Extrañar es acaso el verbo más difícil del conjugar. Quiero decir que el sentimiento que implica es una herida abierta que no se piensa nunca en pasado porque nunca ha de cicatrizar; “te extrañé” no existe porque aún conservo el recuerdo del vacío de tu ausencia, “te extrañaré” es una promesa que ya contiene el dolor de la pérdida. Sé que algún día no estarás más conmigo… “Te extraño” es siempre en presente.
Regresa.
Y es que todos padecemos las ausencias, si existe algo peor que esto debe ser la incertidumbre, si sé que te fuiste pero no puedo ni imaginar dónde estás o qué ha sido de ti, me angustio y me pierdo contigo. No soy más. No me habito. Sin ti, sin la idea de ti, el mundo ha perdido sentido, ya no me significa. No vivo en él. Estoy en él. Pero no soy más parte suya. No estás y el llanto no me purifica. No me consuela. Sé que no regresarás. Ha pasado mucho tiempo desde que te fuiste ¿Me abandonaste o simplemente olvidaste cómo regresar a casa? ¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Me necesitas? ¿Puedo ayudarte?
Vuelve. Te lo ruego.
Esta sensación que acompaña una ausencia como la que dejó ese alguien en quien pienso al escribir los primeros párrafos, es el motor principal de “UMBRA. Una cartografía para la ausencia”, obra escrita y dirigida por Gabriela Román, interpretada por ella misma, Cecilia de los Santos, Stefanie Izquierdo y Delfino Vergara. El montaje inspirado en las reacciones emotivas que provoca el fenómeno de las desapariciones forzadas en las dictaduras latinoamericanas –aunque sitúa su antecedente directo en la Alemania Nazi-. Román, ha traducido el dolor de los familiares, amigos, amores y todos aquellos que esperan que alguien vuelva, especialmente porque se le ha arrebatado la posibilidad de hacerlo y eso es indignante, en una obra que no escatima en recursos para enfatizar la magnitud del problema.
Es así que tenemos una propuesta documental lúdica interactiva que apuesta por el convivio y la generación de una comunidad empática y solidaria.
Pensada para un público joven, no hay forma en que el espectador no se integre a las dinámicas que suceden frente a sus ojos o cuente con su participación directa. Como dije, los recursos no son pocos: material audiovisual punto menos que permanente, fragmentos de entrevistas con ex presidentes mexicanos, documentales históricos, testimonios, “The Big Bang Theory”, videos musicales, partidos de fútbol, etcétera. Las escenas se resuelven a manera de: subasta cuya puja depende de los “precios” de desaparecidos por país, bailes populares de los países de los que hablan mientras refieren cronológicamente los sucesos, juegos de mesa basados en la repartición del mundo (una especie de “Monopoly”), un programa de concursos, una declaración en el MP, una fiesta de cumpleaños en la que se invita a los espectadores a comer pastel, la simulación de un round de lucha libre y un karaoke.
Evidentemente sostenida en una investigación de poco más de un año, UMBRA es el resultado de un proceso de búsqueda, un esfuerzo que vale la pena celebrar. Y es que para los integrantes de Teatro Ariles, era importante hacer notar que las desapariciones forzadas no sólo ocurrieron con el caso Ayotzinapa, sino que es una práctica política perpetua de la que siempre valdrá la pena hablar desde el teatro, plataforma de conciencia y denuncia por antonomasia. UMBRA, efectivamente traza un mapa para encontrarnos con nosotros mismos y aquellos a los que extrañamos. Una propuesta fresca llevada a escena con toda honestidad. Una obra pertinente en todo caso. A todos nos hace falta alguien ¿Cómo llenar ese vacío?