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Todos Somos Brian

Críticas

Todos somos Braian. Crítica de Mónica Muro.

por Aplaudir de Pie 4 diciembre, 2020

“En mi luna tampoco hay escuelas” dice Braian mientras flota en su paraíso lunar; allá no hay peligro de ser exterminado, en ese sitio él puede bailar y hablar sin titubear, pero a veces también se siente solo. De golpe, la gravedad lo trae devuelta a la Tierra, a ese salón de clases repleto de adolescentes, uniformes grises y risas tontas. En ese mismo universo también existe Jocelyn, otra roca con luz deslumbrante que se aproxima rápidamente al paraíso lunar, ella con sus tenis que parecen asteroides y estrellas, patea la soledad con una ligera sonrisa, le toma por sorpresa; no hay tiempo en el espacio que le alcance a Braian para maniobrar un perfecto aterrizaje a la fiesta que fue invitado: los quince años de Jocelyn.

Los asteroides son pequeños objetos de formas rocosas e irregulares que giran por el Universo; hay miles, son de distintos tamaños y superficies; ninguno es igual. Nueve cuerpos orbitan en el escenario como un cinturón de asteroides, cada uno con una fuerza, masa y velocidad distinta; viajan a la luna y atraviesan la atmósfera de regreso a la Tierra para descender en el escenario en el momento preciso que Braian necesite articular ante lo desconocido, un agujero negro que lo atrae y del que ya no puede alejarse, un agujero negro llamado: el primer amor.

El espacio se percibe oscuro como la sala de un teatro; un cielo nocturno en el que hay gases que forman nubes que fungen como un velo que tapa la luz de la vía láctea. Encuentro al universo como un lugar donde la iluminación depende, en parte, de las estrellas, de pequeños reflectores que emanan luces de colores apuntando a un escenario para convertir cuatro paredes en una galaxia. Los gases componen un vacío negro para el ojo humano; no hay color, como en el uniforme de todos y todas las que han sido Braian en ficción o en un espacio-tiempo de la vida; la ropa gris a simple vista, pero que con un telescopio se alcanzaría a ver los reflejos de arcoíris de colores en cada movimiento y un gorro como velo, para evitar que la luminosidad se salga al hablar.

La luz de las estrellas es finita; no te das cuenta cuando se va apagando porque ya ha pasado mucho tiempo, dejas de prestarle atención porque después de todo, sobre tu cabeza, el cielo sigue repleto de ellas. Braian se siente desolado: sin brillo, sin sol. Si la estrella más cercana a la Tierra desapareciera, nos quedaríamos a oscuras; los océanos empezarían a congelarse, aunque el proceso sería lento y caótico, sentiríamos el miedo a la nada; el planeta perdería la fuerza gravitacional y nos desplazaríamos por todo el espacio con probabilidad de caer en un agujero negro.

 

Un agujero negro no es un agujero, es la concentración de una gran cantidad de materia en un mismo lugar; tampoco es oscuro, pero la fuerza gravitacional es tan fuerte que la luz no puede escapar de ahí. En el espacio las cosas no son lo que parecen; en los sueños tampoco, a veces se convierten en pesadillas en forma de chocolate derretido entre las manos, y otras, la pesadilla es una realidad con un punto de no retorno: la adultez.

 

 

Cuando la infancia y la adolescencia se apartan de nuestro radar, podemos pensar que es muy chistoso que Braian esté aterrado por bailar con Jocelyn, que su sueño en el que su pantalón se rompe fue sólo un sueño, que un adolescente agrediéndole es pasajero y que “es parte de crecer”; que sus miedos y preocupaciones nunca serían peor que la extinción del Sol.

Cuando observamos las estrellas es como viajar en el tiempo sin moverte de lugar; el brillo que reflejan en el preciso momento en que las ves, ya se ha extinguido; Vemos un pasado que resulta conocido porque ya le hemos visto antes. Ver una estrella es transportarse a la primera vez que te enamoraste, que sentiste miedo por caer en un vacío, cuando notaste que tu voz merecía ser escuchada o la primera vez que bailaste en el centro de la pista. Hannia, Ailyn, Diego, Ulises, Jesús, Angie, Mariana, Claudia, y César suben al escenario a representar su ahora, una historia que expresa sus propias inquietudes.

Hemos construido nuestra idea del universo por medio de la ficción y suponemos, como adultas y adultos, que conocemos cómo se comporta la juventud por el simple hecho de haberlo sido; a años luz de la adolescencia y después de varios primeros amores, seguiremos pensando que recordamos cómo se sintió tener 13 años, nos identificamos porque, en efecto, todos fuimos Braian, no deberíamos forzarnos a traer puesto un traje espacial que ya está desgastado, podríamos conservar el casco para no olvidar que flotamos alguna vez. Aportar desde la perspectiva que nos corresponde desintegrando las licencias del adultplaining que parecen no tener fecha de expiración. Impulsar el ascenso de nuevas naves; Maribel Carrasco en conjunto de una tripulación de Pequeños Creadores Teatro despegaron abriendo la posibilidad de sumar a las y los jóvenes a atreverse a escribir sus propias historias.

 

Mónica Muro
Espectadora y divulgadora de artes y cultura

 

 

 

 

Críticas

Todes somos Braian. Una crítica teatral.

por Aplaudir de Pie 16 octubre, 2020

Tenemos agrietada nuestra identidad. Tú, no eres une. Yo, no soy une. Somos muches. Contenemos dentro de nosotres, muches yo’s, un universo inmenso de personalidades. Somos seres que continuamente afrontamos una lucha interna entre lo que queremos ser, y lo que no queremos ser. Entre lo que está bien y lo que está mal.

 

Dice el poeta Walt Withman en su “Canto a sí mismo”:

 

Soy inmenso… y contengo multitudes.

 

Contenedores de realidad

Braian me habla con esa multiplicidad, desde lo que no se atreve a decirse, pero que está latente. Una ventana en la que se asoma la oscuridad del arte, esa que conmociona, que mueve, que cuestiona la posición en la que te encuentras o en la que te encontraste alguna vez. Desnudando y des-nudando la maraña de pensamientos que me habitan dentro.

 

Nietzsche en “Así Habló Zaratustra” nos dice:

 

Yo soy un campo de batalla.

 

Es precisamente ese campo creado por el equipo de Pequeños Creadores Teatro, junto a sus directoras, que logran que los y las jóvenes actrices y actores expresen en el escenario un campo de batalla. Donde suceden cambios y luchas internas. Les chiques se relacionan con sus compañeres, con algunos tropiezos en el texto, error que se convierte en virtud, porque les adolescentes tropiezan al accionar y al hablar, ya que es en esa época de cambios donde el cuerpo crece y las dimensiones con las que nos relacionamos se vuelven un obstáculo, un campo de batalla, con el propio cuerpo y las emociones desproporcionadas.

Nuestras contradicciones

Duele crecer; ¿Cómo expreso lo que me angustia? ¿Qué palabra ponerle a todo esto que siento? ¿Por qué nadie me entiende?

 

Paraísos lunares, la nada, el primer amor y los revoltijos en el estómago. Cambios constantes. Oposiciones.

 

Ecos

En el campo de batalla y la multiplicidad podemos mirar al otre. En esa grieta donde vemos la historia de Braian impregnarse en el espacio y en el tiempo. Sin miramientos binarios. Sino múltiples. Ecos en los centros que se rizan en los pensamientos haciendo un rimero, un arsenal de voces.

 

Maribel Carrasco, la dramaturga, que junto a estos pequeños creadores  que hablan desde sus inquietudes, sus experiencias y sus miedos, sintetiza el espectáculo en una lluvia de metáforas:

 

Siento el corazón como un paraguas roto en medio de la lluvia.

 

En mí hay un cúmulo de ideas y emociones discurriendo unas contra otras.

Así también pasa con Braian y con sus múltiples contradicciones, anhelos, deseos y decepciones.

 

Es una fiesta

Una referencia que me interesa resaltar son los tenis de los chicos y las chicas, una decisión estética que abona a la narrativa escénica  unidad y detona al espectador y la espectadora un signo donde todas las voces son la misma voz.

 

En el escenario.

 

Todos el mundo esta ahí.

 

La luz cambia a magenta.

La música empieza a sonar:

 

Punchis

punchis

Punchis

pero en mi cabeza no hay más que pulsaciones y una sensación de anti—

 

-gravedad que envuelve mi cuerpo y mi voz chistosa.

 

Todo pasa ante mis ojos en cámara lenta

como en las caricaturas

 

hace que mis brazos floten

 

y mis pies encerrados en mis tenis pesados

cierro los ojos

 

los abro

 

y

estoy allí

en medio de todo

de todos.

Ya no tengo miedo.

Soy libre.

Soy yo.

Braian.

 

Facetas

Dentro de mí, hay facetas de mí que están en pugna entre sí todo el tiempo. Somos contradicción. La grieta binaria es falsa.

Lo binario es un instrumento del poder donde se destruye la identidad y el pensamiento. Rompamos con todo ese Neo individualismo post egocéntrico, donde solo miramos nuestro propio ombligo. No somos el centro de la galaxia, donde el otre no existe.

 

¿Acaso queremos ser seres de una sola voz, negando nuestras batallas internas? ¿Negando que somos seres múltiples? ¿Acaso todos somos como braian? ¿Qué somos? ¿Somos la imposibilidad?

 

Finitud

Asumir nuestro estado de finitud tiene que ver con qué estamos conformados por una carencia. Somos una multiplicidad que delinea nuestra forma de vivir. Somos contradicción. Y me cago en el New Age y sus pendejadas de que la “armonía es une misme” y “la armonía social”. No. Somos conflicto y estamos permanentemente en un campo de batalla. Todes somos Braian porque la línea binaria está rota. Porque estamos rotos. El cambio no está en ti misme. Está en el otre. Somos, porque siempre hay un otre.

 

El teatro y su zoombra

Pienso y el teatro también es contradicción, porque cambia constantemente. Hacer teatro es poner el cuerpo y el aura, o la pantalla. El teatro es ese acercamiento, aunque algunes sigan pensándolo binariamente, aunque quieran seguir convirtiendo su corazón roto en arte o quieran salvar el presente con una zoomobra. El teatro cambia aconteciendo y en su devenir se contradice.

 

Una nueva fuerza vital

Estamos ante una nueva realidad, un nuevo realismo, un nuevo tiempo, un nuevo espacio, un nuevo ephemeralpresent. Necesitamos desarticular ese realismo arrítmico de historias recicladas y “vanguardistas”. Diseccionar los elementos necesarios para un mayor perspectiva. Un teatro sin neutralidad. Sin fronteras. Sin miramientos binarios.

 

Y aquí acabo

Perdón que me contradiga, soy inmenso y contengo multitudes

 

Alain Villeneuve Actor, creador y espectador crítico del acontecimiento escénico

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