Una reescritura del imaginario femenino de Shakespeare desde el cabaret mexicano
Los autores clásicos de literatura dramática siempre han significado un gran reto para ser llevados a escena en cada nuevo presente. Las razones son muchas como la idealización que se hace sobre su figura, deificándolos y haciendo sus palabras intocables como si su escritura se tratara de textos sagrados. En muchos casos esta relación con los autores clásicos da como resultado escenificaciones antropológicas en donde podemos apreciar una especie de puestas en escena fidedignamente históricas pero que no generan interés en el presente, ni vínculo con los espectadores. Directores que toman este tipo de decisiones apelan a la universalidad del Hombre. Como si eso existiera y como si el Hombre no hubiera ido cambiando a lo largo del tiempo como afirmó Erwin Piscator. Decir que la humanidad es la misma es omitir la historia mundial que sigue avanzando y transformando cada vez el concepto de lo que ser humano significa. (Piscator, 1976). Un ejemplo basta para cuestionar la supuesta universalidad del Hombre, en principio ¿a qué hombre se refieren? porque los afrodescendientes son considerados humanos, personas con todos los derechos ciudadanos desde hace ni si quiera más de cien años. Incluso cuando se habla de la universalidad del Hombre podría hacerse un cuestionamiento sobre si en ese concepto están incluidas las mujeres, pues hasta hoy se debate si realmente puede esta palabra seguir englobando a todas las personas del mundo. Creo que esta discusión es política y no lingüística, pero ese no es el punto de este escrito.
La idea de lo que es ser humano cambia constantemente pero aún hay quienes idealizan los textos clásicos argumentando que tal como fueron escritos pueden hablar de la condición humana hoy, que poseen alcances eternos, pero lo pongo en duda, considero que hay que reestructurarlos y discutirlos, de lo contrario podrán ser historias interesantes pero jamás serán teatro, entendiendo este último como un acontecimiento en tiempo presente que nos hace repensar nuestro tiempo y no como meramente la representación de otro tiempo ajeno, lo cual se acercaría más a la experiencia de un museo tradicional.
Por ese motivo mi entusiasmo es mayúsculo cuando los artistas toman a los autores clásicos y construyen discursos propios. Los puristas dirán “¡Eso no es Shakespeare!” Pero ¿qué valor tiene para el teatro hacer las obras una y otra vez de la misma forma que ya fueron hechas tantas veces? Cambiando en muchos casos solamente los vestuarios y las propuestas de escenificación. Eso no es actualizar los clásicos. Y ya tampoco es Shakespeare, porque este autor como teatro ya murió, sus dramaturgias son potencialmente teatro, pero no son teatro. Ni si quiera a Peter Brook se le perdonó cambiar el final de La tempestad, llamándola, Harold Bloom, “atroz versión” en su análisis donde explica que La tempestad es una de las obras peor interpretadas. (Bloom, 2008). Como si sólo existiera un criterio de interpretación. Habría que recordar que reescribir los mitos es una de las formas de trabajar en el teatro desde tiempos de los griegos y hoy podríamos atrevernos a decir que los textos clásicos, como los de Shakespeare han devenido en mito con el paso de los siglos.
En la Ciudad de México hay una obra que se caracteriza por reconfigurar piezas icónicas de Shakespeare, mediante la reescritura de los personajes femeninos para repensar el concepto de ser hombre y ser mujer en la actualidad atravesándolo con una mirada queer y feminista, a partir de las vivencias personales de su creador y protagonista: The Shakespearean Tour de Mariano Ruiz.
Tomo la visión del concepto queer de David Córdoba García: “Queer es una palabra que en el uso de la lengua inglesa puede referirse tanto a sujetos masculinos como femeninos […] pretende hacer referencia a todo aquello que se aparta de la norma sexual” (Córdoba García, 2005). La norma sexual es la heteronorma, la dicotomía de género, en cambio lo queer es la disidencia sexual, la multiplicidad de géneros, lo LGBTTTQIA, pero también lo inclasificable.
Mariano Ruiz se identifica como genderless, pero se reconoce como “actora”, en un posicionamiento político sobre la libertad de decidir y un cuestionamiento a la imagen representacional hegemónica del género en el teatro. ¿Para ser actriz tienes que identificarte como mujer, tener aparato reproductor “femenino”? Es fundamental la categoría que crea y utiliza Mariano: actora, no actriz, la cual empieza a emplear cuando reflexiona “sobre no quitar espacios a las actrices” (Mariano Ruiz). Por lo tanto instaura otra posibilidad de representación teatral que sería una persona sin género haciendo papeles considerados femeninos.
Cada quien puede ser lo que quiera ser, esa es la postura de Mariano, pues el género es una construcción social, reflexión comúnmente atribuida a Butler por hablar de la performatividad de género. En The Shakespearean Tour Mariano hace un experimento con un espectador varón heterosexual, así pide la participación, por lo que deja manifiesto que la representación corresponde a la elección de cada uno, haciendo el acto político y ético de no asumir sino permitir a cada quien definirse, como a su vez Mariano hace en esta puesta en escena. Una vez que se ha propuesto alguien para participar, Mariano le pregunta su porcentaje de heterosexualidad, evidenciando en todo momento la complejidad de las cuestiones de género (Es interesante que en las funciones que vi, ningún hombre dijo 100%, parece que se va popularizando la idea de que la heterosexualidad no es contundente, así como la homosexualidad o asexualidad, se van complejizando y de esta manera se visibilizan más posibilidades de entendernos y relacionarnos).
El experimento consiste en ponerle una prenda de color rosa al espectador para después preguntarle si siente deseos repentinos de maquillarse o si de pronto su atracción hacia los hombres creció. El espectador responde, al menos las funciones que vi, que no y de esta manera lúdica y simple queda expuesta la construcción social del imaginario masculino y femenino. Esta es una de las tesis fundamentales que aborda The Shakespearean Tour, tanto en sus aspectos formales como discursivos. Mariano, nos comparte en la obra, fue un niño que quería ser actriz y esto le acarreó dificultades al vivir en un mundo en el que lo que no obedece a la norma es, desafortunadamente, objeto de juicio y castigo. Esta puesta en escena es una reivindicación de lo queer, una invitación a relacionarnos con la otredad y aceptarla.

Foto: @DarioCastroPH
The Shakespearean tour también es una obra feminista, entendiendo al feminismo, para fines de este análisis, como una emancipación de la mujer ante las narrativas hegemónicas. Aquí es donde Mariano hace el mayor trabajo de reescritura sobre los textos de Shakespeare que presenta en su unipersonal: Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano, Noche de reyes, A vuestro gusto, Antonio y Cleopatra, y Macbetch. Todas presentadas desde la mirada de los personajes femeninos.
En principio utiliza anacronismos temporales, herramienta fundamental del cabaret mexicano para reflexionar sobre pasado y presente, de tal manera que las versiones que hace de cada obra suceden en un espacio intermedio entre el periodo isabelino y el México actual, siempre conduciendo a una reflexión sobre el presente, haciéndonos recordar que todo lo que estamos mirando nos concierne ahora.
Después, Mariano reestructura los finales de las obras para dejar en evidencia el condicionamiento existente hacia la mujer. En Romeo y Julieta, Julieta decide no matarse por un hombre. Así sucesivamente cada una de las mujeres decide cambiar su historia, reivindicándose como seres capaces de accionar como sea mejor para ellas y no como se supone que tendría que ser, ni si quiera como el bardo quiso. The Shakespearean Tour no es propiamente, o mejor dicho, dogmáticamente, Shakespeare ¡pero qué bueno que no lo es! porque un teatro revolucionario, como lo es el cabaret mexicano y específicamente esta obra que se adscribe a dicho género, no puede seguir alimentando ideas sobre el amor romántico y los estereotipos de género.
Algo destacable en la actuación de Mariano es lo shakespeariano que resulta, en el sentido de ser profano y elevado, de ir de un lugar puramente cómico a hondos momentos de interpretación, lo cual nos conduce poco a poco al final en el que Mariano se muestra ante nosotros vulnerable, despojado de personajes, y su cuerpo conmocionado por el discurso, deviene en cuerpo político, resultando un testimonio vívido y ético de la lucha contra el odio hacia la comunidad LGBTTTQIA.
Pero al final The Shakespearean Tour es mayormente fiesta, con canciones, bailes y luces, por eso Julieta es Ariana Grande, Cleopatra, Britney Spears o Lady Macbeth, Beyoncé, porque Mariano no revictimiza a una comunidad que los medios hegemónicos han querido mostrar como seres que solo existen para sufrir. Queer es más que eso, por eso una parte de quienes manifiestan una sexualidad disidente aman los colores y las lentejuelas, porque, al igual que esta puesta en escena, queer es, pese al mundo que aún tiene mucho que modificarse pues sigue habiendo muchos crímenes de odio -como Mariano nos recuerda durante la función-, queer es una celebración a la diferencia y a la vida.
BIBLIOGRAFÍA
Bloom, Harold. (2008). Shakespeare: La invención de lo Humano. Colombia: Grupo Editorial Norma, S.A.
Córdoba García, David. (2005). Teoría queer: Reflexiones sobre sexo, sexualidad e identidad. Hacia una politización de la sexualidad. Madrid: Editorial EGALES.
Piscator, Erwin. (1976). Erwin Piscator: Teatro político. España: Editorial Ayuso.