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Reflexiones

ALMACENADOS ¿Por qué hicieron la película?

por Zavel Castro 31 mayo, 2017

Quizás se trate de una de las reflexiones más personales que he escrito hasta ahora puesto que “Almacenados” fue sin duda una de las obras que me atrajeron al mundo del teatro. La habré visto por primera vez hace unos once años en la Ciudad de México, yendo a partir de entonces a cada función (intermitentemente) como me era posible. Recuerdo que disfrutaba tanto como ahora del carácter aurático del convivio escénico, tener allí, muy cerca a los actores y verlos construir una historia con sus cuerpos presentes era la experiencia más emocionante que podía tener.

Sentir la concentración del público y la atención con que seguían el devenir del “señor Lino”, encargado de un almacén punto menos que abandonado y de “Nin” su joven aprendiz, personajes de la obra que en mi recuerdo siempre estarán encarnados por Héctor Bonilla y su hijo Sergio –alternando alguna vez con Fernando, quien por aquellas épocas más bien se encargaba de las luces y me parece que de la dirección-, era simplemente maravilloso. Para mí era sorprendente que aquello pudiera ser tan potente con una producción más bien escasa (apenas un escritorio, un reloj checador, una escoba…), y solamente con dos actores sin necesidades efectistas para complementar la experiencia.

Sin duda alguna la magia que yo le atribuía al evento le debía mucho a las excelentes actuaciones; ver a Héctor Bonilla en escena siempre será un motivo de agradecimiento al teatro. Así como a la dramaturgia de David Desola que a través de escenas continuas aparentemente rutinarias en las que un día laboral sucedía a otro dando la sensación del lento paso del tiempo cuando este está destinado puramente a las actividades de producción económica capitalista; al sinsentido del plusvalor que muchas veces obliga al trabajador a entregarse a labores tan absurdas como redituables, nos compartía un valioso mensaje sobre la sinrazón del sistema que nos domina y termina por aniquilar nuestra personalidad como le pasaba al señor Lino, quien era, qué duda cabe el trabajador más eficaz, responsable, puntual y comprometido y a la vez el más insignificante de la cadena de producción, alguien a quien a nadie le importaba, alguien tan reemplazable que su conocimiento adquirido en veintinueve años de servicio podía transmitirse en solamente cinco días de entrenamiento a su sucesor.

Almacenados6

En fin, la historia era absurda y entrañable, la interpretación magistral de los personajes les otorgaba una profundidad que destacaba su humanidad lacerada. El público reaccionaba conmovido gracias a la condición aurática de lo que había pasado frente a sus ojos y en su compañía, porque nada genera emociones más intensas que la presencia de otra persona cuando no transmite su sentir ahí, en vivo, sin intermediarios tecnológicos, sin una pantalla que obstaculice el vínculo.

¿Cuál era la necesidad entonces de convertir esta obra de teatro vivo a una película? Evidentemente la traducción del lenguaje escénico al fílmico supone un problema considerable, que, en caso de sortearlo, como sí pudo hacerlo el mismo Desola encargado del guión de la cinta, asegura un mayor alcance, pues el cine, lo sabemos, llega a una mayor cantidad de audiencia, de tal suerte que la historia puede ser conocida por más personas que a las que puede aspirar una temporada teatral por más extensa que sea.

Aunque el guión está bien logrado, es cierto que la traducción de la obra a película hace que la historia se enfríe, hay una sensación de distancia que impide la empatía con los personajes. El público es una vez más, sometido a la pura expectación de una historia aletargada, que más que transmitir la rutina por la sucesión de los días, se prolonga innecesariamente con escenas rellenas de elementos y acciones prescindibles (los enfoques a los objetos y los desplazamientos de cámara demasiado forzados me parecieron soporíferos). En la película las actuaciones eran buenas pero nunca comparables a las del elenco de la obra; todo lo cual me obliga a preguntarme por las razones de la conversión de esta gran obra a una película bastante menor.

Aclaro que con esta reflexión no quiero declarar la superioridad del teatro sobre el cine (aunque la supongo), no quiero decir que una película sea incapaz de generar estremecimientos emotivos. Justo después de que terminé de ver “Almacenados”, entre a ver “I Daniel Blake” del director Ken Loach,  una cinta que comprueba justamente que una historia sencilla eso si con estupendas actuaciones,  puede ser absolutamente entrañable aún a través de la pantalla.

I-D-Blake

 

 

Adjudico las razones de lo fallido de la traducción de la obra Almacenados a película, así como al éxito de la película de Koach, en los motivos de la realización; los móviles de cualquier acción, esto es, las intenciones, muchas veces determinan su destino. Acaso en el caso del producto que no llegó a buen término pudiéramos encontrar como motivo principal razones económicas (que para la inserción a un circuito comercial artístico nunca son suficientes).

Acaso Desola vendió su obra para obtener mayores ganancias que las que había obtenido de las funciones de su obra no solo en México sino en muchas otras partes del mundo con distintos elencos –razón nada reprochable puesto que todos en menor o mayor medida buscamos el enriquecimiento-, pero ¿por qué no conservar por lo menos a Héctor Bonilla como el personaje protagónico? ¿Por qué arrebatarle así un personaje que había construido durante tanto tiempo? ¿Por qué dejar que la potencia de su dramaturgia se diluyera en una sala de cine medio vacía? ¿Por qué condicionar la historia a la permanencia en cartelera (muy improbable que alcance a llegar a más de un mes) ¿Será el incremento monetario suficiente paliativo para las aspiraciones artísticas que una vez  tuvo? ¿O habrá pensado en “Almacenados” desde un principio como un producto cinematográfico? Con el tiempo, haciendo las preguntas pertinentes a las personas indicadas podré comprender todos estos porqués. Por lo pronto me quedo con el hueco en el estómago y con el nudo en la garganta propios de mi incomprensión y con mis padecimientos nerviosos de la desolación al ver cómo en este caso el cine venció al teatro arruinando lo que tenía de valioso.

Zavel

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Teatralidad bajo las sábanas

por Zavel Castro 20 mayo, 2017

A Daniel Vargas Parra, quien en su cátedra de Teoría del Arte me abrió las puertas al entendimiento de la imaginación y representación a partir de la filosofía kantiana

 

 

Aún sigo pensando en el teatro a partir del sexo y en sexo a partir del teatro. Hace tiempo afirmé que todo ritual de apareamiento lleva implícito algo de teatralidad.[1] Hoy sostengo que dicho despliegue de técnicas de proyección y representación no se encuentran solamente en el cortejo previo al escarceo libidinal, sino en el acto mismo. Durante el intercambio continuo de caricias, besos y otras tantas acciones propias de la faena primordialmente corporal que –no necesariamente- conlleva a la penetración –sirva para esto cualquier orificio- y culmina en el orgasmo,[2] que conocemos  (dicho con propiedad) como “relaciones sexuales”, los involucrados nos convertimos en intérpretes de aquello que consideramos “sexy”, “seductor”, “provocativo” y “deseable”.

La interpretación del personaje sexualmente atractivo contiene y manifiesta sobre todo a través de la gestualidad y el comportamiento bajo las sábanas -o superficie en cuestión- el capital cultural erótico del intérprete, aun cuando sostengamos que todo lo relacionado con el despliegue de nuestra sexualidad obedece al instinto “natural” ajeno a todo adorno o artificio. Es decir, que obedece a la ideología, y en correlación al contexto del objeto/sujeto sexual. Lo que el actor considere sexualmente atractivo hablará mucho de la cultura a la que pertenezca. Esto funciona sin excepción.

La mujer-actriz construye en su mente lo que considera adecuado para la función, asume el personaje e intenta adaptarse a la imagen mental mediante las herramientas físicas a su alcance: miradas, gestos, movimientos, ritmos, sonidos, etcétera. Es decir que si el actor o actriz eligen la interpretación de “lo dulce”, “lo inocente” “lo tierno” porque consideran que su selección (las mayoría de las veces inconsciente) es adecuada para el momento y la pareja sexual, que según nuestra analogía participaría como espectador, si quiere imitar la tergiversada y mal entendida imagen de la Lolita, o de las bobaliconas actitudes de las pin-ups,  entonces optará por mostrar una mirada coqueta no demasiado frontal o directa, exhalará gemidos suaves, será pródiga en caricias y se dejará hacer antes con un toque de sumisión y cuidándose de mostrarse demasiado avezada en el tema, pues cualquier contradicción a la imagen de la sutilidad o inexperiencia rompería la convención.

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Si se elige en cambio “lo bestial”, “lo atrevido”, “lo picante” a manera de Femme Fatal encarnado por ejemplo en el personaje de Samantha Jones, entonces actuará en consecuencia y no dudará en accionar de manera agresiva (con mordidas, nalgadas, rasguños, insultos, etcétera) cuidándose de cualquier expresión de ternura. Lo importante es no romper la ilusión del personaje. Respetar el planteamiento hasta las últimas consecuencias. Lo mismo ocurre en el caso del hombre-actor, que si bien obedece a otros arquetipos, reacciona con gestualidad y violencia o pasividad semejantes dependiendo el caso. Hay quien se compromete de más con el personaje y adquiere todo tipo de enseres fetichistas para complementarlo (accesorios, vestuario, lugares idóneos para el desarrollo de su papel, sitios que por su ambientación fungen como escenografías exactas).

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Así pues, en la cama todos somos potenciales primerísimos actores.[3] Vamos hasta donde el  personaje nos permita sin importar que algunas veces contradiga nuestro rol social o quizás lo que somos en esencia. Por usar la desgastada noción repetida hasta el hartazgo en las escuelas de actuación, diremos que en el momento previo de llevar a cabo nuestro papel, dejamos que el personaje “nos habite”, actuamos según los dictámenes del mismo. Gracias al artificio teatral también somos “espejismos”, somos una visión de aquello que el otro quiere que seamos. De lo que el otro necesita ver para experimentar placer. Jugamos a complacerlo. Somos para el otro.

Solo entonces somos capaces de dejar que nos fotografíen durante el acto con tal de sentirnos por un momento Linda Lovelace o la actriz porno que tengamos en la mente, participamos gustosos en un trío porque esa noche decidimos representar nuestra faceta desinhibida, hacemos, decimos y aceptamos que nos hagan cualquier cosa con tal de alcanzar la tan ansiada verosimilitud propia del fenómeno escénico. Nos dejamos guiar por esa imagen mental que construimos, estamos dominados por nuestra imaginación. El intercambio sexual es teatro. Teatro y sexo son primordialmente imaginarios. Bajo las sábanas nos representamos. Poco importan los aplausos.

Zavel

 

 

[1] Escribí sobre esto en “Gozar y hacer gozar. La teatralidad en los clubes swinger”: http://aplaudirdepie.com/gozar-y-hacer-gozar-la-teatralidad-en-los-clubes-swinger/

[2] Según el esquema ideal de William Masters y Virginia Johnson.

[3] Directores e  incluso  iluminadores  y diseñadores de sonido ¿no es cierto que controlamos la intensidad de la luz y la música  que escucharemos al hacer el amor?  Incluso somos dramaturgos. Sabemos qué decir dependiendo de lo que intentemos conseguir.  El sexo es teatral, qué duda cabe.

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Segundo Aniversario. Nosotros y el Teatro

por Zavel Castro 3 abril, 2017

Cumplimos dos años de compartir nuestras reflexiones en torno al fenómeno teatral, y es que Aplaudir de Pie ha nacido con la idea de ser un espacio para compartir pensamiento sobre el fenómeno teatral y ha crecido con la idea de ser parte de la comunidad artística y crítica de cualquier sitio que tenga ganas de dialogar con nosotros. Para nosotros el teatro es un convivio, por lo que se trata de compartir; rechazamos por tanto, todas las divisiones que respondan a estímulos e intereses individuales que nos separen como comunidad. Nos hermanamos así con todas las páginas de teatro independientes que han nacido antes y después de nosotros por amor al teatro. El surgimiento de los espacios independientes nos reconforta porque son una ventana de libertad que resquebraja hegemonías, escuelas de pensamiento e imperios de opinión cerrados y ortodoxos. Todos juntos somos la nueva escuela de crítica teatral. La renovación es importante. La actualización generacional también lo es.

Motivados por este ánimo de compartir estamos siempre dispuestos a debatir y conversar, a intercambiar puntos de vista enriquecedores. Es por esto que en dos años hemos expandido nuestras fronteras, ahora somos parte del mapa teatral en Buenos Aires (nuestro punto de origen), la Ciudad de México y amenazamos con llegar pronto a Medellín. Y estamos en todas partes donde el pensamiento puede ser libre –aunque es nuestro deber devenido en placer personal argumentar toda opinión-, desde nuestro sitio, pero también en Facebook, Twitter  e Instagram.  Nos llena de júbilo haber nacido en este siglo de paraísos virtuales.

Estamos felices de llegar a este punto, hemos laburado mucho para hacerle honores a nuestra pasión por el teatro, a él nos acercamos devota pero no sumisamente, nos ponemos frente a frente suyo para admirarlo sin idealizarlo porque creemos que solo así será posible comprenderlo. Es el arte más humano de todos, es complejo e imperfecto como nosotros.  Lo tratamos como un objeto de deseo fascinante,  estudiamos todo el tiempo, vamos a todas las funciones que podemos, nos preocupa entender. Lo miramos y obtenemos fotografías grandiosas, reflexionamos en torno suyo. Celebramos su existencia, reclamamos las injusticias en su contra y nos alegramos con sus logros y alcances. Seguiremos riendo, llorando, discutiendo, pensando y haciéndole fotografías al teatro, agradecidos con quienes nos han invitado a ver sus montajes y con quienes nos siguen y leen. Vamos por más todos juntos.

 

 

Zavel, Ricardo, Darío, Manya y Verónica

Reflexiones

Teatro y nuevas tecnologías en la Ciudad de México

por Zavel Castro 29 marzo, 2017

En atención a la verdad declaro desde el inicio que el gérmen de esta reflexión fue la observación de dos obras que estuvieron simultáneamente en la cartelera de la Ciudad de México. Me refiero a “Raíz” con la dirección y dramaturgia a cargo de Diego Álvarez Robledo y de “Épica de la Inmediatez”, escrita y dirigida por Hugo Abraham Wirth. Ambas obras proponían la utilización de una app que el público tendría que descargar para vivir la full experience, aunque no pasaba demasiado si no lo hacían, simplemente tendrían que conformarse con la experiencia “convencional”.

“Raíz” trata algunos de los temas que persiguen a Álvarez Robledo desde hace algún tiempo -estos temas los encontramos en Animalia, Bestiario Humano y Los Exóditas-: la conformación de las civilizaciones, el comportamiento de las sociedades y la complejidad de la habitación del mundo por parte de criaturas que aun emiten señales del “salvajismo” que aseguró la supervivencia en otro tiempo.[1] Mientras que “Épica de la Inmediatez” es una obra de suspenso que va sobre la desaparición de una mujer y las dificultades para señalar al culpable a pesar de las pruebas conseguidas a partir de las herramientas tecnológicas, como el celular de la chica perdida y la utilización de las redes sociales. Más allá de la opinión que pueda tener sobre las no muy logradas construcciones de personajes, dirección de actores y propiamente interpretación de los actores en ambos montajes, me concentraré en referir la intervención de la tecnología por medio de las aplicaciones en ambas obras que resulta también fallida debido a que ambas se encuentran en estado de prueba.[2]

Lo cierto es que a pesar de ser un producto inacabado y de las fallas de las aplicaciones cada una propone a su manera una participación más activa por parte del público. En “Raíz” se le concede la autoridad para decidir el curso de la historia, ya que la app muestra dos opciones de escenas a elegir para definir la progresión narrativa y “Épica de la Inmediatez” invita al público a aprovechar una libertad de movimiento al que no está acostumbrado.[3] La app de la obra de Wirth sirve para acompañar la narración con los mensajes (virtuales) que leen los personajes y con una especie de cámara que muestra en acción y en tiempo real la preparación de unos actores para otra puesta en escena fuera del teatro en que se presenta «Época…».

Sabemos que las aplicaciones no se encuentran disponibles aún es su presentación final, debido a que en «Épica de la Inmediatez», es el propio director quien casi al finalizar el montaje declara esto frente al público, haciéndose cargo del «problema» -que no afecta en absoluto el desarrollo de la obra- con total honestidad creativa, participandonos así de los resultados conseguidos hasta entonces. Mientras que de «Raíz» lo supimos en una entrevista posterior a Álvarez Robledo. Suponemos que este estado intermedio de ambas aplicaciones pueda deberse a condiciones económicas que no facilitan la producción de montajes con nuevas tecnologías; hemos sido testigos de la dificultad con que estas obras pudieron realizarse, «Raíz» por ejemplo, contó en un principio con un apoyo de Efiteatro que les asignaría determinada cantidad que al final no pudo concretarse y debido a esto posteriormente tuvo que recurrir a un programa de fondeo de participación colectiva. Señal de que el presupuesto no alcanza.

Es necesario referir la valentía y el arrojo con que Álvarez Robledo y Wirth se han comprometido en este esfuerzo por incorporar estas tecnologías a la escena, proponiendo formas teatrales alternativas; hasta ahora en la Ciudad de México, por “nuevas tecnologías” se entendía la utilización de proyecciones que sustituían la escenografía o fungían de mero ornamento. Por tanto, la intención de crear apps para que convivan intencionalmente con el desarrollo dramático, en un país en el que los recursos culturales por parte del Estado son insuficientes merece nuestro reconocimiento.

En este punto conviene recordar el cuestionamiento que se hacía Martín López Brie respecto a las “estéticas de la precariedad” en un texto que trataba de encontrar en las condiciones económicas del país y bajo las cuales funcionan la mayoría de las compañías de teatro (independientes), la justificación de los “resultados empobrecidos”:

“Por ejemplo, cuando el modelo estético que se busca seguir es el de un director o compañía consagrada  que admiramos, pero no contamos con las mismas condiciones de producción, necesariamente tendremos un resultado empobrecido […] Si solo contamos con fuerza de trabajo y muchas ganas, ¿a dónde podemos llegar? No dudo que muy lejos, pero difícilmente al mismo lugar que nuestro modelo.”[4]

En resumidas cuentas, para conseguir una obra de teatro que ocupe la creación de apps y la aplicación de tecnologías de último nivel como sucede en el utópico teatro de primer mundo -como en Alemania y en Tokio-, una obra con estas características y requerimientos, para ser “acabada” y con mejores resultados – en este caso, la exitosa interacción del público con el dispositivo virtual al mismo tiempo que el escénico/de cuerpo presente- precisa de una mayor inversión económica. Mientras tanto, tendremos buenos prototipos que darán cuenta de la intención de algunas compañías de incluirse en la vanguardia tecnológica. En este sentido, “Raíz” y “Épica de la Inmediatez” acaso marquen el inicio de un movimiento interesante que algún día logre consolidarse.

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[1] Tema que por cierto también se ve retratado en “Homo Empaticus” a cargo de la compañía mexicana TransLímite, bajo la dirección de Cecilia Ramírez Romo. Me concentro en este aspecto en la crítica “Homo Empaticus. Civilización y Barbarie”:  http://aplaudirdepie.com/homo-empaticus-civilizacion-y-barbarie/

[2] Siendo entonces prototipos de obras, no podemos hablar de ellas como productos acabados. En este sentido, no hubiera sido lo correcto (ética y profesionalmente) presentarlas a medios y espectadores como ¿Work in progress?  Lanzo esta pregunta con todo respeto, lanzo la botella al mar y espero con paciencia alguna respuesta.

[3] Inmediata e inconscientemente se colocan en una fila tras una cuarta pared imaginaria a pesar de que se les invita a estar literalmente en cualquier lugar de la escena, incluso dentro de la misma.

[4] “Estéticas de la precariedad y economía de los afectos”, en: http://martinlopezbrie.blogspot.mx/2017/03/esteticas-de-la-precariedad-y-economia.html?m=1 (consultada por última vez el 28 de marzo de 2017).

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Leer o no leer teatro

por Ricardo Ruiz Lezama 6 febrero, 2017

Hace tiempo uno de nuestros seguidores de la página comentó que no le gustaba leer teatro, nosotros le recomendamos algunos textos dramáticos e inmediatamente apareció otro seguidor para pronunciarse con una sentencia lapidaria: “El teatro no está hecho para ser leído”. Sí, esto último es cierto hasta cierto punto; si revisamos la historia del teatro podemos descubrir algo que ha permanecido casi intacto; la prioridad del teatro, su razón de ser, es el encuentro presencial. ¿Pero entonces los textos son meras reminiscencias de acontecimientos ya perdidos para siempre?

Descreo de toda afirmación absoluta en los terrenos del arte. “El teatro es…” “El teatro ‘sirve’ para…”. Por ello, por mi costumbre habitual de dudar, no me pareció convincente aquella afirmación de que el teatro no está hecho para ser leído. Quizá el teatro existe para el convivio entre personas, pero eso no significa que una dramaturgia carezca de valor propio como fenómeno artístico. Creo que el teatro leído puede brindarnos una experiencia estética, nunca capaz de sustituir la experiencia presencial, pero sí capaz de conmovernos.

Para el gran dramaturgo y maestro de dramaturgos Mauricio Kartun un texto dramático clásico es una braza que espera su oportunidad para arder nuevamente sobre la escena. Los posibilitadores de que aquella flama cobre potencia renovada pueden ser tantos, tan variados, y diversos que no podemos enlistarlos todos –de intentarlo caeríamos en la trampa de la simplificación por medio de categorías-, pero mencionaré uno para ejemplificar: el contexto puede revivir alguna dramaturgia por tener resonancias con el tiempo en que la obra fue escrita. Del mismo modo pienso que un texto dramático, no solo clásico sino también alguno que tenga potencial de vida, de ser encarnado entrañable y poderosamente, tiene la capacidad de arder en la mente y corazón de quién lo lee. Shakespeare puede ser un ejemplo de esto. Yo francamente nunca he tenido la fortuna de estar frente a una puesta en escena de Shakespeare que sea un acontecimiento, pero sus textos arden, muchas frases -aún en las traducciones-, muchas de las situaciones y conflictos planteados por el bardo son capaces estremecernos y dejarnos meditativos o eufóricos como un buen poema o una gran novela. Y sí, no es teatro propiamente dicho, pero es un suceso literario.

Es cierto que por las características del teatro, la escritura dramática es una escritura incompleta -como recuerdo haber leído que afirmaba en una entrevista del dramaturgo, director y actor argentino Rafael Spregelburd-. Es una escritura incompleta porque al estar pensada para un cuerpo y un espacio, siempre necesitará del lector una exigencia mayor pero también creo que con la práctica uno puede llegar a leer teatro fluidamente y sin dificultades, disfrutándolo e imaginando.  Con lo cual estoy a favor y recomiendo el acercamiento a la dramaturgia como una posibilidad estética. Sí, es cierto que leer teatro no es tener la experiencia del teatro pensándolo desde la idea del acontecimiento planteada por Badiou, la lectura nunca remplazará eso inexplicable que produce asistir al teatro, aquel contacto con el misterio, con aquello milagroso que nos hace volver a intentar revivir la sensación de asombro asistiendo a una función tras otra hasta recuperarlo o repetir infinidad de veces un mismo espectáculo, pero  siendo francos a veces el acontecimiento  ni  en el teatro mismo sucede y uno está en la butaca queriendo hacer zapping. Nada, ni ir al teatro ni leerlo, garantiza una experiencia trascendente, pero sin duda en la lectura de teatro algún día encontrarán alguna puerta a sensaciones nuevas y maravillosas que los harán querer repetir la experiencia.

ricardo

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Stanislavski ha muerto

por Ricardo Ruiz Lezama 5 enero, 2017

I. Algunos pensamientos previos

 

Este mes en que se conmemora el nacimiento de Stanislavski me puse a pensar en mi relación con él, sus enseñanzas, sus reflexiones… Haciendo memoria, busqué y  di con este texto que escribí hace algunos años, cuando todavía era estudiante de la licenciatura en actuación. Viendo la fecha de publicación descubro con sorpresa que no pasó tanto tiempo, siento como si hubiera sido mucho más.

Surgió como propuesta de un maestro con el que tenía unas pláticas muy  enriquecedoras cada que nos encontrábamos en la cafetería de la escuela. -“Escribe algo, lo que quieras, en relación con tu experiencia como estudiante u otra cosa. Algo como nuestras pláticas” -fue su propuesta. El resultado: esta reflexión. Siempre le estaré agradecido a aquel maestro por esas inolvidables charlas y por la oportunidad y el espacio para decir lo que sentía en aquel momento. Quedé en escribirle algo más, aún sigo buscando las palabras.

No sé si hoy en día sigo tan de acuerdo con esto que escribí, es ajeno y cercano, me reconozco y no. Mucho lo discutiría, ¿o acaso justificaría? Tal vez simplemente me he vuelto menos vehemente, más correcto. Aunque ya no sé qué tanto soy el mismo, hoy le pongo mi nombre a estas palabras que en su momento se publicaron como anónimo.

II Stanislavski ha muerto[1]

 

A quién lo lea:

 

Te comparto, desconocido lector, un recuerdo. Un joven estudiante sentado en la cafetería de una escuela de teatro escuchando algo que no debería oír. Profesores y alumnos hablando mal de otros colegas y compañeros. Ese joven escucha cómo aquellos profesores y alumnos hablan mal de una obra de la escuela y dicen, además, que los estudiantes que participan en ella son lo peor que le pudo pasar al teatro. El joven no puede evitar preguntarse si sus maestros hablarán de él de esa misma manera. -Si los estudiantes somos tan malos, por qué no desaparecemos las escuelas de arte- se pregunta aquel joven estudiante.

¿Nadie se ha preguntado si las escuelas y los maestros son los que realmente no sirven para formar artistas? Mamet dice al respecto: “La educación formal para el actor no sólo es inútil, sino que es perjudicial. Acentúa el modelo académico y niega la primacía del intercambio con el público… La escuela nos enseña a obedecer y la obediencia en el teatro no os llevará a ningún sitio…”[2] ¿Por qué la culpa, entonces, se le adjudica siempre al estudiante? ¿Acaso él no va con total disposición siguiendo una promesa que no se cumplirá? No salimos artistas de la escuela de arte. Pero todos lo sabemos, maestros y alumnos (alumnos que no se auto engañan, claro), sin embargo pasamos de primero a segundo, de segundo a tercero y egresamos. Escuchamos a los maestros, no todos, hablar mal de tal o cual alumno y colega. Y no se hace nada. No se es riguroso con la verdad. Las escuelas necesitan un mínimo de estudiantes para poder funcionar (encima de para poder validarse ante el Estado). Ya lo dijo Stanislavski en su autobiografía: “Sin dotes y sin talento no se debe ir al drama. En la escuela de arte dramático no es así. Allí se hace indispensable tener un mínimo de estudiantes que pagan por sus estudios. Y no todo el mundo que paga tiene talento ni se puede convertir en actor… Pagan los que tienen menos aptitudes o los que carecen de ellas. Ellos sostienen materialmente a la escuela, mantienen a los profesores y proporcionan calefacción al piso. Y este es el resultado: para dar formación a un dotado es necesario engañar a cientos de incapaces.”[3] Pero cómo sabemos si somos un dotado en formación o un incapaz engañado. En quién confiar si los maestros no terminan de ponerse de acuerdo y para unos somos maravillosos y para otros no tenemos esperanzas, o peor aún, nos aprueban, pero luego nos enteramos que lo hacen sólo para no cargar con la responsabilidad de reprobarnos. Cómo confiar en ellos si sus juicios muchas veces se ven afectados por la empatía o antipatía que tengan hacia nosotros. En qué confiar entonces si este es, asimismo, un país en el que se aplauden nombres y no propuestas, sin olvidar que aquí la cortesía es más valiosa que la exigencia por la honestidad artística.

Egreso de la licenciatura en actuación viendo con tristeza que Stanislavski ha muerto. Salimos de la carrera sin haber logrado a veces ni un momento de verdad. Diciendo te amo en escena y apenas mostrando el más insignificante aprecio y viendo cómo todos jugamos otro juego que no es el del verdadero teatro (el juego de la verdad), sino el juego de hacer como que hacemos y sonreír complacientes aceptando nuestra mentira. A final de cuentas el público va a nuestros exámenes, se sienta y aunque se duerma se despierta para aplaudir. Nosotros hacemos como que actuamos y el público hace como que es espectador. Ese es el nuevo juego del teatro aprendido en las academias: el sinsentido y el vacío. Lo desolador de esta situación es que estas dinámicas nacidas de las escuelas se extienden al teatro profesional.  No hablo de todas las producciones del país, pero como le oí una vez a alguien: “Sí, México tiene una de las carteleras más grandes del mundo, ¿pero cuánto de ese teatro vale la pena?” ¿Desde hace cuánto que el teatro podría haber dejado de existir en nuestro país y su pérdida sólo la lloraríamos los creadores? O tal vez ni nosotros.

Stanislavski ha muerto. Las escuelas de teatro se erigen sobre su cadáver.

 

ricardo

 

 

[1] Texto publicado en la revista mensual Santo y Seña. No 22 Agosto 2014. Año 2. Pp 10-11

[2] MAMET, David. Verdadero y falso. Herejía y sentido común para el actor. Traducción: Josep Costa, Alba Editorial, colección Artes Escénicas, España, 2011, p.24.

[3] STANISLAVSKI, Konstantín. Mi vida en el arte. Traducción: Jorge Saura y Bibicharifa Jakimziánova, Alba Editorial, colección Artes Escénicas, España, 2013, p.99.

Reflexiones

A propósito de la Librería Paso de Gato

por Zavel Castro 22 diciembre, 2016

Quiero dedicar mi última reflexión del año a celebrar la apertura de la Librería Paso de Gato, su inauguración es, sin lugar a dudas, todo un acontecimiento[1] que viene a endulzarnos el sabor que nos dejó este caótico 2016. El esfuerzo editorial que desde hace más de una década vienen haciendo Jaime Chabaud y José Sefami, fundadores primero de la revista, luego del sello editorial  y a continuación propietarios de la librería, es absolutamente loable y digno de cualquier cantidad de felicitaciones. En Aplaudir De Pie queremos sumarnos a estas compartiendo lo que para nosotros significa la aparición de un espacio dedicado a la difusión literaria (en su dimensión material) de las artes escénicas.

El enriquecimiento del panorama cultural de la ahora llamada Ciudad de México[2] (por ahora, ya que no dudamos de la existencia del germen de contar en el futuro promisorio, con sucursales en el resto del país), así como el refuerzo de los vínculos con la comunidad intelectual en Iberoamérica y el acercamiento “real” con los espectadores de teatro,[3] serán las consecuencias más acusadas del surgimiento y paulatina consolidación de esta importantísima empresa cultural, que además, era el paso natural a seguir en el proyecto de Chabaud y Sefami, cuyo mayor interés radica en la formación y educación de públicos, así como a la promoción de discusiones apasionadas, informadas y maduras a través del estímulo de la reflexión a partir del fenómeno escénico.[4]

No resulta exagerado equiparar la significación de la aparición de la librería Paso de Gato a lo que en su momento debió serlo respecto al comienzo de las actividades de la Librería Continental,[5] que fuera referente para los paisas, los habitantes de Medellín asiduos a la lecturas que ofrecía en su local don Rafael Vega, de la cual tenemos noticia gracias a las “Memorias de un librero…” texto escrito por don Vega mismo y editado por el Fondo de Cultura Económica, el magno esfuerzo editorial imprescindible para comprender la historia intelectual de México y América Latina,[6]  que hubiera sido impensable sin el impulso e incansable trabajo de don Daniel Cosío Villegas.[7]

Además resulta admirable el riesgo que corren los propietarios de la librería, al abrir un local de esta naturaleza en un país de pocos lectores ¡Menos aún lectores de teatro! Realmente espero que la aparición de la misma propicie una eclosión cultural de la que el teatro sea protagonista, que México reafirme su posición sede de pensamiento sobre el fenómeno teatral. Que Paso de Gato siga con el éxito del que se ha venido acompañando en su misión de tocar puertas, abrir puertos y tender puentes. Que se entienda que los libros de teatro son absolutamente necesarios y que deje de relegárseles al rincón en las cadenas de librerías que cada vez se parecen más a tiendas de regalitos que a espacios destinados a la transmisión de conocimientos.

Enhorabuena a Chabaud y a Sefami que acercan a quienes los necesitamos libros de calidad e importancia. Estoy muy contenta de que se haya pensado en el remedio de una carencia. Seguiré de cerca su crecimiento. Por lo pronto, felices fiestas.

 

 

 

zavel-firma

 

 

 

[1] Para explicitar lo que comprendo por “ACONTECIMIENTO” recordaré lo escrito por Deleuze: El estallido, el esplendor del acontecimiento es el sentido. El acontecimiento no es lo que sucede (accidente); está en lo que sucede el puro expresado que nos hace señas y nos espera. (…) Es lo que debe ser comprendido, lo que debe ser querido, lo que debe ser representado en lo que sucede.

[2] Dejó de nombrarse Distrito Federal, como uno de los tantos cambios que sucedieron en el país…

[3] Una vez que debido a la naturaleza de la profesión de los fundadores (Chabaud dramaturgo y Sefami, actor) además de su conocido carácter tenaz y perseverante, las relaciones y cercanía con los creadores de teatro estaba asegurada antes de su relación “real” con el público de la que hablamos.

[4] Tal como declaran en la sección “Acerca de nosotros” en la presentación de su portal electrónico: http://www.pasodegato.com/Site/ (consultado por última vez el 21 de diciembre de 2016).

[5] Don Rafel Vega se lanzaría al negocio editorial con importaciones de libros argentinos y se especializaría poco a poco en obras de tema musical en con una librería (la Continental) inaugurada en Medellín en 1943 y que cerraría sus puertas en 2001.

[6] Gracias a la fundación de filiales localizadas actualmente en Argentina, Chile, Colombia,  Venezuela y los Estados Unidos.

[7] Fundada el 28 de abril de 1934, el Fondo de Cultura Económica, surge como proyecto de don Daniel Cosío Villegas a con el propósito original de proveer de libros en español a los estudiantes de la Escuela Nacional de Economía; don Daniel idea este proyecto tras el rechazo (gracias a la asesoría de don José Ortega y Gasset, principal responsable de estas negativas) de las editoriales Aguilar y Espasa-Calpe  la publicación de obras de economía (presenta un documento con 50 títulos bien clasificados). Para saber más sobre la historia del Fondo de Cultura Económica, recomiendo la descarga, consulta y navegación de la app “Archivo Abierto”, editada por el FCE y disponible de manera gratuita para las tablets de Android y de iPhone.

Reflexiones

¿Qué fue de «Cervantes Off»?

por Zavel Castro 11 noviembre, 2016

Se sabe y se dice que la reflexión es incompatible con la prisa. Para hablar de cualquier cosa es necesario dejar  pasar la emoción del  momento. Es por esta convicción que he dejado pasar tantos días para hablar del “Cervantes Off”, hasta ahora uno de los proyectos teatrales que más han merecido mis desvelos y en el cual tuve la suerte de estar profundamente involucrada. Como sea, en tanto que como decía Monsiváis, “un halago en boca propia es apenas canapé”, me avocaré a referir a grandes rasgos el propósito de hacer posibles los montajes dejando a un lado el anecdotario curatorial.

“Cervantes off” fue una invitación a compañías teatrales independientes dirigidas por teatristas con poéticas o búsquedas escénicas fascinantes y alternativas en la medida de lo posible dentro del panorama artístico mexicano. Busqué creadores capaces de hacer teatro bajo cualquier condición y circunstancia, en cualquier espacio, sin quejas ni reparos, creadores que supieran encontrar la resolución poética ante los problemas técnicos, que supieran hacer uso de la mínima producción y con la mayor fuerza estética. Invité pues, a un grupo de provocadores para que me enloquecieran. Aquellos que contradiciendo la tradición concentrada en el efecto sin prestar atención al contenido, apostaran en cambio por el teatro vivo, al que solo le basta la encarnación de un texto en un cuerpo poético para estallar.

En tanto que la XLIV edición del Festival Internacional Cervantino se trató de la mayor celebración mundial a Miguel de Cervantes Saavedra, queríamos conseguir acaso por primera vez en la historia nos apasionaran los entremeses y comedias de esta figura emblemática de la literatura occidental. Un poco a la manera del festival de off  que se realiza año con año (http://www.avignonleoff.com) y del enorme esfuerzo que representó la edición de los Teatros Ejemplares en la Argentina (https://teatrosejemplares.es/), quisimos actualizar a este fallido dramaturgo como nunca antes, queríamos darle la gloria que en vida jamás recibió.

Foto: DaríoCastro

Foto: DaríoCastro

La invitación fue aceptada por Tito Vasconcelos (La Nave de las Locas), Ana Francis Mor (La Mafia Cabaret), Martín López Brie (Teatro de Quimeras), Abril Mayett (Shake / Falstaff), Diego Álvarez Robledo (PRINCIPIO), Mauricio Durán y Miguel Estrada (Coproducción Ensamblerías-Tres Son Pocos), Ulises Cancino (Asociación Teatral Juana de Asbaje), Gemma Quiroz (Teatro Alteante de León), Ismael Hernández-Medina (Bisontes) y Sixto Castro Santillán. Personajes que durante este proceso revelaron sus egos sui generis  y reafirmaron su reputación en cuanto al impresionante talento.

La consigna para reinventar los textos Cervantinos era punto menos que desconocerlos, tomar algún aspecto inspirador (la trama, un personaje, un nombre, una escena, una imagen, incluso la negación de los mismos, la nada misma)  y hacer con ellos lo que les viniera en gana. Tenían en sus manos como pocas veces absoluta libertad creativa. Hubo quienes la abrazaron y otros que se acercaron a ella con mayor delicadeza, casi con temor; como sea, el resultado de este juego fueron versiones inimaginables que destrozaron por suerte los cánones clásicos que ya no tienen cabida en el presente. Simplemente porque somos otra época  y necesitamos cosas distintas. Tuvimos entonces dos cervantes cabaret (al estilo de carpa mexicana de los años treinta y europeizado y feminista), un cervantes sindicalizado luchando por los derechos de los trabajadores de la ficción, cercano a un cervantes social, un cervantes ópera-rock, un cervantes clown, un cervantes del México revolucionario, un cervantes para niños, un cervantes brechtiano y un cervantes posmodernísimo. Cabría mencionar en este punto que los espacios para la representación, la Mina del Nopal y la plaza San Roque (sitio del origen mismo del Festival)  sin duda alguna favorecieron los montajes. La importancia del encargo radicó en la necesaria innovación de los textos cervantinos escritos hacia 1580-1585, época de la profesionalización del teatro en España.[1] Los directores de Cervantes Off se dieron a la tarea de confrontar y cuestionar las obras  y se vieron forzados a descubrir su vigencia, a revitalizarlo, a darle, ya lo he dicho, la oportunidad de la gloria y el aplauso que no tuvo en su momento.

Así mismo “Cervantes Off” pretendió servir de plataforma exponencial para los directores con mayor atractivo escénico en la actualidad, tanto así como para dramaturgos y actores. Entre los mejores descubrimientos se encuentran la pluma de Ricardo Ruiz Lezama, quien creó «Said el monstruo» una obra infantil a partir de la intolerancia reflejada en “La Gran Sultana” y Juan Carlos Franco quien a partir e “Laberinto de Amor”, por fortuna se atrevió a hablar sobre el fracaso dramatúrgico de Cervantes en su obra»Laberinto deseo naufragio» y así obligar a la propia introspección de aquello que llamamos “éxito”, todo esto bajo un humor negro que consigue una angustia placentera. Por parte de los actores es imposible dejar de reconocer a Nick Angiuly, Mafer Vergara, Alex Gesso, Luis Esteban Galicia, Sergio Rüed, Mario Conde, Ramiro Piñón y por supuesto, Miguel Estrada.

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Foto: Darío Castro

Aparentemente, los propósitos del proyecto fueron cumplidos, Cervantes sirvió como potente inspirador de creaciones auténticas y autónomas, como expositor del talento nacional, volteó la mirada de los espectadores hacia aquello que vale la pena  ver, creadores que valen muchísmo la pena. Cervantes, creador y musa, promotor de grandes cosas. Así le hemos rendido homenaje.

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[1] Durante estos años se consolidaron las compañías profesionales de actores, surgieron las corralas de comedias como espacios fijos para la representación y el público que pagaba su entrada, exigía constantemente novedades. En este momento, Cervantes, según Carlos Mata Indurián, al contrario de Lope de Vega optó por seguir los cánones impuestos en el renacimiento, fórmula que se revelaría obsoleta.

Reflexiones

Mi experiencia en el Cervantes Off

por Aplaudir de Pie 20 octubre, 2016

Primera vez que escribo.

En esta ocasión me toco cubrir gran parte de la cartelera llamada “Cervantes off”, ofrecida por el Festival Internacional Cervantino, lo primero que pensé fue: “ un fin de semana lleno de teatro ¡Qué hermoso!” Por fin podría ver las adaptaciones de las obras de Cervantes, y lo mejor de todo, sin salir del DF (o CDMX, como se llama ahora). Este programa se presentó del 7 al 9 de octubre en el Centro Nacional de las Artes.

Es preciso comentarles que cuando voy al teatro normalmente disfruto las puestas en escena, creo que carezco de ese ojo crítico de mis colegas y generalmente cada función a la que asisto me deja encantado o quizás refleje mi actitud ante la vida, siempre busco las cosas buenas de todo.

Llegué a presenciar “La Casa de los celos, o quién la tiene más grande (la casa)» dirigida por Ana Francis Mor,  un montaje que con buena producción audiovisual, ingeniosa vestimenta y carismáticos personajes nos hizo reír bastante. Grata fue mi sorpresa al ver que los foros se llenaban casi en su totalidad, de gente de todas las edades, abuelos, padres de familia que llevaban a sus hijos para inculcarles el gusto por el teatro, parejas que buscaban una actividad diferente y por supuesto, gente apasionada por este arte tan efímero.

Al día siguiente la función era a medio día, con un calor intenso que no detuvo a los asistentes a presenciar “El vizcaino fingido”, obra de Ismael Hernández-Medina, adaptación del entremés del mismo título, que fue montada al en la plaza de la Danza; un espacio al aire libre pero afortunadamente techado. Lo mismo que el dia anterior:el espacio estaba lleno. Me llenó de alegría verlo porque siendo realista, fuera de las producciones más comerciales y publicitadas difícilmente veo llenos totales y además, se demuestra que el Festival no es solo un pretexto para que los jóvenes (y los no tan jóvenes) vayan a enfiestarse a Guanajuato.

Un poco más tarde tocó el turno de «Una  comedia entretenida», codirección de Miguel Estrada y Mauricio Durán, versión libre de «La Entretenida» y no me decepcionó. Bromas ingeniosas y actores talentosos que a su vez tocaban algún instrumento musical para acompañar la puesta en escena. Al terminar no sabia que hacer con ese tiempo libre entre obras; así que me puse a revisar el programa y a caminar por el CENART; y vi que justo estaba Urbaphonix, cinco músicos que crean melodías con objetos de su entorno, maravillando asi a los espectadores. Era un espectáculo ver como la gente los seguía por todo el lugar cual caravana para seguir viendo con qué más podían hacer música.Ya en la noche comenzó “De picaros, truhanes y actores” de Tito Vasconcelos, obra quizás mas enfocada al publico adulto por su mensaje y su vocabulario a veces subido de tono, con chistes que si bien no todos comprendíamos no dejaron de entretener al publico. Así concluía mi día.

A la mañana siguiente, mi niño interior (al cual siempre escucho y no dejo de interactuar con él se  maravilló con “Said el monstruo»dirigida por Gemma Quiroz, inspirada en la intolerancia ideológica manifiesta en «La Gran Sultana», puesta que con un bonito mensaje, canciones estupendas y una producción excelente logró captar la atención de los muchos niños que asistieron a la plaza de la Danza. Logré ver como en tres días la gente no dejó de asistir y algunos, como yo, entraban a dos o tres funciones en ese fin de semana. Yo quedé encantado, como ya he dicho, de todas las actividades ofrecidas… no me quiero imaginar la cantidad de cosas por ver en Guanajuato, no me aguanto las ganas de ya estar allá.

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Reflexiones

Cabudanne de Sos Poetas. ¿Y los festivales en México?

por Aplaudir de Pie 1 octubre, 2016

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir al festival Cabudanne de Sos Poetas, que traducido de la lengua sarda sería “Septiembre de Poetas”. Durante los primeros 4 días de septiembre, desde hace 12 años, Seneghe pequeño pueblo de aproximadamente 1300 habitantes, organiza este festival entre su gente y para su gente. De la mañana a la noche e incluso hasta la madrugada, el pueblito al sur de Cerdeña, se convierte en anfitrion de escritores, poetas, músicos y actores. Se lee en voz alta, hay conciertos y laboratorios de teatro, música y fotografía; todo sin ningún costo. Año con año, Seneghe, hace una invitación a artistas de talla internacional, a participar con un espectáculo o bien a dar una clase magistral o conferencia. Son 4 días en el que Seneghe, localidad principalmente de pastores y campesinos que basa su economía en la producción de aceite de oliva, el agriturismo y el ganado; deja el arado, estaciona el tractor, mete al establo a ovejas y vacas y sale a ver teatro y a comprar libros.

Ante un evento de esta magnitud, como una actriz mexicana emigrada en Italia hace pocos meses, me pregunto cuál sería la experiencia artística equivalente en México. ¿Quién organiza los festivales de arte y cultura en nuestro país? Y lo más importante, ¿a quiénes va dirigido?. Tenemos el ejemplo del Festival Cervantino, de carácter internacional, conocido por todos en nuestro país como uno de los festivales que trae lo mejor del teatro, música y letras a México. Sin embargo, la queja principal al histórico festival que se celebra año con año en Guanajuato, es lo caro de sus precios, la incapacidad que tiene para acoger a todos los que quieran asistir y me surge la pregunta, ¿es un festival pensado para la gente de Guanajuato?.

No es novedad que el gremio teatral reciba la ya constante queja de que sólo se hace teatro para los teatreros, situando al arte y la cultura en México como un estrato elitista al que sólo pueden acceder no sólo aquello que lo puedan pagar, si no a quienes estén en grado de “entenderlo”.

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El Cabudanne nace como una iniciativa de la gente de Seneghe. Apoyados con patrocinios y fondos de la región, se trata de un grupo de viejos y jóvenes, interesados en promover la lengua sarda y hacer un intercambio con otros escritores, artistas y personajes de la cultura en el mundo. Obviamente, el teatro, como arte integrador, no podía faltar. Para tal motivo, se acude al Tetro delle Albe de la ciudad de Ravenna al norte de Italia, representado por el joven actor Roberto Magnani. El Teatro delle Albe desde su fundación en los años 90, inició con lo que posteriormente llamaría la Non- Scuola o la No- Escuela en español. La tesis de la No Escuela sostiene que el teatro no se enseña, se contagia. El teatro se plantea como un campo de juegos donde se va a sudar. El primer año del Festival, el joven Magnani conduciría el laboratorio de teatro con unos cuantos jóvenes del pueblo de Seneghe. Hoy, a 12 años de distancia son más de 50 alumnos de entre 5 y 16 años que en el lapso de 3 semanas montan una obra.

La pedagogía del Teatro delle Albe es jugar por el mero placer del juego. Jugar como juegan los niños futbol con un par de latas como portería y un balón a medio inflar. Jugar sin esquemas fijos, ni uniformes. Jugar con los pies descalzos sobre la tierra. Así se tiene un grupo de cuerpos vivos, en movimiento. Correr, caer, la tierra, el sol, el calor que se genera entre compañeros, estar juntos, equipo, coro, comunidad y de pronto estar ya sobre el escenario. Para esta compañía, escuela y teatro son palabras ajenas la una de la otra. “El teatro es un grandísimo campo de juegos donde uno tiene la oportunidad de convertirse en aquello que no es. La escuela es el gran teatro de la jerarquía.” Afirma Magnani. Así, después de tres semanas de juego intenso, tenemos una obra. Los textos dejan de ser recitados para ser resucitados. Se hace uso de la improvisación, la música, el canto. Los más pequeños siguen a los más grandes, los más grandes aprenden de los más pequeños.

El año pasado, se llevó a cabo nada más y nada menos que La Divina Comedia del también italiano Dante Alighieri. En el marco de tres días se hizo presente el infierno, el paraíso y el purgatorio. Este año en cambio, se optó por otro gran texto: Don Giovanni de Molière. El conocido personaje mujeriego que también inmortalizó José Zorrilla y Tirso de Molina y que es el favorito de los mexicanos época de Día de Muertos.

El escenario para la No Escuela, no tiene límites. La puesta en escena se lleva a cabo en el campo donde por la mañana pastan las ovejas o se va de un punto a otro, llevando a la gente en procesión al ritmo de “Alabama song”, clásico de Bertolt Brecht compuesto para “Auge y Caída de la Ciudad de Mahagonny”. Se han incluso ocupado ruinas arqueológicas como las imponentes torres de nuragues; se intervienen las plazas, las casas, los parques. Todo juega. El pueblo es cómplice. Incluso los más viejos participan haciendo una que otra comparsa.

En Seneghe durante 4 días corre el vino hecho en casa, el casizolu (queso artesanal sardo), el pan carasau hecho en horno de leña. Se come, se bebe y se convive mientras se ve teatro, se escucha música y se lee. Los pastores y campesinos se descubren a sí mismos amantes de la literatura y recitan de memoria versos de Dante sin siquiera saber leer y escribir.

Finalizado el festival, la gente vuelve a sus actividades cotidianas con deseos de celebrar el próximo Cabudanne. Los artistas regresan a sus casas. Otros deciden quedarse algunos días más enamorados de Cerdeña, de su mar y de su gente. Algunos jóvenes senegheses viajan a Ravenna, a conocer más sobre el Teatro delle Albe y considerar más seriamente el convertirse en actores. Las señoras apagan sus hornos después de que hicieron cantidades industriales de dulces de almendra para vender durante el festival, demostrando que el festival es también una oportunidad para generar ingresos. En Seneghe, regresa el silencio y se preparan para el invierno.

Este festival inveitablemente me hace cuestionarme sobre la situación del arte y cultura en nuestro país. ¿Existen iniciativas artísticas en México que involucren a todo un pueblo y que fungan, no sólo como promoción de la cultura de una comunidad, sino como un auténtico intercambio con otras manifestaciones?. Si es así, ¿dónde y desde cuándo?. ¿Será que en México hay un menosprecio hacia quién dirigir la cultura y el arte? Por ejemplo, este año, el Cabudanne trajo en concierto a Ernst Reijseger, músico holandés conocido por hacer la música de varias de las películas de Werner Herzog. En Italia existe el problema del racismo, pero en México existe el problema del clasismo que no es menor. ¿Será que el arte y la cultura en México están entonces permeados por una ideología clasista? ¿Ni siquiera el teatro escapa de la clase alta, media, baja?

Ojalá me equivoque. Ojalá la mirada en efecto esté sobre los pequeños grupos e iniciativas artísticas en México y no sólo sobre los grandes monstruos de la cultura. Ojalá el Cabudanne sea un ejemplo no para sentirnos comparados o atacados de que en Europa “todo es mejor”, si no para pensar cuán grande puede resultar los pequeño. Ojalá no acusen a la autora de este texto de Malinchismo. Ojalá y el teatro también se contagie a las pequeñas comunidades en México.

 

 

 

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Paulina Sabugal / @PauSabugal

Teatrera de corazón y espectadora de tiempo completo

 

 

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