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Reflexiones

Crítica teatral para nuevos públicos

por Zavel Castro 1 junio, 2025

Crea tu propia disciplina, o serás esclavizada por la disciplina de otro.

Sandy Stone

 

Innegablemente, la pandemia aceleró una transformación radical en los modos de producción de las artes escénicas y en los hábitos de consumo cultural, integrando como nunca antes en la historia, el uso de pantallas y herramientas digitales a las prácticas cotidianas. A decir de los especialistas en desarrollo de públicos, en los últimos años se observa que frente a una mayor exposición digital, la atención de las personas se dispersó, la identidad se fragmentó para habitar las múltiples plataformas, mermando la posibilidad de vincularse de manera profunda y comprometida con las experiencias artísticas y con sus pares.[1]

Ante esta coyuntura, es pertinente preguntarse cómo el pensamiento teatral —y en particular la crítica— puede encontrar nuevas formas de vincularse con públicos configurados por la experiencia del confinamiento, no tanto para hacer una crítica a su medida sino para establecer con ellos un vínculo que les invite a implicarse en la discusión sobre las obras, desde distintas perspectivas.

Apoyándonos en las conclusiones de los estudios de públicos realizados entre 2020 y 2025, reforzamos nuestro propósito de hacer de la crítica teatral un ejercicio común, en el que cualquier persona está calificada para participar, puesto que cuenta de las herramientas necesarias para formarse una opinión y compartirla.  Para bien y para mal, las plataformas digitales, cuyo uso se masificó durante el confinamiento, democratizaron los espacios de discusión, que antes estaban reservados solo para unos cuantos (las élites culturales).

Genieve Figgis, Art Connoiseurs (2014)

La ampliación y diversificación de  la esfera pública, apremia a la crítica a emprender un cambio de sentido respecto a su función, dejando atrás la labor de aleccionar a la audiencia y explicarle por qué debe asistir a un espectáculo y qué es lo que debe de pensar sobre él, para acompañarlo en su proceso de reflexión, compartiendole claves de apreciación y preguntas para el debate que pudieran resultarle útiles para apuntalar sus ideas y fortalecer su interpetación o confrontarla, no corregirlas. Esta nueva crítica busca cambiar las formas autoritarias por la disposición al diálogo.

Esta forma de pensar la crítica teatral es radicalmente distinta a lo que se viene haciendo desde los siglos XIX y XX, en los que asumía que el crítico  era la única persona facultada para evaluar las obras de teatro a partir de su gusto y decidir si valía la pena de ser vista, aconsejándo a un público que apenas conocía y que sin embargo asumía la tarea de aleccionarlo. Esta crítica tuvo su momento de gloria, aún pervive y tiene a sus leales practicantes y fieles lectores. La idea de estimular una forma distinta de pensar y escribir crítica no tiene la intención de presentarse como una versión superadora ni renegar de la tradición, simplemente apelamos por la posibilidad de diversificar el ejercicio de la crítica teatral, porque pensar que existe solo una manera correcta de hacer las cosas, especialmente cuando se trata de una práctica intelectual, es peligrosa en todo sentido. Preferimos abrazar la multiplicidad antes que la censura. Compartir una propuesta antes que dictar un modelo a seguir.

Tenemos la convicción de que la variedad aumenta las posibilidades de interpelar a distintas comunidades de públicos, por eso, es importante que declaremos que nuestros textos, así como nuestros talleres, están dirigidos a los públicos de la pospandemia, quienes quizás opongan menos resistencia a la invitación de cuestionar la rigidez del paradigma de las artes escénicas centrado en la sacralización del ritual, ligado a la copresencia, así como la pertinencia o caducidad de otras tantas ideas del pasado que hoy funcionan como dogmas, pero que quizá han perdido la capacidad de dialogar con el presente.

Frente a esto, proponemos un ejercicio alternativo: una crítica teatral situada en el presente, abierta a la innovación y con la mirada puesta en el futuro.

Al hacer esto honramos dos de las funciones esenciales de la crítica: señalar posibilidades y ensayar alternativas. En atención a ella, proponemos una exploración colectiva sobre otras formas de escribir crítica que nos permitan conectar con  públicos híbridos, internautas y avatares, para quienes el teatro sigue siendo una experiencia significativa.  Felizmente, tras diez años de existir en el mundo digital, seguimos siendo un espacio de experimentación y apertura.

Bienvenidas sean aquellas personas que se animan a pensar distinto.

 

 

[1] En este sentido resultan especialmente valiosas las investigaciones encabezadas por Mariana Aramburu, desde la asociación Enfoque Consumos Culturales en Buenos Aires y las encuestas realizadas en Chile y México durante el periodo del 2020 al 2023, así como las reflexiones de Jaume Colomer y  Javier Ibacache.

 

Reflexiones

Séptimo aniversario

por Aplaudir de Pie 12 abril, 2022

Ilustración por Mar Aroko 

En abril cumplimos siete años de inaugurar este espacio con la única intención de abrir un diálogo sobre el teatro, a propósito de las obras que veíamos. Escribíamos con entusiasmo y regularidad, procurando que nuestras interpretaciones fueran motivo de discusión  y que trascendieran el campo de la opinión basada en el gusto, es decir que lo importante, desde entonces, no era comunicar lo que nos había gustado y disgustado, sino los pensamientos que nos había provocado una puesta en escena.

Con el tiempo y con esfuerzo, seguimos por ese camino, con la promesa de agudizar nuestra mirada y ampliar nuestros referentes, estudiando mucho y reflexionando sobre aquello que veíamos, leíamos y pensábamos. Queríamos escribir interpretaciones analíticas que significaran una aportación a la manera de entender el teatro. Muchas veces, los textos que compartimos resultaron problemáticos, acaso  -también hay que reconocer los errores en público- porque no  fuimos asertivxs con la manera en que exponíamos nuestras preguntas y señalamientos o porque rompíamos con ese tipo de crítica consolidada en el periodismo de espectáculos de no decir nada que pueda comprometer la venta de boletos, y es que, de acuerdo con ese campo, la función de la crítica es convencer a la gente de asistir al teatro. Una tarea muy noble que, sin embargo, confunde a la crítica con la publicidad. Por el contrario, el concepto de crítica que procuramos ejercitar, no tiene relación alguna con el marketing, o por lo menos, no una relación voluntaria. Esto se debe a nuestra mala cabeza para los negocios y sobre todo, porque sospechamos que quienes están dispuestos a vender su opinión (aun cuando la ganancia sea únicamente simbólica), no tienen problemas en sacrificar un poco su honestidad. Este es el mayor motivo por el cual rechazamos que nuestro medio tenga un sentido comercial. También podría suceder que realmente piensen que todas las obras que ven son imperdibles, lo cual nos llevaría a pensar el problema de la percepción, una cuestión muy interesante.

Desde el comienzo de nuestra historia, rechazamos la obligación implícita de recomendar, especialmente, porque eso solicita exagerar las impresiones, saturar los textos con adjetivos y escribir con prisa. Y es que, como muchas otras prácticas, la aceleración exige que las críticas se produzcan inmediatamente después de asistir al teatro, lo cual, según nuestra manera de entender la crítica no tiene mucho sentido, pues se necesita tiempo para escribir algo que sea interesante y que no se olvide minutos después de leerlo.  Por supuesto, que esto nos hace poco simpáticos para quienes esperan que la crítica sea halagadora y veloz, afortunadamente, hemos sabido guardar nuestra distancia con el medio artístico y con las agencias de medios. La mayoría de estas últimas, que  todavía tienen la cortesía de invitarnos, saben que veremos las obras y que acaso, no escribiremos sobre ellas o, por lo menos, no escribiremos mientras sigan en temporada; nuestra manera de ejercer la crítica no es compatible con la desesperación.  Creemos que antes de escribir nada, tenemos que leer, ver, conversar y pensar mucho. Disfrutar el proceso sin un deadline.

A nuestra animadversión a la producción acelerada de opiniones y, sobre todo, el rechazo a pensar la crítica como un ejercicio concentrado en calificar las obras, ha hecho que cada vez tardemos más en escribir para intentar en cambio, comprender algo sobre el teatro. Acariciamos el sueño sobre la crítica de Michel Foucault:

No puedo dejar de pensar en una crítica que no busque juzgar, sino comprender, hacer existir una obra, un libro, una frase, una idea; ella encendería fuegos, observaría la hierba crecer, escucharía el viento y aprovecharía el vuelo de la espuma para esparcirla. No multiplicaría los juicios, pero sí los signos de nuestra existencia, ella los llamaría, los arrancaría de su somnolencia ¿Los inventaría a veces? Tanto mejor, tanto mejor. La crítica sentenciosa me provoca sueño; me gustaría una crítica hecha con destellos de imaginación. No sería soberana, ni vestida de rojo. Traería consigo los rayos de posibles tempestades.

En este tiempo, nos hemos vuelto más tranquilxs. Nos aburre intentar discutir con quien tiene ganas de pelear. En cambio, nos entusiasma acercarnos a las personas que les interesa dialogar. Nos sentimos cada vez más cerca de la gente apasionada por el teatro, el pensamiento, la dramaturgia y la crítica.

Tenemos mucho que celebrar. Especialmente, que, gracias a la comunidad con la que compartimos, nuestro ánimo reflexivo se ha fortalecido, así como nuestras ganas de compartir lo que hemos aprendido en el camino. Desde que descubrimos nuestra vocación docente, no hemos dejado de impartir talleres de dramaturgia y de crítica teatral  y lo seguiremos haciendo, pues en ellos se forjan vínculos profundos y relaciones de admiración, cariño y respeto. Estamos convencidxs de que ambos saberes son valiosos y necesarios para estos tiempos, pues la crítica, comprendida en un sentido profundo, nos permite reconocer los límites de nuestro pensamiento y acción, así como a oponer resistencia a la manera en que somos gobernadxs de distintas maneras, incluyendo la representación escénica y la dramaturgia.

Por su parte, la dramaturgia nos vincula con otras posibilidades de mirar el mundo desde la alteridad (hay más verdades y reconocerlas contribuye a los cimientos de una discusión desde la ética); nos contacta con lo imposible, impensable e inimaginable, únicamente para recordarnos que otra vida es necesaria; como diría Ionesco, no sirve para nada y a su vez es indispensable; y para nosotrxs es un testimonio de que, así como en una pieza teatral, el centro de la existencia podría ser el juego, en su sentido más hedonista, y no por eso sería menos trascendente, quizá al contrario, quizá sea una de las razones por las cuales la humanidad inventó el teatro, para recordarnos que la vida es una celebración, sea comedia o tragedia.

El teatro no “sirve”. No sirve a nada ni a nadie. El teatro no es sirviente y mucho menos esclavo de ninguna idea, ni de ninguna persona que quiera utilizarlo para sí, sea cual fuere ese objetivo. El teatro no es un instrumento o una herramienta para alguna finalidad. El teatro es un fin en sí mismo. El teatro es una expresión máxima de la condición humana. La vida en la Tierra no puede concebirse sin teatro, aun cuando quienes asistan al teatro sean una minoría. El teatro es precisamente esa vida en la Tierra.

Héctor Levy-Daniel

Concluimos este texto con la advertencia de que seguiremos escribiendo a nuestro ritmo y con la promesa de que seguiremos compartiendo lo que hemos aprendido en talleres. Esperamos verlos por allí. Gracias a quienes nos siguen, leen y comparten.

 

Ricardo Ruiz Lezama y Zavel Castro

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