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Ricardo Ruiz Lezama

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Ricardo Ruiz Lezama

Dramaturgo, director de teatro y actor.

Reflexiones

Apoyen el teatro mexicano

por Ricardo Ruiz Lezama 10 septiembre, 2015

Apoyen

Se dice «apoyen el teatro mexicano, el cine mexicano, el talento mexicano» y no puedo evitar sentir como si se pidiera caridad. Es como si el arte mexicano fuera un ser que cayó en desgracia y tuviéramos que ayudarlo a salir de su carencia organizando una colecta para la causa. ¿Por qué tenemos que decir que apoyen el arte mexicano como si se tratara un arte con capacidades diferentes, accidentado, un arte que no pudiera valerse por sí mismo?

Cuántas invitaciones al teatro o al cine no he recibido que dicen: “apoyen el talento nacional”. No estoy en contra de apoyar, sino de la idea que subyace en esta palabra: apoyar. No me gusta porque de alguna manera coloca al arte mexicano por debajo de las demás expresiones artísticas mundiales, lo sitúa como alguien desvalido que requiere de la buena voluntad de los otros o de la mendicidad para subsistir y estoy más que convencido que no es así.

No lo necesita porque en México hay claramente grandes muestras del mejor arte del mundo, incluido el teatro. Muchos lo saben y lo celebran. A los ingenuos los invito a acercarse y mirar sin prejuicio varias obras de la cartelera, seguro encontraran motivos para maravillarse. Si esto no los satisface los invito a asistir a los festivales internacionales que se organizan en el país o si tienen la oportunidad de viajar a otros países los convoco a que no se pierdan la posibilidad de ver otras teatralidades, así se darán cuenta del buen teatro se hace en México, tan valioso como otros. Es indudable que tenemos grandes actores, directores, dramaturgos, iluminadores, vestuaristas, escenógrafos, etc. Hay creadores con trayectorias y trabajos que hablan por sí mismos y que no tienen nada que envidiarle a nadie.

¿Entonces por qué rogarle al espectador que nos haga el favor de ir  a nuestras obras cuando en muchos casos al que le conviene es a él porque va a llevarse una experiencia extraordinaria? No me imagino  alguna publicidad de cine suplicando por público. Es cierto que en el caso del cine es distinto porque en la mayoría de los proyectos cinematográficos hay un aparato publicitario con el que el teatro no cuenta. Pero lo que también es cierto es que es impensable que se conduzcan al espectador por medio de un subtexto tal como “háganos el favor de vernos”.

Recuerdo otro ejemplo sobre esto relacionado con el teatro. Ícaro de Daniele Finzi Pasca. La publicidad decía: te hará reír y te hará llorar. Fui pensando: “a ver si es cierto”. Lo fue. Pero si la publicidad hubiera dicho: “apoyen al payaso suizo”, muy difícilmente hubiera ido. Seguramente hubiera pensado -como estoy convencido que muchos harían-: “¿Y yo por qué?”

Fue muy arriesgada la publicidad de Finzi Pasca, sin duda, pero en mi caso cumplió las expectativas. Igualmente podría no haberlas cumplido, pero fui. Eso es lo importante, lo demás es cuestión de ética, si se prometen cosas que no se cumplirán, habrán consecuencias. Sea cual sea la estrategia que se emplee, creo que todas son mejores y menos denigrantes que apelar a la caridad. Por ello, creadores y espectadores, apoyemos el arte nacional sin demandar apoyo, sino enalteciendo sus innegables cualidades.

Firma-Ricardo

Reflexiones

El desvirtuado sentido del aplauso en el teatro

por Ricardo Ruiz Lezama 20 agosto, 2015

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Una vez le oí decir a un actor: “No importa que el público se duerma, al final siempre se levanta para aplaudir”. Me pareció un comentario bastante cínico pero verdadero. Independientemente de lo que ocurra en una función siempre hay aplausos (no he vivido una función donde el público no aplauda al final o abuchee, de hecho por como he visto que nos comportamos los espectadores en la actualidad, ambas posibilidades me parecen inconcebibles).

Dependiendo de la idea que se compre de espectáculo variara el aplauso; por ejemplo, si es un pretencioso espectáculo internacional de esos que no ofrecen nada más que el nombre de quien lo dirige, al levantarse de su siesta muchos espectadores aplaudirán fervientemente, otros se pondrán de pie y algunos más gritarán “bravo”. A final de cuentas nadie quiere decir que no vio las inexistentes pero lujosísimas nuevas ropas del emperador.

Se supone que el aplauso debería medir la aprobación de los espectadores por lo que contemplamos. De tal manera que a mayor aplauso mayor aprobación, ¿Entonces por qué aplaudimos hasta lo que no nos gusta? En el caso del teatro independiente que no nos gusta, ¿aplaudimos porque el boleto salió barato, porque un conocido es parte del elenco, porque no entendimos nada y lo festejamos, porque en vista de que el teatro independiente no da para vivir, al menos el aplauso sirva como alimento del alma de quienes lo hacen? En el teatro comercial que no nos gusta, ¿aplaudimos porque el boleto salió caro, porque invirtieron mucho dinero en producción, porque los actores son famosos, porque fuimos a pasar un buen momento y lo haremos con o a pesar de la obra? Retomando nuestro ejemplo de teatro internacional que no nos gustó, ¿aplaudimos para que vean que aplaudimos, para reflejados en los otros como narcisos perdernos en un vanidoso mar de apariencias? Y si nos dormimos, ¿aplaudimos porque aprobamos que nos hagan dormir, siempre y cuando hayamos sido arrullados por un espectáculo culturalmente aceptado, para poder decir: me dormí, pero la obra estaba buena?

Afortunadamente no todos los aplausos que nacen en el teatro tienen estos desvirtuados sentidos. No siempre se aplaude lo que aquellos mecanismos que avalan la cultura señalan que “vale la pena”, ni tampoco siempre se aplaude por convención. Cuando uno presencia verdaderos fenómenos teatrales, a veces donde ni se imagina, el aplauso alcanza un sentido ritual.

Cuando una obra acontece sentimos que todos los espectadores fuimos parte del milagro que se produjo ante nuestros ojos. Al encenderse la luz y la sala entera es un batir de palmas y gente conmovida, el aplauso celebra lo inefable y todos durante un momento somos parte de su melodía discordante. Nos volvemos música.

Hay obras en las que antes del aplauso todo el público callamos. Pero no es porque esperemos algo más, sino que los espectadores fuimos uno con la representación y tardamos en retomarnos. Luego de esos momentos de incertidumbre en los que fuimos obra de arte, un aplauso de algún sitio llega para recordarnos que la ficción ha terminado. Ese lugar que habitamos entre el final de la obra y el aplauso, ese momento que antecede la celebración de palmas es otro ritual. Obras así nos permiten ser silencio.

Celebrar lo inefable, ser música, ser silencio, estas y otras cuestiones que se me escapan son parte del ritual del aplauso que hemos reducido a una costumbre meramente de cortesía, a un simple: la función ha terminado.

ricardo

Críticas

La de Vicente López. Un festín de violencia

por Ricardo Ruiz Lezama 13 agosto, 2015

La de Vicente López

Las fiestas familiares son eventos en los que las personas que comparten parentesco se reúnen para tratar de olvidar sus diferencias y generalmente representar una gran ficción: la de la familia feliz. Lamentablemente no siempre puede llevarse a buen término esta simulación y algún rencor del pasado sale a flote para finalizar la velada con alguna disputa que hará que la familia deje de hablarse hasta el siguiente año (a veces dos, cinco, veinte o toda la vida). Con una reunión así inicia La de Vicente López, obra escrita y dirigida por Julio Chávez.

Es la noche de año nuevo y en un ambiente de aparente calma se respira la tranquilidad incómoda y las tensiones ocultas que se irán desatando poco a poco durante el transcurso de la velada. Los personajes que participarán del festín de violencia al que los espectadores fuimos convidados son: una madre, una hija con dinero, la hermana y su hijo, un uruguayo y un pintor.

Intolerancia y violencia son los motores que conducen a estos personajes a perder la compostura y arremeter unos contra otros. A simple vista parecería una obra que retrata casi cualquier fiesta familiar que termina mal, de esas que la mayoría hemos vivido. Pero no, esto sólo es la máscara para mostrarnos algo más impactante: a nosotros mismos en nuestra incapacidad por conmovernos por el otro, por comprenderlo o intentarlo siquiera.

La intolerancia encarnada principalmente por el personaje que interpreta Luz Palazón, la tía de Vicente López, no es otra cosa que el reflejo de todo lo que los espectadores somos, incluso sin darnos cuenta: clasistas, xenófobos, discriminatorios. Está obra es una cubetada de agua fría para el público que nos descubrimos expuestos en nuestra propia intolerancia.

No hay víctimas ni victimarios, hay incomprensión, actuar por aprendizaje o desconocimiento, por crueldad naturalizada. Las actuaciones comprometidas y equilibradas de todo el elenco (Santiago Caamaño, Paco Gorriz, Hernán Húbeli, Luz Palazón, Mercedes Quinteros, Elvira Villarino) nos conducen a observar una realidad compleja y sólo complaciente como objeto artístico, pues desde que inicia la función hasta que termina somos deleitados por el gran trabajo que es este montaje en todos sus sentidos: dirección, texto, actuación, escenografía.

Sin duda una obra que vale la pena ver no sólo por lo bien lograda de la puesta sino porque al no haber víctimas ni caricaturización, sino actores llevando a fondo cada existencia se produce teatro como espejo del hombre. Lo cual nos abre la posibilidad de cuestionarnos más sobre nosotros mismos y el origen del conflicto entre los seres humanos, ya sean hermanos, sobrinos, madres, hijos, pareja o amigos. No hay respuestas, hay impacto, sacudida y asombro.

Si quieres información sobre funciones visita: http://www.alternativateatral.com/obra7906-la-de-vicente-lopez

Críticas

Vigilia de noche. Las obsesiones de Daniel Veronese

por Ricardo Ruiz Lezama 28 julio, 2015

Vigilia de noche

Una de las obsesiones recurrentes de Daniel Veronese en los últimos montajes que hemos visto de él (El crédito, Bajo Terapia, ¿Quién teme a Virginia Wolf? -ésta en su versión mexicana- y Los corderos -en su versión mexicana y argentina-) es la corrupción de las relaciones interpersonales. Veronese pone en escena personajes que se relacionan enferma y corrosivamente, que se necesitan para hacerse daño a partir de una idea perversa del amor como sufrimiento o como imposibilidad de ser dichoso.

Vigilia de noche de Lars Norén se destaca por llevar esta premisa hasta el extremo, dando como resultado una obra de humor negro, en la que los personajes sufren profundamente pero los espectadores reímos. Pero es quizá el humor la forma de hacernos soportable la tragedia por la que pasan aquellos seres angustiados y sin rumbo.

En la obra fue el funeral de la madre de dos hermanos que nunca conviven y que ahora lo harán después de años de no tener contacto. Entre ellos y sus dos esposas saldrán a la luz secretos sufrimientos que no los dejarán tranquilos y de los que no hallarán descanso ni salida.

Algo muy interesante de este montaje es que las actuaciones, pese a ser profundamente verdaderas, no generan empatía con los espectadores en un nivel emotivo, sino en un nivel de reconocimiento que se refleja en las constantes risas. Esto es un elemento destacable porque crea un distanciamiento con el dolor de los personajes permitiendo entender las motivaciones y errores en las que incurren. Toda esa lucidez produce la posibilidad de hacer una reflexión sobre las relaciones humanas que difícilmente una obra que nos condujera por la compasión nos permitiría, pues en Vigilia de noche no hay buenos ni malos; podemos entender a cada personaje, sin estar de parte de ninguno.

Las actuaciones de Mara Bestelli, Pilar Gamboa, Walter Jakob y Luis Machín están muy comprometidas con estos personajes complejos que podrían ser fácilmente banalizados. Sin duda nos regalan interpretaciones muy virtuosas con algunos momentos de genialidad. Guiados por un Veronese que está en su mejor forma y que pareciera que ya sabe qué hacer y cómo hacerlo para mantener interesados a los espectadores mediante un manejo  claro y preciso de la dirección, y con un texto que no deja de sorprender a cada momento, Vigilia de noche nos muestra que las obsesiones de Veronese son temas inacabables y que siempre tienen algo para decirnos.

Para más información sobre funciones o venta de boletos, visita: http://www.alternativateatral.com/obra36824-vigilia-de-noche

Críticas

Cinco obras imperdibles de la cartelera porteña

por Ricardo Ruiz Lezama 19 julio, 2015

Hay obras de teatro de las que se puede decir poco porque generan una experiencia trascendente y por consecuencia inefable. Puede uno desvivirse en elogios o hacer sesudos análisis pero al final siempre quedará la sensación de que algo faltó por decir. Lo único que uno puede hacer con estas obras es verlas una y otra vez, pero sobre todo recomendarlas. A continuación cinco obras que te aconsejamos no dejes pasar:

Terrenal. Pequeño misterio ácrata

Ya escribimos antes unas palabras sobre este montaje escrito y dirigido por Mauricio Kartun. Si no has leído lo que escribimos sobre Terrenal, te dejamos el link. No tenemos nada que agregar, simplemente que cada vez que la vemos de nuevo o la recordamos nos gusta más.

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Para más informes sobre funciones visita:

 http://www.alternativateatral.com/obra32723-terrenal

Mi hijo solo camina un poco más lento

Sin duda uno de los fenómenos actuales del teatro independiente. Un maravilloso ejemplo de cuando el teatro pierde su carácter efímero al volverse una experiencia ritual. ¿De qué es ritual el teatro? Esta puesta en escena dirigida por Guillermo Cacace nos recuerda que el teatro es, entre todas sus posibilidades, un ritual amoroso. Sin palabras.

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Para más informes sobre funciones visita: http://www.alternativateatral.com/obra33486-mi-hijo-solo-camina-un-poco-mas-lento

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Un irreverente monólogo de Rafael Spregelburd que ya va en su tercera temporada en el Teatro El Extranjero. Si tuviéramos que definir esta obra diríamos que se trata de una comedia dramática absurda, musical y poética. Con un virtuosismo tanto de Spregelburd en la actuación como de Zypce en la musicalización en vivo, este espectáculo de dos horas de duración es una experiencia trepidante.

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Para más informes sobre funciones visita: http://www.elextranjeroteatro.com/plays/view/90/name:SPAM-de-Rafael-Spregelburd

El loco y la camisa

Esta obra, escrita y dirigida por Nelson Valente, es de un naturalismo imponente que da la ilusión a los espectadores que fuéramos voyeurs mirando la intimidad más descarnada de una familia. Presenciamos la miseria y el dolor de estos seres frágiles, pero también vislumbramos un rayo de luz, quizá una esperanza en la figura de un loco que tal vez es más sensato que todos los dementes que nos creemos cuerdos: la humanidad.

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Para más informes sobre funciones visita: http://www.alternativateatral.com/obra15117-el-loco-y-la-camisa

Tercer Cuerpo y Emilia

Realmente no pudimos decidirnos entre estas dos obras de Claudio Tolcachir, así que te recomendamos las dos. Ambas se caracterizan por contar entrañablemente los fracasos de unos personajes, tanto vulnerables como enternecedores, a los que nadie les enseñó cómo se ama. Pero, ¿acaso existe alguien que sepa cómo es amar sin cometer errores?

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Para más informes sobre funciones visita: http://www.timbre4.com/teatro/

Reflexiones

¿Qué le pedimos al teatro?

por Ricardo Ruiz Lezama 12 julio, 2015

qué le pedimos al teatro

Las primeras veces que alguien tiene un encuentro con el teatro pueden pasar dos cosas: que lo ame o que no quiera volver a saber de él en la vida. Todo depende de ese primer acercamiento y aquel que se maravilla puede hacerlo con la obra más amateur, mientras que aquel que lo desprecia puede hacerlo con la obra más profesional.

Pasando el primer encuentro, puede suceder que haya quienes jamás vuelvan a pisar un teatro –o que si lo hacen, sea regañadientes-, pero los que quedan, esos que van con frecuencia son de quienes nos ocuparemos en esta reflexión.

Conforme se va con mayor regularidad al teatro, la mirada empieza a poner énfasis en diversas cuestiones: que si la actuación, que si la intención, que si la escena tal; en pocas palabras el espectador habitual tiende a mirar el teatro con ojos más críticos. Esto se acentúa cuando cursan algún taller de teatro o empiezan a tener amistades que se dedican a este arte –lo cual no es complejo considerando que el teatro es una actividad que implica cercanía; todos los que vamos asiduamente al teatro tenemos algún conocido que tiene o tuvo algo que ver en cuanto a la parte creativa-.

¿Y qué sucede con estos espectadores “conocedores”? Que gran parte de las obras empiezan a parecerles mal hechas y algunos de los comentarios que podemos oírles a la salida de los teatros son: que qué mal tal escena, que el equipo creativo no entendió el texto, que tal actor mejor debería dedicarse a otra cosa, que pobre del director que no tenía ni idea de lo que hacía cuando dirigió el espectáculo, etc. En este momento aquellos espectadores han dejado de amar el teatro como ese otro público que nunca volvió a ir, con la diferencia de que siguen yendo, muchos con menor regularidad -pensando que la pasaran mal- pero siempre con la esperanza de reencontrarse con esa primera sensación de plenitud, con ese amor al que pasaran la vida tratando de reencontrar –como aquel ser andrógino del que se hablaba en El banquete o como a nuestra madre, según Freud (las comparaciones en este sentido son infinitas)-.

Desafortunadamente si se sigue buscando en cada montaje lo que uno quiere ver, difícilmente se apreciará lo que sí posee. Es ahí cuando los amores se vuelven imposibles. Por eso, estimado lector, te convido a que cada vez que vayas al teatro, lo hagas como una cita a ciegas y descubras, en lo que veas, las cosas maravillosas que ese encuentro en especial –sin compararlo con ningún otro- tiene para ofrecerte.

Reseñas

Los hombres vuelven al monte. Un potente monólogo interpretado por Ivan Moschner

por Ricardo Ruiz Lezama 14 junio, 2015

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Los hombres vuelven al monte es una obra escrita y dirigida por Fabian Díaz, con la actuación de Ivan Moschner. Este montaje narra la historia de un hijo que realiza un viaje casi iniciático  a la búsqueda de su padre. Pero también relata la historia del padre y las razones o sinsentidos para haber ido al monte. Y cuenta a su vez las repercusiones de ambos acontecimientos en la vida y destinos de sus seres cercanos. Todo encarnado en un mismo cuerpo a manera de monólogo.

El texto recuerda al realismo mágico, esto debido al manejo no lineal del tiempo de la narración, a la incorporación de elementos fantásticos con naturalidad y al uso poético del lenguaje. Sin duda es un texto complejo y rico en una infinita posibilidad de sentidos y matices, el cual es magistralmente habitado por Ivan Moschner, revelando de manera, tanto lúdica como dramática,  las profundidades poéticas y discursivas de la obra.

Es sobresaliente el trabajo de Ivan Moschner en muchos aspectos: como mencionaba en el párrafo anterior, da luz a los sentidos ocultos del texto, haciéndolo accesible, divertido y entrañable;  encarna a diversos personajes, hombres y mujeres, desde el juego, pero también desde la más profunda compasión, permitiéndose afectar por cada visión diferente y particular que hospeda en su cuerpo; transita diversos estados de ánimo y nos conduce a los espectadores por variadas sensaciones, capturando nuestra atención de principio a fin hasta en los gestos más sutiles. Sin duda Moshcner realiza un trabajo extraordinario dando voz, cuerpo y vida a todos los personajes de Los hombres vuelven al monte.

En cuanto a la dirección, el trabajo de Fabian Diaz se ha fundido tanto con el trabajo del actor que pareciera que todo surge de la actuación. Sin duda una dirección sumamente precisa, de esas que no dejan pista y funcionan a favor cien por ciento del trabajo actoral, lo cual siempre es una virtud, pero en un monólogo resulta, además, loable.

Los hombres vuelven al monte es una puesta en escena compleja pero altamente disfrutable que se aprecia al menos en dos sentidos. El primero en cuanto a la experiencia que suscita y el deleite de contemplar el trabajo vivo y virtuoso de Ivan Moschner. La segunda, si es que se quiere, de desentrañar al final de la función los sentidos ocultos de las potentes metáforas, tanto visuales como sonoras, y su relación con la historia que repercute contundentemente en nuestro presente. El pasado siempre vuelve para explicarnos como humanidad.

Si quieres más información sobre Los hombres vuelven al monte como funciones, venta o reserva de boletos, visita:

http://www.alternativateatral.com/obra33661-los-hombres-vuelven-al-monte

Reflexiones

La importancia de la crítica teatral

por Ricardo Ruiz Lezama 7 junio, 2015

crítica

El teatro no puede esperar la posteridad -el teatro representado al menos-. La razón es simple: es presente y es convivio. A menos que inventen la posibilidad de revivir físicamente un presente, algo así como viajar en el tiempo, el teatro seguirá siendo efímero. Capaz de volverse eterno, sí, pero sólo en tanto que trascienda en los espectadores, en tanto que se conforme como mito que se cuente de boca en boca, porque el acontecimiento como experiencia se pierde para siempre.

Esta característica mortal inherente al convivio del teatro es por lo que se hace indispensable la figura del crítico. ¿Por qué? Por las múltiples funciones que desempeña en relación con el presente del suceso teatral, ya que no habla para el futuro.

Una de sus funciones es arrojar luz sobre un fenómeno difícil de explicar. ¿Pero es que acaso el fenómeno no habla por sí mismo? No necesariamente. En esta época en la que, al menos en occidente, predomina una necesidad de entender mediante la razón, es en donde lo inexplicable necesita tener gente que complete el sentido, aunque el sentido sea la falta del mismo.

Un crítico pondrá en su dimensión justa un acontecimiento y de forma objetiva nos hablará de sus atributos, de esta forma nuestra experiencia se complejizará y podremos acceder a otros niveles estéticos más allá del placer o desagrado que nos produce un montaje. Hay creaciones que, como ciertos vinos, para ser valoradas necesitan más elementos de aproximación.

Otra función que desempeña la crítica es la de completar una experiencia. ¿Cómo? Revelando sentidos que en un principio no quedaron claros de una representación. Esto generalmente ocurre cuando uno vivió una experiencia contundente de esas que nos dejan incapacitados de verbalizarlas. Si se quiere comprender más allá del nivel sensible, es decir en un nivel lógico, para eso están los críticos. No como poseedores de la verdad –porque hay obras con niveles de lectura como espectadores mismos- pero sí de un punto de vista interesante y enriquecedor gracias a años de estudio, análisis y reflexión.

Una última función es señalar dónde hay algo que pueda ser de interés. La diferencia entre el crítico y la publicidad es que el primero hablará de las virtudes de un suceso –incluso de sus fallas- valiéndose de argumentos objetivos,  mientras que la última utilizará elementos de manipulación para vender entradas. Un crítico con ética será lo más honesto posible con sus lectores mientras que la industria publicitaria ha borrado esa palabra de su diccionario.

Una vez entrando al universo particular de un crítico teatral tendrás siempre alguien con quien dialogar sobre las obras, alguien con quien estar de acuerdo o no, pero sobre todo alguien que estará preocupado por darle importancia al presente que es el teatro, evitando con todas sus fuerzas que pase desapercibido.

Críticas

Rauch. Transitar los diversos y coloridos matices de la risa

por Ricardo Ruiz Lezama 4 junio, 2015

Rauch

Al salir de la función de Rauch, dirigida por Julieta Carrera y con las actuaciones de Cecile Caillon, Rosina Fraschina, Marcelo Katz y Fred Raposo, me encontré con  mucho para decir y entonces se apareció una oportunidad, estaba una mujer con una cámara para grabar lo que la gente anda diciendo. Iba a hablar pero me sentí tonto, ya que lo único que podía expresar del revoltijo de emociones que me produjo el espectáculo, era: me divertí mucho, vale la pena venir a reír. No me atreví a decir nada como si la risa fuera poca cosa, como si reír no fuera una razón suficiente en sí misma.

Eso es lo complejo del clown. Es tan sencillo que se vuelve una experiencia casi inefable. Porque cómo explicar la dicha de ver a un hombre golpearse la cabeza contra una puerta -sin sentirse un idiota-. Pareciera que sólo nos gusta contar la magnificencia de lo extraordinario y no lo maravilloso de lo simple, el asombro de las pequeñas cosas.

La trama de Rauch es simple. Hay un restaurante nuevo en el que los trabajadores y la jefa se están preparando para abrir sus puertas al público. Sólo esto necesitan para convidarnos poco más de una hora de diversión.

Pero no se trata de un simple divertimento insustancial. La risa de Rauch no es de esa que te deja vacío, al contrario, es  de ese humor inexplicable del clown que termina volviéndose sanador, que te deja pleno al salir de la función. Humor que nace de la fragilidad, del dolor, humor poético que te hace transitar los diversos y coloridos matices de la risa.

Y es aquí cuando busco respaldo en los grandes y menciono que Brecht dice en el Pequeño Organón para el Teatro que la misión del teatro fundamentalmente es divertir y busco otros argumentos por el estilo para tratar de llenar el vacío de palabras al cual nos conduce la risa, ese otro gran ritual del teatro. Porque no solo existen las tragedias y la catarsis. También el silencio como lugar sagrado ocurre con una buena comedia.

Las actuaciones de los intérpretes de Rauch denotan una gran experiencia en la técnica del clown pues la conexión que generan con los espectadores es inmediata y contundente. Saben cuándo hablar, cuándo soltar los gags, cuándo integrar al público, cuándo callar y cuál debe ser la duración de los silencios. No intuimos que busquen hacernos reír y quizá no lo buscan sino que sucede.

Para los que gustan del clown sin duda este espectáculo será un deleite, para los que no conocen mucho de este lenguaje, también (no hay que saber nada para reír). Ambos quedarán al final de la función con sólo unas cuantas palabras para decir que -ahora entiendo lo mucho que quieren decir-: me divertí mucho, vale la pena venir a reír.

Para mayor información de Rauch como funciones, venta de boletos o reservaciones, visita:  http://www.alternativateatral.com/obra34799-rauch

Críticas

Othelo. La irreverente adaptación de Gabriel Chamé Buendía

por Ricardo Ruiz Lezama 31 mayo, 2015

Othelo

¿Qué pensamos cuando decimos “Shakespeare”? “Ser o no ser, esa es la cuestión” o “Es el ruiseñor, no la alondra”. Frecuentemente se piensa en el Shakespeare filósofo, en el poeta y casi siempre en el más grande dramaturgo que jamás ha existido.

Generalmente cuando se piensa en este autor se piensa también en alta cultura y por consiguiente en solemnidad. Este estigma llega a condenar diversos montajes que se quedan en lo antropológico, en el bien decir, en una distancia aparentemente infranqueable entre los autores clásicos y nuestro tiempo. Pero la adaptación de Othelo que hace Gabriel Chamé Buendía le falta el respeto a la idea Shakespeare para enaltecer al Shakespeare que siempre es más impactante: el Shakespeare vivo.

Esta irreverente adaptación de Othelo es una prueba de que una de las mejores formas de revivir a los clásicos es quitarles su carácter deificado,  humanizándolos pues el teatro es carne, no ideal.

Esta puesta en escena pone énfasis en la comedia física y los gags visuales, además de valerse de la improvisación para dialogar en presente con lo que va ocurriendo en cada función con cada público. Estamos frente a una visión cómica de la tragedia, pero sin llegar a banalizarla, pues este montaje nos recuerda la línea sutil entre lo trágico y lo cómico.

Las interpretaciones subidas de tono, casi grotescas, no se quedan en la mera forma, sino que son verdaderas dentro de su excentricidad, tanto que  a veces traspasan la barrera de lo cómico y sorprenden de súbito con la fuerza trágica que plantea la dramaturgia de Shakespeare. Además el humor nunca está sobre lo que la obra tiene para contar, sino que es una herramienta para que el discurso de la obra nos alcance.

Las actuaciones de Matías Bassi, Julieta Carrera, Hernán Franco y Martín López Carzolio, atrapan por su precisión y versatilidad, pero sobre todo por su energía, la cual empieza en alto y no baja ni un momento, al contrario, desborda no dejando tiempo para que el público se distraiga por nada.

Algo que destaca es cómo estos actores logran hacer que las palabras que se dicen cobren infinidad de  sentidos que permiten las más diversas lecturas desde la actualidad. Por lo que la obra nos habla directamente, no estamos frente a algo histórico y ajeno al presente, sino ante el descubrimiento de nuevos significados frente a un texto que comprendemos inmortal.

El juego, la irreverencia y un diálogo contundente con los espectadores son los ingredientes principales de este Othelo,  en donde se le rinde tributo a Shakespeare de una forma entrañable: bromeando con él.

Si quieres más información sobre funciones, reservaciones y venta de boletos de Othelo, visita: http://www.alternativateatral.com/obra27007-othelo

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