Podemos perder la cabeza de muchas formas, pero también podemos recuperarla, o mejor aún, sustituirla con flores.
Esta obra dirigida e interpretada por Sergio Bressky y Gabriela Daniell, nos transporta a un monocromático mundo onírico, donde conocemos a dos personajes profundamente entrañables, un hombre y una mujer esperando en una estación de tren, esperando, no sólo al tren, también una oportunidad, con la esperanza tambaleante de que en un futuro las cosas mejoren, a pesar de la constante y acosadora certeza de que, en general, eso no depende de ellos. No sabemos sus nombres, son seres anónimos, probablemente expulsados, desnombrados, y consecuentemente, descabezados.
De una forma divertida, tierna y poética, por medio de máscaras, títeres y sus propios cuerpos, Bressky y Daniell nos hablan de huidas precipitadas, de nostalgia permanente, de soledad, pero de también de encuentros; nuestros protagonistas tienen que irse, aunque no sepan muy bien a dónde.
Y en medio de todo el alboroto que proporciona un viaje precipitado, la mujer pierde la cabeza, el hombre pone todo de su parte por ayudarla, porque al parecer, a nadie más le importa, y, sin hablar de amor en este punto porque opacaría el discurso, se embarazan, y nace una bebé, pero es una bebé sin cabeza.
En un mundo triste y restrictivo, que no nos permite ver más allá de nuestras narices, que te arranca la cabeza, o hace que la pierdas, se puede superar a la adversidad, la nena no se conforma con una vida sin cabeza, pero tampoco quiere una, por lo que, para la sorpresa de los abatidos padres, decide que un par de flores son un buen sustituto.
Por medio de la renovación que supone un nacimiento en tantos sentidos, el hombre y la mujer se vuelven capaces de afrontar con fuerza y amor lo que venga, a perder el anonimato, al menos entre ellos, y se convierten en “alguien” para el otro, en individuo y colectividad, en familia.
Esta obra nos lleva a un mundo confuso y aterrador, donde estos tiernos personajes descubren junto con nosotros que siempre podemos hacer algo para ser felices, y que, cuando las aguas se calmen, siempre podemos recuperar la cabeza.