Lo mejor sería que todo fuese un desliz…
Desliz: error leve no intencionado causado generalmente por falta de reflexión o de cuidado.
Que la obra de Ivor Martinić, Mi hijo solo camina un poco más lento -con excelente traducción de Nikolina Zizek. es un hallazgo de esos con os que muchos directores podemos ser beneficiados no está en discusión. No está en discusión que Martinić es un joven y gran dramaturgo cuya exquisitez en las preguntas es motor de una dramaturgia atípica en su sencillez, creatividad de operaciones en la escritura y profundidad en un mismo movimiento.
Lo cierto es que la obra existía al menos dos años antes desde que la puesta argentina que firmo la pusiera en boca de todo el mundo. Literalmente “de todo el mundo” y fue después de este hecho que empezó a ponerse -con mayor demanda- en otras latitudes. Destacar este mérito en la propagación del material puede parecer un acto de soberbia, sin embargo, es algo que escapa a nuestro propio control: así fue.
Aún se hace desde hace 6 años. Primero en un horario único para Buenos Aires (sábados y domingos a las 11.30 de la mañana y 14hs). Ahora los lunes a la noche y aún se llena, aún está viva en el cuerpo de un grupo de maravillosos actores. Viajó a Chile dos veces, también dos veces a Uruguay, una a Brasil, a Venezuela, a Costa Rica, a Tarragona y a Barcelona. Nos sigue invitando a muchos festivales en los que se enteran de nuestra labor… En fin, somos felices haciéndola.
La repercusión de la obra en Buenos Aires la puse al alcance de muchos elencos. Curiosamente la mayoría en idioma español. “Curiosamente” o “consecuentemente” con el país latino donde alcanzara tanto eco.
Lo que se me hace complejo de entender no es que la magistral pieza croata quiera ser montada, pues esta es la historia de todas las grandes piezas de la literatura dramática. Lo complejo es que las otras puestas convoquen muchos de los mismos elementos cuyas características hacen a la singularidad de nuestro montaje. Debilitando así la posibilidad de despliegues subjetivos que multiplicarían la diversidad y sentidos. El arte se fortalece en dichos despliegues situados… Hamlet será hecho por miles de directores hasta que la humanidad desaparezca y es la heterogeneidad de las miradas su mayor fortuna. No es exactamente lo que sucede con Mi hijo… en algunos casos. Elementos en común con varias puestas, a saber: los actores esperando su turno de actuación a los costados del escenario, la invención de un personaje a cargo de las didascalias o las didascalias puestas en escena con algún otro recurso, la no recreación de los ambientes realistas donde se emplaza la acción en el texto escrito, el ritmo de desarrollo para algunos personajes… entre otras cuestiones menos evidentes. Hasta en algunos casos la sinopsis de la obra toma textos literales de la reflexión de un poeta argentino. Y hasta nuestro afiche de promoción ha sido imitado.
La comprensión de este “tema” pone en juego difíciles aristas de afirmar con contundencia. No obstante, y sin herir las buenas intenciones de quienes puedan haber obrado de tal manera, es lícita la pregunta: ¿Se quiere recrear la indiscutible belleza de la pieza de Martinić o se quiere recrear el “suceso” obtenido por un grupo en particular, en una ciudad en particular? Todas las opciones serían válidas… el punto es la transparencia en las argumentaciones de por qué se pone esta obra en escena. O el punto es simplemente la honestidad y que luego cada quien haga lo que quiera. Pasa que exponer motivaciones de modo franco no es un ejercicio contemporáneo en algunos sectores.
Cuando en Argentina se ha mencionado a la obra como un “fenómeno artístico inusual” o como “un fenómeno de crítica y público” siempre hemos tratado de corrernos de tal calificación. Ya que “un fenómeno” podría ser un hecho fortuito. Algo del azar que atraviesa cada producción, pero tal condición no puede dar opacidad a la cantidad de años de trabajo que a veces emergen a través de una obra específica cuando se dan las condiciones. Este es nuestro caso: se llega al lenguaje actoral y de puesta para Mi hijo… luego de años de sedimentación de unos cuantos procedimientos en los que comulgamos con un colectivo de artistas. Colectivo abierto a quienes se han ido subiendo y bajando según necesidades personales o artísticas pero colectivo de investigación al fin. Tal vez ese es nuestro íntimo pequeño orgullo. Este factor no es transferible a otras puestas, solo las formas son identificables. Pero las formas sin aquello que las habita son meras formas y como tales no garantizan -en la mayoría de los casos- ser relevadas por otros creadores en su valor de base, en su fundamento inasible. Tal vez una ardua pesquisa en nuestra puesta habilitaría un celebrable principio de apropiación… Ya hace tiempo no es un problema “la copia” en el arte. El problema es poder profundizar las siguientes preguntas: ¿Existe la originalidad, existe lo nuevo, existe la autoría? Muchos de estos conceptos existen de forma jurídica y sólo para la defensa de la propiedad privada al modo capitalista… Entonces el problema no es parecernos, querer parecernos o que nos salgan cosas parecidas… El problema es no declarar los verdaderos móviles, el problema es decir “yo no vi la puesta argentina” cuando uno sabe fehacientemente que ese director o algunos de sus actores estuvo en nuestra platea. A cómo dé lugar celebramos que el precioso texto de Martinić siga viajando por el mundo en cualquiera de sus realizaciones… Claro que también celebraríamos otro diálogo entre quienes hacemos esta pieza, otra honestidad… tal vez hasta para asombrarnos de nuestros parecidos inconscientes. ¿No?
La obra tematiza -entre otras cuestiones- la diferencia. Sería una dura contradicción omitir esa riqueza al momento de hacerla. La obra tematiza algo del orden de la discapacidad o la relatividad de los límites -también entre otros temas- y nunca hemos especulado con ello… mucho menos en los procesos de comunicación con el público. No es sencillo correrse del golpe bajo, de que dar lástima sea una estrategia para convocar… Ni en flyers o afiches para la prensa hemos querido eso. Sólo se filtró, muy a pesar nuestro, alguna foto de la obra mostrando la silla de ruedas. Estas y otras consideraciones formulan una ética en el hacer.
Puede que lo que esté faltando sea una cordial o apasionada discusión ética. Nunca una batalla ya que nadie alcanza el grado de opositor que podrían alcanzar quienes convierten obras en mercancías.
Lejos de un ataque estas palabras intentan seguir abriendo preguntas. Ojalá puedan ser bien recibidas por la comunidad de pares.
Guillermo Cacace
Director de
Mi hijo solo camina un poco más lento
(Versión argentina)