Cuando un texto dramático es elegido por distintos directores para montarlo, se presenta una ocasión que el investigador teatral debe saber aprovechar en tanto que cada montaje en comparación con el otro en cuestión, manifestará con claridad sus particularidades creativas. El hecho de que además, las puestas en escena correspondan a países distintos detonará la exposición de (por lo menos) algunos rasgos característicos de la cultura teatral de dicho país. De ahí que me resulte irresistible la crítica comparada.
En esta ocasión, hablaré de dos versiones de “Nerium Park”, de Josep María Miró; una de ellas dirigida en Buenos Aires por Corina Fiorillo y actuada por Paula Ransenberg y Claudio Tolcachir en Timbre 4, mientras que la otra tiene lugar en la Ciudad de México bajo la dirección de Sebastián Sánchez Amunátegui y es interpretada por Pablo Perroni y Mariana Garza en el Foro Lucerna.
Empezaré por las similitudes entre ambos montajes: los dos ocurren en teatros independientes, son interpretados por actores afamados y conocidos también fuera de estos circuitos, lo cual, en la mayor parte de los casos impacta positivamente en la venta de las localidades. Ambos montajes respetan la estructura narrativa de la obra que acomoda el desarrollo en una línea de tiempo convencional (de atrás hacia adelante), por lo que vemos la sucesión de los meses paralelamente a la desenvoltura de la trama que responde, tanto en la versión de Fiorillo como en la de Sánchez A., al género de suspenso.
Las diferencias son evidentes al momento de comprar la estética de cada una de ellas. Sabemos que tanto la escenografía como la iluminación son responsables de generar el ambiente de tensión que se busca. En este punto es interesante observar cómo se ha elegido colocar la mirada del espectador. En el Nerium de Timbre 4, se resolvió que se pudiese ver el living completo y seguir los desplazamientos de la pareja protagónica hacia el resto de las habitaciones, mientras que en el Foro Lucerna, sólo vemos parte del living, apenas un sillón, un cuadro, una lámpara y un tapete. A propósito me parece que al acortar la mirada del público, creando el efecto de asomarse por la mirilla, aumenta la tensión de las escenas más altas.
Sobre la producción solo cabe decir que aparentemente la versión mexicana es quizá más costosa o mejor pulida que la versión argentina en la que el lugar no da la sensación de ser del alto nivel socioeconómico que sin embargo, se enfatiza varias veces en el texto. Esta disposición de la producción en el montaje de la Ciudad de México es notable con la utilería creada especialmente para la puesta, en los efectos de luz que apoyan la transición emocional de los personajes y en el vestuario que, a diferencia del Nerium de Buenos Aires (Paula Ransemberg utiliza en de principio a fin el mismo vestido) cambia escena tras escena.
Por supuesto, la cuestión de la escenografía y vestuario también responden a una idea del teatro: mientras que en México se procura que todo pueda verse para creerse, el público argentino está acostumbrado al ejercicio libre de la imaginación y no requiere demasiado de lo material para acceder a la ficción.[1] La importancia de lo visual en ambos casos, es notorio también en las acotaciones del tiempo. Mientras que a Paula Ransenberg le bastaba con decir de cara al público el mes en el que se encontraban, en el Nerium del Foro Lucerna, se veía proyectado en la pared del apartamento.[2]
Por último, me referiré a la generación del suspenso, que es a mí parecer uno de los géneros más difícil de lograr en el teatro. No sé si se deba a que en la versión argentina las escenas son más largas y la tensión no se sostiene con la misma fuerza con la que emerge, o a que en la mexicana los mismos efectos de luz y sonido (el grito estremecedor de Mariana Garza, la alteración auditiva sufrida por Perroni) conducen al espectador a sentir “miedo” durante y sobre todo al final de la puesta, pero me ha parecido que el Nerium Park dirigido pos Sánchez A., donde las actuaciones buscan todo el tiempo provocar una reacción visible en el espectador a diferencia de las actuaciones con mayores profundidades y sutilezas de Ransenberg y Tolcachir, ha resuelto mejor el género que nos compete esta vez. Por supuesto, no se trata de una conclusión definitiva puesto que las investigaciones en mi caso están siempre abiertas al debate. Me gustaría seguir pensando si, como creo por ahora realmente el tipo de teatro en México es más efectista que el teatro argentino. Y si es por esta razón que la versión mexicana de la obra de Josep María Miró tuvo en este caso mejores resultados.
¿Cuál es la naturaleza del suspenso? ¿De qué depende? ¿Cómo se consigue en el teatro?
[1] No es que uno sea mejor que el otro, simplemente me gusta señalarlo para intentar comprender –ya lo he dicho- la cultura teatral de cada ciudad, las formas de hacer teatro de cada lugar.
[2] Ya habíamos visto la importancia de lo visual en el teatro mexicano en la comparación que hicimos de las versiones de “Demasiado cortas las piernas”, una, dirigida por Diego Faturos en Buenos Aires y la otra, dirigida por David Gaitán en la Ciudad de México.