¿Qué puede salir mal en una sociedad cuya funcionalidad ha sido planeada con precisión y cuidado para que todo salga bien? En un futuro impreciso se ha creado un mundo que se antoja alterno, dependiente por completo de la empatía. En esta ficción que no llega a realidad ni fantasía, sino más bien a simulacro, la amabilidad es un imperativo categórico. Lo políticamente correcto se dice y se hace con el fin de no ofender a nadie. Los malos entendidos son evitados a toda costa. Se utilizan eufemismos para evadir verdades. Se diluyen también las identidades de género determinantes y condicionantes en tanto a los roles que deberían interpretar, llamándose “personas” en lugar de hombres y mujeres. Todo esto porque el disgusto no es una posibilidad.
La compañía TransLímite a cargo de la dirección de Cecilia Ramírez Romo, presenta la obra escrita por Rebekka Kricheldorf sumándose con esto al cuestionamiento de la sociedad ideal, para responder a través del teatro, que simplemente esto no existe, que es un ideal tan frágil como cualquiera y que se desvanece al pensarlo con calma. No es difícil comprender por qué han decidido montar esta dramaturgia de tendencia intelectual puesto que encona a la perfección con la búsqueda que los ha caracterizado hasta ahora, su inclinación a la investigación y resignificación de los elementos que articulan la idiosincrasia de nuestro país y acaso de nuestra generación.
El montaje responde a una estética “científica” pues es gracias a la aplicación e ingesta de ciertas “sustancias” que las personas que habitan ese mundo raro pueden combatir algunas de las reacciones naturales o instintivas, que muchas veces se configuran en lo que a partir del psicoanálisis se conoce como “mecanismos de defensa” que podrían provocar fallas en el sistema: celos, envidia, deseos sexuales no correspondidos, apetencias no satisfechas, frustraciones a pesar de las injusticias, victimización, agresión. Todo esto queda fuera en atención de una artificialización que combate la bestialidad y el salvajismo a la que tanto temor ofrenda la idea de civilización.[1]
En esta construcción satírica y crítica, en este “mundo ideal”, tanto como en el nuestro, el sexo es el detonante de las peores conductas, sigue siendo percibido como un factor peligroso no siempre relacionado al amor y menos aún al amor libre. Si bien aquí ha logrado desprenderse de connotaciones morales no ha conseguido desaparecer la necesidad de posesión de un cuerpo por otro. Normal si tomamos en cuenta su extraordinario y algunas veces irresistible poder. Esta idea replica el mito bíblico de la manzana mordida y el despertar del deseo, la discordia que esto despierta, la vergüenza, las rivalidades. Siguiendo esta idea el sexo contendría también nuestra perdición como humanos y como sociedades si nos dejamos llevar. La sociedad ideal incluso monta una obra de teatro para representar el salvajismo de hombres y mujeres en otros tiempos, sus vicios, su sexualidad desbordada, toda la violencia de la que es capaz. Teatro dentro del teatro dentro del teatro. Mundos dentro otros. Esta escena ha sido quizás la mejor lograda en la función a la que tuvimos oportunidad de asistir.
La reflexión de la sociedad, el discurso crítico de Kricheldorf, es puesto en carne por: Dulce Mariel, Manuel Cruz Vivas, Eugenio Rubio, Alejandro Zavaleta, Diana Sedano (en video) y -quienes merecen atención especial por sus destacadas interpretaciones- Daniela Luque y Myrna Moguel. Sus actuaciones, tanto como la disposición espacial del público en el teatro el Granero del Centro Cultural del Bosque, obliga a los espectadores a reconocerse y confrontarse en esa realidad otra que muchas veces han soñado, en ese mundo más justo cuya imposibilidad conlleva a la desesperanza. Todo puede siempre salir mal. No son los factores. No es el contexto. Es la interacción humana lo que degenera la perfección.
“Homo Empaticus” es un montaje que incita al pensamiento sin dejar de estar artísticamente bien logrado. Entretenido sin tener por ello que ser ligero. La dirección es certera. La dramaturgia impecable. Es en esta obra en la que hay que detener la mirada. Es una obra a la que hay que ir. Un trabajo por el que ha valido la pena ser espectador.
[1] Esta oposición, “bestialidad/civilización” sería la idea fundamental del progreso social por lo menos desde la Edad Media. Para comprender mejor el funcionamiento dialéctico del mismo sugerimos la lectura de “Los bárbaros: ensayo sobre la mutación.” de Alessandro Baricco. Disponible en: http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/los_barbaros_2.pdf (consultado por última vez el 20 de febrero de 2017).