Sin duda las políticas culturales y los sistemas de validación artísticas en cada país son diferentes, pero a su vez hay puntos de encuentro, uno que es invariable -me atrevería a decir en casi todos lados- es que gran parte de los artistas que conocemos de otros países se debe a las redes de contactos que han desarrollado más allá de su calidad artística. Esto me quedó más claro al hablarlo con una programadora argentina que me preguntaba si existía algún gran creador mexicano que no estuviera insertado en el circuito de reconocimiento nacional. Yo inmediatamente contesté que sí, que existe un gran autor mexicano reconocido en muchos otros países, objeto de estudio, con más de veinte años de trayectoria, cuyas dramaturgias son montadas en múltiples idiomas pero que no tiene el reconocimiento que merece dentro de su propio país, tanto por su trayectoria como por la calidad de su obra, en cuanto a lo artístico y a su pertinencia política. Se trata de Humberto Robles, uno de los dramaturgos mexicanos más montados en el mundo.
Si estás leyendo esto y sabes quién es Humberto Robles, no todo está perdido, pero si no, significa que ha triunfado el compadrazgo y nepotismo en el teatro mexicano. Igual si sabes quién es, es indudable que el compadrazgo y nepotismo triunfaron desde hace años, pero el talento y ética pueden sobreponerse al sistema corrupto de validación. Me parece sorprendente que un autor con la calidad artística y discursiva de Robles no haya sido montado aún por la Compañía Nacional de Teatro, la cual se encarga de mostrar lo más representativo de nuestras dramaturgias y se supone debería tener un compromiso político a favor de los derechos humanos; a su vez me sorprende que los reconocidos directores de escena nacionales no tengan mínimo un proyecto suyo en su haber.
Robles es un dramaturgo muy versátil que escribe tanto obras cómicas, como farsas, cabaret y uno de sus más grandes aportes es utilizar el arte teatral como un instrumento de denuncia en contra de la impunidad, las violaciones a los derechos humanos y la injusticia social. Justo llama a este tipo de dramaturgia “teatro útil”, por usar el arte en pro de los derechos humanos como una herramienta generadora de conciencia y buscadora de justicia. Precisamente esto último es uno de sus más grandes aportes al teatro mexicano. Mientras otros creadores callan ante las problemáticas sociales que atraviesa México o hacen mero populismo vacío al utilizar los temas dolorosos para hacer obras snobs carentes de intenciones transformadoras y revolucionarias, Robles genera obras en las cuales todo queda expuesto, sus dramaturgias son potentes testimonios descarnados que buscan movilizar y visibilizar. Es francamente uno de los pocos creadores mexicanos que siguen intentando mejorar al mundo desde el arte.
Algunas de estas extraordinarias dramaturgias pueden encontrarse en un libro electrónico titulado Teatro documental. Ahí se encuentran Mujeres de Arena, Nosotros somos los culpables, Las flores de Atenco e Intervención por Ayotzinapa. La característica principal de estas piezas es que son obras creadas a partir de investigaciones detalladas y testimonios reales. Mujeres de Arena nos muestra la problemática de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y cuenta con los testimonios de madres afectadas por esta dolorosa situación; Nosotros somos los culpables trata sobre la tragedia del incendio de la Guardería ABC en el año 2009; Las flores de Atenco es un recuento de las diversas vejaciones, asesinatos, violaciones y detenciones extrajudiciales cometidas por la policía en el poblado de San Salvador Atenco del Estado de México; Intervención por Ayotzinapa es un texto que alza la voz por el caso de los normalistas desaparecidos.
Todas estas dramaturgias no solo hacen un recuento de lo que pasó en cada una de las diversas tragedias que trata, sino que además muestran sin ningún temor la responsabilidad del Estado, dando nombres y apellidos, además de exponer diversas razones de la impunidad. Cada uno de estos textos lucha contra el olvido y aspira a que se haga justicia. Además, su calidad artística es innegable, no se tratan de meras denuncias, son piezas del más alto nivel estético. Humberto Robles es un claro ejemplo de que nadie es profeta en su tierra. Espero que algún día el teatro mexicano le dé el reconocimiento que merece como uno de los más grandes dramaturgos mexicanos. Mientras tanto que sus obras sigan viajando por el mundo, maravillando y conmoviendo a miles de personas, y que su teatro siga alzando la voz ante tanta indiferencia.