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Teatralízate

Críticas

ESTADO VEGETAL como desobediencia estacional. Crítica de Andrea Biestro.

por Aplaudir de Pie 15 mayo, 2021

INTRODUCCIÓN 

Mucho se ha hablado del carácter post-antropocéntrico de las obras de Manuela Infante y de su constante exploración de un lenguaje dramatúrgico no convencional. Esta suerte de desobediencia al teatro tradicional fue la inspiración para el siguiente texto realizado dentro del taller de crítica teatral de Zavel Castro y Teatralízate.

 

PRIMAVERA (desobediencia femenina)

 

ADÁN:  … y no lo olvides: tú te llamas Eva. Repítelo: Eva.

EVA: ¿Por qué?

ADÁN (Confundido y, naturalmente, airado.): ¿Cómo que por qué? Esas preguntas no las hace una mujer decente. Obedece y ya.

EVA: No veo la razón

 Castellanos, Rosario (1986, p. 75)

 

El jardín del edén que propone Rosario Castellanos en su obra El eterno femenino tiene a una Eva que se rebela ante la exigencia de Adán por etiquetarla. No solamente desobedece en la misma manera en que lo ha hecho a lo largo de todos los relatos y representaciones bíblicas (comiendo del fruto prohibido), sino que desde  sus primeros diálogos, se rehúsa a ser parte de un juego patriarcal que ella puede ver por lo que es: un convenio que a ella la pondrá siempre en una posición de sumisión. Y como si del jardín del edén se tratara, Eva es el nombre de uno de los personajes de ESTADO VEGETAL (dramaturgia de Manuela Infante y Marcela Salinas). Ella es presentada por primera vez en la obra en voz de un personaje masculino:

 

RAÚL: Participativa la señora, ¡pero pucha que es insistente!

 

Al igual que la Eva de El eterno femenino, incomoda con sus opiniones, con sus preguntas. No importa si su insistencia para podar un enorme árbol cuenta con argumentos válidos, a ella se le clasifica como la típica espina de un rosal. Lo mismo sucede con el personaje de María Soledad  (presentada también por Raúl:  …tiene algún tipo de “capacidad diferente” si se quiere decir de un modo más contemporáneo), una mujer con algún tipo de discapacidad intelectual quien, al subirse al árbol y negarse a descender de él, impide que los empleados del municipio lleven a cabo su trabajo. A los ojos de los demás, ambas son pequeñas piedras en los zapatos. Flores que sirven de adorno, cuya presencia es apreciada mientras llenen el ambiente con su aroma, mas nunca con su voz. La desobediencia de ambas mujeres está sembrada en su hablar constante, y en hacerlo a través de su muy particular manera de enunciar cada palabra. La actriz Marcela Salinas crea para cada personaje un tono de voz específico, diferenciado además por modulaciones en velocidad, volumen, acentos, y variaciones en la pronunciación. Pensando en Gilles Deleuze y sus nociones de lenguas mayores y menores[1], podría decirse que estamos ante una insubordinación polifónica que rompe con el discurso teatral tradicional, lo que dota de frescura y ligereza a las escenas iniciales. Dentro de un escenario austero, dominado por tonos neutros, los colores que crea Salinas al hablar se asemejan a las flores de las jacarandas que pintan de vivos violáceos sus ramas antes vacías. Una primavera en todo su esplendor.

Fotografía: Migue Lecaros

 

VERANO (desobediencia originaria)

 

El número de indígenas por tribu tiene serias repercusiones para la defensa del territorio y acceso a derechos. En este contexto, puedo comprender que la vida amorosa de una mujer indígena canadiense, algo tan íntimo y personal, esté atravesada por la manera en la que el Estado sanciona lo que es indígena y lo que no lo es. La mujer del blog hablaba del deseo que ella tenía de tener descendencia que fuera reconocida como indígena, 100% indígena, de ser posible, de manera que su comunidad pudiera contar con la población suficiente para acceder a determinados derechos.

 

Gil, Yásnaya Elena. (2019, p. 33)

 

La desobediencia en ESTADO VEGETAL no está limitada a las mujeres. En una escena que parecería hecha para evocar la nostalgia de las abuelas cuidando las plantas de sus hogares, la historia comienza a tomar otros matices: seres no humanos que se apoderan de un cuerpo, de un espacio, de un planeta. Una rebelión de quienes estaban ahí antes de que aparecieran los humanos, reclamando lo que les pertenece.

 

RAÚL:  Claro, oiga, el árbol estaba ahí desde antes que se instalara el alumbrado público. Incluso yo me atrevería a decir que todas las personas que estamos viviendo acá en la comunidad vinimos… digamos, después del árbol.

EVA: Y esta casa te juro que te lo doy firmado, era, es que era… era.. ¡una selva! Se la habían comido las plantas. (…) cuando se acabe el ser humano de la faz de la selva, las plantas se van a demorar tres meses en cubrirlo todo. El planeta va a ser como una pura bola verde.

NORA: Pero, ¿por qué tú vas a querer que yo destroce el piso de mi casa?! ¿Cómo que no es mi casa?! ¿Cómo que ustedes estaban aquí antes que yo?!

JOSELINO: Me acuerdo patente que yo pensé que las plantas como que se hubieran rebela’o contra los maceteros. (…) Ese día la iñora me dijo con la voz así como un hilito: “Joselino, dicen que quieren recuperar el territorio”.

 

La planta “domesticada” dentro de un macetero, queriendo recuperar el territorio no es muy diferente de la mujer indígena canadiense de la que habla A. Gil. La analogía que se plantea es que ambas eran dueñas de una tierra que les fue usurpada por los colonizadores. Oprimidas en su propio hogar, en su lugar de origen, su lugar ancestral. Obligadas a vivir bajo las reglas del invasor: la planta confinada a una maceta, la mujer expuesta a “la vulnerabilidad de responder a los rasgos del Estado que te valida como suficientemente indígena.” (ibid. p. 36) A. Gil hace hincapié en que en México esta validación se da a través de la lengua y no como en Canadá, donde se usan cuotas de sangre. Es curioso que una lengua catalogada como indígena sea la herramienta que el Estado utiliza tanto para discriminar (la educación pública lleva décadas dando más valor a la enseñanza en español y a los recursos didácticos disponibles para profesores que lo hablen) como para definir los apoyos que pueden recibir las comunidades. Las palabras en lenguas originarias como desobediencia ante el autoritarismo colonizador, cubriendo el país cual suave y fértil césped que siempre logra renacer de entre la tierra.

 

En ESTADO VEGETAL, las palabras inundan el espacio como follaje tupido que cubre las ramas. De los personajes de Don Raúl y Eva florece una  verborrea por momentos ininteligible, que los dota de toques humorísticos sin sacrificar el entendimiento de sus discursos. La analogía humano-planta cobra más fuerza, fruto del uso de figuras retóricas dentro de los diálogos de los personajes (“Nunca echó raíces”, “Se va por las ramas”). La misma voz de la actriz es replicada como un espeso bosque gracias al diseño de sonido y a la tecnología de live loops que ella misma graba y echa a andar. Y como las hojas que se reproducen en una misma rama, existen en la obra parlamentos que repiten diferentes personajes en distintos tiempos de la narrativa. Un verano que poco a poco va pintando de verde el escenario a través de la iluminación y de las plantas que van agregándose conforme avanza la obra.

Fotografía: Maida Carvallo

 

OTOÑO (desobediencia existencial)

 

Algunos de los nuestros son ahora exactamente como árboles, y se necesita mucho para despertarlos; y hablan sólo en susurros.  Pero otros son de miembros flexibles, y muchos pueden hablarme.  Fueron los Elfos quienes empezaron, por supuesto, despertando árboles y enseñándoles a hablar y aprendiendo el lenguaje de los árboles.  Siempre quisieron hablarle a todo, los viejos Elfos.  Pero luego sobrevino la Gran Oscuridad y se alejaron cruzando el Mar, o se escondieron en valles lejanos e inventaron canciones acerca de unos días que ya nunca volverán.

Tolkien, J.R.R. (2003, p. 502)

 

En la oscuridad del teatro se oye el crujir de ramas y hojas secas abrasadas por el fuego. El viento silba. Al tiempo que el escenario se ilumina de rojo, comienzan los primeros acordes del Adagio de Albinoni, de Giazotto. De entre el humo, va vislumbrándose la figura de Manuel, el motociclista. Lleva su traje de bombero, con casco y guantes. Observa el incendio. Se abre paso entre un bosque de micrófonos en pedestales. Nuevamente su mirada recorre el espectáculo de la destrucción y, abatido, se desploma en medio de los árboles. Solloza suavemente:

 

MANUEL: Lo siento. Lo siento, lo siento. Válgame Dios, cuanto lo siento. Son tercas las veces que intento conformarme con esto.

 

La música fondea sus palabras mientras la luz va expandiéndose del centro del escenario hacia los bordes, enrojeciéndolo todo. Arrastrándose por el suelo, Manuel se reconoce criatura animal ante las criaturas vegetales. Un arco de lámparas enmarca la escena, cual ramas colgantes de un sauce. Como las hojas que se desprenden del tallo para permitir que el tronco y las raíces conserven reservas de nutrientes, Manuel quiere desprenderse del reino animal para dejarle libre el camino al reino vegetal. Se dirige con camaradería a las plantas, como quien entra a un grupo por vez primera y desea aprender las reglas del juego. Se asemeja a los elfos de Tolkien, despertando árboles y aprendiendo su lenguaje.

 

MANUEL: Abran para mí su químico recitar. Instrúyanme para hablar en combinaciones de bromo y agua y no en agudos y bajos. Quiero usar significantes que tienen sabor a yodo.

Su entusiasmo por esta idea es palpable en sus movimientos y en lo atropellado de sus palabras. Sin embargo, la duda de su condición humana lo hace colapsar.

MANUEL: Soy el último animal. Sentado en la última catástrofe

 

¿Qué Gran Oscuridad hizo que Manuel anhele alejarse del reino animal? ¿Acaso la humareda que provoca un bosque en llamas? Manuel el motociclista, el bombero, el que desde niño no se estaba quieto, el que siempre buscaba velocidad en el movimiento, el  que nunca tenía tiempo. ¿Cómo desobedecer al status quo si no es a través de renegar de la propia existencia, de lo que biológicamente significa ser humano? Manuel apela a todo: a Zeus, a Dios, a la razón… El abandono existencial de quien no encuentra motivos para seguir por el mismo camino es hermano de la impotencia de quienes quieren trazar nuevos caminos para seguir existiendo. Las mujeres en México han intentado todos los caminos posibles para sobrevivir a la violencia que acaba con la vida de 11 mujeres al día. Es como un infierno sin llamas, que va sitiando todos los lugares que antes parecían seguros.

 

MANUEL: Este bosque era el infierno, señores, aun antes de las llamas.

 

¿Habrá que quemarlo todo para ser escuchadas? ¿Hasta dónde debe llegar la desobediencia para que cambie el rumbo de este destino que está mermando el bosque femenino? ¿Habrá que marcharse todas al unísono a mejores tierras? Tal vez entonces, como en El Señor de los Anillos, los demás habitantes prestarían atención a la existencia de las mujeres.

Durante muchos años mantuvimos la costumbre de salir del bosque de cuando en cuando y buscar a las Ents-mujeres, caminando de aquí para allá y llamándolas por aquellos hermosos nombres que ellas tenían.  Pero el tiempo fue pasando y salíamos y nos alejábamos cada vez menos.  Y ahora las Ents-mujeres son sólo un recuerdo para nosotros, y nuestras barbas son largas y grises. (ibid. p. 510)

 

 

 

INVIERNO (desobediencia motriz)

 

No me puedo mover                        

                                     No me puedo mover

                             No me puedo mover

 

              

Sentado en la última catástrofe.

                                                    La desolación

como un árbol desnudo

despojado de su abrigo

El abandono

sutil pero certero

                                               Lo siento. Lo siento.

Válgame Dios cuanto lo siento.

                               Son tercas las veces 

                que intento conformarme con esto.

de la vida cotidiana

de la vida conocida

Me ultrajan las veces en las que abro los ojos

                y ante mí se presenta este paisaje.

 

                                                                                                                                                                                           

Desaprender

Regresar al inicio

Borrar la memoria

Escudriñar cada minuto

que antecedió al evento

                               ¡Está luchando!

¡Está luchando por su vida!

 

al trauma

a la tragedia

Toda madre nunca quiere que un hijo

                se compre una moto.

 

               

Aprender a cargar

a otro ser humano

a otro

Pareciera tener una especie de

                                               discapacidad mental

                               o “capacidad diferente”

       si se quiere decir

                de un modo más contemporáneo,                                                               más actual.

 

que no es el que era

el que fue

 

Otro

que ahora es árbol

Cargar un árbol sobre la espalda

                               ¿Dónde tienen el corazón?

Y ¿Dónde tienen el cerebro?

 

Enrebozado

                                                                                                                                                                                           

Cargarlo en soledad

Porque nadie está más solo

más sola

                En ese momento, en la oscuridad,

cambiaron a mi hijo de reino.

 

que la madre de un árbol

 

¿Cómo echar raíces

cuando se es humana?

¿Cómo anclarse a la tierra?

¿Cómo sostenerse en pie

Mientras más quieto está algo,

                                               más sobrevive.

 

cuando el viento insiste

en derribar

mujer

                ¿Y qué hago yo con un hijo en estado vegetal?

¿Qué hago?

                               Porque no se puede mover                                                                            no se puede mover.

 

rebozo

árbol?

 

Porque no se puede mover,

no se puede mover

 

Andrea Biestro, Madre, actriz, lectora.

 

                                                                                                                                                                                          

BIBLIOGRAFÍA

 

Gil, Y.E. (2019). “La sangre, la lengua y el apellido. Mujeres indígenas y estados nacionales” en Tsunami, G. Jáuregui. Ciudad de México: Editorial Sexto Piso.

Castellanos, R. (1986). El eterno femenino. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica

Deleuze, G. (2003). “Un manifiesto menos” en Superposiciones, H. Tahan. Buenos Aires: Ediciones Artes del Sur.

Tolkien, J.R.R. (2002). El Señor de los Anillos. Barcelona:Ediciones Minotauro

[1] “Podríamos definir las lenguas mayores [99] incluso cuando éstas posean poco alcance internacional: serían las lenguas con una fuerte estructura homogénea (standardización), y centradas sobre invariables, constantes o universales, de naturaleza fonológica, sintáctica o semántica.  (…)  Y ya no tenemos elección, debemos definir las lenguas menores como lenguas de variabilidad continua —sea cual sea la dimensión considerada: fonológica, sintáctica, semántica o incluso estilística.” Deleuze (2003, p. 84-85)

Críticas

Entre lengua y lengua: Mexicatas. Crítica de Cristián Cortés.

por Aplaudir de Pie 8 abril, 2021

Dice un refrán: “La lengua y los caballos son fáciles de mover”, ¿sí? Probemos:

 

Erre con erre guitarra, erre con erre barril. Rápido ruedan las ruedas por los rieles del ferrocarril.

 

Cuando cuentes cuentos cuenta cuántos cuentos cuentas para que cuando cuentes cuentos sepas cuántos cuentos cuentas.

 

 

¿Qué tan fácil se movió tu lengua? La gracia de los trabalenguas es el reto que implican. En ocasiones, son un mero entretenimiento; en otras, es un entrenamiento oral. Pero podrían ir a más: imagina qué pasaría si tuvieras que decir uno en un idioma que no fuera el materno. Podría ser uno de estos:

 

Inglés:

Three switched witches watch three Swatch watch switches. Which switched witch watch which Swatch watch switch?

(Tres brujas cambiadas miran los botones de tres relojes Swatch. ¿Cúal bruja cambiada mira los botones de cúal reloj Swatch?)

Náhuatl:

Tlakua, tlakua, tlakuakilotl,

¿tlake kikua tlakuakilotl? Tlakuakilotl kikua kuatlajketl, uelik kikua kuatlajketl tlakuakilotl.

(Traga, traga, el tlacuache,

¿Qué traga el tlacuache? El tlacuache traga fruta, el tlacuache saborea la fruta que traga.)

 

¿Cómo reaccionarían los hablantes nativos de esas lenguas al escucharte? ¿Aplaudirían tu esfuerzo? ¿Se burlarían de los errores? ¿Qué otra respuesta podría ocurrir? ¿Cómo te sentirías al pronunciar correctamente el trabalenguas? No te muerdas la lengua y deja correr tu imaginación. Pregunto porque estos juegos orales vienen a caso por un monólogo que aborda un trabalenguas, situación que da pie para estudiar en torno de los idiomas, la identidad y las dinámicas sociales.

Dicho monólogo pertenece a la obra Mexicatas, de la compañía Cor de maguey (Corazón de maguey) compuesta por ocho actrices mexicanas que viven en Cataluña, España: Merlene Avendaño, Lupe Cano, Esmeralda Elizalde, Ariadna Ferreira, Mónica Mar, Thania Paulinni, Marisol Salcedo y Nadia Zúñiga. La compañía solicitó la dramaturgia a Sergi Belbel y la dirección a Antonio Calvo.

La obra se conforma de doce cuadros, cuya conexión no cuenta una anécdota sino que desarrolla varios aspectos de un tema, en los que las intérpretes manifiestan sus experiencias y añoranzas por medio de conversaciones entre ellas y con el público, canciones, situaciones realistas y absurdas. En la mayoría de los cuadros, el escenario está vacío, hay ocho sillas de diferentes colores y ellas visten de negro, pero eso no las neutraliza: vestidos cortos y largos, pantalones con pata de elefante y rectos, blusas, chaquetas, chamarras con cierres, botas, botines y tenis. El color se encuentra en las coronas de flores en sus cabezas: margaritas, cempasuchil, claveles, rosas, gerberas, pensamientos, hortensias y dalias.

 

Cortesía: Cor de Maguey

 

Esta estética se rompe en el cuadro que se ambienta en la playa. Ellas usan trajes de baño, toallas y accesorios, como cestas y bolsas, lentes de sol, pareos y dispositivos móviles. En el cuadro observamos las diversas situaciones que viven por medio de conversaciones alternadas. En una zona se encuentra Nadia, sola, sentada sobre su maleta aparentando que todo está bien en una llamada con su madre, sus esfuerzos son inútiles: se separó de su pareja y tiene dificultades para encontrar trabajo y casa. En otra zona, Marisol y Ariadna opinan sobre el noviazgo de una amiga y tratan de dilucidar cómo se establecen relaciones amorosas con catalanes, ¿sus reacciones son de reserva o de pedantería? ¿es posible ganarse su confianza? ¿por qué se tardan en coger/follar? ¿qué quieren decir cuando dicen puta? Sus respuestas son tanteos para comprender el espacio y la cultura en la que se encuentran. Entre sus comentarios y reacciones revelan su punto de vista. En aspectos como la seguridad y el transporte se sienten a gusto; pero en otros, como la comida y el trato personal, encuentran más resistencias. Las conversaciones se entremezclan. Al punto que el cúmulo de voces recrean las calles de México. Los sonidos cobran importancia en toda la obra, una muestra son las canciones tradicionales, la máquina de las tortillas y la grabación del que compra fierro viejo. Los sonidos aluden a lo ausente, a lo lejano.

 

Cortesía: Cor de Maguey

 

Y el trabalenguas es el sonido que nos relaciona con lo presente, con lo cercano, pero que no es familiar: el catalán, un idioma ajeno. Al inicio del cuadro, Merlene pronuncia el trabalenguas como si de verdad fuera fácil mover la lengua, los caballos e, incluso, montañas, como si al hablar mantuviera flotando un caracol (el símbolo indígena de la lengua) y se meciera con cadencia suave. Ella dice:

 

Setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat.

(Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado.)

 

Queda claro que ella maneja este juego oral con experiencia, que se ha familiarizado con esos sonidos complicados de pronunciar para un hispanoblante: la e neutra, la e abierta, la s sonora y la j que se asemeja a la pronunciación francesa. Entre digresión y digresión, la intérprete explica su significado y comenta que es un recurso para ser aceptado en la comunidad. Los lugareños te atienden con amabilidad, incluso son capaces de «comerte a besos». Ella llama al trabalenguas “amuleto”, podríamos llamarlo también “pase de acreditación”. Se puede comprobar con las reacciones del público: se escuchan exclamaciones de sorpresa y agrado, como “oh”, “qué bé! (¡qué bien!)” y “¡órale!”. Yo, he de decirlo, pensaba en las ganas de tener esa buena pronunciación para que en los trámites los funcionarios me atendieran con buena cara. De esta manera, el juego de poder se revela: quien puede pronunciar el trabalenguas es aceptado; quien no es blanco de burlas. Suena a una tontería, pero la aceptación de la comunidad local es necesaria para sobrevivir. Así que cualquier recurso es bienvenido.

Para comprender este mecanismo, revisemos primero una oposición entre el castellano y el catalán, un conflicto implícito en el monólogo. El primer idioma ha dominado al segundo por cuestiones políticas. Durante el franquismo se reprimieron todas las lenguas que no fueran el español: el euskera, el gallego, el extremeño y el catalán. A finales de la década de 1980, en Cataluña comenzaron los programas gubernamentales para favorecer el uso del catalán. Merlene comparte su descubrimiento: los catalanoparlantes están resentidos y se desquitan de los hispanohablantes cuando estos no son capaces de pronunciar el trabalenguas. Los tachan de ineptos para los idiomas y cerrados de mente. Merlene equipara a los catalanes como los jueces que menciona el trabalenguas y recrea una imagen de devoradores de hígados, con movimientos grandes y muy marcados adopta posturas bestiales.

 

Y aquí surge una imagen vinculada con la digestión: o te comen a besos o te engullen. Traslademos esta metáfora: un grupo se come al otro, con el fin de deshacerlo, que pierda sus particularidades para que se parezca a los lugareños.

 

Merlene centra la atención en los catalanes, pero al estudiar la dinámica y relacionarlo con el entorno se comprende que es un mecanismo en ambas direcciones. Entonces, ¿dónde queda Merlene? A pesar de pronunciar con fluidez el trabalenguas y de ser atendida con amabilidad, se percibe la tensión de encontrarse entre los dos bandos, de sentir el peligro de ser digerida. De ahí nace la necesidad de pronunciar correctamente el trabalenguas.

 

Cortesía: Cor de Maguey

 

En la suma de los factores, se manifiesta la tensión identitaria. La actriz añora y critica a México; además, resiente la falta de conexión con la comunidad catalana, reconoce el resentimiento y las reservas de las personas locales. Esta escena dialoga con lo que Zygmunt Bauman estudió sobre el multiculturalismo en La cultura en el mundo de la modernidad líquida: en un mundo globalizado, las migraciones se deben a factores económicos y no culturales, ya no hay superioridad de una cultura sobre otra; sin embargo, hay presiones políticas que promueven las barreras. Así que aunque convivan, los grupos tienen condiciones desiguales.

Sobre esta desigualdad, hay reflexiones desde la década de 1960, cuando llegaron campesinos de España a las zonas urbanas de Cataluña. Francesc Candel en Els altres catalans (Los otros catalanes) criticó las burlas entre los grupos, las cuales provocan recelo y alejan a las comunidades cultural y lingüísticamente. Este autor denunciaba que había zonas en que exclusivamente se hablaba catalán o castellano y eran escasos los casos dispuestos a hablar el otro idioma. Candel opinaba que el idioma no lo era todo, pero marcaba diferencia en situaciones de subyugación. Por tal motivo, prefería poner el idioma en favor de las ideas.

Para completar el panorama, consideremos un caso opuesto, de un catalán inmerso en un espacio hispanohablante: la novela L’ombra de l’atzavara (La sombra del maguey), de Pere Calders, autor catalán que vivió exiliado en México entre 1939 y 1963. El personaje central nombra a su hijo Jordi (con la j semejante a la francesa) y resiente que sus familiares lo pronuncien con la ch fuerte del centro de México, Chordi. Él los corrige, pero ellos no notan la diferencia. A partir de este detalle, la distancia entre los familiares se agranda. En este caso, se evidencia la resistencia del catalán exiliado a asimilar la cultura local, la mexicana. Para el protagonista, defender sus raíces culturales es más importante.

Y ante estos dilemas se encuentra Merlene con un trabalenguas que representa la clave para integrarse (con el riesgo de borrarse) o para ser objeto de exotización —algunos conocidos y yo hemos escuchado el bienintencionado: “hablas muy bien catalán para ser de fuera”—. ¿Qué marca la diferencia? ¿Qué está en sus manos? ¿Qué está en manos del grupo? No son preguntas triviales si tenemos en cuenta que estas dinámicas identitarias con el idioma no ocurren únicamente entre migrantes de país a país, sino de población en población, incluso en espacios de trabajo y familiares. Se marcan diferencias al pronunciar y escuchar expresiones como el calor/la calor, trajiste/trajistes, quesadilla/doblada, entre otras. Se requiere una actitud crítica ante nuestras expresiones para evitar las burlas y fomentar la comprensión entre lengua e identidad.

 

Así que este monólogo representa no únicamente a una mujer que está experimentando un proceso de migración y adaptación, sino que pone en cuestionamiento mecanismos lingüísticos que se suelen obviar o se consideran inamovibles. ¿Cómo afectan a nuestra identidad y a nuestra relación con los otros?

 

En un sentido global Mexicatas propone una solución desde su forma de representación, en la que se difuminan las nociones de testimonio y ficción, de realismo y absurdo; por ejemplo, en un momento dos actrices discuten a quién corresponde una anécdota: ¿a la que lo relata o a la que lo recuerda? De esta manera, las intérpretes y el autor rompen dicotonomías. Erika Fischer-Lichte expone en Estética de lo performativo cómo una frontera se transforma en umbral en una realización escénica. La frontera separa, excluye un ámbito o un concepto de otro, aunque la línea divisoria sea borrosa o movible. Se es mexicana o catalana. Esta obra al mostrar espacios de transición y al construir una visión en que dos conceptos pueden convivir, se puede crear el término mexicata, una identidad en que se mezclan ambas culturas. Se es mitad mexicana y mitad catalana.

Esta propuesta da la impresión que se pueden superar las barreras, las desigualdades y la violencia de un proceso de migración. No obstante, comporta un problema discursivo. Llamarse mexicata sostiene una ilusión de que se puede construir una identidad fija, sin tensiones y susceptible de validación en ambos lugares y culturas. La existencia de la frontera se constata con las angustias, la nostalgia y la inadaptación que viven las artistas. Fischer-Lichte aclara que cruzar una frontera se experimenta como una transgresión, algo peligroso, angustiante o heroico. Se requieren pasaportes y permisos de salida para cruzar la frontera. Hasta aquí el trabalenguas se sigue observando al trabalenguas como “pase de acreditación”.

Sin embargo, en el monólogo, atisbamos otra alternativa a una relación identidad-lengua, que no está desarrolada del todo ni a profundidad en la obra, pero que sí resulta significativa. Como la realización en escena, el lenguaje sirve también para representar el mundo. Por tal motivo, traspolamos al lenguaje la posibilidad de convertir las fronteras en umbrales. Como remate de la escena, Merlene dice en zapoteco: “Nirú zasaalu’ guirá’ shisha neza guidxilayú ti ganda guidxelu’ lii”, que significa “Primero recorrerás todos los caminos de este mundo antes de encontrarte a ti mismo”. Desde la perspectiva fronteriza, esta frase le sirve a la intérprete para demostrar que hay idiomas más complicados que el del trabalenguas y que estos están relacionados con la diversidad cultural de México. Pero si consideramos que este cuadro es un umbral, reconocemos que con esta frase ella demuestra que hay habilidades comunicativas que trascienden el juego de poder planteado por el trabalenguas: la capacidad de aprender otros idiomas, su capacidad de observación y de adaptación. Incluso resulta significativo que esta expresión no sea un trabalenguas. No es un reto. Más bien es un refrán, un enunciado que comunica conocimiento. Ahora sí, podemos entender la frase como un “amuleto”, noción que remite al ámbito mágico con el que Fischer-Lichte identifica al umbral, un espacio en el que es posible la transformación.

De esta manera, se podría generar una identidad dinámica, capaz de reconocer la trayectoría personal, ser consciente del bagaje cultural, cuestionar el entorno y manifestar la esencia. Ahora bien, ¿cómo construir esta identidad dinámica en el día a día? Esta respuesta aún no llega a la punta de la lengua.

 

Cristián Cortés,
Editor, librero e investigador teatral.

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