De príncipes, princesas y otros bichos es un unipersonal escrito e interpretado por Paola Izquierdo. Desde hace más de doce años esta puesta en escena ha dado funciones constantes a través de todo el país y este año vuelve a presentarse, ahora en el ciclo Mujeres poderosas en el teatro NH.
¿Qué define el tiempo de vida de una obra? ¿Qué hace que pasen los años y un montaje siga siendo pertinente? En este caso la pertinencia es dada por las temáticas que aborda Izquierdo, las cuales, desafortunadamente, no se desgastan; el tiempo pasa y los problemas que la obra trata siguen tan vigentes como hace doce años.
La obra se divide en dos cuadros, cada uno con su propia fábula, pero unidos por la mitología que eligió la actriz y dramaturga para darle forma a su propuesta: los cuentos infantiles. La primera parte trata sobre una princesa que es experta en sapos y está buscando cómo transformar alguno en príncipe azul. Parodiando algunos momentos icónicos de Alicia en el país de las maravillas la princesa se adentrará en una aventura en donde el fin último de su búsqueda será contraer matrimonio, a la manera de aquellas historias clásicas de Disney, como La Sirenita, Aladino o La Cenicienta, entre muchas más.
En la segunda parte, un niño que semeja al Principito de Antoine de Saint-Exupéry se presenta ante los espectadores dispuesto a contar una historia para ganarse la vida. La caracterización tiene algo inquietante porque a diferencia de la primera princesa que se nos mostró -rica y parte de un universo fantástico- este pequeño príncipe es la representación de un niño de la calle; su vestuario es solo una evocación desvaída del personaje de Exupery; este Principito no tiene un planeta para él solo, si no que está solo en un planeta lleno de gente indiferente -en el mejor de los casos-; este Principito está en un universo de indiferencia, marginación y abuso para los menores en situación de calle. Está en México.
De esta forma la segunda parte de la obra reconfigura todo lo que vimos. Y lo que en un primer momento parecía un cuento simpático e inocente sobre una princesa experta en sapos se nos muestra ahora como una crítica a las narrativas que condicionan a las mujeres a pensar que necesitan de un hombre para estar completas, además de aquellas imposiciones sobre los cuerpos de estas que hacen que siempre se encuentren insatisfechas con la imagen que les devuelve el espejo. La princesa era un personaje con trastornos alimenticios, entre otros problemas que se mostraban ante nosotros pero que pasamos de largo como muchas veces no nos damos cuenta de personas cercanas que necesitan ayuda. Esta primera princesa funciona como un espejo que con humor refleja la realidad dolorosa de aquellas mujeres que están mal y no lo saben.
Por el otro lado, la segunda parte es otra especie de espejo que muestra lo que no queremos ver, nuestra indiferencia y al otro. Ese otro que muchas veces transformamos en parte de la ciudad, en una especie de monumentos vivos a la desigualdad social, todo con el simple hecho de no mirarlos. Paola nos echa la realidad en la cara en una intención de denuncia al mejor estilo del Cabaret mexicano, con música y humor, pero un humor informado que invita a la reflexión.
Paola Izquierdo demuestra su habilidad interpretativa al realizar dos personajes completamente diferentes, los cuales tienen corporalidades, voces, edades y hasta humor diferente; mientras que la primera parte se caracteriza por un humor predominantemente físico y relacionado con el carácter del personaje; la segunda parte posee un humor negro con un ligero dejo de amargura.
Al final de la función que asistí recuerdo oír a un espectador decirles a sus acompañantes: “Siento raro. ¿Por qué nos hace reír con cosas tan feas?” Me aventuro a responder que ese humor que a ratos producía angustia se debe a la responsabilidad que asumió Paola de no banalizar las problemáticas que muestra. Usar el humor de forma contestataria -rasgo distintivo del cabaret- es un tono que nos deja claro, no solo la pertinencia de continuar con De príncipes, princesas y otros bichos, sino también la necesidad de Paola Izquierdo de aspirar a cambiar las cosas desde el arte. Ojalá que conforme siga presentándose este unipersonal, cada vez nos parezca más ajeno lo que muestra, pero para como va el mundo lo dudo mucho.