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Reflexiones

Reflexiones

Humberto Robles. Nadie es profeta en su tierra

por Ricardo Ruiz Lezama 18 marzo, 2018

Sin duda las políticas culturales y los sistemas de validación artísticas en cada país son diferentes, pero a su vez hay puntos de encuentro, uno que es invariable -me atrevería a decir en casi todos lados- es que gran parte de los artistas que conocemos de otros países se debe a las redes de contactos que han desarrollado más allá de su calidad artística.  Esto me quedó más claro al hablarlo con una programadora argentina que me preguntaba si existía algún gran creador mexicano que no estuviera insertado en el circuito de reconocimiento nacional. Yo inmediatamente contesté que sí, que existe un gran autor mexicano reconocido en muchos otros países, objeto de estudio, con más de veinte años de trayectoria,  cuyas dramaturgias son montadas en múltiples idiomas pero que no tiene el reconocimiento que merece dentro de su propio país, tanto por su trayectoria como por la calidad de su obra, en cuanto a lo artístico y a su pertinencia política. Se trata de Humberto Robles, uno de los dramaturgos mexicanos más montados en el mundo.

Si estás leyendo esto y sabes quién es Humberto Robles, no todo está perdido, pero si no, significa que ha triunfado el compadrazgo y nepotismo en el teatro mexicano. Igual si sabes quién es, es indudable que el compadrazgo y nepotismo triunfaron desde hace años, pero el talento y ética pueden sobreponerse al sistema corrupto de validación. Me parece sorprendente que un autor con la calidad artística y discursiva de Robles no haya sido montado aún por la Compañía Nacional de Teatro, la cual se encarga de mostrar lo más representativo de nuestras dramaturgias y se supone debería tener un compromiso político a favor de los derechos humanos; a su vez me sorprende que los reconocidos directores de escena nacionales no tengan mínimo un proyecto suyo en su haber.

Robles es un dramaturgo muy versátil que escribe tanto obras cómicas, como farsas, cabaret y uno de sus más grandes aportes es utilizar el arte teatral como un instrumento de denuncia en contra de la impunidad, las violaciones a los derechos humanos y la injusticia social. Justo llama a este tipo de dramaturgia “teatro útil”, por usar el arte en pro de los derechos humanos como una herramienta generadora de conciencia y buscadora de justicia. Precisamente esto último es uno de sus más grandes aportes al teatro mexicano. Mientras otros creadores callan ante las problemáticas sociales que atraviesa México o hacen mero populismo vacío al utilizar los temas dolorosos para hacer obras snobs carentes de intenciones transformadoras y revolucionarias, Robles genera obras en las cuales todo queda expuesto, sus dramaturgias son potentes testimonios descarnados que buscan movilizar y visibilizar. Es francamente uno de los pocos creadores mexicanos que siguen intentando mejorar al mundo desde el arte.

Algunas de estas extraordinarias dramaturgias pueden encontrarse en un libro electrónico titulado Teatro documental. Ahí se encuentran Mujeres de Arena, Nosotros somos los culpables, Las flores de Atenco e Intervención por Ayotzinapa. La característica principal de estas piezas es que son obras creadas a partir de investigaciones detalladas y testimonios reales. Mujeres de Arena nos muestra la problemática de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y cuenta con los testimonios de madres afectadas por esta dolorosa situación; Nosotros somos los culpables trata sobre la tragedia del incendio de la Guardería ABC en el año 2009; Las flores de Atenco es un recuento de las diversas vejaciones, asesinatos, violaciones y detenciones extrajudiciales cometidas por la policía en el poblado de San Salvador Atenco del Estado de México; Intervención por Ayotzinapa es un texto que alza la voz por el caso de los normalistas desaparecidos.

Todas estas dramaturgias no solo hacen un recuento de lo que pasó en cada una de las diversas tragedias que trata, sino que además muestran sin ningún temor la responsabilidad del Estado, dando nombres y apellidos, además de exponer diversas razones de la impunidad. Cada uno de estos textos lucha contra el olvido y aspira a que se haga justicia. Además, su calidad artística es innegable, no se tratan de meras denuncias, son piezas del más alto nivel estético. Humberto Robles es un claro ejemplo de que nadie es profeta en su tierra. Espero que algún día el teatro mexicano le dé el reconocimiento que merece como uno de los más grandes dramaturgos mexicanos. Mientras tanto que sus obras sigan viajando por el mundo, maravillando y conmoviendo a miles de personas, y que su teatro siga alzando la voz ante tanta indiferencia.

Ricardo

 

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10 consejos para hacer sus propios premios de teatro

por Aplaudir de Pie 3 marzo, 2018

Digamos que usted va al teatro. Digamos también que es una de esas personas que tienden a clasificarlo todo y que en determinado momento se ha preguntado cuál fue su obra favorita de los últimos meses. Digamos que se responde esa pregunta con facilidad, pero de inmediato le surge una inquietud: sí, esa fue la mejor, pero sin duda aquella actriz, la que salía en otra obra, era inolvidable, por no decir perfecta. Ella merecería un reconocimiento aparte, piensa. Qué contrariedad. Sin duda eso no se puede quedar así, hay que extender la alfombra roja y fundar unos premios de teatro.

 

 

A continuación, unas cuantas consideraciones para el caso.

  1. Conforme su equipo. No hay un número correcto, hay quienes lo forman con una persona, quienes arman sus grupos secretos y van de incógnito, y unos más que se alían con otros ocho y se van al teatro juntos y se sientan juntos.
  2. Diseñe su estatuilla. Unos premios sin estatuilla siempre estarán incompletos.
  3. Vea mucho teatro. En el momento en que usted levantó la mano y se autonombró una autoridad para determinar qué es lo mejor de los escenarios, adquirió la responsabilidad de ir a ver un buen número de obras No lo vea como un sacrificio, esto le ayudará a tener un abanico amplio a la hora de las nominaciones, siempre es muy triste ver unos premios donde parece que solamente vieron cinco obras porque nominan esas cinco a todo.
  4. Defina su campo. No es lo mismo hacer unos premios de teatro musical que de teatro independiente. Si le da por ver “de todo” y hacerse incluyente, pero a la hora de la premiación solamente reconoce a las obras de grandes presupuestos, escenarios giratorios y actores de la tele, revise sus fundamentos y reconsidere.
  5. No se dé premios a usted mismo o a sus compañeros de jurado. Si además de dar premios hace obras de teatro, no las nomine, ya bastante ridículo es que dé unos premios.
  6. No sucumba a la melancolía. Si, por ejemplo, ve en un montaje a una actriz que hace cinco años hizo una obra maravillosa, asegúrese de no estar juzgando a la actriz con los ojos de hace cinco años. Lo mismo para la dirección, los diseños, la dramaturgia y para todo.
  7. Cuide la equidad de género. El momento histórico no está como para andar preservando el club de Tobi, sea consciente. Si en las categorías mixtas usted nomina a cinco mujeres por cada veinticinco hombres, entonces puede que necesite revisar en la cartelera los créditos y procurar más obras con nombres femeninos, verá que la equidad llegará sola.
  8. No pretenda que a los demás nos importe. Quien quiere dar premios es usted, así que no haga ridiculeces como vetar artistas, cobrarles una inscripción u obligarlos a que se vistan de gala cuando vayan a su premiación. Usted tiene el deber de tomarse en serio sus premios y el resto tenemos la libertad de tomarle a broma, no se amargue.
  9. Asegúrese de que le guste el teatro. Si por la manera en que habla de los montajes parece que usted solamente se sienta en la butaca a padecer, le sugiero que no intente este asunto de los premios.
  10. No deje que nadie le diga qué hacer. Es su vida y son sus premios, si llega cualquier hija de vecino a decirle qué está bien y qué está mal, tiene todo el derecho de ignorarla.

 

 

Espero que estos humildes consejos le hayan servido.

Con amor, Jimena Eme Vázquez, Academia de los Jimenitos Aguords

 

 

 

Academia de los Jimenitos Aguords  @losjimenitos

Academia de los Jimenitos Aguords
@losjimenitos

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Criterios de programación del Festival de Teatro Universitario

por Aplaudir de Pie 25 febrero, 2018

Sin duda, el FITU es uno de los logros más importantes del Teatro Universitario en nuestro país. Yo misma participé este año en un seminario de la Cátedra Igmar Bergman dentro del marco de este festival, se llamó “Soluciones actorales a las nuevas dramaturgias” impartido por Luz Emilia Aguilar Zinser y Jorge Dubatti. Una de las reflexiones surgidas de este seminario es cuán necesario es democratizar el conocimiento: sí ver mucho, sí leer mucho y sí hacer otro tanto pero, es igual de importante generar material propio para compartir y reflexionar entre quienes de alguna u otra manera participamos del Teatro para que la discusión no sea privilegio de ciertas esferas y en una de esas, las decisiones tampoco lo sean.

En el marco de este festival, el jueves 15 de febrero fui a ver una obra que me produjo la reflexión que quiero compartirles: “Les Sangs”, dirigida por Camila Forteza. Una Producción Canadiense que se presentó en representación de la Escuela Superior de Teatro de la UQAM de Quebec. La obra trata de 5 mujeres que cuentan a través de un diario, cómo se enamoraron perdidamente de un hombre que tenía el “fetiche” de pedirles que escribieran cómo les gustaría que él las matara para luego, matarlas.

Yo creo que, como dice  una de mis maestras “Todo está permitido siempre y cuando no sea de cualquier manera”; un tema, por más delicado que sea puede ser abordado desde muchas aristas, incluso de forma polémica, lo aclaro porque no estoy criticando a la obra o a los programadores por no tener una postura que obedezca a mi gusto personal, sino justo por no tener una postura en lo absoluto, al menos en este caso. Por ahí uno de los personajes hace un rompimiento de la cuarta pared para hablar un poquito sobre la necesidad de la existencia de la violencia en el mundo, pero la verdad es que no llega a ser un planteamiento desde el cuál mirar la obra.

Me pregunto ¿Cuál es el sentido de traer a un país donde ocurren 7 feminicidios diarios, una obra que habla de este tema de una manera tan superficial, que de hecho trivializa por completo al respecto? una obra que al parecer, ni siquiera se da cuenta que está abordando el tema del feminicidio y este no asumir, tampoco es presunción de inocencia porque, aunque sea “sin querer”, hacen una apología al amor romántico como protagonista de los motivos para perpetrar un asesinato, ese amor romántico que entre otros factores es causante de que los asesinos de las mujeres sean en su mayoría la pareja o ex pareja sentimental de la víctima.

Sé que no es una historia que no hayamos visto hasta el cansancio en montones de libros y películas o en libros que después se convierten en películas (de hecho la obra está basada en un libro); pero ¡vaya! esos casos obedecen a criterios meramente económicos más allá de ser polémicos o defender una postura. No sé cómo hayan recibido la obra en Canadá ni si allá esté activada la alerta por violencia de género en 7 estados como aquí. El punto es que alguien del FITU decidió que era buena idea traerla a México, donde el feminicidio es especialmente grave por la alarmante, aterrorizante e indignante frecuencia y grado de impunidad con la que se perpetra día a día.

A mí lo que me parece digno de reflexión y cuestionamiento es ¿por qué, alguien de la UNAM ha decidido traer esta obra y no otra? Vuelvo a la pregunta ¿bajo qué criterios? Y si la respuesta obedece a un simple intercambio académico y dicen “que esa fue la obra que la UQAM decidió mandar” pues pienso que para eso hay –o debería haber- una curaduría clara ¿no? Se supone que para eso se pide una carpeta y un video antes de programar y que toda decisión curatorial también debe obedecer al contexto del país o de la región en que se presenta, no para complacer a nadie pero sí porque de alguna manera se considera que la pieza es pertinente ¿Por qué esto, por qué aquí, por qué para este público, por qué ahora?

Desgraciadamente, ninguna de esta información puede corroborarse ahora, pues “Les sangs” solo se presentó el 15 y 16 de Febrero, aunque es probable que quienes lean esto, conozcan a alguien de entre los aproximadamente 1000 o más espectadores que asistimos a la sala Miguel Covarrubias esos días y así podamos generar diálogo y reflexión que, dicho sea de paso, son parte de los objetivos que, supuestamente propicia el Festival Internacional de Teatro Universitario. En una de esas nos ponemos todos a preguntarnos por los criterios con los que se seleccionan las obras que se presentan en aquellos teatros que tienen la responsabilidad que conlleva estar subvencionados por el gobierno. Reflexión válida quizás tomando como pretexto estos tiempos de cambio y de reformas culturales, pero que es un hábito que deberíamos tener siempre.

 

Mariana Moyers  Actriz.

Mariana Moyers
Actriz.

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Mujeres irreversibles recargadas

por Aplaudir de Pie 25 febrero, 2018

No es un secreto que, el solo hecho de asumirnos como mujeres, o tener características, en menor o mayor medida, femeninas, hace que nuestra vida se vea mermada por cuestiones de violencia de género, y nos sumerge en un remolino de emociones donde, por presión social, miedo a lo externo, y odio propio aprendido, creemos que estamos locas al menos una vez en la vida, y si la violencia es lo suficientemente grave, la enfermedad mental se vuelve inminente e irreversible, a excepción de ciertos individuos, que independientemente de su sexo, vienen de fábrica con una tendencia al desorden mental.

“Mujeres irreversibles recargadas” nos muestra a varias mujeres encerradas en un hospital psiquiátrico, en general con síntomas superficiales de histeria y/o trastorno obsesivo compulsivo, que nos cuentan, mayormente en formato de monólogos, anécdotas o situaciones que vivimos a diario la mayoría de las mujeres, y que normalizamos pero que son dolorosas y/o molestas, como ir a un baño público, tomar un colectivo lleno de gente, estar en un matrimonio que no funciona, recibir piropos en la calle, etc.

La forma de abordar una temática tan delicada es importante para que el montaje no te juegue en contra, y me parece que, en esta ocasión, la crítica que podría haberse planteado, no estuvo presente, y el mensaje terminó siendo el opuesto. Ojalá las situaciones que vivimos las mujeres para terminar encerradas en un psiquiátrico fueran que se acaba el papel cuando vamos al baño de un bar, o que odiamos trabajar en atención al cliente porque siempre llegan otras mujeres a preguntarnos obviedades; pero, al final, eso no fue lo que me pareció preocupante de la obra, aunque tendía a minimizar los problemas y dolores de las protagonistas, haciéndolas pasar por exageradas y “locas”, me causó gracia en algunos momentos y las actrices ponían todo de sí mismas, pero lo que me dolió y entristeció fue el machismo interiorizado en el que se cimentó la obra, nos dice de manera explícita que es mejor tener un marido a que te griten asquerosidades violentas en la calle, y pone a tres hombres travestidos a personificar de manera “graciosa” a mujeres superficiales y nerviosas. No creo que haya sido el objetivo del montaje, pero avala la resignación y la medicación, no hay crítica, salí del teatro con la sensación de que me gritaron en la oreja por hora y media que las mujeres somos así, y que es mejor ayudarnos con medicinita y encierro.

Si bien estoy segura de que ni el montaje, ni ninguno de sus integrantes, tuvo mala intención, la obra tiende a banalizar problemas por los que estamos inmersas en una lucha que tiene una importancia imperante, y estamos intentando con todo nuestro corazón que todas las mujeres y las identidades femeninas entendamos que no estamos locas ni somos histéricas, que hay un sistema que nos orilla a odiarnos a nosotras mismas, que no tenemos la culpa cuando nos violentan, que no es normal, que somos capaces de trabajar para pagarnos nuestras cosas y luchamos por un sueldo justo para no tener que depender de un hombre, que hay que pelear mano a mano y sin soltarnos, para sentirnos seguras y a salvo.

“Mujeres irreversibles recargadas” cuenta con dos músicas, Melina Andrade y Ludmila Buci, que tocan en vivo, y hacen un muy buen trabajo que aporta bastante al montaje. Cuenta con siete actrices y tres actores que dejan todo en el escenario, siendo estos Andrea Boass, Alejandro Chagas, Celeste Di Giovanni, Silvia Dietrich, Marcela Fernández, Nazareno Molina, Sandra Moranchel, Fanny Rodríguez, Miriam Schlotthauer, Juan Manuel Suárez, y la dirección de la autora, Gabyta Fridman, que juega con el género de la farsa de manera interesante.

Manya

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la demolición de los teatros

por Zavel Castro 11 diciembre, 2017

Numerosas acciones se han llevado a cabo en nombre de la modernidad y del progreso. Las ansias de ir hacia adelante amenazan con destruir todo a su paso, la utopía de un futuro mejor obliga a los supuestos impulsores del bienestar urbano a “comenzar desde cero”, razón por la cual suelen atribuir a la demolición de los edificios un carácter imprescindible e indiscutible.

Quienes pretenden lanzarse al vacío de un porvenir incierto, abrazan la esperanza de que serán ellos los responsables de una reconstrucción del mundo que dejará de ser tal como lo conocemos hasta ahora, para dar lugar a un paraíso donde sus propias ambiciones (que ellos creen compartidas) resultarán satisfechas. Generalmente, sus pretensiones se limitan a beneficios materiales para los cabecillas de los atentados y sus allegados. El enriquecimiento de unos cuantos nunca alcanza a constituirse o expandirse como una transformación social de impacto real, comprobable y de largo aliento. La acumulación de riquezas solo está destinado a unos cuantos, los menos.

La especulación económica que motiva la destrucción de los edificios culturales urbanos, como los son todos los que conforman la arquitectura teatral, se sostiene en el planteamiento de que no hay continuidades sin fracturas y de que cualquier nuevo espacio se construye bajo la ruinas de otro anterior.[1]

Incluso un emblema arquitectónico tan importante como lo es el Palacio de Bellas Artes  (antes llamado Teatro Nacional) en la Ciudad de México fue construido sobre las ruinas de lo que fuera el Antiguo Convento de Santa Isabel. A su vez, la construcción del  Nuevo Teatro Nacional que comenzó en 1904 sustituía al Teatro de Vergara demolido en 1901. Desde aquella época (por lo menos) todo sufrimiento de destrucción o de descuido arquitectónico ha sido justificado por las prioridades de la construcción que defienden el levantamiento de los edificios necesarios sobreponiéndose a aquellos a los que ya nos les encuentran utilidad. Es por esto que, según los responsables de las decisiones sobre las construcciones deben demolerlos. Muchos de estos “edificios inútiles” han sido aquellos dedicados a las artes escénicas ¿Qué dice esto sobre la valoración de los teatros? Por lo menos que valen más para ser un recuerdo que una realidad tangible.

Algunas veces, la demolición del inmueble se produce tras una hecatombe, desgracia humana y material que justifica la necesaria remodelación del espacio. La huella del desastre debe ser sustituida casi de inmediato por algún otro elemento que modifique la percepción sobre la zona del desastre. Los edificios se ligan siempre a la remembranza, de tal suerte que cuando uno transita la ciudad va construyendo memorias sobre la misma. De ahí que sea necesario inspirar recuerdos positivos para que la metrópoli no agrave su carácter agresivo a través de la mirada del habitante.

Siguiendo el pensamiento de los que apoyan los derrumbes de los edificios teatrales podemos entender que según ellos, este tipo de arquitectura no invita a los ciudadanos a un estado de felicidad, por lo cual su conservación carece de importancia. Evidentemente, los responsables de las demoliciones no poseen una educación sensible lo suficientemente desarrollada como para entender el carácter fundamental de los teatros en las ciudades.

A propósito de las catástrofes, puedo asegurar que muchos de los teatros han sido destruidos periódicamente por medio de incendios (por voluntad o accidente); consecuentemente el fuego los modifica y los remodela. A partir de las cenizas renace y se reforma como ave fénix. Esto, cuando se construye un nuevo teatro a partir del precedente. Lo alarmante es la constante de la sustitución, cuando después del incidente los teatros se transforman en otra cosa, acaso porque el recuerdo de lo sucedido es demasiado doloroso, como pudo serlo cuando unos hombres jugaron una mala broma a los espectadores del Teatro Morelos en Cuernavaca (México) y provocaron una estampida que aplastó a once niños y a un hombre. Dicha desgracia se resolvió con la demolición del teatro y la construcción del cine que llevaría el mismo nombre.[2]

En fin, distintos casos ejemplifican que todo teatro forma parte de una serie de destrucciones y continuidades, como lo son los edificios demolidos total o parcialmente, o los que solo fueron remodelados para ser reemplazados por complejos de cines.[3] Siendo esta la transformación más común, como es el caso del  cine Manuel Briseño de la colonia Guerrero de la Ciudad de México, inaugurado en 1907 dedicado al género sicalíptico, amenazado primero de clausura por las atribuciones perniciosas de toda exhibición erótica, luego convertido en teatro y finalmente consumido por un incendio. Caso distinto en lo que a moral se refiere, es el Cine Colonial, que naciera como teatro y que fuera convertido en cine de películas para adultos para satisfacer las demandas sexuales de los habitantes de aquella ciudad.

Algunas de las conversiones de teatro en cine implican la rehabilitación de edificios majestuosos como es el caso del Teatro Alameda de San Luis Potosí[4] actualmente conocido como Cineteca Alameda,  o  el Teatro Junín de Medellín, construido en 1924, bajo la tutela de Agustín Goovaerts y cuya demolición en 1967 dio lugar al Edificio Coltejer, el primer rascacielos de Colombia, o cuando muchos otros devienen en franquicias de comida chatarra o en sedes de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Así pues, a excepción –y pongo esto en duda- de la filial religiosa, el teatro (subrayo: supuestamente) estaría pagando una cuota por el progreso de la ciudad.

En esta lógica del reemplazo ¿Cómo podríamos entender a los edificios híbridos como el Teatro Nacional y el Teatro de Variedades de Costa Rica y todos los populares “teatros-salón como el Salón Boliche, el Nuevo, el Colón, el Actualidades, el Alhambra, el Olympia, etcétera, que no renunciaron definitivamente a la presentación de artes escénicas para ceder con sumisión su lugar a los cinematógrafos, sino que contaban ambas opciones para el público? Sin lugar a dudas la coexistencia respondía a un interés de los propietarios o de quienes se hacían cargo del espacio, por atender a las demandas de todo su público, aun cuando en caso de dividirse el espacio, la audiencia de uno u otro (cine o teatro) se viera disminuida. Este era un interés genuino y abarcador.

Respecto al asunto al que hago referencia con la exposición de los teatros-salones  y teatros-cinematógrafos costarricenses, cabe decir que  al final triunfó como tantas veces el capitalismo brutal en el que el convivio armónico de ambas formas de entretenimiento escapa de la norma y de la usanza. Es así que por citar el ejemplo icónico, del Teatro/Cine “Variedades, que después de haber sido adquirido por el Estado se encuentra hoy bajo candado (desde 2016), sin que exista aún un proyecto detallado sobre cómo han pensado utilizar el inmueble. En este caso, estaríamos hablando de un abandono evidente, que condena a la actividad teatral tanto como a la cinematográfica o a cualquier posibilidad de oferta cultural a la inactividad. Que un teatro funcione en un momento y al otro no, es preocupante, tanto como el derrumbe mismo.

Sin lugar a dudas uno de los casos más extraños es el caso del Teatro Porfirio Díaz en Artequiza Guadalajara, que, construido como teatro, ha pasado a ser internado, escuela, casa de cultura y finalmente construcción abandonada. Es un hecho que las autoridades muchas veces por no comprender el arte teatral, no saben qué hacer con un edificio destinado a la exposición del mismo. Asunto a todas vistas lamentable.

Quisiera enfocarme precisamente en los espacios teatrales a los que se les ha destinado un final definitivo, transformando los terrenos en edificios que nada tienen que ver con el teatro y que responden a voluntades de la sociedad de consumo y espectáculo -como la ha llamado Debord, concepto reinterpretado, actualizado y aterrizado a la realidad latinoamericana por Vargas Llosa-, en su acepción más frívola y superficial. O peor todavía, cuando son olvidados sin pasar siquiera por el proceso de demolición, como el entristecedor caso del Teatro Alarcón en San Luis Potosí (México) cuya conservación da cuenta de un abandono fantasmal que también hablaría de manera elocuente sobre la idea y la importancia del teatro en dicho país.

Todo tiene su razón de ser. En tanto que el fomento cultural no forma parte de las principales iniciativas de la mayoría de los gobiernos capitalinos, municipales o Estatales latinoamericanos, visible en los montos que destinan a las instituciones dedicadas a la creación y difusión artísticas en comparación a los fondos que, en cambio otorgan a lo que consideran actividades lucrativas (como lo pueden ser por ejemplo las industrias del deporte, del altruismo o de la moda), numerosos edificios teatrales se ven destinados al olvido o a la demolición.

En efecto, el quehacer artístico de los países en desarrollo o del “tercer mundo” enfrenta graves reducciones del “apoyo” financiero gubernamental; las nuevas realidades presupuestales han sido cuestionadas y reprobadas por distintos gremios que han manifestado su desencanto con plantones frente a las cámaras de gobierno, cartas y movimientos menores, pero no irrelevantes.

Y es que cómo no  desilusionarse con las autoridades cuando demuestran tan poco interés en materia de arte y cultura. Sabiendo que incluso podrían hacer uso de las expresiones artísticas para su beneficio. El teatro –tanto como la pintura y la danza- ha demostrado ser una poderosa herramienta educativa y un vehículo – a la vez que un producto- para la transmisión de la ideología (tal como la comprendía Althusser).[5]

¿A qué viene entonces el desprecio? Basta con leer el informe realizado por la compañía mexicana de teatro cabaret “Las Reinas Chulas” -un trabajo de investigación que trata de resolver la cuestión sobre el por qué la cultura es considerada la ‘caja chica´ en cuestiones presupuestales en la Ciudad de México-, así como haber seguido el caso del desmantelamiento de la farsa del informe que la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín presentó sobre la inversión económica en el teatro (2016),[6]  entre muchos otros casos, para confiar en la demostración de la falta de interés en materia cultural y específicamente teatral por parte de los gobiernos para sumarse al desencanto y a la depresión colectiva.

En contra de la lógica del capitalismo, en la que no hay lugar para romanticismos trasnochados, hacedores y espectadores activos o potenciales de teatro se aferran a la nostalgia y al recuerdo una vez que se ven arrebatados de las construcciones que albergaron su quehacer y su pasión. Sobre el vacío que deja la demolición de un edificio teatral queda una huella, la traza de una cicatriz producto del desagarro que provoca la impotencia frente a quienes no entienden lo mucho que se pierde cuando se pierde un teatro. Lo mucho que dejamos ir al demolerlo.

No me resulta ajena la cuestión de que tanto el derribo como la demolición -términos utilizados con frecuencia incorrectamente de manera indistinta- generalmente constituyen acciones justificadas dentro de todo proyecto de edificación urbano. Idealmente estas acciones propias del hecho constructivo (o mejor dicho, destructivo) responden a las necesidades sociales que determinan la “vida útil” de los edificios y que pugnan por la rehabilitación de los espacios en función de una mejoría de las condiciones de vida para una comunidad determinada.

Autoridades, arquitectos, ingenieros y urbanistas rezan al unísono: “Las construcciones tienen una vida limitada, dejan de cumplir sus funciones, bien debido a exigencias humanas o a avances de la tecnología […] El final de toda construcción es el derribo o la rehabilitación que puede implicar un derribo parcial, en todo caso es necesaria siempre la demolición.”[7] Bajo esta justificación subyace un mensaje sobre las jerarquías de prioridades gubernamentales y colectivas que determinan que el teatro no es más importante que muchos otros negocios o actividades culturales o de entretenimiento. Y es que en materia de esparcimiento y de utilización del tiempo de ocio es preferible (según ellos) ir al cine o a un centro comercial que a una función teatral ¿Quién determina que esto es así? ¿A quién le importa tan poco el teatro que pugna por omisión o por conciencia por la demolición de los edificios y la subsecuente desaparición de la cultura teatral? ¿Es posible revertirlo? ¿Podríamos evitarlo? ¿Con qué argumentos podemos defender y demostrar su valía?

Toda acción es significante. Tanto el hecho de construir e inaugurar teatros como el clausurarlos o destruirlos. La demolición de un edificio teatral se corresponde con la intención clara y unívoca  de deshacer o arruinar la materialidad del teatro, la estabilidad del espacio escénico. Destino del que por cierto tampoco pudieron escapar algunos cines antiguos como fue el caso del enorme “Cine Teatro Alameda” de Guadalajara, Jalisco en México.[8]

Como sabemos, las decisiones respecto a la materia tangible repercuten en la intangible: la desaparición de los espacios escénicos concretos tiene consecuencias insalvables para aquello que se escapa de cualquier sistema de medición  y tasa –especialmente empresarial-.

¿Qué pasará con el teatro si no tiene donde contenerse y manifestarse? ¿Si no existe un sitio para que sus adeptos, entusiastas y seguidores puedan llegar hacia él? ¿Dónde podrán los hacedores presentar sus creaciones?

Las demoliciones y sustituciones a las que hago referencia no responden tanto a las innovaciones tecnológicas –como podría acaso leerse la sustitución de los teatros por los cines- como a móviles económicos. Estamos hablando entonces de una situación en el que el teatro como negocio es escasamente redituable, cuestión de suyo preocupante porque declara a los gritos la inexistencia de una cultura del entretenimiento (teatral) cuyo peso pudiera resistir los golpes pugnando por la necesidad de conservar sus edificios. En la mayoría de las ciudades las autoridades solo dan cabida al ocio productivo con el incesante funcionamiento de sitios de diversión nocturna (antros, bares, cabarets) en los que se puede esperar cierto tipo de “despilfarro”, ante esto, las ganancias reportadas en las taquillas de los teatros nunca serán suficientemente atractivas.

Más allá de hacer un inventario de las acciones que se han llevado en contra de la institución teatral y los edificios que posibilitan su funcionamiento –sobre todo, pero no exclusivamente  aquellas que se han llevado en contra de los espacios independientes-, o de la enumeración de las demoliciones realizadas para dar lugar a franquicias comerciales, complejos de cine o unidades departamentales, este ensayo pretende ser un llamado al diálogo con la intención de reparar en la función social del teatro tanto como a la consciencia patrimonial. La comprensión de ambas acaso evitaría la sustitución de algunos valores culturales por recompensas que responden absolutamente a estímulos empresariales, es decir, monetarias. Aún en los casos que pudieran referirse al teatro comercial cuyos móviles siguen completamente a la lógica del capitalismo, donde todo se vuelve producto, donde todo es mercancía, donde todo se resume a las ganancias económicas. Es innegable que el sistema ha dejado al teatro a la deriva. Es por esto que la historia material del espacio escénico está siendo relegada hacia el olvido ¿Será que en esta época que nos ha tocado vivir, carece de importancia la memoria de los edificios?

Quizá todo tenga que ver con la idea de “ciudad ideal” en la que el teatro no tiene cabida, quizá con el estatus ínfimo atribuido durante tanto tiempo a los lugares funcionales para la representación escénica como lo son los edificios o la salas. Con su demolición y sustitución se coartan las posibilidades expresivas de la sociedad en la que estos atentados tengan lugar, pero la mayoría de las ciudades son dolorosas, agresivas, punto menos que inhabitables e intransitables, incapaces de satisfacer a plenitud cualquier tipo de necesidad que suponga un esfuerzo de planeación consciente. Sus habitantes están definitivamente insatisfechos y poco felices, están acostumbrados a cualquier tipo de pérdida como para que el asunto (o problema) de los espacios teatrales que tampoco es que visiten tan a menudo, sea relevante.

 

Zavel

[1] La idea y explicación de que “La subsistencia de la ciudad depende en gran medida de ese proceso acelerado de renovación, donde el deseo de cambio exige territorio a parcelar, se materializó en una de las secciones que conformaron la exposición colectiva “La Ciudad está allá afuera”, inaugurada el 26 de noviembre de 2016 en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, en la Ciudad de México.

[2] El domingo 10 de junio de 1956, durante la exhibición de un filme, dos hombres gritaron: “¡Se cae el cine!, provocando la desgracia mencionada. Como consecuencia el cine comenzó a ser demolido el 13 de octubre de 1956, como un intento para borrar tan espantoso recuerdo. Curiosos avatares del destino, ahora el cine, tras su remodelación en 2010, forma parte y depende del Instituto de Cultura del Estado de Morelos.

[3] Algunos teatros han sido utilizados como complejos cinematográficos de forma temporal, como es el caso del Teatro Principal de Guanajuato en México que, sin mediar la demolición se construyó como cine en 1788, y por un breve periodo posterior a la Revolución Mexicana funcionó como cine para ser rehabilitado como teatro en 1955. Función que desempeña hasta el día de hoy.

[4] Que ha exhibido películas desde su inauguración el 27 de febrero de 1941, pero que llevó el nombre de “Teatro” por su decoración interior similar a la de los refinados teatros franceses.

[5] La interpretación materialista (siguiendo a Marx) que da en Crítica de la ideología y el Estado, en la que define a la ideología como: “el sistema de ideas, de representaciones que dominan el espíritu de un  hombre o de un grupo social.” Lo cual le permite también, caracterizar al hombre como “un animal ideológico”.

[6]  A propósito, “Las cifras reales de inversión en teatro de la Alcaldía de Medellín”, en:

http://www.elmundo.com/noticia/Las-cifras-reales-de-inversion-en-teatro-de-la-Alcaldia-de-Medellin-/49029 (consultado por última vez el 12 de abril de 2017).

[7] “Derribos y demoliciones” Teorías y técnicas de la investigación en Revista de la edificación No. 14, Junio de 1993, pág. 1 en: http://dadun.unav.edu/bitstream/10171/16532/1/RE_Vol%2014_02.pdf (consultado por última vez el 2 de abril de 2017).

[8] Con más de 60 años de existencia (20 de ellos cerrado), el edificio del cine teatro Alameda era parte de la historia de los tapatíos. Supuestamente, los señalamientos “de todo tipo” evidenciaban la necesidad de recuperar la zona de la ciudad donde se encontraba (entre la calle Álvaro Obregón y la Calzada Independencia), en el corazón de la Guadalajara.  razón que justificó que un grupo de empresarios encabezados por Emilio Chalita y con la aprobación del gobernador Francisco Ramírez Acuña, así como de la autoridad municipal, el edificio fue demolido para dar lugar a una plaza comercial, ahora llamada “Plaza Alameda” en espera de recuperar la vitalidad que la zona había tenido en otros tiempos. La información sobre el proyecto arquitectónico en: “Esta semana cae el  cine, para que se levante Plaza Alameda”, El informador, 30 de enero, 2006, pág. 18

Reflexiones

2017 un gran año para la crítica teatral

por Zavel Castro 9 diciembre, 2017

Durante el año que está por terminar fuimos testigos de un fenómeno que me alegra y enorgullece como pensadora, se trata del renacimiento de la crítica teatral. Un género que parecía olvidado o que gozaba de poca popularidad en México siendo relegado a pequeños y acotados espacios en los medios oficiales, la mayoría de los cuales dan la impresión de no ver con buenos ojos el ejercicio crítico censurando hasta donde es posible a los columnistas o de plano desapareciendo las secciones de opinión por temor a molestar a cualquier figura de poder. La crítica para los medios constituía una amenaza, de ahí que en los últimos tiempos fuera debilitándose hasta estar a punto de desaparecer. Cómo olvidar el despido de Luz Emilia Aguilar Zinser de Excélsior, tras 10 años de poseer un espacio, justificado como una medida de “reestructuración”. Este golpe amenazó el ejercicio de pensamiento y juicio. Algo o alguien parecían querer acallar la voz de quienes tenían mucho que decir.

Sin embargo, el interés por profundizar en el teatro de manera inteligente, resurgió poco tiempo después. No solo Zinser halló nuevos espacios para compartir su quehacer, especialmente con la organización de charlas en torno a las puestas en escena presentadas en el Teatro La Capilla, proyecto que lleva por nombre “El espectador crítico” y que busca entablar un diálogo entre los espectadores y los hacedores teatrales. Este programa comparte el mismo espíritu que el “Aula del Espectador” de teatro UNAM coordinada por Jorge Dubatti, siendo réplica de la Escuela del Espectador del crítico argentino. Ambos espacios dan cuenta de la necesidad de pensar la escena y de la urgencia de fomentar el hábito de la reflexión en espectadores y artistas.

Estos  esfuerzos académicos resonaron en las generaciones posteriores de investigadores que utilizarían las herramientas de las redes sociales para compartir sus opiniones. Así pues, surgieron blogs y páginas independientes especializadas en la crítica teatral. Lejos de cualquier institución y prescindiendo de cualquier tipo de patrocinio, estos medios off se caracterizan por la libertad con la que se expresan. Sin temor a represalias más allá de no contar a todos los teatreros entre sus amigos, los críticos internautas tienen claro que hay una diferencia abismal entre un pensador y un recomendador, por lo que dependen de la observación constante, del estudio y argumentación para respaldar sus comentarios. La crítica off gana día con día nuevos adeptos y tiene mayor peso entre la misma comunidad teatral.

Premios como el Pez de Oro, los Jimenitos Aguords y Cartelera de Teatro representan quizá uno de los mayores logros de la nueva fuerza de opinión de los espectadores frecuentes e informados. La intención fundamental de este tipo de iniciativas es señalar aquello que merece ser visto y reconocer los mejores trabajos de la cartelera. Lo mismo que buscarán los Premios Metropolitanos de Teatro cuya labor inició oficialmente este año.  Con suerte crítica y premiación conseguirán establecer referentes para el público que asiste al teatro en la Ciudad de México, una de las capitales teatrales más importantes en Latinoamérica, así miso, estimularán a la industria con nuevas formas publicitarias ganando más público al que se le ofrecerán mejores montajes cada vez. Además el otorgamiento de premios exigirá la designación de jurados especializados, con lo que la demanda de críticos mejor preparados aumentará.

Además de la organización de coloquios y distintas mesas de opinión (que me parece que todavía les falta democratizarse y llegar a un público más diverso), el último síntoma del resurgimiento de este género periodístico es la convocatoria del Premio Olga Harmony por parte de la Secretaría de Cultura, como forma de homenaje a la meticulosidad y rigor de la escritora, dramaturga y crítica teatral, pero también como una manera de fomentar el periodismo cultural e incentivar a sus adeptos a continuar desarrollándose en la materia.

No puedo estar más contenta con todo lo ocurrido este 2017. Estudiar teatro, ver teatro, leer teatro y hablar sobre teatro se vuelve cada día más importante para formar audiencias, para arrojar luz sobre un arte difícil de explicar, especialmente por su carácter efímero, por la necesidad de entender cualquier expresión artística y para prolongar el placer que nos provoca uno que otro montaje. Sacar al teatro del teatro para llevarlo para siempre en nuestras vidas es una tarea en la que pueden ser muy útiles los críticos. Y qué bueno que sea así. Qué bueno que hayan vuelto o se hayan vuelto populares. Celebro este renacimiento y me avoco a seguir aprendiendo con lecturas, charlas y con todas las obras que me esperan para ser cuestionadas. Abrazo a todos los colegas a quienes admiro y respeto esperando coincidir con alguno pronto en las funciones del año que viene.

Zavel

Reflexiones

El desprecio por la dramaturgia en México

por Ricardo Ruiz Lezama 10 noviembre, 2017

Sé que desde la crisis del drama se han buscado nuevas y revolucionarias formas de entender la escena; comprendo que la “dictadura autoral” -como Ricardo Bartís llamó a la hegemonía del texto dramático- terminó, dando paso a teatralidades enfocadas en los cuerpos o imágenes, dejando a la palabra en un lugar secundario -muchas veces accesorio o de plano inexistente-; todo esto me queda claro, pero, ¿por qué tanto desprecio por la dramaturgia en México?

Me explicaré, pero primero aclararé que este ejercicio de reflexión es difícil porque como soy dramaturgo se pensara que critico porque creo que puedo hacerlo mejor. De ningún modo; estas observaciones las hago desde el lugar de un espectador que cuenta con algunos conocimientos técnicos, jamás como poseedor de ninguna certeza, solo soy dueño de mis inquietudes.

Debido al trabajo en la página tenemos la posibilidad de mirar hasta cuatro obras por semana. Fuera de las obras que vienen de otro país a dar solo un par de funciones, he notado una constante en la cartelera estable de teatro en Ciudad de México. Hay predominancia de dramaturgias extranjeras. ¿A qué se debe esto? Es complejo encontrar una respuesta fácil, pero aventurándonos podemos pensar que en la cartelera comercial se debe fundamentalmente a que se necesitan obras que hayan probado su éxito antes en otros lugares para que el margen de riesgo de pérdida sea poco, no hay que olvidar que este teatro generalmente se hace con grandes inversiones de dinero. Pero en el caso de todos los otros circuitos teatrales no tengo idea. Aunque aquí arriesgaré una hipótesis.

La forma más sencilla de tener contacto con nuevas dramaturgias es ir al teatro. Desafortunadamente gran parte de los textos de autores noveles nacionales en cartelera son inconsistentes, con ese panorama difícilmente algún director tendría curiosidad en conocer más sobre aquellos dramaturgos, esa es una de las razones por las que quizá no haya interés en los textos nacionales.

Ahora bien, si uno revisa los curriculums de estos escritores puede uno observar que fundamentalmente han dedicado su práctica y estudio a la actuación o la dirección, pero dan por hecho la dramaturgia, como si fuera cualquier cosa, aunque si les preguntaras a muchos de ellos si creen que cualquier persona puede actuar o dirigir muy probablemente dirían que no, que como arte que es se necesita de mucha preparación. Entonces, ¿por qué muchos de ellos escriben cualquier cosa y la llevan a escena? Porque pueden y porque quieren.

Sí, uno puede hacer lo que quiera, pero el problema primordial es que realmente no se dan cuenta que detrás de muchos de los modelos que tratan de imitar fallidamente hay mucho trabajo y reflexión sobre la técnica. Uno de los autores más copiados en cuanto al estilo es Alejandro Ricaño, el cual -independientemente de los gustos de cada quien- es un autor que conoce las implicaciones dramáticas y narrativas en función de la teatralidad, sabe escribir teatro y lo hace parecer fácil; todos quieren ser como Ricaño pero este no es un improvisado.

En este punto seguro habrá más de uno que citará ejemplos de creadores en el mundo que han sido referentes sin haber estudiado – y estudiar no solo es ir a la escuela o tomar talleres sino autodidactamente con la infinidad de libros que existen enfocados en la materia- pero se les olvida que existe gente excepcional, a los que se les llamó “genios” en tiempos románticos, algunos quizá aún sigan llamándolos así. Un ejemplo de esto es Quentin Tarantino que es un referente del cine sin haber estudiado. Pero Tarantino es la excepción, todos quieren ser la excepción, pero esto no es posible, hay que ser un poquito más aterrizados, si todos pudiéramos ser genios entonces ser genio no sería nada asombroso. Otro detalle para los que quieren ser como Tarantino, este es un adicto a ver películas, la infinidad de referentes que posee podrían considerarse estudiar, así que no, tampoco Quentin es un improvisado.

Muchas de los textos fallidos de los que hablo ponen a la dramaturgia como eje rector, la importancia está en la historia, las vueltas de tuerca de los acontecimientos, los personajes, el conflicto, los descubrimientos, en fin, en los elementos básicos de la escritura dramática.  Así que para todos aquellos que desprecian la dramaturgia, escribiéndola como si fuera cualquier cosa -pero haciendo de ella el centro de sus teatralidades- si algún día se preguntan por qué la gente se les aburre, se les duerme o no entiende nada, no olviden que uno recibe lo que da. Así que un poquito más de respeto por la dramaturgia.

Ricardo

Reflexiones

Escombros

por Zavel Castro 28 septiembre, 2017

El 19 de septiembre el sismo de 7.1 grados Richter cimbró a la sociedad mexicana. La magnitud de la catástrofe demandó la participación de la comunidad artística quienes inmediatamente dispusieron sus mejores armas al servicio de los afectados. La gente de teatro, de la que hablaremos principalmente porque es a la que mejor conocemos, nos conmovió de manera especial cuando con una rapidez inusitada organizó centros de acopio de víveres, medicamentos, ropa, juguetes y todo aquello que pudiera ser útil a los afectados. Los teatreros utilizaron sus redes sociales para compartir cualquier tipo de información para ayudar a quienes lo necesitaran compartiendo las direcciones de los centros de acopio, albergues para quienes padecieron el derrumbe de sus casas o fueron desalojados de ellas por protección civil, actualizando constantemente la información sobre lo que se requería con urgencia, documentando la entrega de los donativos, publicando los datos de las líneas para depositar a la Cruz Roja y a los Topos que, junto con los ciudadanos trabajaron incansablemente para tratar de encontrar personas entre los escombros, información legal sobre seguros, pérdida de documentos, y un largo etcétera que puso de manifiesto la eficacia de las redes sociales como medios de comunicación inmediato.

Facebook, twitter e instagram fungieron como extraordinarias plataformas de solidaridad, pero también de denuncia sobre la corrupción, desvío de fondos, abusos sufridos por parte de las autoridades, las mentiras transmitidas por televisión  y la exhibición de personajes que actuaban sin humanidad ante la tragedia, como aquel titiritero cuyo primer impuso fue twittear en un tono burlón que se alegraba de que en el sismo había colapsado un barrio de la Ciudad de México en el que todos eran veganos dando a entender que de algún modo lo merecían y que incluso, estaba bien porque gracias a ello se evitaría la gentrificación. Personajes como ese y como aquellos que con humor negro compartían imágenes desafortunadas también salieron a relucir para demostrar una vez más los claroscuros de los infortunios de la vida.

Como ya hemos hablado de la parte luminosa, toca el turno de profundizar un poco sobre las imágenes y reacciones oscuras que también han surgido en el medio teatral (tanto como en otros). En primer lugar, la catástrofe produjo en algunos creadores escénicos una intempestiva necesidad de demostración que los obligaban a participar en las labores de rescate solo para exhibir esta participación a través de videos y selfies para, seguir con su vida una vez que hubieron conseguido una imagen probatoria que los pusiera de moda. No fue poco común ver fotografías y mensajes de apoyo, seguidas de trivialidades los días posteriores como si nada hubiera pasado. Sospechoso. Como si tomarse la foto en los escombros siguiera la misma lógica del lanzamiento del frapuccino unicornio.

También hubo quienes quisieron mostrar su apoyo a la solidaridad del gremio o su admiración a los rescatistas con publicaciones “cotorras” que quizá en estos momentos podríamos considerar un poco fuera de lugar. Otros aprovecharon para destacarse por medio de su talento con composiciones y creaciones artísticas a disposición de la causa, especialmente para participar en las brigadas artísticas que comenzaron a emerger como soluciones inmediatas al estrés traumático de las personas que  habitan los albergues, la mayoría de estas actividades se organizaron con las mejores intenciones pero de una manera irresponsable y desorganizada, descuidando en primer lugar, la calidad de los números de entretenimiento y la pertinencia terapéutica de los mismos.

Lo más triste de este tipo de organizaciones es que demasiado pronto pretenden diferenciarse unas de otras al grado de que en lugar de unir a la comunidad teatral (si es que existe algo medianamente parecido a esto) manifiestan el separatismo que explica la fragmentación del gremio. Las banderas que llevan a referir a los dirigentes de los centros de apoyo como “mi albergue” “mi centro de acopio” “mi teatro” impiden además la interconexión y cooperación auténtica sin etiquetas. Así como la ansiedad que lleva a los participantes a revelar una excesiva sed de protagonismo a mitad de la catástrofe. No es momento de brillar.

No puedo dejar de mencionar a los oportunistas que quisieron aprovecharse en términos comerciales de lo sucedido, tanto la mercancía que apareció de pronto con la imagen de “Frida” la perrita rescatista como con mensajes solidarios, artículos que fueron ofrecidos a la venta prometiendo donar las ganancias a los grupos de apoyo para los damnificados (¿cómo pueden demostrarlo?). Tanto como los teatros que obligan a las compañías que presentan obras en sus recintos a donar parte o el monto total de la taquilla para la causa o a dar funciones gratuitas quizás solamente para justificar su reactivación. Desconfía y acertarás.

Es necesario visibilizar las conductas para que  -tomando las palabras del historiador Alfredo Ruiz Islas- nunca perdamos de vista que la realidad siempre tiene más de un lado, que junto a la solidaridad está la avaricia, junto a la generosidad, el crimen. “No hay que perderlo de vista, que no se diga, al final, que todos los esfuerzos naufragaron en un mar de candidez.” El infierno está empedrado de buenas intenciones.

Zavel

 

 

 

 

Reflexiones

Reconstrucción

por Ricardo Ruiz Lezama 28 septiembre, 2017

México se está cayendo a pedazos. Y esto no es una figura retórica. Dos terremotos han arrasado varias ciudades, Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla, Ciudad de México y Estado de México.  Los daños son de magnitudes desoladoras. Frente a este panorama desesperanzador lo más sorprendente ha sido la respuesta de la ciudadanía, la mayoría de la población se ha movilizado por iniciativa propia para ayudar de múltiples maneras, removiendo escombros, creando de centros de acopio, entre muchas otras actividades para contribuir al apoyo, tanto económico como emocional de los cientos de miles de afectados. La solidaridad ha sido una bocanada de aire fresco y esperanza tan necesario en este país que estaba tomado por la violencia y la desilusión. Otra vez volvemos a creer en algo, en el otro. Una frase ha circulado por redes sociales, dice más o menos lo siguiente: cuando vayas por la calle y mires al otro recuerda que -aunque no se conozcan-  no dudaría un segundo en ir por un pico y una pala para salvarte en caso de otro terremoto. Ser mexicano ha recobrado un sentido que a veces se  nos olvida, ser mexicano es estar para los otros. Existe una expresión en Argentina que dice “la patria es el otro” y hoy en México esto es tan cierto como consolador.

En este escenario extremo, la comunidad artística en general y la teatral en particular, no se ha quedado al margen del apoyo. Ha tomado la situación con la urgencia debida. Los teatros se han convertido en centros de acopio y lo recaudado en cientos de funciones al rededor del país se está donando a los damnificados. Esto entre muchas acciones más. El teatro como siempre siendo una pequeña luz en la existencia de la humanidad y ahora más que nunca su función social se hace tangible.

En Aplaudir de Pie, como en todo México, estamos tristes por la desgracia, así que aprovechamos nuestro medio para mandar nuestras condolencias a todos los afectados y seguir sumándonos a la ayuda. Retomamos nuestras actividades, no impunemente sino sabiendo que, como dice el dramaturgo Mauricio Kartun: “el arte es la respiración de los pueblos”. Necesitamos respirar para seguir teniendo fuerza para continuar reconstruyendo juntos el país.

Pese al desastre nos encontramos profundamente esperanzados debido a la unión que se generó, esperamos que sea el inicio del cambio que hace tanto tiempo necesita nuestro México.

Ricardo

Reflexiones

¡Ahora entiendo el sold out!

por Zavel Castro 25 julio, 2017

¿Con qué autoridad aseguramos que lo que hemos convenido en llamar “teatro artístico” es siempre superior o de mejor calidad que ese otro tipo de teatro conocido como “teatro comercial”? Últimamente he tenido que enfrentarme a mis propios prejuicios sobre el quehacer escénico que me inclinaban hacia lo artístico antes que a lo comercial. Debo confesar que me he visto sorprendida por la calidad de algunas obras del circuito que antes denostaba (haciendo eco a las voces que ostentan la “alta cultura”), así como desilusionada con algunos montajes con supuestas pretensiones elevadas en cuanto a la profundidad o búsqueda.

Si hacemos caso de uno de los principios fundamentales de cualquier divertimento, encontraremos que el entretenimiento del público es, la mayoría de las veces, el principal objetivo de la puesta en escena. En este sentido podría asegurar que el teatro comercial lleva ventaja puesto que conoce bien las estrategias que pueden asegurar la atención del público, mientras que el teatro artístico tiene que arreglárselas porque su “contenido profundo” no resulte soporífero. La búsqueda por el interés de la audiencia ha provocado un fenómeno curioso: la comercialización del teatro artístico. El teatro de búsqueda que se suponía opuesto al discurso de marketing obediente al capitalismo, ha tenido que recurrir la implementación de algunos elementos del teatro con el que decía no querer tener nada en común para intentar llenar las butacas. Más allá de las promociones, descuentos, y la forma en que últimamente se promocionan unas y otras, hoy en día sería difícil algunas veces determinar qué obras del circuito artístico se defienden como tales sin recurrir a la simplificación de las tramas, la espectacularización de los diseños escenográficos y las actuaciones superficiales para mantenerse en el gusto de la gente. Tal podría ser el caso de una obra como ‘El juego de la silla” dirigida por Angélica Rogel, que se encuentra en un lugar intermedio entre “lo comercial” y “lo artístico”.

Aún así hay algo del teatro comercial auténtico que parece superar los montajes experimentales o artísticos que echan mano de sus recursos y que solo consiguen erigirse como malas imitaciones o mamarrachos que, por cierto, no llegan a gustar ni a convencer al público. Para intentar ejemplificar lo que digo, espero que baste lo siguiente: ¿Cómo es posible que una obra como ‘Parásitos’ sea más entretenida y de mejor calidad narrativa que ‘La Contradicción’? ¡Nunca antes hubiera creído que la actuación de Regina Blandón (que todos conocimos por su participación en un programa de Eugenio Derbez) me parecería mucho mejor lograda que la de Sonia Franco! Sin embargo así es. Y no es que no tengan “punto de comparación” ya que ambas obras pretenden contar una historia y divertir al público lo mejor posible. Nada más allá de esto.

Foto: Darío Castro

Foto: Darío Castro

 

¡Ahora entiendo el sold out de las funciones de ‘Parásitos’ en La Teatrería! El éxito esta vez se debe al entretenimiento de calidad más allá de que en la obra participen actores de televisión (que tampoco es un elemento que carezca de importancia en la venta de entradas). Si solo nos basáramos en cómo nos las pasamos en función, seguiría siendo mucho mejor la experiencia que tuvimos en La Teatrería que la que tuvimos en el Centro Cultural del Bosque

¿Por qué entonces me rehúso a concederle la victoria al teatro comercial sobre el artístico? ¿Por qué me cuesta tanto trabajo ceder? Sospecho que puede deberse a la construcción social del gusto que tan bien analiza Diego Urdaneta en “La insoportable levedad del oxímoron […]”[1] respecto a la música de Ricardo Arjona y al supuesto “mal gusto”; hay algo en la música de Arjona y en el teatro comercial que conecta con el público y que los hace tener mayores ventas que aquellos que tímidamente los imitan pero escandalosamente los desprecian. Todo se debe a la justificación del gusto como construcción social, nos dejamos llevar por la mayoría de las opiniones, por el “boca en boca” que tanto daño puede hacer. Nos acostumbramos a decir y pensar, o mejor, a repetir y asumir lo dicho como cierto. Somos débiles. En nuestra sociedad, una mentira dicha muchas veces se convierte en verdad, entonces vamos por el mundo creyéndonos superiores por nuestra exquisitez que nos permite disfrutar de montajes soporíferos por la densidad de sus mensajes (todo entrecomillado muchísimas veces), solo por llevar el adjetivo “artístico” sobre otras menos pretenciosas en sus ambiciones, más honestas, las “comerciales” que solo buscan hacernos pasar un buen rato, -fórmula que por cierto dominan teatreros como Alejandro Ricaño-.

¿Y si por un momento dejamos de asumir que el teatro artístico es superior al comercial? Con la mente más abierta podemos aprender más de una valiosa lección.

 

Zavel

 

[1] “La insoportable levedad del oxímoron: Pasé una semana escuchando sólo música de Ricardo Arjona” en: https://noisey.vice.com/es_mx/article/7x9mab/la-insoportable-levedad-del-oximoron-pase-una-semana-escuchando-solo-musica-de-ricardo-arjona consultado por última vez el 23 de julio de 2017.

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