Los dinosaurios también se creyeron invencibles. Yo, por principio y casi por deber, me resisto a creer que una cosa como el teatro puede desaparecer. Pero luego pienso en los dinosaurios. Tan grandotes ellos, tan dueños de todo, y un día llega el meteorito, les llena el cielo de polvo y los mata. La historia del planeta documenta cinco extinciones masivas desde que existe la vida. Extinguirse es una cosa de lo más normal.
¿Qué le va a pasar al teatro? Hay que reconocer que es correoso, que todos pensaron que el cine lo mataría, y no lo mató; que la tele lo mataría, y no lo mató; que el internet, que los toques de queda, que la falta de presupuesto… El teatro nomás no se muere y motivos no le faltan. A mí un historiador me preguntó en mis tiernos años de estudiante que por qué estaba en esa carrera si el teatro estaba muerto.
Llevo cuatro años haciendo zombis.
Ya se vio que, si la televisión y todos esos depredadores no consiguieron aniquilarlo, la del teatro no será una extinción repentina. Más bien le pasa lo que a los pandas. Y ahí es donde entramos quienes seguimos dedicándole nuestra vida a esto: nosotros pusimos en cautiverio a los teatro-pandas que quedaban, les planamos el bambú enfrente y los invitamos a que se reprodujeran. Nos resulta muy importante rescatar a la especie, aunque sea la más inútil del mundo, como los pandas.
El teatro se extingue por varios frentes, de a poco: desde el estudiante que sale, no encuentra nada y se dedica a otra cosa, hasta el espectador que tiene una mala experiencia y no regresa nunca. Y sí, a veces da la sensación de que nos estamos quedando muy poquitos, que nos contamos como quienes cuentan vaquitas marinas y que el más ligero cambio en el ecosistema (y aquí pienso en la cuenta regresiva del Foro Shakespeare) puede hacer que nos reduzcamos a la mitad. Qué miedo.
Pero aligeremos el asunto. Porque si pensamos desde nuestros ojos de humanos que hacen teatro o consumen teatro, el vértigo de la extinción nos pega fuerte, pero podemos pensarlo desde otro lugar: el del Teatro. Creo que si yo fuera el Teatro estaría mucho menos angustiada. Él está perfectamente acostumbrado a morirse. Se muere todo el tiempo, cada vez que la gente aplaude, cada vez que la actriz está arreglando el coche en lugar de repasar su texto. A él seguramente no le pesa tanto.
El Teatro está muy tranquilo porque sabe que, por mucho que le caiga un meteorito, como a los dinosaurios, 65 millones de años después vagará por el mundo una gallina que nos demostrará que hay cosas que nunca se extinguen del todo.
Jimena Eme Vázquez