Ningún teatro debería cerrar. En un país lleno de cinismo siempre será indispensable un lugar que sensibilice; en un país lleno de manipulación mediática siempre será necesario un lugar donde se hable de lo que no se habla, que se mire desde donde no se mira. Un teatro es tantas cosas y sirve para tanto pero no puede ponerse en términos capitalistas; la contribución de un teatro está dirigido al espíritu de la sociedad. Mucha gente no ha ido al teatro porque hacen falta teatros. Mucha gente que no ha vuelto al teatro es porque tal vez vio algo que consideró desagradable, pero en el teatro caben todos los teatros -es democrático- la idea de lo «bueno» y «malo» es diferente a como nos tienen acostumbrados los medios masivos, el teatro no sólo busca ser un entretenimiento efectivo; hay política desde el discurso o desde lo estético, hay ética, hay poesía, hay tanto que no cabe en un etcétera y además en muchos casos busca experiencias desalientes, por eso a veces puede ser incómodo. El teatro no es la tele, el cine ni el internet. Parece una obviedad pero esto es fundamental para entender aquello que propone.
Todos los que amamos ir al teatro es porque alguna vez tuvimos una experiencia extraordinaria en uno de ellos. Aquel que haya pasado un mal momento en el teatro le recomiendo que intente otra vez, seguro un día vivirá lo que no podría encontrar en ningún otro lugar y desde ese momento el teatro se volverá una necesidad en él. Y es difícil dar razones lógicas porque el teatro nos conecta con lo originario, con el cuerpo, con lo instintivo, con lo ritual. En ese sentido se parece al amor -símil que puede sonar gastado pero que es sumamente preciso- parecería que no provee ningún beneficio en términos de productividad o utilidad y sin embargo sería absurdo buscar que no hubiera más amor en el mundo porque no representa ganancias dentro de una mirada capitalista.
El teatro es revolucionario y más en este momento. No hago discriminación en el tipo de teatro, todo -al final- sigue reencontrándonos con los otros; fundamental en esta era cada vez más solitaria, cada vez más incomunicada. Ningún teatro debería cerrar y nadie debería alegrarse por ello ni ser indiferente. Los problemas por los que pasa el Foro Shakespeare, la vulnerabilidad en la que se encuentra, es en la que están todos los teatros independientes en México. Cualquier teatro independiente podría desaparecer de un momento a otro porque no hay ninguna legislación que los proteja. Si la comunidad teatral -espectadores, productores, creadores- no empezamos desde hoy a ver por nuestros teatros, van a desaparecer. La lucha de uno es la lucha de todos. Este caso particular debería servir para lo general. Los foros tienen que unirse con creadores, espectadores y aquellos que se quieran sumar. Se necesita pensar en corto plazo y a largo plazo, se necesitan leyes que protejan y regulen los espacios independientes, garantizando su supervivencia y permitiendo la posibilidad de que cada día hayan más. ¿Se puede lograr? Claro, el mismo teatro es un ejemplo de cómo la realidad puede ser modificada, de cómo un grupo de gente, mediante la unión, hacen posible lo imposible.
Ya me lo había preguntado antes y me lo vuelvo a preguntar ahora, porque hay preguntas en las que siempre hay que insistir. ¿Cuándo se va a unir toda la comunidad teatral para realizar acciones en conjunto y mejorar las condiciones de nuestros teatros independientes? En Aplaudir de Pie estamos más que dispuestos.