Una consecuencia desfavorable de la hiperespecialización del mundo actual es la escasez de un hombre con curiosidades infinitas, que como Wolfgang von Goethe sea capaz de apasionarse con la misma intensidad de temas tan disímiles como lo son el estudio de las plantas, la legislación gubernamental e incluso el teatro. A estos temas y muchos más les ha dedicado meditaciones cejijuntas que devienen en profundas reflexiones. Hoy nos detendremos en su pensamiento teatral recogido en sus Reglas para Actores[1], una lectura que recomendamos a todos los amantes del teatro, quienes participen de él como espectadores, críticos o creadores. Vale tanto la pena que te enlistamos sus ideas principales para que te quedes con ganas de seguir sus consejos o cuando menos de acercarte a los orígenes que justifican el pensamiento sobre el teatro occidental moderno; te darás cuenta que algunas ideas románticas aún permanecen sobre los escenarios, de que la historia a veces avanza de puntillas.
El actor debe ser respetuoso con el lenguaje. Dentro y fuera del escenario debe cuidar de la correcta pronunciación de las palabras, procurar una dicción impecable. Debe dominar la modulación de voz, debe tener buena postura para saber impostarla. En el teatro debe imperar el buen gusto, no quedan bien las groserías ni las palabras vulgares, no queda bien recoger el argot de las culturas populares. Debe pronunciar sus diálogos con calma, despacio, claramente. Por ningún motivo debe hablar demasiado rápido. Debe prestar atención al contenido del discurso, de esa forma sabrá acompañarlo con el tono adecuado. Debe hablar con fluidez.
El actor debe saber unir lo verdadero con lo bello, así como reconciliar lo bello con lo importante, dotar de poesía los sucesos cotidianos, no detenerse en hablar sobre los aspectos negativos de la realidad. Todo en él debe ser gracioso, por ello es necesario que sepa controlar cada parte de su cuerpo, que sepa usarlo de manera que sus movimientos sean siempre agradables a la vista. No debe hacer ademanes demasiado exagerados, debe intentar conquistar al público a través de su mirada.
El actor debe tomar en cuenta que está allí por voluntad del espectador. Como un gesto agradecido es menester que le guarde respeto, que honre su presencia ofreciendo un buen espectáculo. Se dice hasta el cansancio que “los actores se deben a su público” pero lamentablemente se demuestra (a veces) demasiado poco, se agradecen las alabanzas pero se descuida terriblemente el vínculo que se crea gracias al convivio, y es que en los tiempos que corren los egos de quienes observan el mundo parados sobre un ladrillo los enceguecen por vanidad y no logran más que contemplarse del mismo modo que hizo Narciso. Agradecen el aplauso fácil, no buscan ya la auténtica conmoción.
Un actor no debe sonarse la nariz sobre el escenario y mucho menos escupir, “es horrible que durante una obra de arte le recuerden a uno estos aspectos de la naturaleza”, dice Goethe ¿imaginan su sobresalto al ver el exceso de fluidos de algunas obras de teatro posmoderno?
Así pues creemos que Goethe, de viajar en el tiempo hasta el día de hoy, no vería con buenos ojos muchas de las cosas que pasan en la escena actual, tomemos pues estos fragmentos de su pensamiento con la comprensión necesaria, con humor y tolerancia. Nunca está demás saber qué opinan los grandes pensadores sobre aquello que amamos.
¿Cuáles serían las “reglas para el actor” hoy en día? ¿Alguna sugerencia?
Notas
[1] Von Goethe, Johann Wolfgang. Trad. David Hevia. Reglas para actores. Paso de Gato. Cuadernos de Ensayo Teatral. No. 23 México, D.F. Toma, Ediciones y Producciones Escénicas y Cinematográficas: 2012. 27 pp.