Se sabe y se dice que la reflexión es incompatible con la prisa. Para hablar de cualquier cosa es necesario dejar pasar la emoción del momento. Es por esta convicción que he dejado pasar tantos días para hablar del “Cervantes Off”, hasta ahora uno de los proyectos teatrales que más han merecido mis desvelos y en el cual tuve la suerte de estar profundamente involucrada. Como sea, en tanto que como decía Monsiváis, “un halago en boca propia es apenas canapé”, me avocaré a referir a grandes rasgos el propósito de hacer posibles los montajes dejando a un lado el anecdotario curatorial.
“Cervantes off” fue una invitación a compañías teatrales independientes dirigidas por teatristas con poéticas o búsquedas escénicas fascinantes y alternativas en la medida de lo posible dentro del panorama artístico mexicano. Busqué creadores capaces de hacer teatro bajo cualquier condición y circunstancia, en cualquier espacio, sin quejas ni reparos, creadores que supieran encontrar la resolución poética ante los problemas técnicos, que supieran hacer uso de la mínima producción y con la mayor fuerza estética. Invité pues, a un grupo de provocadores para que me enloquecieran. Aquellos que contradiciendo la tradición concentrada en el efecto sin prestar atención al contenido, apostaran en cambio por el teatro vivo, al que solo le basta la encarnación de un texto en un cuerpo poético para estallar.
En tanto que la XLIV edición del Festival Internacional Cervantino se trató de la mayor celebración mundial a Miguel de Cervantes Saavedra, queríamos conseguir acaso por primera vez en la historia nos apasionaran los entremeses y comedias de esta figura emblemática de la literatura occidental. Un poco a la manera del festival de off que se realiza año con año (http://www.avignonleoff.com) y del enorme esfuerzo que representó la edición de los Teatros Ejemplares en la Argentina (https://teatrosejemplares.es/), quisimos actualizar a este fallido dramaturgo como nunca antes, queríamos darle la gloria que en vida jamás recibió.
La invitación fue aceptada por Tito Vasconcelos (La Nave de las Locas), Ana Francis Mor (La Mafia Cabaret), Martín López Brie (Teatro de Quimeras), Abril Mayett (Shake / Falstaff), Diego Álvarez Robledo (PRINCIPIO), Mauricio Durán y Miguel Estrada (Coproducción Ensamblerías-Tres Son Pocos), Ulises Cancino (Asociación Teatral Juana de Asbaje), Gemma Quiroz (Teatro Alteante de León), Ismael Hernández-Medina (Bisontes) y Sixto Castro Santillán. Personajes que durante este proceso revelaron sus egos sui generis y reafirmaron su reputación en cuanto al impresionante talento.
La consigna para reinventar los textos Cervantinos era punto menos que desconocerlos, tomar algún aspecto inspirador (la trama, un personaje, un nombre, una escena, una imagen, incluso la negación de los mismos, la nada misma) y hacer con ellos lo que les viniera en gana. Tenían en sus manos como pocas veces absoluta libertad creativa. Hubo quienes la abrazaron y otros que se acercaron a ella con mayor delicadeza, casi con temor; como sea, el resultado de este juego fueron versiones inimaginables que destrozaron por suerte los cánones clásicos que ya no tienen cabida en el presente. Simplemente porque somos otra época y necesitamos cosas distintas. Tuvimos entonces dos cervantes cabaret (al estilo de carpa mexicana de los años treinta y europeizado y feminista), un cervantes sindicalizado luchando por los derechos de los trabajadores de la ficción, cercano a un cervantes social, un cervantes ópera-rock, un cervantes clown, un cervantes del México revolucionario, un cervantes para niños, un cervantes brechtiano y un cervantes posmodernísimo. Cabría mencionar en este punto que los espacios para la representación, la Mina del Nopal y la plaza San Roque (sitio del origen mismo del Festival) sin duda alguna favorecieron los montajes. La importancia del encargo radicó en la necesaria innovación de los textos cervantinos escritos hacia 1580-1585, época de la profesionalización del teatro en España.[1] Los directores de Cervantes Off se dieron a la tarea de confrontar y cuestionar las obras y se vieron forzados a descubrir su vigencia, a revitalizarlo, a darle, ya lo he dicho, la oportunidad de la gloria y el aplauso que no tuvo en su momento.
Así mismo “Cervantes Off” pretendió servir de plataforma exponencial para los directores con mayor atractivo escénico en la actualidad, tanto así como para dramaturgos y actores. Entre los mejores descubrimientos se encuentran la pluma de Ricardo Ruiz Lezama, quien creó «Said el monstruo» una obra infantil a partir de la intolerancia reflejada en “La Gran Sultana” y Juan Carlos Franco quien a partir e “Laberinto de Amor”, por fortuna se atrevió a hablar sobre el fracaso dramatúrgico de Cervantes en su obra»Laberinto deseo naufragio» y así obligar a la propia introspección de aquello que llamamos “éxito”, todo esto bajo un humor negro que consigue una angustia placentera. Por parte de los actores es imposible dejar de reconocer a Nick Angiuly, Mafer Vergara, Alex Gesso, Luis Esteban Galicia, Sergio Rüed, Mario Conde, Ramiro Piñón y por supuesto, Miguel Estrada.
Aparentemente, los propósitos del proyecto fueron cumplidos, Cervantes sirvió como potente inspirador de creaciones auténticas y autónomas, como expositor del talento nacional, volteó la mirada de los espectadores hacia aquello que vale la pena ver, creadores que valen muchísmo la pena. Cervantes, creador y musa, promotor de grandes cosas. Así le hemos rendido homenaje.
[1] Durante estos años se consolidaron las compañías profesionales de actores, surgieron las corralas de comedias como espacios fijos para la representación y el público que pagaba su entrada, exigía constantemente novedades. En este momento, Cervantes, según Carlos Mata Indurián, al contrario de Lope de Vega optó por seguir los cánones impuestos en el renacimiento, fórmula que se revelaría obsoleta.