De un tiempo para acá hay una idea que poco a poco se está volviendo parte del inconsciente colectivo: todo el teatro es político. Esta afirmación puede considerarse como cierta en tanto que el teatro es un fenómeno social y público. Esta característica esencial del teatro lleva a reformular una cuestión, si todo el teatro es político, el teatro político, es decir, aquel que pone su énfasis en cuestionar problemáticas sociopolíticas, ¿Qué sería? ¿Acaso un teatro doblemente político? Y de ser así, ¿cómo sería eso?
Quizá hablar de un teatro político sería reiterativo. Tal vez esa sea una de las razones de que el teatro que llaman panfletario, aquel que explicita posturas ideológicas, fracase, por llover sobre mojado. Pero entonces, ¿Cómo abordar la política en el arte político por excelencia? Y además, como se preguntaba Brecht, ¿Cómo hacer pensar en el teatro sin aburrir y como entretener sin dejar de lado el pensamiento?
Ante estas cuestiones dos creadores responden y generan más preguntas con dos montajes que se presentaron el pasado domingo 24 de abril de 2016 en el ciclo A dos orillas en el teatro El extranjero. El ciclo tenía como objetivo poner a dialogar dos dramaturgias y teatralidades con la política como principal punto en común. Las obras que se presentaron fueron Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, de Santiago Sanguinetti y Lima Japón Bonsai de Mariano Tenconi Blanco.
Ambas obras desde lo formal coincidían con tratar la política desde otro ángulo, como mencionaron los directores en el diálogo abierto con el público. Ese otro ángulo es el estético, en palabras de Tenconi, “la estética es la política”. Esto significa que estaríamos frente a una política de la estética, lo cual replantearía los sentidos de lo político, similar a lo que hizo Ranciere en su momento en su libro Políticas estéticas.
En este sentido Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, plantea formalmente, según nos dijo su autor, la contraposición entre discurso y forma, entre Hegel y un humor muy básico. ¿El resultado de esta búsqueda? Una obra divertida como profunda, que te entretiene pero te hace pensar. Sin duda el cumplimiento del ideal del modelo brechtiano.
La situación de la obra es bastante simple. En Haití, un grupo de cuatro uruguayos están como representantes de la ONU para ayudar pues hay una revolución. ¿A quién ayudar? Si la revolución surge del levantamiento armado a causa de las injusticias, ¿De qué lado deberían estar los soldados? Sin duda nos hace replantearnos a quién apoyar en un conflicto armado. Esto y muchas más cosas nos hace cuestionarnos la obra, como ¿Qué significa hoy en día la revolución? ¿Cuánto realmente se ayuda cuando se realiza la ayuda humanitaria? ¿Cómo justifican para sí mismos los actos injustificables quienes los cometen? ¿Quiénes van a la guerra? ¿Quiénes hacen las guerras y por qué? ¿Por qué habría que hacer una revolución? ¿Todos somos hermanos?
Con lo anterior podría parecer que La teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe es una obra espesa pero no, realmente es sumamente entretenida. Mediante el humor podemos seguir algunos momentos de gran complejidad sin el mayor problema, incluso se nos explica la dialéctica del amo y esclavo de Hegel y la entendemos mientras reímos. Hegel for dummies.
Pero esta puesta en escena no solo entretiene por el humor que posee sino que además contiene muchos grandes aciertos que la hacen no solo entretenida sino un acontecimiento potente. Uno de ellos es la ambientación sonora que sorprende porque genera una impresión de peligro constante, nos hace sentir en la guerra, nos mantiene alertas; esto de la mano con las magníficas actuaciones por parte de Guillermo Vilarrubí, Sebastián Calderón, Gabriel Calderón, Santiago Sanguinetti y Rogelio Gracia, nos hacen creer que todo lo que sucede ante nuestros ojos es verdad, pese a lo disparatado de muchas de las situaciones; nos hacen vivir contundentemente la ficción. Algo que también destaca es el diseño de iluminación que con pocos elementos construye una noche de bombardeo en Haití, nos hace viajar, de pronto ya no estamos más en el teatro; la resolución poética de este momento me recordó a la película La infancia de Ivan de Tarkovsky en donde se construye toda una guerra solo con unas bengalas. Admirable en ambos casos la síntesis, la poesía.
Esta es una obra que de esas que se expanden en la mente del espectador después de la función. Una obra que no acaba en el aplauso del público, al contrario, será tema principal de sobremesa.
Por otro lado el hecho político de Lima Japón Bonsai consiste en la yuxtaposición de distintos lenguajes como el animé, la chicha (cumbia peruana) y el teatro kabuki para tratar un tema como el movimiento revolucionario Túpac Amaru. Estos elementos son los que hacen de esta obra poseedora de una estética política poco convencional.
Tenconi menciona que lo que él buscaba en su obra era no resaltar lo político porque lo político está dado en la estética. Esto se logra porque lo político pasa a segundo plano, quedando de relieve la historia, el amor entre una mujer y su secuestrador en medio de un contexto de guerra.
Yanina Gruden y Luciano Ricio protagonizan esta obra en la que mediante la parodia del animé y del teatro kabuki, además de la caricaturización de la nacionalidad de los personajes consiguen desarrollar una poética actoral muy particular, en donde el patetismo y lo cómico se entrecruzan y confunden.
Es notable que estas dos obras no solo coinciden en su forma atípica de abordar lo político sino que ambas son propuestas irreverentes que nos recuerdan que hasta lo más serio debe tener su parte lúdica; no se puede hablar de cosas vitales sin humor.
Al terminar ambas funciones hubo una charla con los directores en donde además de hablarnos de sus creaciones, reflexionaron sobre las políticas culturales. Tenconi dejó claro los problemas a los que se enfrenta el teatro independiente en Buenos Aires, de los cuales el más alarmante es la falta de apoyos suficientes. Tenconi también mencionó que la actividad teatral independiente es insustentable, que realmente el teatro independiente se sostiene por el amor de los creadores y los espectadores. Porque como dijo Sanguinetti, hacer teatro independiente es un sacrificio que hacen todos los artistas teatrales porque están convencidos de que el teatro es indispensable. Desafortunadamente en este tipo de teatro no hay ganancias, la mayoría de la inversión no se recupera.
Sanguinetti agregó que era una lástima que el teatro en Buenos Aires esté pasando por una crisis en cuanto a su sustentabilidad, pues habiendo viajado por muchos países y visto bastante teatro, considera que el teatro de Buenos Aires es el mejor del mundo.
Este tipo de encuentros como A dos orillas, incluyendo la plática final, sin duda son necesarios y esperamos que se sigan repitiendo porque reflexionar sobre las situaciones del mundo resulta imperioso en estos tiempos en que es necesario modificar la realidad.
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