De acuerdo a lo que plantea Brecht en sus reflexiones podemos inferir que su ideal de teatro sería uno comprometido con la realidad social, que invite a pensar de forma crítica nuestro entorno pero fundamentalmente divertido. Este dramaturgo alemán dedicó toda su vida a buscar ese teatro. No sé si lo encontró pero sin duda cambió la historia del teatro para siempre.
Desde la aparición de Brecht muchos creadores se han inspirado en sus ideas y el teatro político se reformuló y expandió. Ejemplos destacables en Latinoamérica los tenemos con Enrique Buenaventura, Augusto Boal, entre otros, quienes desarrollaron una obra crítica y emocionante. También existen los casos no tan logrados que limitaron las posibilidades del teatro a un discurso, dando por resultado experiencias aburridas. Este último teatro es llamado por algunos “panfletario”, al parecer más un manifiesto que una obra de teatro. El teatro tiene sus propias necesidades y si se dejan de lado, puede ser interesante pero no necesariamente un suceso artístico.
Por eso siempre que aparecen obras que contienen una invitación a realizar una reflexión crítica sobre la sociedad sin dejar de lado la teatralidad y que se constituyen como acontecimientos poéticos contundentes, es digno de admiración. Una obra que contiene estas características es Orégano, creación del Colectivo Catapulta, escrita por Sergio Lobo y dirigida por Francisco Granados y Alan España, con las actuaciones de Fernando Villel, Francisco Granados, Mafer Vergara y Yair Gamboa.
Orégano, cuyo subtítulo es “la familia fracaso”, pone en perspectiva los mecanismos de una de las estructuras políticas más fundamentales de los seres humanos: la familia. Invitándonos a la reflexión de distintas problemáticas que nos aquejan como humanidad, de una manera inteligente pero principalmente divertida.
En esta familia hay muchos deseos que no se han cumplido, frustraciones latentes, sueños que no levantan el vuelo, aspiraciones cargadas de imposibilidad, rencores no dichos y dolores no asumidos. Es una familia que se encuentra en un punto crítico emocionalmente, en donde el espacio que habitan –a manera de metáfora- da cuenta de esta desolación que se ha naturalizado y con la que los personajes viven o mejor dicho sobreviven. Es inevitable asociar esta dramaturgia con aquellas obras de la posguerra, categorizadas bajo la etiqueta de Teatro del absurdo por Martin Esslin, que dan cuenta de un mundo devastado. En el texto que propone Sergio Lobo la devastación está dada no por la guerra sino por la violencia de estos familiares que solo atinan a hacerse daño, por una especie de guerra íntima en donde difícilmente ninguno saldrá victorioso.
Con todo esto parecería que Orégano se trata de una obra trágica y podría ser porque como dice Marco Antonio de la Parra, “una comedia es una tragedia en piel de cordero”. Con lo cual es bueno subrayar que en Orégano no hay tiempo para lamentaciones por parte del espectador, todo lo que queda es soltar una sonora carcajada ante las situaciones que nos muestra la obra. En este sentido la risa funcionaría, para pensarlo con Brecht, como una especie de extrañamiento que no da lugar a la autocompasión sino que permite la posibilidad de pensar críticamente.
Sin duda esta compañía ha logrado consolidar un montaje de una gran calidad, mostrando que existen opciones en el teatro independiente que no le piden nada a obras del circuito institucional e incluso del comercial. Todo en esta puesta en escena está sumamente cuidado, el diseño escenográfico por parte de Aldo Alemán y Alan España que da cuenta de las turbulencias internas que viven los personajes; las actuaciones extraordinarias de todo el elenco que encarnan la situación y nos transportan a esa otra realidad que plantea la dramaturgia; el texto que retrata muy bien las dinámicas nocivas de esta familia; la dirección que conjuga armoniosamente todos los elementos, logrando poner en perspectiva un reflejo de nosotros mismos y dejándonos al final la posibilidad de sentirnos aludidos y hacer algo por mejorar nuestro entorno o continuar como estamos y terminar siendo como aquella familia fracaso.
Orégano es sin duda una propuesta imperdible de la cartelera actual. Una obra para pasar un gran momento, salir con una gran sonrisa y si se quiere, solo si se quiere, reflexionar y tratar de mejorar un poco el mundo, como Brecht hubiera soñado.