Estamos en una época regida por la razón y por la ilusión de conocimiento. Pareciera que se han encontrado las explicaciones sobre casi todo y de igual modo se piensa que sabemos mucho sobre cualquier tema. En materia de arte, por ejemplo, abundan las definiciones, los artículos, ensayos, cursos, libros para prepararse de forma autodidacta, en fin, existen incontables fuentes de investigación para acceder a lo que pareciera ser el conocimiento total del fenómeno artístico. Con tal nivel de pensamiento generado en torno a la creación da la sensación de que cualquiera puede ser artista, solo hace falta querer serlo, buscar, leer y listo. Cualquiera puede saber cómo se hace una obra de arte y de hecho no son pocas las personas que discuten sobre los errores de tal o cual creador que no hizo las cosas como todos ya sabemos que se “tienen” que hacer. Todo este supuesto conocimiento esconde una gran paradoja, ¿por qué si todos los artistas saben cómo se hace el arte solo unos cuantos lo consiguen?
Por principio descartaré la idea que de que el arte es arte porque una persona ha dicho que así es (el argumento de la subjetividad aplicado a todo producto sin razón). Este enunciado ha afectado severamente al mundo del arte porque se ha descontextualizado, en su tiempo sin duda fue una sentencia revolucionaria que cuestionó todos los paradigmas e instituciones existentes hasta el momento, poniendo en crisis siglos de pensamiento, ahora simplemente es un pretexto para hacer cualquier cosa y venderla como si realmente valiera algo. Parto entonces de la idea de que el arte es una experiencia estética contundente, inolvidable e imprescindible. Y que esta experiencia es visible y comprobable. Lo que últimamente abunda, específicamente en el teatro que es de lo que trataremos aquí, son obras superficiales, fácilmente olvidables y profundamente prescindibles.
Lo que afirmo con relación al teatro no parte solo de mi subjetividad, es un hecho objetivo, únicamente hace falta ir a algunas de las múltiples funciones que existen en la vasta cartelera mexicana y comprobarlo por nosotros mismos en la experiencia colectiva. Lamentablemente son pocas las presentaciones que construyen un acontecimiento trascendente y esto es indudablemente una sensación compartida por muchos espectadores. La causa se la adjudico al hecho de que gran parte de la comunidad teatral parte de innumerables seguridades para abordar la creación. Curiosamente la mayoría de las obras más potentes en programación son aquellas que surgen de un lugar totalmente opuesto: del desarrollo de procesos de investigación escénica en los cuales las dudas ( y no las certezas) están en primer plano.
Por eso, en estos tiempos de falsas verdades, de infinidad de obras que no dialogan ni con nuestro presente ni con el público, es imprescindible que exista una mirada filosófica, política y estética que vaya en contra de todos los preceptos que se tienen sobre el teatro; mucho de lo que creemos con relación a la escena seguramente está errado. Por eso nuestro teatro, en su mayoría, no se consolida como un fenómeno necesario a nivel social; es debido a todo esto que un libro como El teatro antilógico: estéticas de la otredad del cuerpo y la escena de Raúl Valles es indispensable en nuestro contexto artístico.
El teatro antilógico… es un conjunto de ensayos que reflexionan sobre el fenómeno teatral, pero aquí no se encuentran respuestas, esto no se trata de una guía, más bien es un manifiesto lírico al más puro estilo de Artaud. Las ideas se articulan de manera tal que no son sentencias, sino que promueven la reflexión y la duda. Todo desde la premisa e invitación de erosionar lo que creemos que es el teatro porque “El teatro que se dice ser el teatro, el teatro que se cree ser el teatro ha menoscabado todo lo que en verdad es teatro”. Estas cavilaciones estimulan a ir en búsqueda del teatro verdadero, el cual, Valles, al igual que Artaud, saben que aún está por descubrirse, en el caso de Artaud era el teatro de la crueldad, en el caso de Valles es “el antilógico”.
Estos ensayos no plantean desde el inicio lo que debe ser el teatro y mucho menos dicen cómo se hace. Ese es uno de los más grandes aciertos de Valles, al no poner ejemplos concretos sus reflexiones se vuelven un arte poética quizá a la altura de El teatro y su doble, capaz de inspirar las más diversas creaciones mediante no mostrar un camino sino solo de sugerirlo, así los caminos posibles son infinitos.
El teatro antilógico… va a contracorriente con muchos de los libros teóricos que están circulando en el mercado editorial. Empieza explicando lo que no es ni debe ser el teatro y cómo no puede alcanzarse –al contrario de iniciar intentando constriñéndolo a unas insuficientes definiciones simplificadoras, por eso también Valles eligió un estilo poético, capaz de generar multiplicidad de lecturas-, porque como menciona el autor estamos contaminados de conceptos e ideas que no nos dejan acercarnos a lo que el teatro verdaderamente tiene para ofrecer como experiencia trascendental. Por eso es necesario llegar a un vacío de pensamientos que solamente estorban; de hecho no debemos apelar a la razón sino al cuerpo (sugiere el autor). Aquí nos deja a su vez una primera pista, el teatro es fundamentalmente la relación con el cuerpo ¿Pero en sí qué es el teatro? Para el autor es, entre otras cosas, una experiencia que no va a la razón sino a la sensibilidad del espectador, de ahí su carácter emancipado del pensamiento lógico. Si lo consideramos desde Artaud – lo que no sería descabellado porque Valles dice que hay que volver a una estética de la crueldad-, el teatro antilógico sería un teatro que apelaría a lo esencial del humano, un teatro ritual capaz de contactarnos con lo más profundo de nuestro ser.
Sería muy fácil y poco riguroso si Valles solo dijera que hay que ir en contra de lo establecido sin profundizar en eso. Lo interesante de El teatro antilógico… es que el autor reformula los conceptos fundamentales del teatro, criticándolos y proponiendo unas definiciones nuevas que destacan por lo provocadoras que son. Actor, presente, mimesis, tiempo, ficción, acción, texto, representación así como el lugar que ocupan los espectadores durante la misma, e incluso el mismo teatro son conceptos que se ponen en crisis para poder pensar otra posibilidad de lo teatral, una más inquietante y revolucionaria, una que sí sea capaz de incidir en nuestra realidad.
Una de las características más importantes de este libro es que el autor es de origen mexicano y fundamentalmente ha desarrollado sus reflexiones y trabajo en México. La mayoría de las veces importamos pensamiento de otros países para tratar de explicar lo que ocurre en el nuestro sin considerar que las ideas no son universales, fuera de su contexto no terminan de decir lo que realmente intentaban expresar, y aunque las reflexiones de otros lugares pueden aportar valiosísimas cuestiones a nuestra realidad nunca nos representarán a plenitud. Son urgentes y necesarios textos como este que nos piensen directamente. México es único y no podemos obviar sus particularidades y contradicciones. Quizá uno de los más grandes fracasos en todas las áreas sociales ha sido querer explicarnos desde otros pensamientos e importar modelos y no crear los propios. Por eso celebro la publicación de El teatro antilógico… No podemos aún saber las repercusiones que los planteamientos de Raúl Valles tendrán en el teatro mexicano, pero es seguro que no pasarán inadvertidos.