“No eres ni la sombra de lo que quisiste ser. Traicionero asunto resultó la vida. Ni la mitad de lo prometido cumplió el pasado”, escribió José Sbarra una vez, pero a mí me resuena para siempre en la cabeza cual mantra, desde que lo escuché en “Los pro y los contra de hacer dedo”; oírlo por primera vez fue como ver el vídeo de “El aro”, lo viste y cagaste, o te mueres (en este caso de desesperanza y tristeza) o lo compartes, y al parecer a la directora Sabina Faccini le pasó lo mismo. Imposible quedarse impasible ante estas palabras.
De una forma sincera, poética y apasionada, Sabina Faccini une fragmentos de la obra “Marc, la sucia rata”, de José Sbarra, en una dramaturgia propia, que narra la historia de dos personajes que, como todos nosotros (aunque probablemente estemos haciendo un esfuerzo sobrehumano por ocultárnoslo), saben que no son ni la sombra de lo quisieron ser; atrapados en la forma que los condena, intentan ser, repletos de pesimismo, pero con ese pequeño dejo de esperanza, que en realidad es el instinto de supervivencia.
Danila Magri interpreta con elegancia a una chica que ha decidido prostituirse en la ruta, haciendo dedo a los camioneros que pasan, por gusto, y sin remordimientos; y Nicolás Moreno da vida, con maestría, a un chico que después de un matrimonio heteronormativo, se ha dado cuenta de que, en realidad, lo que quiere en la vida, es ser mujer. Podría asegurar que sus honestas actuaciones, junto con la verdad aplastante y sin tapujos que propone el texto, le pondrían la piel de gallina a la persona más creyente, y a la más, aparentemente, insensible.
Acosados por lo insoportable de la mera existencia, van formando su propio camino; “No porque le temas a la larga noche, Dios va a existir” dicen en un momento, y efectivamente, los protagonistas están alejados de cualquier motivación inventada, viven la miseria que han creado con lo que el mundo les ha ofrecido, pero con una sinceridad que sólo se logra por medio del abandono y la anagnórisis; a pesar de todo, son lo que quieren. ¿Qué conviene más? ¿Vivir en una feliz mentira, o sobrevivir sin vendas en los ojos?
En la puesta resalta todo, se aplaude la decisión de la directora de utilizar profesionales en el tema para cada área; cuentan con música en vivo interpretada por Tomás Fernández Vázquez, que nos introduce, de acuerdo a su poética específica, en una atmósfera oscura y llena de melancolía; la iluminación, oscura pero llena de significado, fue ingeniosamente diseñada y realizada, por Carlos Pacheco Pizarro, ingresándonos, discretamente, en un sopor que nos lleva, no sólo a lo más recóndito del alma de la obra, sino a los lugares más escondidos de nuestros propios corazones. La escenografía, a cargo de Eugenia Labaqui, está cuidada hasta en el más mínimo detalle, llena de metáforas, de forma que, por sí misma, podría ser una instalación y ser observada como una obra independiente del montaje, pero que en el mismo, acompaña perfectamente a todos los demás elementos, y encima cuenta con un artilugio de extraños poderes, que aumenta el ambiente nostálgico tan bien logrado del montaje: una valija que perteneció al propio Sbarra, utilizada como “camerino” por el personaje masculino en su transformación a fémina, los objetos reales en esta realidad inventada en la que vivimos, le dan un poquito de sentido a la vida.
Contando con un equipo de creadores jóvenes, que empiezan a dedicarse profesionalmente a lo que los apasiona, después de haber estudiado una carrera relacionada a las artes que les competen, “Los pro y los contra de hacer dedo” no tiene nada que envidiarle a los montajes de los creadores que llevan la vida entera y un siglo, en el medio; demostrándonos que lo que se hace con pasión y amor, saliendo desde el fondo del corazón, porque este te exige decirlo y compartirlo, es la única forma de hacer arte.