Estimado Esteban,
leí lo que escribiste sobre la narraturgia y más que un comentario por redes sociales, que responde a lo inmediato, preferí tomarme el tiempo para contestarte mediante este escrito de mayor extensión, considerando que plasmar tus reflexiones te llevó tiempo, así que, valorando el esfuerzo que te tomó escribir es que hago esta respuesta.
Queda claro por la lectura de tu texto que la obra a la que haces referencia no te gustó, debido a los argumentos que utilizas, incluso a la utilización de la ironía que haces en un momento en que dices que la obra es “original y poética”. No tengo conocimiento de dicha obra así que no hablo por ella, sino por las generalidades en torno a la creación que dejas manifiestas.
En un primer momento empiezas con lo temático, te preguntas si no existirá algún dramaturgo mexicano que aborde otros temas que no sean narcotráfico y violencia y que no muestren una sociedad decadente. No sé si en el texto en particular al que haces referencia, dichas temáticas sean utilizadas de forma sensacionalista solo con fines morbosos o para generar apología de la narcocultura, que en ese caso simplemente se estaría valiendo del dolor de una sociedad para generar entretenimiento vacío que idealice la crueldad. Pero hablar de la decadencia de la sociedad para reflexionar en torno a la condición humana, las relaciones de poder, o la desigualdad no me parece nada menor. Desde tiempos inmemorables el teatro es el lugar ideal para reflexionar sobre estas cuestiones, desde los griegos cuyos mitos bien podrían encabezar las más pintorescas notas rojas: “Hijo tiene sexo con su madre y mata a su padre” “Mujer mata a sus hijos”, etc.
Pero no yendo lejos tenemos en México, por nombrar unos cuantos ejemplos, a Sergio Magaña con Los motivos del lobo, a Víctor Hugo Rascón Banda con La fiera del Ajusco, a Humberto Robles con Mujeres de arena, etc. Grandes autores mexicanos han dedicado su arte a la finalidad de intentar desentrañar los misterios de tanta violencia. En un contexto como el nuestro, es necesario repensar la decadencia para hallar un poco de luz.
Ahora bien, entiendo que a veces la utilización de la violencia puede generar políticamente las mismas repercusiones que una noticia, ser un medio del poder dominante para controlar a la población, como menciona Zizek en sus reflexiones sobre la violencia. En ese sentido considero que el problema no son los temas sino desde qué punto de vista se abordan políticamente y con qué finalidad. Que se siga hablando de la decadencia, pero para pensarla y buscar respuestas y caminos, no como entretenimiento vano.
Más adelante hablas de otra cuestión: la forma. Quizá en la obra que haces referencia y desde tu apreciación, la estructura es poco funcional o artística. Pero por ello decir que la narraturgia en general toca terrenos que no competen al teatro me parece un poco excesivo. La narraturgia podrá no ser drama pero es teatro, en tanto que dialoga con la tradición, en tanto que los autores de estas formas como gesto estético y político deciden que su obra es teatro y no prosa o lírica.
Mencionas que se está abusando de la narraturgia, pero ¿cuántos siglos no se ha abusado del drama? A comparación la narraturgia es una forma joven. Y me parece que tanto nacional como internacionalmente hay muchas creaciones narratúrgicas que artísticamente han aportado mucho al panorama teatral. Tenemos textos de Angélica Lidell, Rodrigo García, Jan Fabre, Sergio Blanco, Arístides Vargas, César Brie, Mariano Tenconi Blanco, Lautaro Vilo, Roland Schimmelpfennig, Conchi León, Jaime Chabaud, LEGOM, etcétera.
Por último, mencionas que la narraturgia no permite que el actor actúe y que evita que el espectador entienda una historia. Ante la primera afirmación basta decir que las nuevas formas textuales ponen en crisis los preceptos hasta entonces acuñados de representación, aportando nuevas posibilidades, tanto al acercamiento actoral como al abordaje desde la dirección escénica. Quizá una lectura dramatizada no fuera la mejor opción para dar a conocer esa narraturgia en específico, quizá habría que crear una lectura narratizada, o de plano hacer la puesta en escena porque el texto en sí mismo desde segunda mitad del siglo XX en muchos casos es solo un aspecto más del fenómeno teatral, no el más importante como muchos siglos antes; quizá esa obra era de esas características y la mera lectura haya dejado una sensación de incompleto.
Para la segunda afirmación no todo autor busca dejar clara una historia. No por eso es menos teatro, cada propuesta pide distintas cosas al espectador. Qué triste sería que no existieran todas aquellas obras que no entendemos nada pero que nos seducen y conmueven.
Los premios son muy extraños y no siempre nos dejan satisfechos, pero por una obra no podemos intentar hablar de todas las demás que comparten estilo o temática, porque en ese caso estaríamos tomando la postura de todas aquellas personas que denostan todo el teatro por haber visto una obra que no les gustó.