ya no puedo pelear en esta guerra solamente metido en un hoyo en la tierra
En México es común escuchar a lxs artistxs decir la frase: “Yo lucho desde mi trinchera”, esta expresión de naturaleza bélica, ha servido durante mucho tiempo para explicar que si bien no se exige de manera “directa” el cambio social, el trabajo escénico que se realiza es lo suficientemente poderoso para incidir en las problemáticas sociales que nos aquejan. De esta forma, cada unx pelea en esta guerra desde su lugar en la tierra ¿Pero qué tan real es esta frase? ¿El trabajo escénico que realizamos es lo suficientemente fuerte para modificar estructuras sociales? ¿Es mi monólogo sobre mi experiencia desde la homosexualidad capaz de modificar una estructura tan clara como la del capitalismo? Yo creo que no, no quiero con eso menospreciar mi trabajo y el de mis compañeres cabareteres y performers, por supuesto que el arte y las expresiones culturales aportan en alguna medida a la construcción de un pensamiento colectivo, y aportan a la discusión social ¿Pero qué tanto?
De acuerdo a la Encuesta Nacional de hábitos, prácticas y consumo culturales en México, una encuesta poco común pero que nos da una mapa de las problemáticas culturales de este país y que fue realizada en 2010 por el desaparecido Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), nuestra institución cultural durante 27 años, en la Ciudad de México sólo el 2% de la población asiste de manera regular al teatro y en contraste el 58.38% nunca ha asistido al teatro en su vida. Si el crecimiento poblacional de la Ciudad de México continua en la misma línea que los últimos 30 años, para el 2020 vivirán en la capital del país 9 millones de personas; y si somos optimistas -y la gráfica de la encuesta de CONACULTA se mantiene proporcionalmente luego de una década- esto querría decir que todos los espacios escénicos de esta ciudad, desde los más grandes hasta los pequeños, con todas sus propuestas, comerciales, culturales o de disidencia, sólo abarcamos aproximadamente 180 mil personas, yo sé que 180 mil personas parece mucho pues al ser México el décimo país más poblado mundo, 180 mil personas es la mitad de la población total de Islandia; pero en contraste inmediato, en esta ciudad habría aproximadamente cinco millones doscientos cincuenta y cuatro mil habitantes que nunca han visto teatro. Si, como dice Jesusa Rodríguez, nuestro proyecto a corto plazo es salvar al mundo. ¿Qué tanto incidimos realmente para lograrlo? ¿Qué tanto cambio podremos lograr? ¿El cambio será lo suficientemente veloz? ¿Cómo seguimos entonces? ¿Qué rutas tomamos? ¿Cómo podemos trabajar desde la cultura para cambiar la realidad social cuando el gobierno de nuestro país se ha encargado de que la población (que necesita de la cultura) no tenga tiempo, interés o acceso al arte? ¿Cómo puedo hablarle de resistencia civil organizada a alguien que necesita completar hoy una jornada laboral de 10 o 12 horas y poder así asegurar su alimento para el día de mañana?
Esta participación no busca desalentar a nadie, por el contrario, se trata de afrontar la realidad, mi realidad, de reconocer que el trabajo escénico, que me encanta, me apasiona, y en el que transmito mi mensaje de una manera lúdica y divertida, no es suficiente, ya no es suficiente. No es suficiente si de verdad mi meta es crear un impacto social que pueda ver. No hay que olvidar que mientras nosotres trabajamos criticando y buscando construir políticas culturales y sociales, que en general representen un bienestar social, hay toda una maquinaria en contra que busca callar nuestro discurso. Esto, lo sabemos, no es una expresión. El avance frontal y cínico de la derecha extremista en America Latina, lidereada por personajes como Bolsonaro en Brasil, pero seguida muy de cerca por Macri en Argentina, Ortega en Nicaragua, Moreno en Ecuador, Piñeira en Chile, Hernández en Honduras, Abdo Benítez en Paraguay, Duque en Colombia, la clara intervención estadounidense con Guaidó en Venezuela, el propio Donald Trump en la Casa Blanca y aquí en casa vivimos con un presidente que si bien parece ser la excepción, quien ha sido muy cuidadoso y ha tenido mucha asesoría de activistas y agentes políticos diversos, es un personaje que sigue insistiendo en la necesidad de llevar a consulta pública “las libertades”, ese término que tanto le gusta usar para referirse a los derechos humanos, y que recorta el presupuesto a la cultura, con el pretexto de que en un gobierno como el suyo, donde desde luego que no existe la corrupción, el dinero “rendirá” más. Un personaje que insiste en que “las libertades”, hablando específicamente del aborto, del matrimonio igualitario, entre otros, no se imponen, se conquistan y que hoy por hoy prefiere ser dueño de sus silencios que el mártir de sus palabras.
Esta realidad de la región y particularmente en mi país, me obliga a reflexionar sobre la urgencia de no sólo ser un agente cultural, la urgencia de salir de “mi trinchera”. En un país como el mío, con la realidad social y política, y el contexto en el que me encuentro, entiendo como un privilegio poder hacer cabaret. Con todo y las deficiencias, la falta de un pago digno, el precariedad laboral, el poco o nulo interés de las autoridades culturales por defender, apoyar o difundir el género en el país, los pocos espacios para desarrollar el género, la persecución de discurso, la censura, la lucha de egos, la falta de unidad, las cúpulas de poder, el racismo, el clasismo, la homofobia, la lesbofobia dentro y fuera de la comunidad cabaretera, con todo eso y más, sigo considerando que en mi país hacer cabaret es un privilegio.
Yo que he sido privilegiado con la posibilidad de hacer arte, de dedicarme a la creación escénica, que he podido dedicarle una semana entera a este encuentro, que tengo el privilegio de tener el tiempo, las herramientas y la información para analizar mi contexto social, histórico y político -y a partir de ello realizar una crítica-, no puedo, ni debo, quedarme sólo en el privilegio y “la comodidad” del escenario.
En México el cabaret no ha sido ajeno a esta realidad, gente como Jesusa Rodríguez, quien recientemente ha incursionado en la política como Senadora y quien ha llevado una visión crítica a un puesto de esta relevancia; Las Reinas Chulas quienes han trabajado desde su Asociación Civil buscando no sólo que el género cabaretero se posicione como un referente cultural en esta ciudad, sino también que el cabaret sea una herramienta para poder llevar temas como feminismo, empoderamiento sexual, visibilidad lésbica, entre otres, a comunidades apartadas y/o vulnerables de la ciudad y del país; el trabajo de Yanet Miranda y las HHH quienes se han abocado al trabajo directo con mujeres en reclusión de la Ciudad de México, dando herramientas artísticas y de equidad de género a uno de los grupos más vulnerables del país y del mundo, o el trabajo de César Enríquez quien aquí en México ha sido duramente criticado en muchos espacios por abordar el tema de la transexualidad, sin identificarse él como una persona trans, pero quien ha trabajado por dar visibilidad a las comunidades trans en todas las funciones que realiza de la Prietty Gouman, entre otrxs.
Pero ¿Por dónde empiezo? ¿Cómo puedo formarme en políticas culturales y derecho humanistas? ¿De dónde saco las herramientas para entender la legalidad que rodea las problemáticas que señalo desde la escena?. Desafortunadamente aún no hay un libro titulado “Los 20 pasos para convertirse en artista y activista mexicanx”. Y mientras no lo haya, hay que hacer lo que se puede con lo que se tiene. De primera instancia puedo ver -como ya señalé- el trabajo de Jesusa Rodríguez, de mis maestras Las Reinas Chulas, y de mis compañeras y amigas Yanet Miranda y Ana Beatriz Martínez; y poco a poco empezar a replicar las acciones que ellas han emprendido para poder desarrollarse también en el activismo.
Entiendo la necesidad de la coordinación conjunta con la sociedad civil organizada, las ONG’s, la creación de redes de colaboración que van más allá de lo escénico, que me den una actividad y responsabilidad distinta a la que actualmente tengo.
Ojo, no quiero con esto sacar mi activistómetro y pretender que se puede medir quién es más o menos activista, simplemente quisiera señalar la necesidad de salir de un espacio que, si bien es de lucha, podría resultar un espacio muy cómodo en un país con aproximadamente 9 millones de personas en pobreza extrema. 9 millones, la misma cantidad de población que se estima tendrá la Ciudad de México para 2020. Es aquí, en estos análisis comparativos a groso modo, cómo puedo comenzar a dimensionar el tamaño del problema al que me enfrento, y la necesidad de replantearme mi posición en las luchas que he decidido abanderar.
Gracias a mi trabajo con La Mafia Cabaret he podido estar en contacto con organizaciones que atienden las problemáticas de las que hemos hablado, o hablaremos, en nuestros espectáculos, no sólo para pedir asesoría si no para participar activamente de las necesidades que afrontan dichas problemáticas.
A través de nuestro trabajo con El Desierto de Las Leonas, pudimos tener contacto con Golondrinas Viajeras, un colectivo de mujeres en el desierto de Sonora, quienes se dedican a la asistencia y defensoría de migrantes en el desierto, estas mujeres le dieron un nuevo sentido a nuestro espectáculo, si bien nosotras éramos capaces de comprender la lucha que nuestros personajes emprendían al iniciar una travesía en mitad del desierto cargando un baúl con archivos de casos de mujeres asesinadas y con un destino específico pero sin una ruta concreta, al encontrarnos con estas mujeres que realizan esta lucha en la vida real y literalmente en el desierto entendimos la verdadera profundidad de lo que hablábamos arriba del escenario, ellas al ver nuestro trabajo se vieron reflejadas, conmovidas y agradecidas y pudimos crear un lazo de entendimiento mutuo cimentado en nuestra búsqueda propia y, en ese momento ni ellas ni nosotras, nos sentimos solas.
Para la creación de nuestro siguiente espectáculo programado para estrenarse en octubre de este año hemos buscado la colaboración y asesoría de La Casa Mandarina, una asociación dedicada a erradicar la violencia sexual y doméstica, la problemática del abuso sexual infantil es una de las realidades más arraigadas en el país. México, de acuerdo a la OCDE, ocupa el primer lugar en casos de abuso sexual infantil; aquí unx de cada tres niñxs son abusades sexualmente, en el 90% de los casos por algún familiar. Cada año 4.5 millones de niñxs mexicanxs se suman a la cifra de abuso sexual, este país está conformado en un tercio por sobrevivientes de abuso sexual infantil.
Finalmente, para la creación de mi siguiente espectáculo titulado “La Nana Pancha, te hará ver tu suerte” he comenzado a trabajar con “Huella Negra” y “México Negro” dos asociaciones que se dedican a la visibilización de las comunidades afrodescendientes y afromexicanas en el país y que luchan constantemente por combatir el racismo en México. Un tema particularmente pertinente en un país que tuvo un gobierno que gestó la desaparición de la afrodescendencia del inconsciente colectivo y que buscó deliberadamente promover la leyenda del mestizaje homogenizador, creencia arraigada que persiste hasta la fecha y que nos habla de una raza nueva nacida de la mezcla de españoles e indígenas, una “raza de bronce” a la que todxs pertenecemos y que desde luego no contempla en ninguna medida la afrodescendencia. Hay en este país quien todavía se atreve a decir: “Aquí no hay racismo, porque no hay negros”.
En estos tres temas que he mencionado brevemente encuentro una problemática sistémica grave y urgente, en todas veo una realidad que me toca y me atraviesa. La necesidad de abordar el activismo desde el activismo mismo y no sólo a través de lo escénico; aporta a la construcción de mi postura crítica arriba del escenario. Y ahora no concibo una realidad en la que yo pueda comprender parcial o totalmente la problemática de los temas que abordo desde la escena, sin sentir la necesidad imperante de salirme de mi trinchera y pelear estas batallas de frente.
Pako Reyes / @Pako_Reyes
Cabaretera y gestor cultural
*Texto presentado en el grupo de trabajo «Métodos de cabaret al revés, el 12 de junio de 2019 en el marco del XI Encuentro Hemispherico «El mundo al revés: humor, ruido y performance» realizado por el Hemispheric Institute of Performance and Politics de la Universidad de Nueva York