México vive en una crisis de derechos humanos y resquebrajamiento paulatino del tejido social desde hace mucho tiempo. El Estado, que debería garantizar la seguridad de los ciudadanos, no parece poder hacer mucho en contra de los males que azotan al país, incluso en muchos casos es él mismo quien lleva a cabo dichos atropellos. Como mencionó Judith Butler en la conferencia que dictó en Ciudad de México en 2015, los cuerpos de los mexicanos se encuentran en una situación precaria, de suma vulnerabilidad. Escenario que no ha cambiado. La probabilidad de regresar a casa sano y salvo cada día es reducida, dormir en nuestras camas al llegar la noche es un hecho azaroso. Si lo pensáramos dentro del universo de la física cuántica, estamos vivos y muertos como el gato de Schrödinger; en un universo paralelo nuestros seres queridos ya están llorando frente a nuestro cadáver, eso si fuimos encontrados. En esta sociedad desesperanzada, ¿qué lugar ocupa el teatro?
Es difícil hablar de un deber ser del teatro porque, ¿en dónde quedaría la libertad y la multiplicidad de miradas? Sin embargo no podemos obviar que esencialmente el teatro es quehacer político por su carácter público, por lo tanto tiene una responsabilidad con su contexto, se quiera hacer cargo de ella o no. Considero que esta responsabilidad es mayor en países como México en donde gran parte del teatro que se hace es con dinero de la sociedad. Ante las problemáticas políticas y sociales por las que el país está atravesando, ¿cómo se ha posicionado el teatro institucional? (El cual, reitero, es subvencionado por los ciudadanos.) Y por otro lado, los demás artistas que gestionan sus propios proyectos, ¿qué postura han tomado en todo esto? Al teatro comercial ni lo cuestiono porque es una empresa privada, con todo lo que esto implica.
Como bien ha dicho el dramaturgo Humberto Robles en su texto El teatro en tiempo de canallas, es muy poco el teatro que se hace en México que da cuenta de la realidad que se vive en el país. La mayoría de las puestas en escena no dialogan con el presente que estamos viviendo, están procurando una omisión cómplice, voluntaria o involuntariamente. No quiero que se me malinterprete. No pienso en un teatro amarillista que muestre lo mismo que vemos en las noticias, porque de hecho un teatro así no estaría realmente comprometido con nuestro contexto. Los sucesos como se muestran en las noticias simplemente son un método de dominación del poder hegemónico mediante el miedo, como señala Žižek.
En lo que pienso es en un teatro que nos permita esclarecer los acontecimientos nacionales posibilitando una reflexión proclive a transformarse en acción social que devenga en cambio, todo lo contrario a un teatro que mediante el miedo nos mantendría pasivos como hacen las noticias detalladas de las tragedias diarias, que no solo nos mantienen paralizados ante el horror sino que nos han ido deshumanizando. Una muerte más -pensamos-, qué más da si todos los días muere tanta gente en este país. En contra de esto pienso en un teatro que nos devuelva nuestra humanidad, nuestra capacidad de ser empáticos con el otro.
Mis pensamientos no son una aspiración utópica, no estoy especulando en un teatro que no existe, estoy hablando de obras concretas que están luchando por construir un mejor país, desde el lugar que el arte pueda hacerlo. Afortunadamente no son pocos los artistas mexicanos que han tomado esta lucha con sus creaciones. El mismo Humberto Robles con su obra Nosotros somos los culpables es un ejemplo de esto.
Robles es uno de los dramaturgos mexicanos más representados en el mundo. La mayoría de sus obras invitan a la reflexión desde diversos géneros como son: la tragedia, la comedia, la farsa, el cabaret o el teatro documental. Es un autor que está convencido del compromiso que tienen los artistas con la sociedad. Exhorta con urgencia a crear y promover lo que él llama teatro útil, manifestación artística que, en palabras suyas, consiste en “escribir y llevar a escena los temas sociales de la actualidad”, teatro como “herramienta a favor de la más elemental justicia, de los derechos humanos, contra el olvido y la impunidad”.
Nosotros somos los culpables es una dramaturgia documental que trata sobre el incendio ocurrido en la Guardería ABC el 5 de junio de 2009. “Siniestro que dejó un saldo de 49 bebes muertos (25 niñas, 24 niños) y otros más de 70 con lesiones respiratorias, en corazón y físicas que los dejarán marcados por el resto de su vida”.[1]
La obra no toma los sucesos para hacer un espectáculo del sufrimiento, más bien, es una radiografía de la corrupción y la impunidad en México. No puede dejar a un lado el dolor que esta desgracia provoca, eso sería inhumano, pero no se queda ahí, este texto es un grito que clama por justicia. Mediante los testimonios de los padres, de las autoridades, del expresidente en turno y su esposa, de los dueños de la guardería, y, en fin, de todos los involucrados de alguna manera en este suceso, esta obra exhibe los mecanismos por los cuales no puede llamársele a esta desventura una tragedia, “porque éstas corresponden a caprichos terribles de la naturaleza […] o a fallas técnicas o humanas que provocan muertos y heridos. Aquí hay un crimen colectivo de larga data, que comenzó mucho antes del día del incendio y que todavía no termina”.[2]
La corrupción, el tráfico de influencias y la negligencia, son los que ocasionaron que el Estado concediera la autorización a los dueños del jardín de niños de abrir una guardería que no cumplía con los requerimientos indispensables para constituirse como tal, haciendo caso omiso de que la escuela no realizó las adecuaciones que se prescribieron. Existen una clara serie de omisiones e incumplimientos, pero hasta la fecha sigue sin haber justicia para los padres, sigue sin castigarse a los responsables.
Nosotros somos los culpables nos recuerda que detrás de cada cifra de muertos, existe un nombre y detrás de ese nombre una historia, una persona. Es sin duda una herramienta que nos contacta con el horror que siempre deberían causar las muertes. ¿Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta que ya han sido demasiadas? Pregunta la obra. Después de leerla terminamos convencidos de que ya han sido suficientes.
Esta dramaturgia también se pregunta por los culpables de estos hechos. Y la respuesta está contenida en el título. Somos seres colectivos, algo de nosotros se pierde en los que se van. Yo soy responsable por el otro, porque sin el otro no puede haber yo. Lo que les pasa a unos, nos pasa a todos. Esta obra nos recuerda que solo juntos y reconociéndonos mutuamente indispensables podemos aspirar a construir un mejor país, el México que nos merecemos.
[1] Información disponible en: http://www.movimiento5dejunio.org/abc/about/
[2] Tomado de diálogos de la obra.