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Reflexiones

El rencor hacia la crítica

por Zavel Castro 4 mayo, 2016
Escrita por : Zavel Castro 4 mayo, 2016

¿Qué espera conseguir el actor de teatro? ¿Laureles, fama, fortuna? ¿Qué quiere lograr el crítico con lo que sale de su pluma? ¿Destruir nombres, aniquilar sueños? Nada de eso, al menos eso no es lo que se busca de un buen actor o de un buen crítico, quiero decir de quien ejecuta o escribe por amor a lo que hace, de quien honra al teatro y se dispone ante él con dignidad.

Para poner las cosas en su justo sitio y comprender mejor la intención del uno y del otro es necesario dejar de sobrestimar estos quehaceres, dejar de exigirles demasiado, dejar de pedir lo que no pueden darnos. Reconocer sus limitantes y aceptar con humildad sus alcances. Generalmente el crítico demanda del teatro más de lo que lo que le exige a la vida, observa desde su butaca un espectáculo del que no espera más que perfección, entonces el actor le parece la criatura más frágil y falible y cada uno de sus errores lo decepciona como si su vida dependiera de su impecable ejecución. A su vez el actor pretende que la opinión del crítico reconozca su empeño y sus horas de trabajo y así, no tenga más opción que ensalzar su trabajo, de tal suerte que lo que más le importa de su firma es su valor promocional. No es que necesite ya obtener su aprobación o su rechazo, lo único que interesa es su recomendación. Señalar las fallas es granjearse enemigos, eso es algo que el crítico debe saber antes de pretender que su escritura no afectara a nadie, aún a aquellos que aseguren no leerlo o quienes lo lean para reírse de su incompetencia.

Resulta gracioso observar que en estos tiempos un crítico puede ser cualquiera siempre y cuando hable bien del trabajo de los otros, siempre y cuando su opinión convenga. Entonces se defiende la libertad de expresión y se reconoce la importancia del “boca en boca” como una de las instituciones más poderosas en materia de difusión, entonces se finge sonrojo, se agradece y se comparte el comentario favorecedor, porque hasta aquí la opinión del público es la que cuenta ¡Pero ay de aquel que hable mal! ¡Ay de aquel que se atreva a criticar negativamente el trabajo del otro por escrito y públicamente! Este espectador “no sabe de lo que habla”, a este si se le exige tener estudios y trabajos previos que avalen su comentario, a este si se le demanda una especialización, sentido del humor, correcta redacción y buena ortografía, requisitos con los que no necesariamente cuenta el espectador que ha dicho que una obra es maravillosa y que las actuaciones lo han dejado profundamente complacido.

El crítico adulador puede ser cualquiera, el otro es no es más que un ignorante y un maldito. Aquel tiene todo el derecho de expresarse, al adversario debe aplicársele censura, tildar su opinión de irrelevante, identificar en su comentario cualquier rastro de envidia. Siempre viene mejor la lambisconería, para el halago no hay exigencia. El rencor se comprende de parte de quien se ha sentido herido por una mala crítica, pero eso no justifica la incoherencia de solicitar del espectador -que, no olvidemos, idealmente ha ido al teatro con la mejor disposición- silencio en caso de que el trabajo no le haya gustado, pero que grite alabanzas en caso contrario. O que de ser así, argumente su comentario en contra, despojado de la subjetividad que en cambio sirve para dejarse afectar por la ficción. Ni el espectador ni el crítico van al teatro a sentirse derrotados, el crítico va sobre todo a ejercitar su capacidad de serendipia y cuando no encuentra algo que valga la pena para rescatar la función es válido que pueda decirlo sin que el actor arremeta contra él, sin que lo señale para dejarlo en ridículo aliándose con el resto del gremio para celebrar su derrota.

Idealmente ni el espectador ni el crítico escriben sobre una función para regodearse de su pequeño poder, para sentirse importantes, tampoco lo hacen para lanzar golpes bajos. Escriben porque les nace compartir su opinión, sea la que sea. Pero una vez que se llega al consenso de que “[…] salvo algunas excepciones no existe la crítica profesional en México y que en el mejor de los casos lo que existe es un grupo de colegas con carreras muy menores que “critican” para sobrevivir, lo que es doloroso y patético […]” el crítico que habló mal deviene en imbécil e innecesario, su opinión se omite, se le excluye del medio teatral, lo dejan de lado para seguir sonrojados y agradecidos únicamente con aquellos que se desviven en alabanzas. Aquel al que se le permite cualquier grado de escolaridad, cualquier tipo de conocimiento y cualquier forma de escribir. Lamentablemente, para ellos, es el público que habla bien de su trabajo el único que no se equivoca.

¿Qué espera conseguir el actor de teatro? Laureles, fama, fortuna.

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Zavel Castro

Historiadora. Estoy obsesionada con el fenómeno teatral.

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