Una de las obsesiones recurrentes de Daniel Veronese en los últimos montajes que hemos visto de él (El crédito, Bajo Terapia, ¿Quién teme a Virginia Wolf? -ésta en su versión mexicana- y Los corderos -en su versión mexicana y argentina-) es la corrupción de las relaciones interpersonales. Veronese pone en escena personajes que se relacionan enferma y corrosivamente, que se necesitan para hacerse daño a partir de una idea perversa del amor como sufrimiento o como imposibilidad de ser dichoso.
Vigilia de noche de Lars Norén se destaca por llevar esta premisa hasta el extremo, dando como resultado una obra de humor negro, en la que los personajes sufren profundamente pero los espectadores reímos. Pero es quizá el humor la forma de hacernos soportable la tragedia por la que pasan aquellos seres angustiados y sin rumbo.
En la obra fue el funeral de la madre de dos hermanos que nunca conviven y que ahora lo harán después de años de no tener contacto. Entre ellos y sus dos esposas saldrán a la luz secretos sufrimientos que no los dejarán tranquilos y de los que no hallarán descanso ni salida.
Algo muy interesante de este montaje es que las actuaciones, pese a ser profundamente verdaderas, no generan empatía con los espectadores en un nivel emotivo, sino en un nivel de reconocimiento que se refleja en las constantes risas. Esto es un elemento destacable porque crea un distanciamiento con el dolor de los personajes permitiendo entender las motivaciones y errores en las que incurren. Toda esa lucidez produce la posibilidad de hacer una reflexión sobre las relaciones humanas que difícilmente una obra que nos condujera por la compasión nos permitiría, pues en Vigilia de noche no hay buenos ni malos; podemos entender a cada personaje, sin estar de parte de ninguno.
Las actuaciones de Mara Bestelli, Pilar Gamboa, Walter Jakob y Luis Machín están muy comprometidas con estos personajes complejos que podrían ser fácilmente banalizados. Sin duda nos regalan interpretaciones muy virtuosas con algunos momentos de genialidad. Guiados por un Veronese que está en su mejor forma y que pareciera que ya sabe qué hacer y cómo hacerlo para mantener interesados a los espectadores mediante un manejo claro y preciso de la dirección, y con un texto que no deja de sorprender a cada momento, Vigilia de noche nos muestra que las obsesiones de Veronese son temas inacabables y que siempre tienen algo para decirnos.
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