Se dice «apoyen el teatro mexicano, el cine mexicano, el talento mexicano» y no puedo evitar sentir como si se pidiera caridad. Es como si el arte mexicano fuera un ser que cayó en desgracia y tuviéramos que ayudarlo a salir de su carencia organizando una colecta para la causa. ¿Por qué tenemos que decir que apoyen el arte mexicano como si se tratara un arte con capacidades diferentes, accidentado, un arte que no pudiera valerse por sí mismo?
Cuántas invitaciones al teatro o al cine no he recibido que dicen: “apoyen el talento nacional”. No estoy en contra de apoyar, sino de la idea que subyace en esta palabra: apoyar. No me gusta porque de alguna manera coloca al arte mexicano por debajo de las demás expresiones artísticas mundiales, lo sitúa como alguien desvalido que requiere de la buena voluntad de los otros o de la mendicidad para subsistir y estoy más que convencido que no es así.
No lo necesita porque en México hay claramente grandes muestras del mejor arte del mundo, incluido el teatro. Muchos lo saben y lo celebran. A los ingenuos los invito a acercarse y mirar sin prejuicio varias obras de la cartelera, seguro encontraran motivos para maravillarse. Si esto no los satisface los invito a asistir a los festivales internacionales que se organizan en el país o si tienen la oportunidad de viajar a otros países los convoco a que no se pierdan la posibilidad de ver otras teatralidades, así se darán cuenta del buen teatro se hace en México, tan valioso como otros. Es indudable que tenemos grandes actores, directores, dramaturgos, iluminadores, vestuaristas, escenógrafos, etc. Hay creadores con trayectorias y trabajos que hablan por sí mismos y que no tienen nada que envidiarle a nadie.
¿Entonces por qué rogarle al espectador que nos haga el favor de ir a nuestras obras cuando en muchos casos al que le conviene es a él porque va a llevarse una experiencia extraordinaria? No me imagino alguna publicidad de cine suplicando por público. Es cierto que en el caso del cine es distinto porque en la mayoría de los proyectos cinematográficos hay un aparato publicitario con el que el teatro no cuenta. Pero lo que también es cierto es que es impensable que se conduzcan al espectador por medio de un subtexto tal como “háganos el favor de vernos”.
Recuerdo otro ejemplo sobre esto relacionado con el teatro. Ícaro de Daniele Finzi Pasca. La publicidad decía: te hará reír y te hará llorar. Fui pensando: “a ver si es cierto”. Lo fue. Pero si la publicidad hubiera dicho: “apoyen al payaso suizo”, muy difícilmente hubiera ido. Seguramente hubiera pensado -como estoy convencido que muchos harían-: “¿Y yo por qué?”
Fue muy arriesgada la publicidad de Finzi Pasca, sin duda, pero en mi caso cumplió las expectativas. Igualmente podría no haberlas cumplido, pero fui. Eso es lo importante, lo demás es cuestión de ética, si se prometen cosas que no se cumplirán, habrán consecuencias. Sea cual sea la estrategia que se emplee, creo que todas son mejores y menos denigrantes que apelar a la caridad. Por ello, creadores y espectadores, apoyemos el arte nacional sin demandar apoyo, sino enalteciendo sus innegables cualidades.