La historia es sencilla: dos hombres han envejecido sin haber vivido nunca una gran aventura, además, uno de ellos está enfermo y sintiendo próxima la muerte quiere llegar al final de su vida con lujos que nunca tuvo por llevar una vida honrada, apegada a las condiciones de vida de la clase media, si bien, no tuvo carencias tampoco experimentó ningún tipo de exceso. Estos hombres que en otro tiempo fueron buenos amigos se reencuentran, luego de haber roto lazos por la traición de uno de ellos, que sólo con el tiempo pueden olvidar, o por lo menos, restarle gravedad al asunto. Una vez que retoman su relación, planean el asalto a una joyería. Conscientes de sus impedimentos físicos a causa de la edad contratan a un joven para que lleve a cabo el crimen junto con ellos y gane un poco de dinero fácil.
La comedia se sirve sobre todo de la explotación del recurso de los contrastes, a nivel de carácter tenemos la pareja del viejo educado y el viejo grosero, uno que vive con seriedad y rectitud y otro que se conduce con desenfado, el convivio de estos antónimos complementarios (formal/informal, discreto/indiscreto, elegante/vulgar) da a la obra inmediatamente el tono que necesita para contagiar a la audiencia de momentos graciosos. Así, el público observa la vejez desde un ángulo más amable que el de la melancolía, que es con el que suele tratarse esta etapa vital.[1]
Este tono cómico no resulta exagerado en ningún momento[2], bien llevado por el talento de José Carlos Rodríguez y José María Negri, actores de importantísima trayectoria en el teatro nacional, las risas del espectador son resultado del dominio del humor cargado de profundidad. Misma habilidad que admiramos en Fernando Bonilla que, como insistimos en referir, parece haber nacido para interpretar (o dirigir, según sea el caso) este difícil género dramático. La simpatía natural de Bonilla, junto con sus características físicas (es considerablemente más alto que el resto del elenco) y el carácter del personaje, que es más bien “bobo”, que parece no corresponder a su imponente figura, lo convierten en un personaje que brilla y encanta en el escenario. El elenco es una combinación ganadora, lo mismo que el mensaje esperanzador del montaje que ve en la vejez un buen momento para atreverse a lo imposible.
[1] El elemento nostálgico tiene lugar con la proyección en pantalla de fotografías y videos antiguos y quizá con la escenografía inspirada en una casa de los años cincuenta-sesenta en México.
[2] Como si resultan en cambio las groserías, de las que está repleto el texto y que aparecen las más de las veces forzadas, innecesarias y poco creíbles para los personajes.