Durante el año que está por terminar fuimos testigos de un fenómeno que me alegra y enorgullece como pensadora, se trata del renacimiento de la crítica teatral. Un género que parecía olvidado o que gozaba de poca popularidad en México siendo relegado a pequeños y acotados espacios en los medios oficiales, la mayoría de los cuales dan la impresión de no ver con buenos ojos el ejercicio crítico censurando hasta donde es posible a los columnistas o de plano desapareciendo las secciones de opinión por temor a molestar a cualquier figura de poder. La crítica para los medios constituía una amenaza, de ahí que en los últimos tiempos fuera debilitándose hasta estar a punto de desaparecer. Cómo olvidar el despido de Luz Emilia Aguilar Zinser de Excélsior, tras 10 años de poseer un espacio, justificado como una medida de “reestructuración”. Este golpe amenazó el ejercicio de pensamiento y juicio. Algo o alguien parecían querer acallar la voz de quienes tenían mucho que decir.
Sin embargo, el interés por profundizar en el teatro de manera inteligente, resurgió poco tiempo después. No solo Zinser halló nuevos espacios para compartir su quehacer, especialmente con la organización de charlas en torno a las puestas en escena presentadas en el Teatro La Capilla, proyecto que lleva por nombre “El espectador crítico” y que busca entablar un diálogo entre los espectadores y los hacedores teatrales. Este programa comparte el mismo espíritu que el “Aula del Espectador” de teatro UNAM coordinada por Jorge Dubatti, siendo réplica de la Escuela del Espectador del crítico argentino. Ambos espacios dan cuenta de la necesidad de pensar la escena y de la urgencia de fomentar el hábito de la reflexión en espectadores y artistas.
Estos esfuerzos académicos resonaron en las generaciones posteriores de investigadores que utilizarían las herramientas de las redes sociales para compartir sus opiniones. Así pues, surgieron blogs y páginas independientes especializadas en la crítica teatral. Lejos de cualquier institución y prescindiendo de cualquier tipo de patrocinio, estos medios off se caracterizan por la libertad con la que se expresan. Sin temor a represalias más allá de no contar a todos los teatreros entre sus amigos, los críticos internautas tienen claro que hay una diferencia abismal entre un pensador y un recomendador, por lo que dependen de la observación constante, del estudio y argumentación para respaldar sus comentarios. La crítica off gana día con día nuevos adeptos y tiene mayor peso entre la misma comunidad teatral.
Premios como el Pez de Oro, los Jimenitos Aguords y Cartelera de Teatro representan quizá uno de los mayores logros de la nueva fuerza de opinión de los espectadores frecuentes e informados. La intención fundamental de este tipo de iniciativas es señalar aquello que merece ser visto y reconocer los mejores trabajos de la cartelera. Lo mismo que buscarán los Premios Metropolitanos de Teatro cuya labor inició oficialmente este año. Con suerte crítica y premiación conseguirán establecer referentes para el público que asiste al teatro en la Ciudad de México, una de las capitales teatrales más importantes en Latinoamérica, así miso, estimularán a la industria con nuevas formas publicitarias ganando más público al que se le ofrecerán mejores montajes cada vez. Además el otorgamiento de premios exigirá la designación de jurados especializados, con lo que la demanda de críticos mejor preparados aumentará.
Además de la organización de coloquios y distintas mesas de opinión (que me parece que todavía les falta democratizarse y llegar a un público más diverso), el último síntoma del resurgimiento de este género periodístico es la convocatoria del Premio Olga Harmony por parte de la Secretaría de Cultura, como forma de homenaje a la meticulosidad y rigor de la escritora, dramaturga y crítica teatral, pero también como una manera de fomentar el periodismo cultural e incentivar a sus adeptos a continuar desarrollándose en la materia.
No puedo estar más contenta con todo lo ocurrido este 2017. Estudiar teatro, ver teatro, leer teatro y hablar sobre teatro se vuelve cada día más importante para formar audiencias, para arrojar luz sobre un arte difícil de explicar, especialmente por su carácter efímero, por la necesidad de entender cualquier expresión artística y para prolongar el placer que nos provoca uno que otro montaje. Sacar al teatro del teatro para llevarlo para siempre en nuestras vidas es una tarea en la que pueden ser muy útiles los críticos. Y qué bueno que sea así. Qué bueno que hayan vuelto o se hayan vuelto populares. Celebro este renacimiento y me avoco a seguir aprendiendo con lecturas, charlas y con todas las obras que me esperan para ser cuestionadas. Abrazo a todos los colegas a quienes admiro y respeto esperando coincidir con alguno pronto en las funciones del año que viene.