En julio del año pasado, el maestro Isaac Pérez Calzada me invitó a fungir como madrina de la generación trigésimo novena de la carrera de actuación del Centro Cultural Virginia Fábregas, a quienes dirigí estas palabras que hoy comparto con todas las personas que estén por egresar de cualquier escuela de formación artística.
A Yudith Coelho, Fernanda Córdova, Miguel Ángel García e Indra Martínez
Estimad@s egresad@s:
Quiero expresarles mi profunda admiración por haber hecho realidad el sueño de estar en un escenario, sé que para lograrlo algunas de ustedes han confrontado reticencias familiares, dificultades económicas y situaciones que las han hecho dudar si han elegido el camino correcto, personalmente pienso que sí, porque estoy convencida de que las personas que tienen la valentía para insistir en hacer lo que las hace felices, tienen la capacidad de encontrar su lugar en el mundo. Si tienen buena fortuna, habrá compañías y procesos que las hagan sentir parte del medio artístico, en este caso, bastará con que se acoplen a una dinámica preexistente y que pongan a prueba las herramientas que adquirieron durante su proceso de formación. De todo corazón les deseo que su incorporación sea amable e indolora; cuando estén dentro, les pido que no olviden la alegría que les causó esa sensación de pertenencia y que siempre reciban con generosidad y cariño a las generaciones que vendrán después de ustedes. No hay necesidad de enemistarse con quienes comparten su misma pasión, o por lo menos, no hay que hacerlo de antemano, solamente porque en la escuela nos hayan fomentado un espíritu de competencia desmedido: la única forma de destacar positivamente es el propio trabajo.
La segunda posibilidad, es que para encontrar su lugar en el mundo, tengan que enfrentar algunas adversidades. Quizá se encuentren con personas o instituciones que sientan que el teatro es suyo y que hay que pedirles permiso para formar parte de él. Esas personas no soportan que haya más de un camino posible para hacer lo que nos gusta y mucho menos que ese camino pueda llevarnos lejos. Les aconsejo que no teman a esos guardianes y que en lugar de empeñarse en ganar su aprobación, tengan presente que nadie, por más que aparente, tiene el poder de abrir o cerrar todas las puertas. El mundo es muy grande. No es necesario forzar ninguna cerradura, ni someterse a los caprichos de quienes les niegan el paso. Si consiguen sobreponerse a esta situación, les pido que no olviden la sensación de frustración y de tristeza que les provocó que alguien intentara detenerles y que cuando tengan oportunidad de incluir a alguien en los proyectos en los que estén, lo hagan sin temor a ser desplazados, sé que escucharán muchas veces esa amenaza velada que dice que “nadie es indispensable”, lo cierto es que cuando hacemos un buen papel en lo que nos toca, podemos llegar a ser irremplazables. El escenario es muy grande. No hace falta insistir en esas prácticas que hacen del medio un lugar hostil.
La tercera y última opción es que aún no exista un lugar al que puedan llegar para desarrollar su talento, puede ser que no consigan adaptarse a los modelos de creación existentes, no es que ustedes estén haciendo algo mal, sino que los tiempos han cambiado y quizá demanden la reinvención de lo que conocemos como teatro. En este caso tendrán que inventar su propio camino, sus propias formas de hacer teatro, distintas a las convencionales. Si este es el caso, les pido que intenten crear un mundo mejor del que tenemos ahora, que asuman que una de sus tareas consista en reconocer aquello que no quieren repetir del medio (conductas, discursos, formatos, tipos de relación con el público), todo aquello que les impida disfrutar del escenario y hacer del teatro un paréntesis en la vida cotidiana.
Me dará mucho gusto coincidir con ustedes en el futuro próximo y celebrar los hallazgos que encuentren en su camino.