El verdadero amor es un milagro. Este suceso extraordinario no le sucede a cualquiera, el encuentro con la persona que haga de nuestra vida una experiencia trascendental depende tanto de la casualidad como de la voluntad. Una vez que el encuentro ocurre, hará falta tomar la decisión de conservarlo, hacerlo crecer; pocas veces reparamos en su fragilidad, nos confiamos con que el paso de los días, la condición “duradera” hará que se consolide. No es así. La estabilidad de la pareja depende en buena medida en la conformación de un equipo a distintos niveles. La vida es demasiado amplia, demanda que atendamos en compañía sus múltiples dimensiones: intelectual, afectiva, práctica y creativa. Encontrar con quién realizarnos en todas las esferas de acción es una bendición que no puede ser mal aprovechada.
Daniel Finzi Pasca encontró en Julie Hamelin a su compañera ideal, la complementación amorosa de ambos produjo no solo una compañía de teatro, sino una manera de concebir el mundo a través de la escena, el estilo que nombraron “teatro de la caricia” con el cual buscaban llenar el alma de los espectadores con el afecto que quizá estos últimos se encontraran buscando en otro lado con o sin fortuna. Esta pareja de vida y creativa querían compartir el sosiego que causa la certeza de haber caído en las mejores manos. En las manos de quien sabrá cuidarnos siempre.
Un teatro que apunta al corazón. Precisamente el órgano que, en su debilidad, terminaría con la vida de Julie. Perder al ser amado podría significar una de las desgracias más hondas para la vida de una persona común. Afortunadamente, el artista se aleja de la normalidad por su particular forma de relacionarse con lo que le pasa, de esta forma, a partir de su sensibilidad, cualquier suceso cotidiano deviene en acontecimiento. Incluso el duelo puede transformarse en una obra de arte.
La compañía de Daniel y Julie rinde homenaje a uno de sus pilares mediante Per Te su espectáculo más reciente, en él vierten los pensamientos y emociones que acompañan su sentimiento de pérdida. Los recuerdos alegres de su vida en pareja, desde que ella se transforma en “un pastel feliz” para el día de su boda, los reproches a los ángeles que no supieron protegerla y la dejaron ir, las reflexiones en torno a la soledad, la desilusión de saber que nuestro amor no volverá más, las inevitables preguntas: . ¿Cómo nombrar el dolor? ¿Por qué las fuerzas superiores de la existencia permitieron que ocurriera? ¿Qué pasa con los muertos, en qué se convierten?
Todo se transforma en cuadros magníficos soportados por una estética deslumbrante que a diferencia de La Veritá o de Ícaro no se preocupa de la perfección conseguida por el artificio, sino que es franca en su torpeza, en la combinación de elementos que dan cuenta del desequilibrio, del titubeo, de lo inacabado. La despedida a nuestro ser amado no puede ser contundente. Las imágenes que surgen de ella, tampoco. No se trata de un descuido sino de un manifiesto en honor a la honestidad.
Per Te es un montaje realizado mediante escenas fragmentadas que semejan la confusión de una mente por tratar de construir sentido ante un suceso que trasciende toda lógica, que aún la humanidad no hemos podido explicarnos de manera satisfactoria. Cada cuadro –palabra muy precisa para nombrar los momentos, pues parecen pinturas en movimiento- narra por un lado el periplo de la compañía para hacer este montaje; por otro lado se muestra una metáfora del duelo y de la batalla de la vida. Las imágenes además poseen altos vuelos poéticos. Como una pieza de arte contemporáneo, permite múltiples lecturas. Por ejemplo, hay quien lee en el vestuario de las armaduras el mensaje de que la enfermedad es una lucha en la que el cuerpo sirve como campo de batalla. Es preciso protegerlo. Sobre esta misma imagen hay quienes la interpretan como el proceso psicológico denominado duelo.
El espectáculo es un continuo diálogo con la ausencia, todo el tiempo la obra está conversando con Julie, nos habla a nosotros para hablar con ella. Los espectadores somos testigos del último regalo que la compañía le hizo a uno de sus miembros fundamentales, al tiempo que la conocemos gracias a la mirada amorosa de cada uno de los integrantes. Ahí está Daniel abriéndonos los brazos para que podamos ver lo que tiene dentro. Lo que palpita aún a su pesar. Nos invita a su jardín secreto. Pensar que todo en Per Te fue hecho para Julie nos estremece: la música, el humor, los números acrobáticos. Todo se creó pensando en ella. Todo se hizo tratando de adivinar sus reacciones.
Pese a lo doloroso del tema Per Te no es una experiencia oscura como podría uno suponer por tratar la muerte de alguien tan allegado a todos los miembros de la compañía, es más bien un canto a la vida, una posible respuesta de la Compañía Finzi Pasca ante el misterio de la muerte. El juego y la poesía como una luz para hacer frente al sufrimiento, sin por esto banalizar la cuestión dejando de lado el dolor, éste es inevitable y está expuesto pero el espectáculo nos recuerda que nunca es permanente. Julie –nos dice la obra- hizo llover en muchos escenarios y a su vez en los ojos de muchos espectadores alrededor del mundo. En Per Te, presente como una entrañable ausencia, lo volvió a hacer.