Forjando patria
Cabría recordar las palabras de don Manuel Gamio a propósito de las mujeres. En su famoso ideario de la Revolución Mexicana dice que hay tres tipos “según las leyes empíricas”: “la mujer sierva, la mujer feminista y la mujer femenina”. Recupero su percepción sin perder de vista que se trata de un punto de vista masculino conservador, como lo eran muchos intelectuales de su época. Poco o nada tendría cabida su opinión en el análisis de un espectáculo de cabaret como lo es El desierto de las leonas, a menos que sus observaciones sean cuestionadas, como me dispongo a hacer y que dichos cuestionamientos sean el punto de partida para comprender la absurda y lamentable contemporaneidad de sus ideas sobre “lo femenino” y la necesidad de destruir esta tendencia de pensamiento mediante la reflexión contenida en este espectáculo de La Mafia Cabaret dirigido por Nora Huerta, siendo la deconstrucción de los modelos de género y la protesta sobre las imposiciones y conductas machistas un motivo recurrente en el trabajo de la compañía.
Conviene recuperar el pensamiento de Gamio porque se origina en el inicio del siglo XIX, misma época que inspiró la construcción imaginaria de esta puesta en escena, inspiración constatable con la simple observación del vestuario y de los mínimos elementos escenográficos, ambos creados por Mauricio Ascencio. Minimalismo que por cierto potencia el discurso sobre el que ahondaré más adelante. [1] Sobre los modelos femeninos que propone el antropólogo y arqueólogo mexicano (la mujer sierva, la mujer feminista y la mujer femenina) digo que efectivamente se encuentran contenidos en los personajes del Desierto…, pero se manifiestan en su oposición pues realmente “La Cacahuata” (Pako Reyes), “Martiniana” (Irakere Lima) y “Juana Gallo” (Liliana Papalotl) representan mujeres feministas que efectivamente existieron en época revolucionaria, siendo su presencia, sin embargo “esporádica, exótica y su número infitesimal”. [2] Me gustaría pensar que esto ha cambiado, y que, mientras el feminismo en la época de Gamio era “microscópico”, en la actualidad el movimiento ha tomado gran impulso gracias a su exposición mediática y al incansable esfuerzo de los colectivos feministas, siendo la comunidad cabaretera una de sus principalísimas impulsoras.
Sin embargo, por más que nos duela aceptarlo, el feminismo en México, a pesar de haber conquistado muchísimo terreno, aún no ha ganado la batalla. Por eso, trabajos como los de la Mafia Cabaret siguen siendo fundamentales y urgentes. Es necesario divulgar a través de un formato artístico, la necesidad de derrumbar la construcción patriarcal del mundo que ha resultado tan perjudicial e injusto especialmente para las mujeres y combatir así la herencia social que define las virtudes capitales del género femenino a partir de la observación de un comportamiento hogareño, tierno, laborioso, honrado y virtuoso en función de las necesidades del hombre. Al cuestionar y rechazar las imposiciones del “deber ser”, la Cacahuata, Martiniana y Juana Gallo devienen en heroínas cuya única misión es preservar la memoria de todas las mujeres que han sido víctimas del patriarcado por no querer encajar en él, por contradecirlo. Atraviesan el desierto llevando a cuestas un baúl en donde han guardado las historias de aquellas que no pueden contarlas. Las leonas, como ellas mismas se han llamado sueñan con salir de un pueblo llamado Salsipuedes y llegar a La Haya, que es, realmente una utopía, así escuchamos describirla a Juana Gallo:
La Haya lugar al que vas cuando en tu pueblo es más peligroso exigir justicia que asesinar a una mujer, como cuando te sale más barato un litro de coca cola que un litro de agua, o como cuando para una mujer es más fácil ponerse un par de chichis que hacerse un aborto, o como cuando es más fácil encontrar gasolina robada que de la buena, si es que la hay. La Haya, Cacahuata, es un lugar hermoso con jardines colgantes y fuentes de todos los colores, ahí todas las mujeres son libres, tienen derechos y las respetan, ninguna se anda peleando por la atención de ningún hombre, no existen los cánones de belleza, todas se saben capaces y seguras de sí mismas, nunca nadie duda de su inteligencia, no dependen del amor, ni mucho menos del matrimonio para ser felices, ninguna está obligada a ser madre, todas pueden usar el metro o el camión porque nadie eyacula sobre sus cuerpos, y en la calle pueden caminar a cualquier hora, porque no las acosan, ni las violan y en sus casas, sus maridos no las asesinan. [3]
Vale la pena dedicar unas palabras a la construcción de los personajes, si bien las protagonistas coinciden en ser feministas e independientes cada una tiene características particulares que posibilitan la empatía con distintxs tipxs de espectadorxs. La Cacahuata, el personaje más carismático del espectáculo gracias a la interpretación de Pako Reyes, podría ser descrita como una “mujer de placer” o “mujer caída” como la llamaría Gamio, debido a que su trabajo como bailarina y cantante le permitía una vida con más licencias a comparación de las mujeres constreñidas a las labores domésticas y supervisadas por el padre, marido y hermanos, sin que esto signifique que era una mujer. Cuestión de la que un macho se aprovecha para violentarla verbal, física y emocionalmente, abandonándola después de concebir una hija con ella, Martiniana, que crece para convertirse en una joven intrépida, atlética y audaz. Soltera por convicción y decidida a conquistar su libertad, interpretada por Irakere Lima, representa a las jóvenes generaciones “deconstruidas”, que continúan la lucha convencidas de los ideales de la causa. Sus razonamientos dejan muy claro por qué es importante señalar las falacias interpretativas que han permitido que los privilegios sigan siendo exclusivamente masculinos. Por último, Juana Gallo es evocada como la mujer leyenda, cuya autoridad resultó tan amenazante para los mismos revolucionarios que terminaron por expulsarla de la tropa siendo su marido el principal traidor. Gallo se manifiesta para liderar al grupo aprovechando sus habilidades como estratega y con las armas. Podría pensarse que juntas tienen todo lo necesario para sobrevivir en un mundo controlado por los hombres y que incluso con ello son capaces de cambiarlo.
¿Dónde queda Salsipuedes?
He dicho que la obra se ambienta en época revolucionaria, esto no quiere decir que se trate de una obra histórica, sino simplemente que ese tiempo sirve adecuadamente como inspiración estética y discursiva, es decir, que construye un universo para jugar con el manejo del tiempo mediante paralelismos y entrecruces anacrónicos, (uno de los elementos recurrentes que nos permiten entender al cabaret) que revelan la lamentable vigencia de la situación, así mismo el juego de espejos entre la realidad y la ficción, con el que mientras simulan que todo transcurre en un pueblo imaginario llamado Salsipuedes lxs espectadorxs descubren por sí mismxs gracias a la reflexión y autocrítica que suscita la obra que este nombre no es más que una metáfora de cualquier lugar en el que la violencia de género ha impuesto su despiadada, absurda y repudiable ley.
Salsipuedes es un lugar donde es muy desafortunado ser mujer. Un lugar donde las restricciones impuestas castigan cualquier atisbo de libertad de las mujeres, donde sufren un sometimiento atroz del que no pueden escapar, donde no se les permite ser dueñas ni de su propio cuerpo, quienes están condenadas a vivir bajo custodia de los hombres, donde la violencia hacia ellas se celebra antes que castigarse. La Cacahuata, Juana Gallo y Martiniana andan juntas por el desierto con la ilusión de comenzar una revolución que trastoque el status quo, caminan juntas porque necesitan defenderse de todos los peligros, porque saben que son presa fácil, porque saben que debido al poder de su causa los hombres querrán exterminarlas, de la misma forma en que aniquilan todo lo que les displace. Conscientes de su vulnerabilidad, las protagonistas manifiestan con su caminata incesante la fortaleza, decisión y sororidad que se requieren para conseguir un mundo mejor para las mujeres, más digno y más justo.
Injusto por cierto sería no decir algo sobre las canciones de la puesta, escritas por Hernán del Riego (a excepción del corrido “Juana Gallo” compuesta por Lucha Moreno), funcionan de manera brillante para presentar cada personaje y para llevar a un punto climático los momentos claves de la narración, especialmente “Somos Más” el himno con el que cierra el espectáculo; el cierre del Desierto…, quizás sea el mayor acierto de la creación de este espectáculo, pues la decisión de que un espectáculo de cabaret no tenga un final feliz, sino ambiguo, entre la esperanza y el desasosiego, no solo diferencia a La Mafia Cabaret del resto de las compañías jóvenes de cabaret quienes continúan con la herencia cabaretera de antaño que dictaba que los desenlaces debían ser gozosos para que los espectadores se fueran con la sensación de haberse divertido. Lo que he dicho varias veces, a esta compañía lo que le importa es generar consciencia y plantar las semillas de la inconformidad y de la rebeldía que a medida que se riega, crece hasta lograr cambios significativos en la sociedad.
El Desierto de las Leonas es un espectáculo poético e inquisitivo, que nos inspira a luchar y a gritar convencidxs que sin duda algún día lo lograremos, llegaremos a La Haya, aún más, la conquistaremos, nos conquistaremos.
Derrumbando patriarcado
Para finalizar el capítulo que respecta a la mujer mexicana, Gamio se deshace en elogios hacia el tipo que denomina como “mujer femenina”, de ella nos dice que es el tipo supremo porque no es ni completamente servil que según él es el tipo de mujer cuya necesidad de ser sometida y deberse a las labores del hogar puede deberse al amor, al fanatismo, a la necesidad y a la tontería,[4] ni feminista, que según él debería denominarse masculinismo porque según él eso es lo que hacen las feministas “masculinizarse en hábitos, en ideas, en aspecto, en alma y… hasta físicamente si estuviese a su alcance conseguirlo.”[5]
La mujer femenina, ideal para Gamio acaso sea un punto medio, y que por tanto, vive a la vez cerca de la tierra y cerca del cielo, en lo natural y en lo artificial, que ha nacido para ser madre y esposa, que es apasionada sin dejar de modelarse al criterio marital del esposo, casta después del matrimonio, su finalidad en la vida es la de ser una buena madre, fiel observadora de las funciones naturales de su sexo que no las exagera ni extravía, perfecta por no tener alta instrucción pero en compensación un altísimo grado de sentido común, con el carácter idóneo pues es el mestizaje preciso entre “la gramática parda de las españolas y la astucia indígena”, más aún perfecta es “su manera de ser feliz” que es la de ser conformista y resignada. [6]
Con justicia podríamos tildar de retrógradxs a todoxs aquellxs que aún comparten el pensamiento de Gamio, porque la tipificación no deja de ser una costumbre sumamente perniciosa para el pensamiento sobre el género y sobre todo porque ahora sabemos que nadie tiene derecho de decirnos cómo ser y cómo comportarnos. Nadie tiene derecho sobre nosotras. Más que señalar a quienes piensan así hay que comprender que no justificar, que se tratan de ideas profundamente enraizadas y que es nuestro deber combatirlas, tal como lo hace La Mafia Cabaret y como podemos hacer nosotrxs siguiendo el trabajo de la compañía, discutiendo su propuesta, apoyando como público y como pensadorxs su valiosa misión.
[1] Sobre la relación entre el minimalismo espacial como potenciador de discursos en una obra de teatro versus la incontenible necesidad por “llenarlo” y el consecuente debilitamiento ya he reflexionado en Horror vacui: http://aplaudirdepie.com/horror-vacui/
[2] Manuel Gamio, Forjando Patria, Editorial Porrúa, Colección Sepan Cuantos, México , 1982, pág. 120
[3] He tomado un fragmento del libreto que la misma compañía tuvo la amabilidad de compartirme.
[4] Gamio, Forjando Patria, pág. 126
[5] Ibídem, pág. 128
[6] Ibídem, pág. 129