Sé que desde la crisis del drama se han buscado nuevas y revolucionarias formas de entender la escena; comprendo que la “dictadura autoral” -como Ricardo Bartís llamó a la hegemonía del texto dramático- terminó, dando paso a teatralidades enfocadas en los cuerpos o imágenes, dejando a la palabra en un lugar secundario -muchas veces accesorio o de plano inexistente-; todo esto me queda claro, pero, ¿por qué tanto desprecio por la dramaturgia en México?
Me explicaré, pero primero aclararé que este ejercicio de reflexión es difícil porque como soy dramaturgo se pensara que critico porque creo que puedo hacerlo mejor. De ningún modo; estas observaciones las hago desde el lugar de un espectador que cuenta con algunos conocimientos técnicos, jamás como poseedor de ninguna certeza, solo soy dueño de mis inquietudes.
Debido al trabajo en la página tenemos la posibilidad de mirar hasta cuatro obras por semana. Fuera de las obras que vienen de otro país a dar solo un par de funciones, he notado una constante en la cartelera estable de teatro en Ciudad de México. Hay predominancia de dramaturgias extranjeras. ¿A qué se debe esto? Es complejo encontrar una respuesta fácil, pero aventurándonos podemos pensar que en la cartelera comercial se debe fundamentalmente a que se necesitan obras que hayan probado su éxito antes en otros lugares para que el margen de riesgo de pérdida sea poco, no hay que olvidar que este teatro generalmente se hace con grandes inversiones de dinero. Pero en el caso de todos los otros circuitos teatrales no tengo idea. Aunque aquí arriesgaré una hipótesis.
La forma más sencilla de tener contacto con nuevas dramaturgias es ir al teatro. Desafortunadamente gran parte de los textos de autores noveles nacionales en cartelera son inconsistentes, con ese panorama difícilmente algún director tendría curiosidad en conocer más sobre aquellos dramaturgos, esa es una de las razones por las que quizá no haya interés en los textos nacionales.
Ahora bien, si uno revisa los curriculums de estos escritores puede uno observar que fundamentalmente han dedicado su práctica y estudio a la actuación o la dirección, pero dan por hecho la dramaturgia, como si fuera cualquier cosa, aunque si les preguntaras a muchos de ellos si creen que cualquier persona puede actuar o dirigir muy probablemente dirían que no, que como arte que es se necesita de mucha preparación. Entonces, ¿por qué muchos de ellos escriben cualquier cosa y la llevan a escena? Porque pueden y porque quieren.
Sí, uno puede hacer lo que quiera, pero el problema primordial es que realmente no se dan cuenta que detrás de muchos de los modelos que tratan de imitar fallidamente hay mucho trabajo y reflexión sobre la técnica. Uno de los autores más copiados en cuanto al estilo es Alejandro Ricaño, el cual -independientemente de los gustos de cada quien- es un autor que conoce las implicaciones dramáticas y narrativas en función de la teatralidad, sabe escribir teatro y lo hace parecer fácil; todos quieren ser como Ricaño pero este no es un improvisado.
En este punto seguro habrá más de uno que citará ejemplos de creadores en el mundo que han sido referentes sin haber estudiado – y estudiar no solo es ir a la escuela o tomar talleres sino autodidactamente con la infinidad de libros que existen enfocados en la materia- pero se les olvida que existe gente excepcional, a los que se les llamó “genios” en tiempos románticos, algunos quizá aún sigan llamándolos así. Un ejemplo de esto es Quentin Tarantino que es un referente del cine sin haber estudiado. Pero Tarantino es la excepción, todos quieren ser la excepción, pero esto no es posible, hay que ser un poquito más aterrizados, si todos pudiéramos ser genios entonces ser genio no sería nada asombroso. Otro detalle para los que quieren ser como Tarantino, este es un adicto a ver películas, la infinidad de referentes que posee podrían considerarse estudiar, así que no, tampoco Quentin es un improvisado.
Muchas de los textos fallidos de los que hablo ponen a la dramaturgia como eje rector, la importancia está en la historia, las vueltas de tuerca de los acontecimientos, los personajes, el conflicto, los descubrimientos, en fin, en los elementos básicos de la escritura dramática. Así que para todos aquellos que desprecian la dramaturgia, escribiéndola como si fuera cualquier cosa -pero haciendo de ella el centro de sus teatralidades- si algún día se preguntan por qué la gente se les aburre, se les duerme o no entiende nada, no olviden que uno recibe lo que da. Así que un poquito más de respeto por la dramaturgia.