Lo que no te mata te hace más… ¿fuerte? ¿o cruel? ¿Buscar justicia a mano propia es justo?, Piel marcada, de Lucía Steimberg, dirigida por Alejandra Marino, nos invita a pensar en esto sin juzgarlo, usando como medio a la protagonista, Elena, una mujer joven que está viviendo las consecuencias de un pasado tortuoso, y lleno de soledad y silencio.
Lucía Steimberg, que es la autora y a la vez interpreta a la protagonista, ofrece un texto muy digerible que, conjugado con su honesta y bien lograda actuación, al menos a mí, me hizo mantener la atención en la historia en cada momento; y la dirección de Alejandra Marino, limpia y minimalista, junto con el maravilloso uso de la iluminación, crean un ambiente íntimo que genera empatía con el personaje, es como estar a solas con ella, mientras te cuenta un tortuoso secreto, del cual ahora somos cómplices, y que además no dudas ni por un instante que haya hecho lo correcto.
Elena nos cuenta, de manera sincera y bajo una luz tenue, sus gustos y aficiones más íntimas, que le gusta leer los horóscopos y ha decidido autoimponerse los signos zodiacales que van de acuerdo a sus gustos, que le encantan las empanadas de arroz que venden cerca de su casa, y que el color rojo es su favorito, también nos cuenta sus secretos, que es la menor de sus hermanas, que su madre le compró de niña un corpiño con un pato y que soñaba con llenarlo algún día, y que fue abusada sexualmente por alguien muy cercano a los diez años de edad, probablemente menos, ya que la actriz nos hace guiños que se interpretan como que ocurrió cuando ella era más pequeña; no nos habla de violencia agresiva como tal, lo cual me parece que hace mucho más fuerte la situación, no sólo su cuerpo fue violentado, también fue engañada y traicionada, el sexo es algo que nos causa morbo y curiosidad desde que somos niñxs, incluso podemos llegar a fantasear con cuestiones relacionadas al respecto, pero el que un adulto, sea hombre o mujer, lo haga con un niñx, será siempre un abuso, use la fuerza, o el engaño, o ambas, y las consecuencias siempre serán devastadoras.
Mientras tanto, una mujer con un vestido negro está sentada en el fondo del escenario, (Alejandra Marino, la directora), sirviendo de una especie de protectora o de conciencia que ayuda a Elena con los cambios de vestuario y a sobrellevar los momentos difíciles, también hace guiños al público sobre lo que Elena cuenta.
Y poco a poco vamos viendo las consecuencias y repercusiones que ha tenido la vida sobre Elena, no sólo el abuso, todo, al final somos un conjunto de genética, vivencias y decisiones, y algo muy acertado del texto es que en ningún momento se victimiza o culpa al abuso de las acciones que decide llevar a cabo, y volvemos a los cuestionamientos iniciales, lo que no te mata ¿qué te hace? Nos da fuerza, pero también nos da “callo”, sabemos qué hacer a la siguiente para que no nos afecte de la manera que lo hizo en el pasado, o simplemente aprendemos a evitar que pase, pero, una vez pasado el susto, nos genera algo en el pecho, algo doloroso que se traduce en culpa, odio, tristeza, y que fácilmente puede evolucionar en un profundo deseo de venganza.
Elena creció confundida, como todxs nosotrxs, pero diferente, hizo una mezcla con el amor y el odio, del dolor con el placer, y se volvió autodestructiva, como todxs nosotrxs, pero diferente. ¿Qué podemos hacer para atenuar un dolor que no nos deja vivir? ¿Cómo nos quitamos la insoportable comezón de las heridas que nunca sanan en el alma? ¿Hay que aprender a vivir con eso?
Se aplaude la actuación de Lucía Steimberg, que interpreta muy acertadamente su texto, que, si bien es entretenido y cautivador, es bastante literario, pero ella nos introduce en una convención en la que obviamos la estructura de texto escrito, y nos convence de que es la primera vez que nos lo cuenta, que todo está fluyendo instintivamente de su mente en ese momento, por lo que atrapa y genera una gran empatía.
La dirección y la iluminación, simples pero concretas, nos introducen en un universo oscuro y húmedo, que da la sensación de estar dentro de la cabeza de Elena. Es una propuesta arriesgada, sincera y llena de metáforas, que nos deja cuestionándonos un largo rato, con el corazón movido y la mente alerta, todxs estamos a un hecho traumático de convertirnos en Elena.

Manya Loría. Dramaturga, directora de teatro y actriz