La verdad es que tenía muchas ganas de conocer a “la Prietty”, el personaje creado por César Enríquez como resultado de su exploración sobre la realidad “trans”. La curiosidad se debía a los buenos comentarios que circularon por doquier y que hicieron a esta obra merecedora de clausurar la Muestra Nacional de Teatro y sobre todo del cariño de la comunidad a la que va dedicada y del resto del público que no deja de asistir a sus funciones en cualquier lugar en el que se presente. Naturalmente, que esta obra se presente en la Zona Rosa, corazón de la comunidad LGBTTTIQ (etcétera), en el teatro NH como parte del ciclo de monólogos “Mujeres Poderosas” organizado por Olivia Ortiz de Pinedo, hizo todavía más tentador mi asistencia al espectáculo.
¿Qué era lo que lo hacía tan especial? ¿Por qué causa tanto revuelo? Al verla entendí que acaso su mayor acierto sea el tratamiento del tema de una manera tan seria, honesta y comprometida y al mismo tiempo divertida. Contraria a la solemnidad con la que el mismo tema ha sido tratado algunas veces, solemnidad que deviene en densidad y que requiere del espectador un esfuerzo intelectual y de concentración que amenaza con dificultar su comodidad y goce inmediato.[1]
La Prietty no solo divierte y entretiene, sino que refleja, especialmente mediante su estética kitsch que coherente con el estilo raya en lo vulgar (escenografía, iluminación, vestuario); retratando así la realidad de la “vida nocturna” de muchas trans. La condición, o mejor dicho decisión vital de estas personas, las relega dentro del mercado laboral, limitándolas a prostituirse o a servir de algún modo en clubes, antros o la calle.
Consciente también de la situación económica de muchas trans, cuya transición total al género femenino exigiría una operación de cambio de sexo que imposible de costear, “La Prietty” muestra una figura hiper femenina que exagera sus rasgos corporales de forma rudimentaria, bruta, como sus medios se lo permiten y su entorno posibilita. La Prietty es una gran representante de la mayoría de las trans mexicanas. Por eso pueden reconocerse en ella y empatizar con el personaje. Porque saben que absolutamente contraria a una caricaturización de ellas lo que César Enriquez intentó con esta obra es comprenderlas, solidarizarse y darle voz a esa minoría fundamental en el panorama identitario de Latinoamérica.
Por solidaridad también es que Enríquez aprovecha su monólogo para denunciar la injusticia en la que viven diariamente y la violencia que muchas veces termina con sus vidas. Hay una escena de la obra que roba el aliento y abre los ojos del público. La escena que rompe con el tono cómico y nos invita reflexionar sobre la discriminación que permite que ciertos abusadores sientan que tienen el derecho de terminar con la vida de una persona a causa de sus preferencias sexuales. Lágrimas y risas. De una emoción a otra. Todo lo que nos hizo sentir la Prietty como una auténtica mujer (muy) poderosa.
[1] Se me ocurre por ejemplo otro de los montajes seleccionados para la Muestra Nacional de Teatro, que sin embargo yo vi como parte del ciclo “Beso. Teatro diverso” en la Teatrería, es Trans. Pieza documental sobre la identidad de género de la compañía de teatro Translímite-Alternativa Escénica, escrita por Bruno Ruiz y dirigida por Luis Rodríguez. Pienso que la “densidad” de la pieza podría estar relacionada con la concepción del autor sobre el teatro documental y la tradición del género en México, pero esta es materia de otra reflexión.