Al salir de la función de Rauch, dirigida por Julieta Carrera y con las actuaciones de Cecile Caillon, Rosina Fraschina, Marcelo Katz y Fred Raposo, me encontré con mucho para decir y entonces se apareció una oportunidad, estaba una mujer con una cámara para grabar lo que la gente anda diciendo. Iba a hablar pero me sentí tonto, ya que lo único que podía expresar del revoltijo de emociones que me produjo el espectáculo, era: me divertí mucho, vale la pena venir a reír. No me atreví a decir nada como si la risa fuera poca cosa, como si reír no fuera una razón suficiente en sí misma.
Eso es lo complejo del clown. Es tan sencillo que se vuelve una experiencia casi inefable. Porque cómo explicar la dicha de ver a un hombre golpearse la cabeza contra una puerta -sin sentirse un idiota-. Pareciera que sólo nos gusta contar la magnificencia de lo extraordinario y no lo maravilloso de lo simple, el asombro de las pequeñas cosas.
La trama de Rauch es simple. Hay un restaurante nuevo en el que los trabajadores y la jefa se están preparando para abrir sus puertas al público. Sólo esto necesitan para convidarnos poco más de una hora de diversión.
Pero no se trata de un simple divertimento insustancial. La risa de Rauch no es de esa que te deja vacío, al contrario, es de ese humor inexplicable del clown que termina volviéndose sanador, que te deja pleno al salir de la función. Humor que nace de la fragilidad, del dolor, humor poético que te hace transitar los diversos y coloridos matices de la risa.
Y es aquí cuando busco respaldo en los grandes y menciono que Brecht dice en el Pequeño Organón para el Teatro que la misión del teatro fundamentalmente es divertir y busco otros argumentos por el estilo para tratar de llenar el vacío de palabras al cual nos conduce la risa, ese otro gran ritual del teatro. Porque no solo existen las tragedias y la catarsis. También el silencio como lugar sagrado ocurre con una buena comedia.
Las actuaciones de los intérpretes de Rauch denotan una gran experiencia en la técnica del clown pues la conexión que generan con los espectadores es inmediata y contundente. Saben cuándo hablar, cuándo soltar los gags, cuándo integrar al público, cuándo callar y cuál debe ser la duración de los silencios. No intuimos que busquen hacernos reír y quizá no lo buscan sino que sucede.
Para los que gustan del clown sin duda este espectáculo será un deleite, para los que no conocen mucho de este lenguaje, también (no hay que saber nada para reír). Ambos quedarán al final de la función con sólo unas cuantas palabras para decir que -ahora entiendo lo mucho que quieren decir-: me divertí mucho, vale la pena venir a reír.
Para mayor información de Rauch como funciones, venta de boletos o reservaciones, visita: http://www.alternativateatral.com/obra34799-rauch