El identificarme como mujer me ha mantenido siempre en una relación ambivalente conmigo misma y con el mundo; por un lado, de amor profundo y sincero hacia mi sexo y mis congéneres, hacia mis ciclos y las posibilidades creativas que estos me ofrecen; pero por otro lado, vivo, desde niña, en un estado mental y anímico casi insoportable: con miedo permanente a ser violada y/o asesinada; con culpa modificable pero constante, primero por exponerme a “situaciones de riesgo”, teniendo que soportar las consecuencias de ello “porque yo me lo busqué”, y luego por haberme permitido sentir culpa por ello; con enojo conmigo misma por haber normalizado formas de violencia que me han causado dolores insufribles, y con el mundo porque no me dio las armas para defenderme.
Y no, no estoy exagerando.
Sobrellevar tanta presión sobre lo que debemos ser, afrontar las consecuencias de ir contra corriente, vivir con tanto miedo a ser lastimada o violentada por el simple hecho de ser visible para el mundo, sentir tanto odio de ver como cada día nos dañan y destruyen porque pueden, hace que agradezca el triple que alguien grite junto conmigo, junto con nosotras, todas juntas, que el grito nos una, porque no nos vamos a quedar calladas ni un segundo más.
Acudo a gritos femeninos comunales (en forma de fiestas, ferias y teatralidades) constantemente, porque me llenan el alma, y me recuerdan que somos un montón, y que hay esperanza, que estamos cambiando al mundo lento pero seguro, pero este grito en específico me conmovió tanto que me uní en dos ocasiones al rito escénico.
“Mujeres panfletarias” es un ciclo de obras organizado por el espacio Machado, el cual convocó a las creadoras interesadas en participar, y de las propuestas presentadas, se eligieron seis obras a desarrollar.
Hablaré de las primeras tres, ya que el ciclo está dividido en dos partes.
“¡A las calles! ¡Habitar la resistencia”, ideado e interpretado por Sofía López Fleming y Leticia Martínez, nos ofrece una propuesta corporal sobre los abusos físicos cometidos en la dictadura argentina, una mezcla de humillación y muerte, pero con una dosis de reivindicación, que, como espectadores, nos libera después de presenciar el esfuerzo físico extenuante de las actrices en escena.
“Tu sexo débil”, dirigida sin tapujos y con elegante ironía por Cora Fairstein, y, carismáticamente interpretada por Marina Kamien, es un reflejo clownesco de la mujer actual multitask, que desea cumplir sus sueños, hacer ejercicio, ser madre, ser plena, y ser todo, y puede hacerlo, pero, aun así, es curiosamente llamada “El sexo débil”. Acertadamente, la puesta tiene, como música de fondo, a Arjona expresando su horripilante opinión acerca de la mujer, con una playlist que, yo diría, pertenece al top five del horror y la misoginia. Por medio de metáforas risibles y vulgares, Arjona nos pide que no abortemos, porque esa bolita de células sin conciencia y sin sentimientos puede llegar a ser un varón, “un posible ingeniero, rockero o escritor”, pero varón al fin, y a esos no se les mata; nos exige que menstruemos tranquilas, porque aunque “de vez en mes la cigüeña se suicida, y ahí estás tú tan deprimida buscándole una explicación”, él entiende que nuestro único sueño en la vida es ser madres, y no tenemos de que preocuparnos, él va a estar ahí para explicarnos todo; y por supuesto, con el passive-agressive que lo caracteriza, invisibiliza nuestras luchas, porque está firmemente convencido de que “nosotros con el machismo, ustedes al feminismo”, y todos felices. Mientras nuestros oídos son asediados por estas barbaridades y más, vemos a la protagonista que, grácilmente, se quita su ropa de “fémina”, y se embute en un típico traje de boxeo, quedándose en tetas impunemente, y realizando una rutina de entrenamiento, fluyendo, casi contenidamente, lo que parece generarle la vida, y la música de fondo. Este montaje le restriega en la cara a Arjona y al mundo, entre risas y jocosidades, que la mujer es todo, menos el sexo débil.
“Mujeres contra el golpe”, es el regalo que nos ofrece el colectivo brasileño Passarinho, en este ciclo. Rebosante de honestidad, e inteligentemente dirigido por Luciana Tomie, con una dramaturgia colectiva, y diez actrices en escena, “Mujeres contra el golpe” nos introduce en un mundo monocromático y oscuro, que en algunos momentos desprende destellos rojizos; dividido en cuadros que entrelazan el reciente y penoso golpe que provocó la destitución de la primera presidenta de Brasil, y el día a día de la violencia machista normalizada, que nos somete y mata poco a poco, indiscreta y violentamente, pero silenciado a lo largo de la historia, tanto por víctimas como por opresores. Regalándonos parte de sus historias personales, junto con videos reales de la humillación y acoso machista que sufrió la presidenta, las passarinhas provocan empatía y esperanza en medio de la destrucción y el dolor; ya nos dimos cuenta de que no somos histéricas, ni locas, ni putas, de que no nos buscamos, ni nos merecemos las violaciones, ni los asesinatos, que no necesitamos que un hombre nos explique, que podemos vestirnos como queramos, y desvestirnos con quien nos plazca; ya nos dimos cuenta, así que agárrense, porque se acabaron las cabezas agachadas.
El espectáculo termina en la calle, con intérpretes y público, bailando y gritando al unísono “¡Fora Temer!”, conmoviendo corazones y encendiendo conciencias, iluminándonos el camino, que ya estábamos siguiendo, pero que a veces se desdibuja, y estos momentos de sororidad y amor, dejan marcados nuestros pasos en la arena, para que ni una más se pierda en la misoginia y el machismo.
En tiempos de desaparición, duelo, gritos silenciados, muerte, dolor inconsolable y aparentemente interminable, es imprescindible sentir a las otras gritando a un lado, muy cerca, porque nos duele lo mismo, y no importa lo que cueste, lo vamos a cambiar.