En 1942, el gobierno norteamericano y el mexicano acordaron un programa mediante el cual los braceros (obreros por contrato) serían admitidos en Estados Unidos por un tiempo limitado para cubrir las vacantes disponibles en las fábricas que habían dejado los ciudadanos norteamericanos que habían salido del país como combatientes de la Segunda Guerra Mundial. Así, los obreros mexicanos conformaron el segundo grupo mayoritario de emigrantes[1] concentrados principalmente en las ciudades industriales como Chicago, Detroit y California. La expansión repentina de los barrios mexicano-americanos pronto creó tensiones y conflictos justificados por prejuicios raciales.[2]
En la ciudad de Los Ángeles, California, los residentes blancos estaban alarmados por el peligro que para ellos representaban las bandas callejeras de los hijos adolescentes de los obreros mexicanos. Este grupo de jóvenes que serían conocidos como “los pachucos” constituirían una de las subculturas más importantes de la década de los cuarenta en Estados Unidos. El estudio del pachuquismo arroja información muy útil y esclarecedora sobre el proceso de asimilación y exclusión simultáneas que experimentan las comunidades latinas que abandonan su país en búsqueda de un sueño que la mayoría de las veces deviene en dolorosa desilusión.
Los pachucos se caracterizaban por su lenguaje que combinaba el español con el inglés (utilizaban muchos términos del inglés tropicalizados al español, como una de las primeras manifestaciones del spanglish), así como por su estilo de ropa que, en palabras Alan Brinkley, algunos blancos consideraban indignante: “Vestían chaquetas largas y amplias con hombreras, pantalones anchos ajustados a los tobillos, relojes de cadena largos, sombreros de ala ancha y se peinaban alisándose completamente el cabello hacia atrás con brillantina. Este atavío era conocido como el exagerado y anticuado “traje zoot”.”[3]
En junio de 1943, la animadversión hacia los que usaban trajes zoot ocasionó unos disturbios en Los Ángeles durante los cuales los marinos invadieron las comunidades mexicanas y atacaron a todos los que usaban este tipo de ropa. La policía hizo muy poco por contener o reprender a los marinos, quienes rasgaron y rompieron la ropa de los jóvenes hispanos, cortaron sus cabellos y golpearon al punto de la masacre. Cuando los mexicanos trataron de responder al ataque, la policía intervino y los arrestó. Tras los disturbios, en Los Ángeles se aprobó una ley que prohibía usar los polémicos trajes zoot.[4]
Esta realidad de los chicanos[5] –nombre que recibirían los migrantes mexicanos a partir de entonces- es retratada magistralmente en la obra “Zoot Suit” escrita por Luis Valdéz y dirigida por Octavio Michel. El montaje se presenta hasta el 17 de mayo con horarios de jueves a domingo en el Teatro Julio Castillo en el Centro Cultural del Bosque. Es para nosotros un placer recomendarla, especialmente por su capacidad de remontar al espectador a una época histórica de manera sensacional.
La ambientación de este musical (el vestuario, la impresionante escenografía, el lenguaje de los jóvenes, la musicalización a cargo del compositor Lalo Guerrero y los arreglistas Daniel Valdez y Dan Kuramoto, así como las coreografías de Antonio Salinas) revela una cuidadosa indagación documental y una gran capacidad de actualización que dota al montaje de un sentido de pertenencia al contexto nacional, esto es que el tema del montaje a pesar de su estética vintage, corresponde a la perfección con la realidad actual, pues, como sabemos la inmigración y la intolerancia norteamericana contra la población latina continúan significando algunos de los principales problemas de interés internacional.
“Zoot Suit” presenta de manera lúdica y poderosa la historia de Henry Reina, el líder de la pandilla 38 quien protagoniza las batallas ocurridas en Sleepy Lagoon y quien es inculpado de un crimen que representa las injusticias que acompañaron muchos procesos en la corte estadounidense contra los inmigrantes. La obra traducida al español por Luis Valdez y Edna Ochoa es una adaptación del musical de Broadway estrenado en 1975 y llevado a la pantalla grande en 1981.
El montaje de la Compañía Nacional de Teatro destaca por las impecables interpretaciones de todo el elenco, del que sin embargo destacan Enrique Arreola quien encarna a la figura mítica del pachuco y funciona como presentador del espectáculo y conciencia del personaje así como la actuación del querido Carlos Orozco, quien interpreta a Smiley Torres, uno de los miembros de la pandilla y amigo cercano de Henry.
Como hemos dicho, invitamos a nuestros lectores a que no se pierdan esta obra que sobre todo nos recuerda que el teatro no es una cuestión craneal, que la historia (como disciplina) no es una cuestión intelectual, sino que ambas se viven con todo el cuerpo, se experimentan con todos los sentidos. “Zoot Suit” remonta al espectador a la década de los cuarenta norteamericanos de manera tan vívida que por un momento experimentamos un verdadero viaje en el tiempo del que regresamos reflexivos y contentos.
Antes de dar por concluida nuestra crítica, consideramos fundamental destacar la realización de los programas de mano, especialmente la inclusión del glosario de pachuquismos que nos ha parecido una idea brillante en tanto que complementa la información histórica del montaje y resulta divertido para los espectadores practicar el slang «pachuco» al final de la función.
Para mayores informes sobre las funciones de «Zoot Suit» puedes visitar: http://www.cnteatro.bellasartes.gob.mx/
Notas.
[1] El primer grupo eran los afroamericanos.
[2] Los prejuicios raciales eran parte integral de la ideología norteamericana desde la fundación del país. En materia legislativa se había intentado regular el ingreso de ciudadanos de otras nacionalidades como consecuencia de las oleadas de población de afroamericanos, japoneses, irlandeses, italianos y judíos que si bien habían significado un gran aporte para el crecimiento económico en tanto que suministraba mano de obra barata, supuestamente amenazaba al bienestar social, a la seguridad y al control de las principales esferas de poder. A este respecto conviene mencionar los casos citados por Alan Brinkley en su Historia de los Estados Unidos, el primero de ellos corresponde a Henry Bowers “un abogado autodidacta preocupado por lo que él consideraba como el crecimiento de poder de los católicos y extranjeros” quien en 1887 fundó la Asociación para la protección del Norteamericano, un grupo encargado de detener la inmigración. En segundo lugar se encuentra la Liga para la Restricción de las Inmigraciones, una organización formada por cinco estudiantes de Harvard. La liga proponía que el gobierno llevara a cabo un proceso de selección a través de exámenes de alfabetización y de otros estándares para separar a los “deseables” de los “indeseables”.
[3] Brinkley, Alan. Historia de Estados Unidos: un país en formación. México, Interamericana McGraw-Hill. Pág.852
[4] A propósito, este traje ha sido reinterpretado por varios personajes fundamentales para la cultura popular occidental, desde su máximo representante Germán Valdéz “Tin-Tan” hasta el Zoot Cat, el personaje de caricatura de la compañía cinematográfica Metro G. Mayer, actualizada posteriormente en Tom & Jerry, hasta los personaje de cómic “El hombre invisible” y “La Máscara”.
[5] En caso de que el lector quisiera ampliar la información aquí referida sobre el pachuquismo recomendamos la lectura de Hijos de la patria perdida: pachucos, chicanos e inmigrantes en la narrativa mexicana de Javier Perrucho y la obra de Alan Brinkley, Historia de los Estados Unidos citada anteriormente.