Una noche de diversión en la Zona Rosa definitivamente debería comenzar con Tenis la comedia escrita y dirigida por Diego Beares. La complicidad que esta obra consigue con su público es envidiable y digna de reconocimiento, todo ha sido pensado y resuelto para complacer a los jóvenes asiduos a este emblemático circuito de la Ciudad de México.
Desde que llegas al teatro ubicado dentro del hotel NH, te sientes bienvenido a una fiesta que promete hacerte pasar un buen rato. Un respiro a final de semana que ayude a sobrevivir lo que falta, que haga olvidar los asuntos que te estresan, una historia ligera que te invite a participar sin obligarte a comprometerte profundamente con ella.
Esta obra predispone el ánimo al disfrute, verdaderamente te relaja. Mientras esperes que dé inicio la función, el ambiente ya se ha generado: baladas de Paulina Rubio y Belinda acompañan las primera y segunda llamada: el público sonríe, imbuido de referentes de la cultura pop a la que pertenece. El espectáculo comienza sin mayor propósito que el de brindar un entretenimiento de calidad sin demasiada pretensión.
Tercera llamada. Da inicio la obra que no necesita de mayor producción que una escenografía sumamente sencilla, justo lo que se necesita para contar los episodios de la vida de un joven enamorado de su profesor de tenis, un joven que sufre cuando se entera que aquél está próximo a casarse con una mujer hermosa con la que sabe no puede competir. La rivalidad de amor es imaginaria, simplemente porque el profesor no es gay, sino un auténtico símbolo sexual para las madres de los estudiantes inscritos a las clases. El alumno enamorado resulta particularmente empático ya que logra transmitir la montaña rusa que supone la fijación romántica a un imposible, el primer amor con el que todos hemos soñado para después fracasar. Podríamos decir que se trata del personaje con mayor profundidad de carácter, su construcción, podemos suponer, ha sido un reto importante, en tanto que maneja una amplia gama de matices emocionales: es tan ingenuo como valeroso, tan tímido como decididamente apasionado y tan simpático como enternecedor.
Como un detalle interesante que dinamiza la escena, hace todo más ágil y procura la atención del espectador, esta historia no se cuenta de manera lineal, sino que se articula a partir de divertidos avances y retrocesos concatenados, en los que además se mezclan la realidad y la fantasía. La obra incluye la voz en off de Itatí Cantoral (que se ha convertido en ídolo de masas por sus papeles de villana en las telenovelas mexicanas) y monólogos de cada uno de los personajes, con el fin de que los conozcamos un poco mejor y comprendamos su punto de vista sobre la historia. En este punto, cabe destacar el acierto en la elección del elenco, pues nos ha parecido verdaderamente grato disfrutar de las simpatiquísimas actuaciones de Jerry Velázquez, Armando Andrade y Fernando Sansores, por referir a quienes verdaderamente se lucieron en la función que compartimos y a partir de la cual emitimos nuestra opinión.
Aún cuando reconozcamos ventajas en la dirección de actores y algunas áreas de oportunidad en la dirección escénica, recomendamos esta puesta por ser, además de ágil y divertida, una obra de teatro auténtica, es decir que no pretende ser otra cosa que no es: un montaje para pasar un buen rato, una comedia con pleno conocimiento del público al que aspira alcanzar. Pero, sobre todo, se recomienda esta obra por el mensaje emitido desde la sinceridad: el apoyo al matrimonio homosexual, un sueño que para muchos se ha convertido afortunadamente en realidad.