pero presente a la atmósfera de encierro y confusión que propone el montaje. Me parece uno de los mejores aciertos de la puesta.

Y finalmente, Cintia Ledesma nos ofrece una escenografía impactante, digna de las mejores críticas, que crea un universo paralelo donde, desde el principio, provoca sospecha acerca de la cordura de los cuerdos, y la locura de los locos.

Este proyecto reúne a profesionales en formación, creando un equipo espectacular, donde cada uno puede ocuparse magistralmente del rol que le corresponde, así debería ser siempre.

“El loco y la monja” deja un sabor agridulce en la boca después del apagón final, los aplausos lo evidencian, y los rostros sonrientes de los espectadores se ven trastocados por una confusión existencial, podría jurar que todos nos fuimos a casa con el overthinking encendido.

¿Quién está más loco, el que se despierta gritando por las noches o el que cree que lo puede curar?

Manya

Reseñas

Viejo, solo y puto

por Aplaudir de Pie 30 octubre, 2017

Hay un florido abanico de posibles refugios donde escondernos cuando la vida nos rebasa y ya no estamos en talla ni física, ni mental, de meternos entre los brazos de la correspondiente progenitora; drogas y amores tóxicos son los favoritos de la mayoría por excelencia, porque emborracharnos nos hace olvidar lo que nos duele, que no fuimos lo que quisimos y que somos lo que somos, por ejemplo, y amar enfermamente nos hace obsesionarnos y no pensar en otra cosa, nos ayuda a focalizar el insoportable dolor de la existencia en una sola herida.

Y olvidarnos de todo, una vez que nos convertimos en adultos hechos y derechos, es lo único que nos queda, porque a pesar de que juguemos a ser lo que queremos, el vacío del fondo no se llena con nada, y si permanecemos demasiado tiempo observándolo, nos consume.

“Viejo, solo y puto” de Sergio Boris, explora sin censura los escondites y recovecos más oscuros de los desolados personajes que propone, los cuales intentan, con todas sus fuerzas, refugiarse lo más pronto posible, en algo que los destruya lento pero seguro.

Por la armonía perfecta de cada una de sus partes, su estética impecable y su transgresión profundamente honesta, esta obra ha logrado permanecer cinco años en cartelera, y ha viajado alrededor del mundo a varios festivales, siendo los últimos Una mirada al mundo, en Madrid, España; MA Scéne National, en Montbeliárd, Francia; Teatro Central, en Sevilla, España; Festival Cena Brasil Internacional, en Rio de Janeiro, Brasil; y Teatro Solis, en Montevideo, Uruguay, todos en 2016.

La acertada y, como siempre, perfecta escenografía a cargo de Gabriela A. Fernández, nos transporta a la trastienda de una farmacia del conurbano, donde, entre estanterías laberínticas, se desarrolla una pequeña e improvisada fiesta para celebrar que el hermano menor de dos, que son dueños de la farmacia donde se desarrolla la obra, se ha recibido de Doctor en Farmacia y Bioquímica; los asistentes a la reunión son el impune hermano mayor, un visitador médico de dudosa procedencia, y dos chicas transexuales que disfrutan de inyectarse hormonas y salir de fiesta; estos cinco personajes son deliciosamente interpretados, con una sensibilidad y una humildad que se agradecen por carecer totalmente de juicio moral sobre los personajes, por Marcelo Ferrari, Darío Guersenzvaig, Federico Liss, David Rubinstein, Damián Smajo, vestidos y tuneados magistralmente por la mismísima Gabriela A. Fernández.

La forma en la que “Viejo, solo y puto” está escrita y dirigida por Sergio Boris, aunado a las excelentes actuaciones, nos da la ilusión de estar presenciando, subrepticiamente, una escena de la vida real, esta sensación de voyerismo se acrecienta mientras transcurre la obra, la situación se antepone a la letra, y como espectadores, somos llevados de la mano para aceptar esta convención en todo momento.

“Viejo, solo y puto” nos regala una hora y cuarto de personajes con los que nos identificamos incómodamente en todo su patetismo; nos ofrece situaciones con las que en general volteamos la cara, pero que disfrutamos viendo de reojo con morbo y cierta malicia. Nos da la oportunidad de darnos cuenta de que todos somos, en mayor o menor medida, viejos, solos y putos.

manya

Reseñas

Los dolores

por Aplaudir de Pie 5 octubre, 2017

Las enfermerías son lugares a donde se acude para que te den primeros auxilios, te curen, te estabilicen, te saquen de peligro; uno acude seguro de que recibirá eso y en toda su ignorancia, se entrega, porque hay momentos en que lo único que se puede hacer es confiar, pero definitivamente hay cosas que ni doctores, ni enfermeras pueden arreglar, el daño estructural es de raíz, es de conciencia, y de cambio lento, pero imprescindible. Desde una perspectiva política, “Los dolores” ocurre en una enfermería; cuatro historias cortas nos muestran una sociedad fracturada y caminando renga, pero, de vez en cuando, diciendo que está bien; materializada en heridos desorientados, moribundos indefensos, civiles preocupados, y especialistas de la salud corruptos o incompetentes, “Los dolores” nos hace reír, pero, en definitiva, nos duele.

“Vocación de servicio” de Andrés Binetti, con dirección de Tato Cayón, y las actuaciones de Malala González, Marcela Arza y Marcela Inda, nos sitúa en una enfermería de un hospital privado donde un par enfermeras practican sus cantos, ya que han decidido formar un coro, aunque por ahora sean sólo ellas dos; la llegada de una “chica nueva” que había venido trabajando en hospitales públicos, y el coincidente ingreso al hospital de una diputada, (valga la redundancia) bastante grosera y clasista, que se cree Napoleón, ponen en riesgo la delicada estabilidad del micromundo de la pequeña enfermería, donde lo verdaderamente importante es hacer que un político parezca cuerdo por medio de sueros y medicamentos, y cantar en el tono correcto.

“El alma intacta” de Héctor Levy-Daniel, con dirección del autor, las actuaciones de Juan Carrasco, Martín Ortiz y Viviana Suraniti, y música en vivo por parte de Eugenio Chuke y su violín, nos muestra a una mujer con una herida mortal de bala en el tórax; un médico a su lado intenta mantenerla con vida, pero está imposibilitado por no tener los recursos necesarios para operarla; mientras tanto, un extraño se ha colado subrepticiamente a la sala, decidido a llevarse el cuerpo. El médico duda, pero se resiste a entregar a la mujer, para él, es una persona, y aunque su último aliento haya escapado de su boca, seguirá siéndolo; podrán matarnos, pero nunca acabarán con nosotros, el alma está intacta, y los asesinos son ciegos, jamás identificarán su verdadera ubicación.

“Hasta más ver” de Mariano Saba, con dirección de Julio Molina, y las actuaciones de Juan Pascarelli y Pablo Mónaco, nos introduce a una sala de espera de un hospital bastante ineficiente, donde únicamente se encuentran un hombre herido con fuerte golpe en la cabeza, y otro que lo ha auxiliado para llegar hasta ahí; el herido está totalmente confundido, mezcla pasado y presente, pero lo verdaderamente importante permanece intacto en su cabeza. Quizás todos necesitamos un buen golpe para recordar. Finalmente, la memoria sobrevive al tiempo, al espacio y a la mala vida, emerge de entre los escombros, implacable, ante la provocación adecuada.

“Punto muerto” de Ignacio Apolo, con dirección del autor, y las actuaciones de Malena Bernardi, Mario Mahler, Pedro Galván y Silvia Kanter, une a dos generaciones en un hospital, el padre moribundo, que no se termina de morir, y los hijos que vienen a despedirse de una vez por todas, mientras una enfermera permanece expectante; cuatro diferentes formas de vida, con una gran imposibilidad para comunicarse, pero que conviven, y lo han hecho por mucho tiempo, reestructurándose, esperando siempre que el otro muera o desaparezca, pero eso nunca pasa, la coexistencia es la base de la supervivencia.

Un ciclo aséptico que se edifica sobre un tejido social enfermo y sufriente, pero con posibilidades de cura; cuatro obras que, en el momento histórico en el que vivimos, son necesarias para recordarnos que no volveremos a permitir que se repitan los errores, ni los horrores del pasado; que la corrupción es descarada y agobiante, pero que nosotros somos, quizás no más fuertes, pero que somos más; que la memoria puede esconderse en un cajón, pero que no muere.

El arte, sin lugar a dudas, es nuestra válvula de escape; es nuestro deber que el vapor que emane de ella provoque una toma de conciencia, modifique, y una, si, sobre todo eso, que nos una.

manya

Reseñas

Terrenal

por Aplaudir de Pie 5 octubre, 2017

Caín y Abel viven en un terreno dividido en dos; está la mitad derecha, de producción morronera, motivo de orgullo, y trabajo arduo e incasable de Caín, y la mitad izquierda, donde libremente nacen de la tierra pequeños escarabajos torito, que Abel vende como carnada viva un día a la semana. Tatita dejo a los hermanos ahí hace veinte años, en un paraje desierto, se fue y no volvió; Caín lo espera seguro de que cada día es el que volverá, y Abel no espera nada, humildemente sabe que, él sólo sabe que no sabe nada.

Separados por una brecha ideológica infranqueable, Caín insiste en hacer físico el abismo, desea que Abel no pase a su lado del terreno, defiende su propiedad (incansable necesidad de la derecha de sentir que somos lo que poseemos), e intenta vivir en paz con ello, minimizando a su hermano, y enfocándose de lleno en el morrón. Abel observa amorosamente la vida y muerte de sus toritos, y cada tanto sale a divertirse, siente la distancia que provocan las evidentes diferencias con su hermano, pero las deja existir y fluir, aunque estas conlleven unos buenos puñetazos y patadas de vez en cuando.

La anhelada pero inesperada llegada de Tatita, rompe el delicado equilibrio que reinaba en el terreno, y orilla a nuestros protagonistas a transitar los sentimientos más oscuros que puede percibir el alma humana, y se dan cuenta, demasiado tarde, que el equilibrio de dos fuerzas se mantiene por su constante modificación con respecto a la otra, el choque es necesario para la evolución y la supervivencia.

Desgraciadamente, tanto en “Terrenal” como en la vida misma, la derecha no toma, en general, las mejores decisiones, y después de cometer el fratricidio, Caín espera obediente y manso su castigo, deseando con todo su corazón que lo reprendan, pero el único y peor castigo de todos es la condena de convivir por siempre consigo mismo, y de, sin percibirlo a primera vista, llevar a cuestas o entre las faldas, subrepticiamente, al menos un pedacito de la mitad izquierda, resplandeciendo, brillando, reclamando, bien viva, buscando, cambiando; para fortuna del mundo y de la vida, hay al menos uno en cada familia.

“Terrenal” ha sido merecedora de una infinidad de premios y menciones honoríficas en todas sus áreas, entre ellos, el Premio de la Crítica al mejor libro argentino de la creación literaria 2014, Mejor obra argentina y mejor actor de teatro alternativo (Claudio Rissi) en los premios ACE, el premio Teatro XXI a mejor obra dramática, etc. Así mismo, ha estado nominada para mejor vestuario y mejor escenografía.

Se trata de una obra que ha logrado la armonía por medio de la perfección de sus partes, que aportan a que el resultado final sea una de las composiciones escénicas más hermosas que he visto en mi vida. El texto de Mauricio Kartun, por su sensibilidad y belleza, cuenta con una vigencia permanente, mostrando la innegable heterogeneidad entre el sedentario y el nómada, entre la derecha y la izquierda, acertadamente ubicada en un contexto argentino. Las actuaciones de Rafael Bruza, Claudio Da Passano y Claudio Martínez Bel, y la dirección del autor, perfectamente amalgamadas, hacen un uso magistral de la técnica clown, que provoca risas de todo tipo entre el público, de esas que duele la panza por la desopilantes, y de esas que duele el pecho por lo confrontantes. La escenografía y el vestuario, por parte de Gabriela A. Fernández, nos sumergen en un mundo de gris y desolado, donde se respira una atmósfera vieja y gastada, donde se ha estado esperando algo por mucho tiempo; la perfección del diseño estético es tal, que con aparentemente pocos elementos, y un par de pantaloncillos cortados en el lugar justo, nos adentramos en el mundo de estos dos individuos, que llevan veinte años desamparados, mostrándonos que el tiempo es implacable y engañoso.

“Terrenal” me soltó tantas verdades disfrazadas de risa, que me dejó el alma compungida, pero llena de esperanza.

manya

Reseñas

Per Te. Llueven los ojos.

por Aplaudir de Pie 20 junio, 2017

El verdadero amor es un milagro. Este suceso extraordinario no le sucede a cualquiera, el encuentro con la persona que haga de nuestra vida una experiencia trascendental depende tanto de la casualidad como de la voluntad. Una vez que el encuentro ocurre, hará falta tomar la decisión de conservarlo, hacerlo crecer; pocas veces reparamos en su fragilidad, nos confiamos con que el paso de los días, la condición “duradera” hará que se consolide. No es así. La estabilidad de la pareja depende en buena medida en la conformación de un equipo a distintos niveles. La vida es demasiado amplia, demanda que atendamos en compañía sus múltiples dimensiones: intelectual, afectiva, práctica y creativa.  Encontrar con quién realizarnos en todas las esferas de acción es una bendición que no puede ser mal aprovechada.

Daniel Finzi Pasca encontró en Julie Hamelin a su compañera ideal, la complementación amorosa de ambos produjo no solo una compañía de teatro, sino una manera de concebir el mundo a través de la escena, el estilo que nombraron “teatro de la caricia” con el cual buscaban llenar el alma de los espectadores con el afecto que quizá estos últimos se encontraran buscando en otro lado con o sin fortuna. Esta pareja de vida y creativa querían compartir el sosiego que causa la certeza de haber caído en las mejores manos. En las manos de quien sabrá cuidarnos siempre.

Un teatro que apunta al corazón. Precisamente el órgano que, en su debilidad, terminaría con la vida de Julie. Perder al ser amado podría significar una de las desgracias más hondas para la vida de una persona común. Afortunadamente, el artista se aleja de la normalidad por su particular forma de relacionarse con lo que le pasa, de esta forma, a partir de su sensibilidad,  cualquier suceso cotidiano deviene en acontecimiento. Incluso el duelo puede transformarse en una obra de arte.

La compañía de Daniel y Julie rinde homenaje a uno de sus pilares mediante Per Te su espectáculo más reciente, en él vierten los pensamientos y emociones que acompañan su sentimiento de pérdida. Los recuerdos alegres de su vida en pareja, desde que ella se transforma en “un pastel feliz” para el día de su boda, los reproches a los ángeles que no supieron protegerla y la dejaron ir, las reflexiones en torno a la soledad, la desilusión de saber que nuestro amor no volverá más, las inevitables preguntas: . ¿Cómo nombrar el dolor? ¿Por qué las fuerzas superiores de la existencia permitieron que ocurriera? ¿Qué pasa con los muertos, en qué se convierten?

Todo se transforma en cuadros magníficos soportados por una estética deslumbrante que a diferencia de La Veritá o de Ícaro no se preocupa de la perfección conseguida por el artificio, sino que es franca en su torpeza, en la combinación de elementos que dan cuenta del desequilibrio, del titubeo, de lo inacabado. La despedida a nuestro ser amado no puede ser contundente. Las imágenes que surgen de ella, tampoco. No se trata de un descuido sino de un manifiesto en honor a la honestidad.

 

 

Per Te es un montaje realizado mediante escenas fragmentadas que semejan la confusión de una mente por tratar de construir sentido ante un suceso que trasciende toda lógica, que aún la humanidad no hemos podido explicarnos de manera satisfactoria. Cada cuadro –palabra muy precisa para nombrar los momentos, pues parecen pinturas en movimiento-  narra por un lado el periplo de la compañía para hacer este montaje; por otro lado se muestra una metáfora del duelo y de la batalla de la vida. Las imágenes además poseen altos vuelos poéticos. Como una pieza de arte contemporáneo, permite múltiples lecturas. Por ejemplo, hay quien lee en el vestuario de las armaduras el mensaje de que la enfermedad es una lucha en la que el cuerpo sirve como campo de batalla. Es preciso protegerlo. Sobre esta misma imagen hay quienes la interpretan como el proceso psicológico denominado duelo.

El espectáculo  es un continuo diálogo con la ausencia, todo el tiempo la obra está conversando con Julie, nos habla a nosotros para hablar con ella. Los espectadores somos testigos del último regalo que la compañía le hizo a uno de sus miembros fundamentales, al tiempo que la conocemos gracias a la mirada amorosa de cada uno de los integrantes.  Ahí está Daniel abriéndonos los brazos para que podamos ver lo que tiene dentro.  Lo que palpita aún a su pesar. Nos invita a su jardín secreto. Pensar que todo en Per Te fue hecho para Julie nos estremece: la música, el humor, los números acrobáticos. Todo se creó pensando en ella. Todo se hizo tratando de adivinar sus reacciones.

Pese a lo doloroso del tema Per Te no es una experiencia oscura como podría uno suponer por tratar la muerte de alguien tan allegado a todos los miembros de la compañía, es más bien un canto a la vida, una posible respuesta de la Compañía Finzi Pasca ante el misterio de la muerte. El juego y la poesía como una luz para hacer frente al sufrimiento, sin por esto banalizar la cuestión dejando de lado el dolor, éste es inevitable y está expuesto pero el espectáculo nos recuerda que nunca es permanente. Julie –nos dice la obra- hizo llover en muchos escenarios y a su vez en los ojos de muchos espectadores alrededor del mundo. En Per Te, presente como una entrañable ausencia, lo volvió a hacer.

 

Ricardo Ruiz Lezama & Zavel Castro fundadores aplaudirdepie

Ricardo Ruiz Lezama & Zavel Castro                             Editores

 

 

Reseñas

Litoral (después del agua)

por Aplaudir de Pie 1 mayo, 2017

“Después de la tempestad, viene la calma”, se dice comúnmente con afán tranquilizador a algún sufriente, pero mientras tanto, ¿dónde se supone que uno deba hallar consuelo? ¿En los sueños? ¿En la familia? ¿En los amigos? ¿En el carnaval? ¿Y si todo eso también fue arrastrado por las aguas de la lluvia torrencial, ávida de absorberlo todo, de acabar con todo? ¿A quién debe dirigirse el odio provocado por la destrucción avasalladora acaecida por la naturaleza?… “Litoral (después del agua)” no nos responde ninguna de estas preguntas, nos propone ver como los habitantes de Angüe buscan las mismas respuestas… sin encontrarlas.

Un pequeño y tranquilo pueblo, con poquísimos habitantes, a orillas del Paraná, se ve asediado por lluvias furiosas e incesantes que provocan una inundación, llevándose entre sus corrientes subacuáticas objetos domésticos e instrumentos musicales, pero también anhelos y vidas. Mientras tanto, la vida sigue como puede, modificada por las circunstancias, pero después de esto, nada podrá volver a ser lo mismo; un grupo de amigos adolescentes intentan tomárselo con calma, tomando mates y jugando “basta”; mientras tanto, una madre que no encuentra su hijo, lo busca desesperada hasta debajo de las piedras, perdida en la incertidumbre; la comparsa busca que el carnaval se lleve a cabo, pero los redoblantes y vestuarios seguro ya están flotando muy lejos; las whiskerías y antros siguen secuestrando a quien se detenga en el lugar equivocado, y prostituyendo ilegalmente a chicas a las que se les ha arrebatado la identidad y la decisión; y los políticos y su séquito burocrático, siguen ninguneando y aprovechándose del pueblo, un pueblo sufriendo, con heridas abiertas y sangrantes, despojado de todo, luchando por salir a flote aunque cada vez se hunden más.

“Litoral (después del agua)”, es el proyecto de graduación de los estudiantes de actuación de la Universidad Nacional de las Artes, el cual fue dirigido por Mariela Asensio, con las notas agridulces y la honestidad que caracterizan a sus montajes. Cuenta con dieciocho actores en escena, que nos regalan todo lo que la Universidad les dio conjugado con la poética particular de cada uno. La escenografía, concisa y acertada, nos transporta al muelle de inmediato. Majestuosa la forma de dirigir a tantos actores y la dramaturgia creada sobre la marcha, aplausos para la honesta y bien amada pasión con que Mariela Asensio realiza cada uno de sus montajes.

La historia, muy bien lograda por intensas y encarnadas actuaciones, y por una dirección espectacular, nos sumerge en la desgracia de un pueblo que se hunde sin poder evitarlo, provocando risas tanto desopilantes como de ternura, y lágrimas de dolorosa empatía, e inconsolable impotencia; ojalá estas cosas sólo ocurrieran en la ficción, pero no hay tregua; en tiempos de tanto sufrimiento, esta obra nos recuerda, con un nudo en la garganta, que la realidad supera a la ficción.

Manya

Reseñas

Los pro y los contra de hacer dedo

por Aplaudir de Pie 28 abril, 2017

“No eres ni la sombra de lo que quisiste ser. Traicionero asunto resultó la vida. Ni la mitad de lo prometido cumplió el pasado”, escribió José Sbarra una vez, pero a mí me resuena para siempre en la cabeza cual mantra, desde que lo escuché en “Los pro y los contra de hacer dedo”; oírlo por primera vez fue como ver el vídeo de “El aro”, lo viste y cagaste, o te mueres (en este caso de desesperanza y tristeza) o lo compartes, y al parecer a la directora Sabina Faccini le pasó lo mismo. Imposible quedarse impasible ante estas palabras.

De una forma sincera, poética y apasionada, Sabina Faccini une fragmentos de la obra “Marc, la sucia rata”, de José Sbarra, en una dramaturgia propia, que narra la historia de dos personajes que, como todos nosotros (aunque probablemente estemos haciendo un esfuerzo sobrehumano por ocultárnoslo), saben que no son ni la sombra de lo quisieron ser; atrapados en la forma que los condena, intentan ser, repletos de pesimismo, pero con ese pequeño dejo de esperanza, que en realidad es el instinto de supervivencia.

Danila Magri interpreta con elegancia a una chica que ha decidido prostituirse en la ruta, haciendo dedo a los camioneros que pasan, por gusto, y sin remordimientos; y Nicolás Moreno da vida, con maestría, a un chico que después de un matrimonio heteronormativo, se ha dado cuenta de que, en realidad, lo que quiere en la vida, es ser mujer. Podría asegurar que sus honestas actuaciones, junto con la verdad aplastante y sin tapujos que propone el texto, le pondrían la piel de gallina a la persona más creyente, y a la más, aparentemente, insensible.

Los pro y los contra

Acosados por lo insoportable de la mera existencia, van formando su propio camino; “No porque le temas a la larga noche, Dios va a existir” dicen en un momento, y efectivamente, los protagonistas están alejados de cualquier motivación inventada, viven la miseria que han creado con lo que el mundo les ha ofrecido, pero con una sinceridad que sólo se logra por medio del abandono y la anagnórisis; a pesar de todo, son lo que quieren. ¿Qué conviene más? ¿Vivir en una feliz mentira, o sobrevivir sin vendas en los ojos?

En la puesta resalta todo, se aplaude la decisión de la directora de utilizar profesionales en el tema para cada área; cuentan con música en vivo interpretada por Tomás Fernández Vázquez, que nos introduce, de acuerdo a su poética específica, en una atmósfera oscura y llena de melancolía; la iluminación, oscura pero llena de significado, fue ingeniosamente diseñada y realizada, por Carlos Pacheco Pizarro, ingresándonos, discretamente, en un sopor que nos lleva, no sólo a lo más recóndito del alma de la obra, sino a los lugares más escondidos de nuestros propios corazones. La escenografía, a cargo de Eugenia Labaqui, está cuidada hasta en el más mínimo detalle, llena de metáforas, de forma que, por sí misma, podría ser una instalación y ser observada como una obra independiente del montaje, pero que en el mismo, acompaña perfectamente a todos los demás elementos, y encima cuenta con un artilugio de extraños poderes, que aumenta el ambiente nostálgico tan bien logrado del montaje: una valija que perteneció al propio Sbarra, utilizada como “camerino” por el personaje masculino en su transformación a fémina, los objetos reales en esta realidad inventada en la que vivimos, le dan un poquito de sentido a la vida.

Contando con un equipo de creadores jóvenes, que empiezan a dedicarse profesionalmente a lo que los apasiona, después de haber estudiado una carrera relacionada a las artes que les competen, “Los pro y los contra de hacer dedo” no tiene nada que envidiarle a los montajes de los creadores que llevan la vida entera y un siglo, en el medio; demostrándonos que lo que se hace con pasión y amor, saliendo desde el fondo del corazón, porque este te exige decirlo y compartirlo, es la única forma de hacer arte.

Manya

Reseñas

Mujeres panfletarias, parte 1

por Aplaudir de Pie 20 abril, 2017

El identificarme como mujer me ha mantenido siempre en una relación ambivalente conmigo misma y con el mundo; por un lado, de amor profundo y sincero hacia mi sexo y mis congéneres, hacia mis ciclos y las posibilidades creativas que estos me ofrecen; pero por otro lado, vivo, desde niña, en un estado mental y anímico casi insoportable: con miedo permanente a ser violada y/o asesinada; con culpa modificable pero constante, primero por exponerme a “situaciones de riesgo”, teniendo que soportar las consecuencias de ello “porque yo me lo busqué”, y luego por haberme permitido sentir culpa por ello; con enojo conmigo misma por haber normalizado formas de violencia que me han causado dolores insufribles, y con el mundo porque no me dio las armas para defenderme.

Y no, no estoy exagerando.

Sobrellevar tanta presión sobre lo que debemos ser, afrontar las consecuencias de ir contra corriente, vivir con tanto miedo a ser lastimada o violentada por el simple hecho de ser visible para el mundo, sentir tanto odio de ver como cada día nos dañan y destruyen porque pueden, hace que agradezca el triple que alguien grite junto conmigo, junto con nosotras, todas juntas, que el grito nos una, porque no nos vamos a quedar calladas ni un segundo más.

Acudo a gritos femeninos comunales (en forma de fiestas, ferias y teatralidades) constantemente, porque me llenan el alma, y me recuerdan que somos un montón, y que hay esperanza, que estamos cambiando al mundo lento pero seguro, pero este grito en específico me conmovió tanto que me uní en dos ocasiones al rito escénico.

“Mujeres panfletarias” es un ciclo de obras organizado por el espacio Machado, el cual convocó a las creadoras interesadas en participar, y de las propuestas presentadas, se eligieron seis obras a desarrollar.

Hablaré de las primeras tres, ya que el ciclo está dividido en dos partes.

“¡A las calles! ¡Habitar la resistencia”, ideado e interpretado por Sofía López Fleming y Leticia Martínez, nos ofrece una propuesta corporal sobre los abusos físicos cometidos en la dictadura argentina, una mezcla de humillación y muerte, pero con una dosis de reivindicación, que, como espectadores, nos libera después de presenciar el esfuerzo físico extenuante de las actrices en escena.

“Tu sexo débil”, dirigida sin tapujos y con elegante ironía por Cora Fairstein, y, carismáticamente interpretada por Marina Kamien, es un reflejo clownesco de la mujer actual multitask, que desea cumplir sus sueños, hacer ejercicio, ser madre, ser plena, y ser todo, y puede hacerlo, pero, aun así, es curiosamente llamada “El sexo débil”. Acertadamente, la puesta tiene, como música de fondo, a Arjona expresando su horripilante opinión acerca de la mujer, con una playlist que, yo diría, pertenece al top five del horror y la misoginia. Por medio de metáforas risibles y vulgares, Arjona nos pide que no abortemos, porque esa bolita de células sin conciencia y sin sentimientos puede llegar a ser un varón, “un posible ingeniero, rockero o escritor”, pero varón al fin, y a esos no se les mata; nos exige que menstruemos tranquilas, porque aunque “de vez en mes la cigüeña se suicida, y ahí estás tú tan deprimida buscándole una explicación”, él entiende que nuestro único sueño en la vida es ser madres, y no tenemos de que preocuparnos, él va a estar ahí para explicarnos todo; y por supuesto, con el passive-agressive que lo caracteriza, invisibiliza nuestras luchas, porque está firmemente convencido de que “nosotros con el machismo, ustedes al feminismo”, y todos felices. Mientras nuestros oídos son asediados por estas barbaridades y más, vemos a la protagonista que, grácilmente, se quita su ropa de “fémina”, y se embute en un típico traje de boxeo, quedándose en tetas impunemente, y realizando una rutina de entrenamiento, fluyendo, casi contenidamente, lo que parece generarle la vida, y la música de fondo. Este montaje le restriega en la cara a Arjona y al mundo, entre risas y jocosidades, que la mujer es todo, menos el sexo débil.

“Mujeres contra el golpe”, es el regalo que nos ofrece el colectivo brasileño Passarinho, en este ciclo. Rebosante de honestidad, e inteligentemente dirigido por Luciana Tomie, con una dramaturgia colectiva, y diez actrices en escena, “Mujeres contra el golpe” nos introduce en un mundo monocromático y oscuro, que en algunos momentos desprende destellos rojizos; dividido en cuadros que entrelazan el reciente y penoso golpe que provocó la destitución de la primera presidenta de Brasil, y el día a día de la violencia machista normalizada, que nos somete y mata poco a poco, indiscreta y violentamente, pero silenciado a lo largo de la historia, tanto por víctimas como por opresores. Regalándonos parte de sus historias personales, junto con videos reales de la humillación y acoso machista que sufrió la presidenta, las passarinhas provocan empatía y esperanza en medio de la destrucción y el dolor; ya nos dimos cuenta de que no somos histéricas, ni locas, ni putas, de que no nos buscamos, ni nos merecemos las violaciones, ni los asesinatos, que no necesitamos que un hombre nos explique, que podemos vestirnos como queramos, y desvestirnos con quien nos plazca; ya nos dimos cuenta, así que agárrense, porque se acabaron las cabezas agachadas.

El espectáculo termina en la calle, con intérpretes y público, bailando y gritando al unísono “¡Fora Temer!”, conmoviendo corazones y encendiendo conciencias, iluminándonos el camino, que ya estábamos siguiendo, pero que a veces se desdibuja, y estos momentos de sororidad y amor, dejan marcados nuestros pasos en la arena, para que ni una más se pierda en la misoginia y el machismo.

En tiempos de desaparición, duelo, gritos silenciados, muerte, dolor inconsolable y aparentemente interminable, es imprescindible sentir a las otras gritando a un lado, muy cerca, porque nos duele lo mismo, y no importa lo que cueste, lo vamos a cambiar.

manya

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